Foto: Eduard Bayer |
Bibliotecas
de calle
Los voluntarios de la
asociación Amigos del Movimiento Cuarto Mundo acuden cada sábado con su
biblioteca de calle al barrio barcelonés de Poble Nou. Este solar, donde
más de cien familias viven en camiones, se convierte por unas horas en
un lugar en el que los libros educan a los más pequeños. Rina Decap,
impulsora de Cuarto Mundo, nos cuenta qué hay tras esta iniciativa.
Texto: Marta Iglesias
-¿Cómo puede una "biblioteca de calle" potenciar
otros hábitos de comportamiento en las familias más humildes?
-El libro es un símbolo y un soporte, alrededor del que creamos un
espacio donde se enseña a cuidarlos, no ensuciarlos, lavarse las manos
antes de usarlos... Poco a poco, los niños entienden que esto es lo
mismo que tienen que hacer en el cole, sus casas y su entorno. Porque
ellos no están acostumbrados a tratar bien lo que tienen: como los
juguetes se los encuentran en la calle no pasa nada si vuelven al
basurero, como una bicicleta es chatarra pues no pasa nada si vuelve al
contenedor. Además en la "biblioteca de calle" creamos un ambiente de
tranquilidad, de limpieza, de espontaneidad en el niño, que comprende
que no está por obligación, pero que si se queda tiene que cumplir unas
reglas.
-A través de la biblioteca de calle y las clases de
repaso escolar sabéis de la salud de los menores y si van al cole. ¿Para
cambiar el entorno se precisa involucración, como la de vuestro
proyecto?
-Sí, o te lo crees o es muy difícil estar con estas familias largo
tiempo. Yo me lo creo tanto, que esto es mi vida. Es verdad que no todos
los voluntarios lo viven igual, pero tiene que haber alguien que se lo
crea para transmitírselo a ellos. Cuando un voluntario da sus cuatro
horas, yo le reconozco el valor de lo que está haciendo en ese tiempo.
-¿Qué apoyo ha recibido esta iniciativa por parte de
los niños y sus padres?
-Mejor que otras veces. Ese grupo transmite a sus amigos y
familiares lo que estamos haciendo y hay más implicación. El mes pasado
tuvimos una reunión para que conocieran a los educadores y vinieron más
de veinte mujeres, algo que es muy difícil de hacer con estas personas,
a las que les cuesta incluso ir a la cita con los servicios sociales.
-¿Cuál es la actitud más generalizada de los vecinos
del barrio Poble Nou hacia estas personas sin hogar?
-De rechazo total. La ley de anticivismo de Barcelona nace en parte
de la presión de los vecinos, que paradójicamente también provienen de
la inmigración, de las mismas chabolas. Hay un olvido de su historia
personal terrible, les da miedo que estas personas ocupen los pisos que
les ha cedido la Administración y no piensan que mañana les puede pasar
algo a ellos o a un familiar, porque la vida da muchas vueltas.
-¿Por qué su ONG encuentra tanta dificultad para
conseguir voluntarios y apoyo económico?
-Creo que porque no hemos negociado nada. Hemos sido fieles a las
familias y a los pobres, y esto nos ha traído un costo económico
terrible, que significa que nunca hemos recibido financiación ni ninguna
subvención. Somos la espinita que tiene el distrito, porque con nuestra
presencia les recordamos cada día que violan los derechos humanos de
este colectivo con sus multas, y al decirles a los servicios sociales
que no atiendan más a esta gente... ∆ |