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JULIO 2006

A pesar de que tanto coches como carreteras son cada día mejores, las cifras de accidentes no acaban de descender todo lo que nos gustaría. En España mueren diez personas todos los días en accidentes de tráfico, la mayoría de los cuales se producen por fallos humanos. El principal: las distracciones al volante. Texto: Carolina Fernández · Fotos: Fusión

Cada vez conducimos mejores coches. Más modernos, gracias a la progresiva renovación del parque automovilístico. Más seguros, gracias a los avances en seguridad que cada vez más automóviles incorporan de serie (airbags, control de tracción, control de estabilidad, etc.) Y también más potentes, mucho más veloces de lo que los límites legales de circulación nos permiten aprovechar y con más accesorios que proporcionan información extra al conductor. A la vez, también conducimos en mejores carreteras, ya que nuestra red viaria ha dado un salto cualitativo muy importante en los últimos diez años.
Sin embargo, a pesar de todo, el elemento fundamental sigue siendo la persona que se sienta al volante. El conductor. El alma del vehículo.
Por mucho que la tecnología nos ponga en las manos automóviles que hace unos años ni nos atreveríamos a soñar, el quiz de la conducción está en quien maneja la máquina, en su disposición, en su actitud, en su capacidad de control, en definitiva en su mente. De hecho, la cifra a nuestro juicio más impactante que nos brinda la Dirección General de Tráfico en relación con las causas de los siniestros no deja lugar a dudas: noventa de cada cien accidentes tienen que ver con el factor humano. Mirándolo desde el ángulo contrario: sólo el 10% se deben a causas ajenas a los conductores.
¿Por qué una cifra tan alta?

 Diez muertos al día  Año tras año, cada vez que el calendario anuncia un periodo vacacional más o menos largo, se producen salidas masivas de las ciudades hacia los puntos de descanso, y al término, las mismas entradas para regresar al punto de origen. Son las famosas "Operaciones salida y retorno", en las fechas más "punta" del verano, Semana Santa, festivos, puentes y demás. Año tras año la DGT lanza una batería de advertencias: se recuerdan los peligros de la velocidad y el alcohol, la importancia de los tiempos de descanso; se multiplican los controles policiales y las multas a los infractores; se invita a evitar las horas de más tráfico, etc., etc. Y todos los años al regreso de las vacaciones hay que sumar los muertos de la ida y los de la vuelta, además de un número importante de heridos graves (especialmente lesionados medulares) y menos graves. Cada uno, una historia. Cada historia, un drama personal.
Y lo mismo sucede durante el resto del año. Aunque no es noticia diaria en los medios de comunicación, en el asfalto se dejan la vida unas diez personas cada día. La carretera en España mata más que las enfermedades cardiovasculares, las neoplásicas, las respiratorias y las digestivas, es decir, ocupa el quinto lugar en la lista de causas más frecuentes de muerte. Y sin embargo, no parece que sea un problema que preocupe especialmente a los españoles. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, en su Barómetro Enero de 2006, las principales preocupaciones de los españoles son el paro, la inmigración y la inseguridad ciudadana. También el precio de la vivienda o el terrorismo. Pero ¿y los accidentes de tráfico?

La velocidad es el factor más importante, porque repercute directamente en la gravedad del accidente. Cuando se circula a 120 km/h, límite permitido, dos o tres segundos pueden ser una eternidad.No es la carretera  Fue la gran culpable durante muchos años, pero ya no podemos seguir acusándola de las cifras de accidentados, al menos no de la mayoría. Las carreteras españolas han dado un salto cualitativo importante en la última década, y, si bien no estamos al nivel de los países europeos más avanzados, la mejora ha sido considerable. Lo corrobora Elena de la Peña, directora técnica de de la Asociación Española de la Carretera: "Nos estamos poniendo al nivel de la mayoría de los países europeos, aunque todavía siga habiendo algunos puntos negros. Para nosotros el tema de los accidentes se trata fundamentalmente de un problema de control y de actitud. Hay unas normas, y esas normas no se respetan".

 La mano que maneja el volante  Cuando un conductor se sienta en su vehículo y gira la llave de contacto, asume unos determinados riesgos. Si todo va bien, realizará su desplazamiento sin complicaciones. Pero salir a la carretera implica exponerse. Puede cometer un error y provocar un accidente, o puede sufrir las consecuencias del error de otra persona; puede tener que enfrentarse a situaciones imprevistas que pongan a prueba su pericia al volante, su concentración, el dominio de sus nervios. Pueden suceder mil cosas, o ninguna, y regresar a casa sin novedad, como ocurre la gran mayoría de las veces. ¿De qué depende?
El factor humano, al que se achaca el 90% de los accidentes, tiene muchas caras, pero revisando las cifras quizá la que más llama la atención es la que tiene que ver con la falta de atención durante la conducción. En una palabra sencilla: los despistes. Algo que en condiciones normales, esto es, sin estar sobre el asfalto, podría pasar hasta desapercibido, puede resultar fatal en carretera. De hecho, la DGT reconoce que la distracción es la primera causa de los accidentes de tráfico, presente en un 39% de los ocurridos durante 2004. Pongámosle más cifras: 55.818 personas fueron víctimas de accidentes de tráfico causado por una distracción en 2004. Son cifras reflejadas en la investigación "Las distracciones en la conducción" llevada a cabo durante tres años por el RACC en colaboración con el Instituto de Tráfico y Seguridad Vial de la Universidad de Valencia (INTRAS). "El tema de las distracciones, aunque muy obvio, resulta muy difícil de estudiar -comenta Alfonso Perona, secretario ejecutivo de la Fundación RACC-. Hay una gran carencia de información, para que la gente pueda actuar en consecuencia. Además muchas de estas actuaciones no se pueden controlar poniendo un policía. Nos encontramos pues ante la verdadera responsabilidad del conductor".

"A veces se trivializan las causas del accidente como si fueran algo estático y único. Un accidente es una cadena de acontecimientos en la que intervienen diferentes factores en cada momento y es difícil valorar qué peso tiene cada cosa". Jaime Sanmartín.

 Sólo fue un despiste  Es algo que está presente en los relatos tanto de los accidentados como de los testigos: el conductor encendió un cigarrillo, se inclinó para coger un mechero, se le cayó la ceniza en el asiento; estaba manejando la radio, o respondiendo a una llamada de móvil; estaba discutiendo con el copiloto o tranquilizando a los niños que arman jaleo en el asiento trasero. O sencillamente no estaba, es decir, llevaba el coche pero sus pensamientos estaban en otra parte, alejados de la carretera.
En cualquier caso, no es un tema estudiado en profundidad en nuestro país, por eso este informe es, en cierto sentido pionero, un paso adelante que se espera sea la antesala de una mayor atención sobre este tema. Ni siquiera en Europa se encuentra mucha más información, porque se ha hecho hasta el momento más hincapié en temas como la velocidad y la influencia del alcohol o las drogas. Los estudios más amplios hay que buscarlos en Estados Unidos y Canadá. Para el Canada Safety Council, se subestima la importancia de la distracción como causa de accidente. Por su parte, la NHTSA, siglas en inglés de National Highway Traffic Safety Administration, del Departamento de Transportes de Estados Unidos, considera las distracciones como "el tema más complejo, más reclamado y más solicitado de la seguridad vial actual". Es, además, difícil de cuantificar. Porque ¿cómo se miden las distracciones? Generalmente los datos que se recogen después de un siniestro son fiables sólo en parte, basados en la percepción visual de los testigos. No existe todavía un protocolo para la recogida de este tipo de información, algo que desde el RACC se espera que avance en breve.

 ¿Con qué nos distraemos?  Usted lleva un tiempo conduciendo y se da cuenta de que no recuerda haber pasado por algunos tramos del camino recorrido ni las cosas sucedidas durante el trayecto. O entra en una rotonda, y tiene que hacer un esfuerzo para recordar cuál es la dirección que quería tomar. O recuerda varias ocasiones en las que no cedió el paso porque no vio la señal. O coge por inercia el camino más habitual, cuando había decidido ir por otro. Cuidado. Son avisos de que no está prestando suficiente atención.
Otros factores son el alcohol, el sueño, la inexperiencia del conductor, la meteorología adversa, algunos medicamentos, etc. Las distracciones pueden venir de fuera (una ambulancia, una valla publicitaria, obras en la carretera) o del interior del propio vehículo (niños alborotando, una conversación, una discusión) o pueden tener que ver con el conductor y su situación personal (problemas de salud, estrés, ansiedad). Cualquiera de ellos, combinado con la velocidad, puede resultar fatal. Por eso es sin duda el factor más importante, porque repercute directamente en la gravedad del accidente. Cuando se circula a 120 km/h, límite permitido, dos o tres segundos se convierten en una eternidad en la que pueden suceder muchas cosas. ¿Y a más velocidad? El pasado mes de febrero fue interceptado en una autovía de Burgos un conductor circulando a 260 km/h, para el que, por cierto, el fiscal pidió la pena récord de dos años de prisión por conducción temeraria. A esa velocidad, en caso de cualquier incidente, el vehículo recorrería casi quinientos metros antes de poder detenerse.
Quinientos metros. Un mundo.

 Peligroso móvil  Generalmente los conductores no son conscientes de que aflojan la atención en la carretera. Esa es precisamente la clave: uno no se da cuenta de que está distraído precisamente porque está distraído. En unas pruebas en simulador realizadas en el INTRAS con conductores profesionales, se demostró que a la hora de contestar una llamada de móvil en la que debían responder preguntas sin mucha trascendencia, los conductores dejaban de percibir determinados aspectos de la conducción. A pesar de ello, al terminar la prueba, los participantes en la prueba estaban convencidos de que la llamada no había mermado su concentración. No eran conscientes de haber sufrido una pérdida de atención. De hecho, los conductores ponen las distracciones en cuarto lugar en la escala de causas de accidentes, por detrás del alcohol y las drogas, las infracciones y las conductas agresivas.



La DGT reconoce que la distracción es la primera causa de los accidentes de tráfico. En 2004, 55.818 personas fueron víctimas de accidentes de tráfico causados por una distracción.

Posiblemente una de las conclusiones más interesantes que refleja este estudio va precisamente en esta dirección: los conductores no suelen ser conscientes de lo que realmente les distrae. Por ejemplo, los conductores piensan que se distraen más en zonas urbanas; la práctica dice que no: las distracciones aumentan en carretera, especialmente en autopistas y autovías, de conducción más relajada. Los conductores piensan que se distraen más de día, pero es por la noche cuando se producen más accidentes que tienen la distracción como desencadenante. Los conductores piensan que el motivo por el que cogen el coche no influye en la atención; la realidad demuestra que se producen más distracciones cuando el desplazamiento es por motivos de ocio. Por esa razón en verano las cifras aumentan.
¿Quiere esto decir que los conductores sobrevaloran su capacidad al volante? "Por supuesto -responde Alfonso Perona, Secretario Ejecutivo de la Fundación RACC-. Todos los conductores nos sobreestimamos. Pensamos que conducir es un acto muy sencillo, que cualquiera puede hacerlo. Pero la gente tiene que ser consciente de que lleva un elemento de riesgo potencial entre las manos. Debe entender que hay que comportarse y tomar todas las precauciones posibles".

 Radiografía del accidente  Un accidente es un proceso complejo. En un segundo y en un lugar confluyen una serie de factores que son los que finalmente desencadenan la tragedia. Para entender las causas, muchas veces hay que hacer un viaje hacia atrás en el tiempo: una persona está por algún motivo especialmente fatigada, por razones laborales tiene que viajar en coche, conduce durante más tiempo del que debería, además tiene prisa, lo que le lleva a subir la velocidad y a realizar algunos adelantamientos más arriesgados de lo normal, el cansancio le hace bajar la atención y se sale de la vía, reacciona con un volantazo y se cruza al otro lado, en dirección contraria venía otro vehículo, el otro conductor no es capaz de esquivar el golpe y se produce una colisión frontal, otros vehículos que venían detrás también se ven involucrados. ¿Cuál es la causa del accidente? Para el Catedrático de Psicología Jaime Sanmartín, secretario del INTRAS y director del METRAS (Medición Evaluación Análisis y procesamiento de datos en Accidentes de Tráfico y Seguridad Vial), nunca hay una sola, sino muchas. "A veces se trivializan las causas como si fueran algo estático y único. Un accidente es una cadena de acontecimientos en la que intervienen diferentes factores en cada momento y es difícil valorar qué peso tiene cada cosa". ¿Qué hubiera ocurrido si el conductor no estuviese tan cansado? ¿Y si no hubiese viajado en coche? ¿Y si no hubiese tenido tanta prisa? ¿Y si hubiese descansado en los tiempos recomendados? ¿Con más pericia hubiese podido controlar el coche cuando se salió de la vía? El conductor que venía de enfrente ¿iba lo suficientemente atento a la carretera? ¿Podría haber esquivado el impacto, de haber tenido más reflejos? Son preguntas sin respuesta, pero que nos hacen pensar que son las pequeñas decisiones las que acaban decidiendo nuestra suerte en la carretera.

Los conductores se distraen más en carretera que en ciudad, más de noche que de día y si el desplazamiento es por motivos de ocio.

 Distancia y velocidad  Según explica Jaime Sanmartín, durante el proceso de la conducción no prestamos el 100% de la atención constantemente a la carretera, pero si se requiere un nivel de alerta medio constante. La experiencia permite que muchos procesos se automaticen y permitan en algunas ocasiones relajar un poco la atención. Cuando comprobamos que tenemos por delante un espacio suficientemente largo en el que no va a haber incidencias previsiblemente, desviamos el foco de atención y decidimos, durante dos o tres segundos, mirar el dial de la radio o el cuentakilómetros. Se trata de situaciones que prevemos: elegimos el momento. A velocidades bajas no suele haber problema, pero el riesgo aumenta con la velocidad. "La capacidad de previsión y de anticipación sólo es posible cuando se han automatizado los procesos más básicos. Por eso los problemas de atención se dan con mayor frecuencia en los más jóvenes, porque cuando uno está preocupado porque no se le cale el coche no prevé suficientemente los riesgos. A partir de uno o dos años de conducción se empiezan a automatizar los procesos. Es cuando uno se empieza a creer que domina el coche mucho más de lo que lo domina en realidad".
¿Qué se puede hacer cuando prevemos que una situación puede distraernos más de lo deseable? Un niño viaja en el asiento de atrás. El conductor va hablando con él: le convence para que se ponga el cinturón, para que no se salga de la silla, para que deje de llorar... El conductor no puede en ese momento detener el vehículo o no lo considera necesario. Empieza a mirar insistentemente por el retrovisor e incluso llega a girarse un poco en el asiento. La primera receta es la más sencilla: "Si uno piensa que por las razones que sea está sometido a elementos que no puede controlar del todo y que pueden distraer su atención (un pensamiento recurrente, una conversación) se debería bajar la velocidad y aumentar la distancia de seguridad. De ese modo siempre tendrá un poco más de margen para reaccionar si surgiera algún problema. Es un consejo fundamental", explica Jaime Sanmartín.

 Así vives, así conduces  Tendencias, manías, inercias. Los rasgos del carácter se manifiestan igual sobre ruedas que en tierra firme, sólo que con más riesgo en el primer caso, porque se lleva un artilugio potencialmente peligroso entre las manos. "Las personas conducen tal como son -explica Alfonso Perona-. Evidentemente, quien tiene actitudes poco sociales, de prepotencia, de desprecio a los demás, conducirá de la misma manera". Cambiar determinadas actitudes es, en primer lugar, una decisión personal. Pero se puede ayudar. El control en las carreteras resulta fundamental. En esa dirección se encaminan los primeros esfuerzos de la DGT. "Lo más inmediato son las políticas de control, que permiten mejorar los registros de accidentalidad -explica Elena de la Peña, directora técnica de la Asociación Española de la Carretera-. A mayor control, que no necesariamente multas, menos accidentes. El hecho de encontrar a la Guardia Civil de Tráfico en la carretera y saber que no podemos campar a nuestras anchas indudablemente reduce los riesgos".

Un cigarrillo, una llamada de móvil, el dial de la radio, unos niños alborotando, una discusión. ¿Cuánta atención restan a la carretera? ¿Cómo se miden las distracciones?

El otro gran frente es la educación. Para todos los expertos en el tema, ahí es donde hay que hacer un gran esfuerzo. Las autoescuelas, los colegios, los medios de comunicación. "Desde la Asociación Española de la Carretera pensamos que es difícil que se cambien conductas porque el anuncio de la DGT sea más o menos agresivo. Las conductas cambiarán más a largo plazo gracias a la labor de formación en las autoescuelas, o las asignaturas de seguridad vial en colegios e institutos. Quizás lo veamos en la próxima generación". Hace falta pues un "complot" social que consiga que el asiento del piloto deje de ser un reducto de individualismo. ¿Cuántas veces hemos oído la frase: "Es que yo conduzco así". "En el caso de España nos influye mucho el marco en el que hemos desarrollado nuestra manera de conducir, que era considerada como una actividad individual, no social, en la que casi ni aceptábamos que se nos pusieran límites -explica Elena de la Peña-. En los países del norte de Europa hay un marco muy estricto para desarrollar la conducción, y la gente del norte no se salta las normas. Eso repercute en la seguridad y mejora los registros de accidentalidad".
Finalmente, podemos concluir que de los múltiples factores que confluyen en un accidente de tráfico, el 90% están en nuestra mano, en la de los conductores. Las causas fortuitas, son cada vez menos. La responsabilidad es del conductor. Es de la sociedad. Es de todos. ∆

 

Alfonso Perona, Secretario Ejecutivo de la Fundación RACC
Foto: Fundación RACC

 Responsabilidad al volante

La Fundación RACC, creada en 1994, pretende desarrollar todo tipo de actividades que promuevan la cultura automovilística en cualquiera de sus vertientes. Ellos han elaborado, en colaboración con el INTRAS, un interesante estudio sobre las distracciones en la conducción.

Alfonso Perona, Secretario Ejecutivo de la Fundación, señala que para el RACC es fundamental la información: hay que poner en marcha campañas para concienciar a la sociedad y facilitar información al conductor para que él mismo intente identificar qué es lo que le hace desviar la atención de la carretera y pueda evitarlo. Otro paso importante sería un replanteamiento de los actuales sistemas de enseñanza que se siguen en las autoescuelas.

-¿Qué se debería añadir al programa de las autoescuelas?
-
En las autoescuelas hay que enseñar seguridad viaria, y no cuatro aspectos de las anchuras de los carriles que no conducen a nada. Hay que ser valientes y cambiar el sistema de enseñanza.

-¿Por dónde empezamos?
-
Yo creo que los profesores tendrían que ser cada vez más psicólogos que técnicos, porque tienen que impartir unos conocimientos pero también conseguir que la gente realice cambios de actitud.

-¿Cuál es la actitud deseable?
-
La gente tiene que ser responsable, darse cuenta de que un accidente no es algo que sucede sin más, sino que muchas veces es culpa de su mala actuación, y muchas veces esa actuación incorrecta es por falta de información.

-¿Qué falta para dar ese cambio?
-
Voluntad política y reunirse con el sector. No nos tiene que extrañar en absoluto que licenciados de psicología o de pedagogía acaben siendo profesores de seguridad vial. Es lo mínimo a lo que este país puede aspirar.

-¿Menos tests y más volante?
-
Es un tema complejo, el de la enseñanza. Yo creo que en nuestro país, quizás por motivos de tipo económico, nos basamos mucho en criterios de estudiar, estudiar y estudiar. Es decir, sólo teoría. Creemos que hay una parte de práctica que se tiene que mejorar más, porque las personas practicando aprenden. Con el carné por puntos nos estamos basando en generar un cambio de actitud a través de la teoría. No está previsto ningún curso de práctica. Esperemos que funcione.

-¿Y qué pasa con las carreteras?
-
Es importantísimo mejorarlas tecnológicamente. Hoy en día mantener una carretera no es sólo echarle asfalto, sino dotarla de elementos que contribuyan y mejoren la seguridad, como las bandas sonoras.

"En las autoescuelas hay que enseñar seguridad viaria, y no cuatro aspectos de las anchuras de los carriles que no conducen a nada".

-El estrés, la ansiedad de la vida diaria ¿pasan factura a la hora de sentarse al volante?
-Hombre, hay un tema que hay que tener en cuenta y es que cada vez más la sociedad nos aprieta a ir más rápido, y esto se refleja en la conducción. Cuanto peor sea la situación física y psíquica de una persona, más lo va a notar y más se va a distraer. Hay gente que dice: "Llevo un día con mucho estrés. Me pongo a conducir y me relajo". Cuidado con eso. No es cierto.

-En cualquier caso, es un problema de toda la sociedad.
-
Por supuesto. No es un problema de los periodistas que lo publican, del director de tráfico, de las víctimas o de las familias. Es de todos. Y todavía cuesta asumir bastante que cada persona que coge un coche tiene una responsabilidad. Esto en España parece que nos resbala un poco, creo yo que por el carácter que tenemos, que siempre estamos echándole las culpas a los demás. Hay que asumir que cada vez que se coge un coche se puede cometer un error, tener un accidente grave y matar a alguien. De eso hay gente que no se ha enterado todavía. ∆

 

Miguel Mª Muñoz Medina
Foto: Fundación MAPFRE

"Algunas personas reaccionan de manera prudente por propia convicción, por espíritu cívico, mientras que a otros no queda más remedio que recordarles que la ley está hecha para ser cumplida".

 Freno a los accidentes

La reducción del número de accidentes. Es el fin último del Instituto MAPFRE de Seguridad Vial que dirige desde hace años Miguel Mª Muñoz Medina, ex director general de la DGT.

-Con una tasa de 113 fallecidos por millón de habitantes en el 2004 ¿cómo estamos en relación con otros países europeos?
-Pues por encima de Reino Unido, Suecia u Holanda, que tienen aproximadamente la mitad; con cifras similares a Francia, Bélgica, Austria; y lejos de Portugal, Grecia o algunos de los recientemente incorporados. Pero las comparaciones internacionales sólo nos pueden dar una idea de lo que yo llamo sufrimiento social, pero no sirven para hacer una valoración de la eficacia de las políticas de seguridad vial.

-No parece un tema que preocupe especialmente a los españoles.
-
Es una contradicción tremenda. No tiene sentido que la sociedad no reaccione con más virulencia ante algo que provoca 4.000 muertes o 150.000 heridos al año. De todas formas en un estudio que hemos hecho hace poco, la mayoría de los encuestados decían que sí les preocupaba la seguridad vial, pero las cosas no están tan claras cuando se trata de asumir autorrestricciones, es decir, dejar de hacer cosas que a uno le apetecen.

-¿Mejorarían las cosas si la seguridad vial se tratase por fin como asunto de estado?
-
Yo llevo pidiéndolo veintitantos años de mi vida. No hay políticas de seguridad vial de derechas o de izquierdas. Yo creo que tiene todos los requisitos necesarios para que sea objeto de un gran pacto de Estado.

-¿Por qué, pese a todo lo avanzado, no acaban de reducirse drásticamente los accidentes?
-Es que es un problema muy complejo. Intentar adoptar soluciones simplistas o milagrosas nos llevará siempre a cometer errores. Una política integrada y coherente de seguridad vial nos obliga a trabajar en todos los frentes a la vez: la vía, el vehículo, el factor humano. Todo parcialmente y nada de manera absoluta.

-¿Los españoles somos responsables al volante?
-
La gran mayoría sí, aunque todos podemos cometer un error esporádicamente. Los datos coinciden con las compañías de seguros: el 85% no suelen tener siniestros ni multas graves.

-Es decir, los irresponsables son minoría.
-
El español medio es una persona bastante responsable, y lo ha demostrado sobradamente en los últimos años. Por ejemplo, no más del 6% conduce bajo los efectos del alcohol, pero provocan la mitad de los muertos. La última Semana Santa hubo un cierto escándalo porque la mitad de los muertos no llevaba cinturón. Eso no quiere decir que la mitad de los conductores no llevaran cinturón, sino que la mitad de los que se mataron, entre otras cosas, es porque no llevaban cinturón. Por eso digo que cualquier generalización que nos lleve a decir que el español es un conductor poco responsable no es justa.

"Hay que trabajar en todos los frentes a la vez: la vía, el vehículo, el factor humano. Todo parcialmente y nada de manera absoluta".

-¿Hay que aumentar la vigilancia y el control en carretera?
-
Es que algunas personas reaccionan de manera prudente por propia convicción, por espíritu cívico, mientras que a otros no queda más remedio que recordarles que la ley está hecha para ser cumplida. En este sentido estoy de acuerdo con normas como las que ya se han adoptado en el carné por puntos, o que están en tramitación, como la modificación del Código Penal, pero a condición de que la presencia de la Guardia Civil sea mucho más visible y tenga fundamentalmente un valor disuasorio.

-Parece que las distracciones al volante son una de las causas principales de accidente.
-No se puede hablar de la distracción en abstracto, sino tratar de abordar los factores concretos que pueden provocarla: cambiar el dial de la radio, encender un cigarrillo, atender a un niño, hablar por el móvil. Me preocupa por ejemplo el tema de los navegadores. Son un exceso de información. Y si encima el conductor lo lleva en forma de pantalla delante de los ojos cuando el coche está en circulación, entonces ya afirmo que es rotundamente negativo.

-Una conclusión del Congreso Internacional de Prevención de Accidentes de Tráfico recientemente celebrado.
-Se ha hablado mucho de la sociedad como factor de corrección de comportamientos imprudentes. Fíjese en este ejemplo: los españoles que conducen en Inglaterra adaptan inmediatamente su manera de conducir porque saben que allí no se van a tolerar determinados comportamientos. Por el contrario, ingleses que conducen en España durante las vacaciones adoptan actitudes que no se permitirían en su país, porque saben que aquí hay una mayor permisividad social.

"La sociedad tiene que aprender a aislar a los imprudentes, y a no reír la gracia cuando uno dice que ha tardado una hora y tres cuartos en ir de Madrid a Valencia"

-¿Se entiende que es la sociedad la que tiene que "ponerse los pantalones"?
-Efectivamente, es la sociedad la que tiene que aprender a aislar a los imprudentes, y a no reír la gracia cuando uno dice que ha tardado una hora y tres cuartos en ir de Madrid a Valencia. Tiene que ser la propia sociedad la que reaccione contra ese tipo de actitudes. Eso nunca nos lo van a dar los poderes públicos. ∆

 

 FUSION OPINA

El gobierno está extremando medidas. Enseguida estrenaremos el nuevo carnet por puntos que nos introducirá en un nuevo concepto de la conducción, sus normas y la repercusión social de las infracciones. Para apoyar ese cambio, se están endureciendo las sanciones. Se anuncia una guerra abierta contra aquellos que no respetan su vida ni la de los demás, que incluye consecuencias administrativas y -una novedad- también consecuencias penales para los conductores. Habrá cárcel para aquellos que conduzcan a 90 km/h por ciudad, o 190 en autopista y autovía, o con 1,2 gramos de alcohol en sangre.
El acoso a los infractores promete ser intenso. Pero hay una parte que escapa al control de los cuerpos de seguridad y de la administración. Es imposible poner un Guardia Civil en cada curva, o un radar en todos los tramos de autopista del país. La clave siempre será el conductor, y que éste entienda que subirse a un automóvil es aceptar que se lleva entre las manos una máquina que mal utilizada puede causar mucho daño. Que asuma la responsabilidad de su propia vida, la de sus acompañantes y la de aquellos con los que se cruza en carretera. Que sea consciente de sus habilidades y de sus limitaciones, que conduzca con concentración, que tenga una buena dosis de autocontrol, que se olvide de las "machadas" al volante, que sepa dejar fuera del vehículo las mil y una preocupaciones de la vida cotidiana. Un conductor consciente de que llevar un vehículo es mucho más que saber meter las marchas y conocer las señales de tráfico. Así, aunque sea un sueño, se reducirían drásticamente las cifras que tanto nos preocupan.
Mientras tanto, mientras falte mente, quedan las sanciones. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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