JULIO 2006

A pesar de que tanto coches
como carreteras son cada día mejores, las cifras de accidentes no acaban
de descender todo lo que nos gustaría. En España mueren diez personas
todos los días en accidentes de tráfico, la mayoría de los cuales se
producen por fallos humanos. El principal: las distracciones al volante.
Texto: Carolina Fernández · Fotos: Fusión
C ada
vez conducimos mejores coches. Más modernos, gracias a la progresiva
renovación del parque automovilístico. Más seguros, gracias a los
avances en seguridad que cada vez más automóviles incorporan de serie
(airbags, control de tracción, control de estabilidad, etc.) Y también
más potentes, mucho más veloces de lo que los límites legales de
circulación nos permiten aprovechar y con más accesorios que
proporcionan información extra al conductor. A la vez, también
conducimos en mejores carreteras, ya que nuestra red viaria ha dado un
salto cualitativo muy importante en los últimos diez años.
Sin embargo, a pesar de todo, el elemento fundamental sigue siendo la
persona que se sienta al volante. El conductor. El alma del vehículo.
Por mucho que la tecnología nos ponga en las manos automóviles que hace
unos años ni nos atreveríamos a soñar, el quiz de la conducción está en
quien maneja la máquina, en su disposición, en su actitud, en su
capacidad de control, en definitiva en su mente. De hecho, la cifra a
nuestro juicio más impactante que nos brinda la Dirección General de
Tráfico en relación con las causas de los siniestros no deja lugar a
dudas: noventa de cada cien accidentes tienen que ver con el factor
humano. Mirándolo desde el ángulo contrario: sólo el 10% se deben a
causas ajenas a los conductores.
¿Por qué una cifra tan alta?
Diez muertos al día
Año tras año, cada vez que el calendario anuncia un
periodo vacacional más o menos largo, se producen salidas masivas de las
ciudades hacia los puntos de descanso, y al término, las mismas entradas
para regresar al punto de origen. Son las famosas "Operaciones salida y
retorno", en las fechas más "punta" del verano, Semana Santa, festivos,
puentes y demás. Año tras año la DGT lanza una batería de advertencias:
se recuerdan los peligros de la velocidad y el alcohol, la importancia
de los tiempos de descanso; se multiplican los controles policiales y
las multas a los infractores; se invita a evitar las horas de más
tráfico, etc., etc. Y todos los años al regreso de las vacaciones hay
que sumar los muertos de la ida y los de la vuelta, además de un número
importante de heridos graves (especialmente lesionados medulares) y
menos graves. Cada uno, una historia. Cada historia, un drama personal.
Y lo mismo sucede durante el resto del año. Aunque no es noticia diaria
en los medios de comunicación, en el asfalto se dejan la vida unas diez
personas cada día. La carretera en España mata más que las enfermedades
cardiovasculares, las neoplásicas, las respiratorias y las digestivas,
es decir, ocupa el quinto lugar en la lista de causas más frecuentes de
muerte. Y sin embargo, no parece que sea un problema que preocupe
especialmente a los españoles. Según el Centro de Investigaciones
Sociológicas, en su Barómetro Enero de 2006, las principales
preocupaciones de los españoles son el paro, la inmigración y la
inseguridad ciudadana. También el precio de la vivienda o el terrorismo.
Pero ¿y los accidentes de tráfico?
No
es la carretera
Fue la gran culpable durante
muchos años, pero ya no podemos seguir acusándola de las cifras de
accidentados, al menos no de la mayoría. Las carreteras españolas han
dado un salto cualitativo importante en la última década, y, si bien no
estamos al nivel de los países europeos más avanzados, la mejora ha sido
considerable. Lo corrobora Elena de la Peña, directora técnica de de la
Asociación Española de la Carretera: "Nos estamos poniendo al nivel de
la mayoría de los países europeos, aunque todavía siga habiendo algunos
puntos negros. Para nosotros el tema de los accidentes se trata
fundamentalmente de un problema de control y de actitud. Hay unas
normas, y esas normas no se respetan".
La mano que maneja el
volante
Cuando un conductor se sienta en su
vehículo y gira la llave de contacto, asume unos determinados riesgos.
Si todo va bien, realizará su desplazamiento sin complicaciones. Pero
salir a la carretera implica exponerse. Puede cometer un error y
provocar un accidente, o puede sufrir las consecuencias del error de
otra persona; puede tener que enfrentarse a situaciones imprevistas que
pongan a prueba su pericia al volante, su concentración, el dominio de
sus nervios. Pueden suceder mil cosas, o ninguna, y regresar a casa sin
novedad, como ocurre la gran mayoría de las veces. ¿De qué depende?
El factor humano, al que se achaca el 90% de los accidentes, tiene
muchas caras, pero revisando las cifras quizá la que más llama la
atención es la que tiene que ver con la falta de atención durante la
conducción. En una palabra sencilla: los despistes. Algo que en
condiciones normales, esto es, sin estar sobre el asfalto, podría pasar
hasta desapercibido, puede resultar fatal en carretera. De hecho, la DGT
reconoce que la distracción es la primera causa de los accidentes de
tráfico, presente en un 39% de los ocurridos durante 2004. Pongámosle
más cifras: 55.818 personas fueron víctimas de accidentes de tráfico
causado por una distracción en 2004. Son cifras reflejadas en la
investigación "Las distracciones en la conducción" llevada a cabo
durante tres años por el RACC en colaboración con el Instituto de
Tráfico y Seguridad Vial de la Universidad de Valencia (INTRAS). "El
tema de las distracciones, aunque muy obvio, resulta muy difícil de
estudiar -comenta Alfonso Perona, secretario ejecutivo de la Fundación
RACC-. Hay una gran carencia de información, para que la gente pueda
actuar en consecuencia. Además muchas de estas actuaciones no se pueden
controlar poniendo un policía. Nos encontramos pues ante la verdadera
responsabilidad del conductor".
"A veces se trivializan las causas
del accidente como si fueran algo estático y único. Un accidente es una
cadena de acontecimientos en la que intervienen diferentes factores en
cada momento y es difícil valorar qué peso tiene cada cosa".
Jaime Sanmartín.
Sólo fue un despiste
Es
algo que está presente en los relatos tanto de los accidentados como de
los testigos: el conductor encendió un cigarrillo, se inclinó para coger
un mechero, se le cayó la ceniza en el asiento; estaba manejando la
radio, o respondiendo a una llamada de móvil; estaba discutiendo con el
copiloto o tranquilizando a los niños que arman jaleo en el asiento
trasero. O sencillamente no estaba, es decir, llevaba el coche pero sus
pensamientos estaban en otra parte, alejados de la carretera.
En cualquier caso, no es un tema estudiado en profundidad en nuestro
país, por eso este informe es, en cierto sentido pionero, un paso
adelante que se espera sea la antesala de una mayor atención sobre este
tema. Ni siquiera en Europa se encuentra mucha más información, porque
se ha hecho hasta el momento más hincapié en temas como la velocidad y
la influencia del alcohol o las drogas. Los estudios más amplios hay que
buscarlos en Estados Unidos y Canadá. Para el Canada Safety Council, se
subestima la importancia de la distracción como causa de accidente. Por
su parte, la NHTSA, siglas en inglés de National Highway Traffic Safety
Administration, del Departamento de Transportes de Estados Unidos,
considera las distracciones como "el tema más complejo, más reclamado y
más solicitado de la seguridad vial actual". Es, además, difícil de
cuantificar. Porque ¿cómo se miden las distracciones? Generalmente los
datos que se recogen después de un siniestro son fiables sólo en parte,
basados en la percepción visual de los testigos. No existe todavía un
protocolo para la recogida de este tipo de información, algo que desde
el RACC se espera que avance en breve.
¿Con qué nos
distraemos?
Usted lleva un tiempo conduciendo y
se da cuenta de que no recuerda haber pasado por algunos tramos del
camino recorrido ni las cosas sucedidas durante el trayecto. O entra en
una rotonda, y tiene que hacer un esfuerzo para recordar cuál es la
dirección que quería tomar. O recuerda varias ocasiones en las que no
cedió el paso porque no vio la señal. O coge por inercia el camino más
habitual, cuando había decidido ir por otro. Cuidado. Son avisos de que
no está prestando suficiente atención.
Otros factores son el alcohol, el sueño, la inexperiencia del conductor,
la meteorología adversa, algunos medicamentos, etc. Las distracciones
pueden venir de fuera (una ambulancia, una valla publicitaria, obras en
la carretera) o del interior del propio vehículo (niños alborotando, una
conversación, una discusión) o pueden tener que ver con el conductor y
su situación personal (problemas de salud, estrés, ansiedad). Cualquiera
de ellos, combinado con la velocidad, puede resultar fatal. Por eso es
sin duda el factor más importante, porque repercute directamente en la
gravedad del accidente. Cuando se circula a 120 km/h, límite permitido,
dos o tres segundos se convierten en una eternidad en la que pueden
suceder muchas cosas. ¿Y a más velocidad? El pasado mes de febrero fue
interceptado en una autovía de Burgos un conductor circulando a 260 km/h,
para el que, por cierto, el fiscal pidió la pena récord de dos años de
prisión por conducción temeraria. A esa velocidad, en caso de cualquier
incidente, el vehículo recorrería casi quinientos metros antes de poder
detenerse.
Quinientos metros. Un mundo.
Peligroso móvil
Generalmente
los conductores no son conscientes de que aflojan la atención en la
carretera. Esa es precisamente la clave: uno no se da cuenta de que está
distraído precisamente porque está distraído. En unas pruebas en
simulador realizadas en el INTRAS con conductores profesionales, se
demostró que a la hora de contestar una llamada de móvil en la que
debían responder preguntas sin mucha trascendencia, los conductores
dejaban de percibir determinados aspectos de la conducción. A pesar de
ello, al terminar la prueba, los participantes en la prueba estaban
convencidos de que la llamada no había mermado su concentración. No eran
conscientes de haber sufrido una pérdida de atención. De hecho, los
conductores ponen las distracciones en cuarto lugar en la escala de
causas de accidentes, por detrás del alcohol y las drogas, las
infracciones y las conductas agresivas.

La DGT reconoce
que la distracción es la primera causa de los accidentes de
tráfico. En 2004, 55.818 personas fueron víctimas de
accidentes de tráfico causados por una distracción.
|
Posiblemente una de las conclusiones más
interesantes que refleja este estudio va precisamente en esta dirección:
los conductores no suelen ser conscientes de lo que realmente les
distrae. Por ejemplo, los conductores piensan que se distraen más en
zonas urbanas; la práctica dice que no: las distracciones aumentan en
carretera, especialmente en autopistas y autovías, de conducción más
relajada. Los conductores piensan que se distraen más de día, pero es
por la noche cuando se producen más accidentes que tienen la distracción
como desencadenante. Los conductores piensan que el motivo por el que
cogen el coche no influye en la atención; la realidad demuestra que se
producen más distracciones cuando el desplazamiento es por motivos de
ocio. Por esa razón en verano las cifras aumentan.
¿Quiere esto decir que los conductores sobrevaloran su capacidad al
volante? "Por supuesto -responde Alfonso Perona, Secretario Ejecutivo de
la Fundación RACC-. Todos los conductores nos sobreestimamos. Pensamos
que conducir es un acto muy sencillo, que cualquiera puede hacerlo. Pero
la gente tiene que ser consciente de que lleva un elemento de riesgo
potencial entre las manos. Debe entender que hay que comportarse y tomar
todas las precauciones posibles".
Radiografía del accidente
Un accidente es un proceso complejo. En un segundo y en un
lugar confluyen una serie de factores que son los que finalmente
desencadenan la tragedia. Para entender las causas, muchas veces hay que
hacer un viaje hacia atrás en el tiempo: una persona está por algún
motivo especialmente fatigada, por razones laborales tiene que viajar en
coche, conduce durante más tiempo del que debería, además tiene prisa,
lo que le lleva a subir la velocidad y a realizar algunos
adelantamientos más arriesgados de lo normal, el cansancio le hace bajar
la atención y se sale de la vía, reacciona con un volantazo y se cruza
al otro lado, en dirección contraria venía otro vehículo, el otro
conductor no es capaz de esquivar el golpe y se produce una colisión
frontal, otros vehículos que venían detrás también se ven involucrados.
¿Cuál es la causa del accidente? Para el Catedrático de Psicología Jaime
Sanmartín, secretario del INTRAS y director del METRAS (Medición
Evaluación Análisis y procesamiento de datos en Accidentes de Tráfico y
Seguridad Vial), nunca hay una sola, sino muchas. "A veces se
trivializan las causas como si fueran algo estático y único. Un
accidente es una cadena de acontecimientos en la que intervienen
diferentes factores en cada momento y es difícil valorar qué peso tiene
cada cosa". ¿Qué hubiera ocurrido si el conductor no estuviese tan
cansado? ¿Y si no hubiese viajado en coche? ¿Y si no hubiese tenido
tanta prisa? ¿Y si hubiese descansado en los tiempos recomendados? ¿Con
más pericia hubiese podido controlar el coche cuando se salió de la vía?
El conductor que venía de enfrente ¿iba lo suficientemente atento a la
carretera? ¿Podría haber esquivado el impacto, de haber tenido más
reflejos? Son preguntas sin respuesta, pero que nos hacen pensar que son
las pequeñas decisiones las que acaban decidiendo nuestra suerte en la
carretera.
Los conductores se distraen más en
carretera que en ciudad, más de noche que de día y si el desplazamiento
es por motivos de ocio.
Distancia y velocidad Según
explica Jaime Sanmartín, durante el proceso de la conducción no
prestamos el 100% de la atención constantemente a la carretera, pero si
se requiere un nivel de alerta medio constante. La experiencia permite
que muchos procesos se automaticen y permitan en algunas ocasiones
relajar un poco la atención. Cuando comprobamos que tenemos por delante
un espacio suficientemente largo en el que no va a haber incidencias
previsiblemente, desviamos el foco de atención y decidimos, durante dos
o tres segundos, mirar el dial de la radio o el cuentakilómetros. Se
trata de situaciones que prevemos: elegimos el momento. A velocidades
bajas no suele haber problema, pero el riesgo aumenta con la velocidad.
"La capacidad de previsión y de anticipación sólo es posible cuando se
han automatizado los procesos más básicos. Por eso los problemas de
atención se dan con mayor frecuencia en los más jóvenes, porque cuando
uno está preocupado porque no se le cale el coche no prevé
suficientemente los riesgos. A partir de uno o dos años de conducción se
empiezan a automatizar los procesos. Es cuando uno se empieza a creer
que domina el coche mucho más de lo que lo domina en realidad".
¿Qué se puede hacer cuando prevemos que una situación puede distraernos
más de lo deseable? Un niño viaja en el asiento de atrás. El conductor
va hablando con él: le convence para que se ponga el cinturón, para que
no se salga de la silla, para que deje de llorar... El conductor no
puede en ese momento detener el vehículo o no lo considera necesario.
Empieza a mirar insistentemente por el retrovisor e incluso llega a
girarse un poco en el asiento. La primera receta es la más sencilla: "Si
uno piensa que por las razones que sea está sometido a elementos que no
puede controlar del todo y que pueden distraer su atención (un
pensamiento recurrente, una conversación) se debería bajar la velocidad
y aumentar la distancia de seguridad. De ese modo siempre tendrá un poco
más de margen para reaccionar si surgiera algún problema. Es un consejo
fundamental", explica Jaime Sanmartín.
Así vives, así conduces
Tendencias, manías, inercias. Los rasgos del carácter se
manifiestan igual sobre ruedas que en tierra firme, sólo que con más
riesgo en el primer caso, porque se lleva un artilugio potencialmente
peligroso entre las manos. "Las personas conducen tal como son -explica
Alfonso Perona-. Evidentemente, quien tiene actitudes poco sociales, de
prepotencia, de desprecio a los demás, conducirá de la misma manera".
Cambiar determinadas actitudes es, en primer lugar, una decisión
personal. Pero se puede ayudar. El control en las carreteras resulta
fundamental. En esa dirección se encaminan los primeros esfuerzos de la
DGT. "Lo más inmediato son las políticas de control, que permiten
mejorar los registros de accidentalidad -explica Elena de la Peña,
directora técnica de la Asociación Española de la Carretera-. A mayor
control, que no necesariamente multas, menos accidentes. El hecho de
encontrar a la Guardia Civil de Tráfico en la carretera y saber que no
podemos campar a nuestras anchas indudablemente reduce los riesgos".
Un cigarrillo, una
llamada de móvil, el dial de la radio, unos niños
alborotando, una discusión. ¿Cuánta atención restan a la
carretera? ¿Cómo se miden las distracciones? |
El otro gran frente es la educación. Para
todos los expertos en el tema, ahí es donde hay que hacer un gran
esfuerzo. Las autoescuelas, los colegios, los medios de comunicación.
"Desde la Asociación Española de la Carretera pensamos que es difícil
que se cambien conductas porque el anuncio de la DGT sea más o menos
agresivo. Las conductas cambiarán más a largo plazo gracias a la labor
de formación en las autoescuelas, o las asignaturas de seguridad vial en
colegios e institutos. Quizás lo veamos en la próxima generación". Hace
falta pues un "complot" social que consiga que el asiento del piloto
deje de ser un reducto de individualismo. ¿Cuántas veces hemos oído la
frase: "Es que yo conduzco así". "En el caso de España nos influye mucho
el marco en el que hemos desarrollado nuestra manera de conducir, que
era considerada como una actividad individual, no social, en la que casi
ni aceptábamos que se nos pusieran límites -explica Elena de la Peña-.
En los países del norte de Europa hay un marco muy estricto para
desarrollar la conducción, y la gente del norte no se salta las normas.
Eso repercute en la seguridad y mejora los registros de accidentalidad".
Finalmente, podemos concluir que de los múltiples factores que confluyen
en un accidente de tráfico, el 90% están en nuestra mano, en la de los
conductores. Las causas fortuitas, son cada vez menos. La
responsabilidad es del conductor. Es de la sociedad. Es de todos. ∆ |