| |
JULIO 2006
Sequia e incongruencias
|
El mantenimiento de los campos del golf resulta un escándalo en un
país en el que los agricultores no tienen agua para echarle a los
tomates. |
E mpieza el verano,
pero los avisos llevan ya mucho tiempo sonando. El año pasado fue el más
seco de los últimos 60 años, con siete comunidades autónomas en alerta y con
restricciones, y éste, aunque dicen que podría no ser tan malo, tampoco
muestra precisamente signos de recuperación.
Si uno viaja por las zonas más afectadas de España, le contarán que los
arroyos están secos, que las fuentes y manantiales locales han dejado de
manar o mantienen un hilo de agua. Los pantanos están bajo mínimos. Los
agricultores se quejan de que la tierra sin agua es estéril, se pierden
cosechas y las que salen adelante dan frutos pequeños y de poca calidad.
Plantaciones enteras de árboles murieron el año pasado, y muchos piensan ya
en cambiar sus cultivos tradicionales por otros de secano. Hay embalses en
España que están a poco más del 10% de su capacidad. Algunos lugares
emblemáticos, como el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, ofrecen una
visión deprimente: apenas 30 hectáreas anegadas, de las 1800 habituales en
años de abundancia. Muchos ríos pierden completamente su caudal en verano y
otros, como el Segura, no llegan al mínimo para mantener la vida o
proliferan algas foráneas que ahogan a la fauna y flora locales.
Para que luego digan que no cambia el clima.
Y mientras tanto, la vida sigue con pocos cambios para la gran mayoría. A
pesar de que los mayores problemas se centran en el sur y el levante
español, no por ello deja de aumentar salvajemente la urbanización sobre
todo de zonas de costa, sin que se haya valorado apropiadamente lo que va a
suponer la exigencia de agua para abastecer a toda esa población a medio
plazo. Además -y esto es un fenómeno de estudio- en zonas turísticas lo que
no es estepa pelada es campo de golf, que parece el deporte nacional en
nuestro país después del fútbol. El mantenimiento de los campos del golf
resulta un escándalo en un país en el que los agricultores no tienen agua
para echarle a los tomates. Sin embargo, no hay problema en mantener los
aspersores funcionando para mantener fresco el "green" de los golfistas. Un
ejemplo: con el riego de los casi treinta campos de golf madrileños podría
suministrarse agua a una ciudad de unos 100.000 habitantes. Ahí queda eso.
Cierto es que muchos se defienden alegando que se están haciendo inversiones
importantes para instalar depuradoras y regar con aguas residuales, pero
¿por qué tanto dinero para el ocio, y tan poca inversión para lo que
directamente nos da de comer? Mal negocio el golf en un país que avanza
hacia la desertización.
Y no sólo eso ¿por qué en las ciudades sigue manteniéndose el riego de
jardines públicos y privados sin ningún tipo de recorte? ¿Por qué siguen
proliferando como setas las grandes fuentes ornamentales, que aunque de
circuito cerrado, suponen una pérdida importante de agua? ¿Por qué no hay
limitación para las piscinas y se sigue manteniendo el baldeo de calles con
agua potable en la gran mayoría de los casos? Que los ciudadanos abandonemos
la mala costumbre de cepillarnos los dientes con el grifo abierto es desde
luego un avance, pero no va a solucionar un problema mientras nuestro
ayuntamiento, nuestra comunidad autónoma y nuestro gobierno no tomen medidas
generales tan "de cajón" como arreglar las cañerías y que dejen de perderse
los 165 millones de litros que diariamente se esfuman por averías y fugas.
En fin, en cualquier caso, si no se toman medidas, siempre nos quedará la
hierba de los campos de golf, que, esa sí, estará fresquita hasta el último
momento.
Qué suerte, las vacas. /CF |
| |
|