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CONTRAPUNTO

 
Como todo, una comete el error de pensar que estas cosas siempre ocurren lejos, hasta que llega el día que escuchas a una chavala, carne de instituto, explicar con acento de Leganés que sí, que circulan en los recreos las peleas retransmitidas por móvil, y que se coleccionan, y que está guay porque te ríes un rato.

FEBRERO 2006

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JUGANDO CON EL MOVIL
POR CAROLINA FERNANDEZ

El otro día nos enseñaron por la tele unas imágenes de esas que se pasan los chavales por móvil, y que hacen una gracia que te mueres. Enumero: bofetadas, palizas, y bromillas súper mega divertidas que te pasas, como lanzarse por un terraplén en un carrito de supermercado hasta estamparse contra un muro. Yo es que las estaba viendo por la tele y me rompía de risa en el sofá, oyes. Y lo de mear sobre un mendigo ya es la bomba. Claro que de los orines etílicos de un gilipollas, al líquido inflamable y la cerilla, hay una frontera sutil, y eso ya complica un poquito más las cosas si te pillan.
La verdad, no me puedo imaginar qué tiene dentro de la cavidad craneal un chaval que se pone delante de una marquesina publicitaria, a unos ocho metros, sonríe a la cámara, echa a correr y se estampa contra el cartel, para seguidamente desplomarse por obra y gracia del guarrazo que se ha dado. El comentarista de la noticia recuerda que hay un programa americano, claro, de gran audiencia, por supuesto, en el que un grupillo de jóvenes ociosos juega a autolesionarse haciendo cosas raras, cuanto más originales mejor. Cuanto más impactantes, mejor. Lo recuerdo. Vi en alguna ocasión alguna imagen alucinante de golpes, choques, caídas de las que el protagonista debía salir bastante maltrecho, pero recibía con una sonrisa orgullosa las felicitaciones de sus compañeros. Claro que yo pensaba: son americanos. Y eso lo explicaba todo. Esas cosas pasaban en ese país tan raro, en el que a la gran mayoría de la población le falta un hervor. Personalmente ya he dejado de intentar entenderlos. Como todo, una comete el error de pensar que estas cosas siempre ocurren lejos, hasta que llega el día que escuchas a una chavala, carne de instituto, explicar con acento de Leganés que sí, que circulan en los recreos las peleas retransmitidas por móvil, y que se coleccionan, y que está guay porque te ríes un rato.
Y nos echamos las manos a la cabeza. Qué brutos. Qué descerebrados. Qué inconscientes.
La cuestión es por qué. Por qué en los institutos hay un buen número de chavales que coleccionan palizas como quien colecciona cromos de futbolistas, y que le encuentran gracia a las bofetadas, y que se ríen humillando al personal. Y ésa es una reflexión que no tienen que hacer ellos, mayormente porque no creo que puedan. Tendríamos que pensar todos los demás qué tipo de sociedad estamos construyendo, que es caldo de cultivo para que algo así pueda producirse. Algo está muy podrido ya si los que se suponen que tendrán que tomar el relevo, que deberían estar en plena explosión de vida, con las hormonas revolucionadas, botando de curiosidad, de ganas de vivir, de probar, de conocer, pasan así su tiempo libre. ¿Tanto se aburren?
Y más cosas. Amnistía Internacional lleva mucho tiempo, por ejemplo, advirtiendo del peligro de los videojuegos violentos. Dicen que se pasan de rosca, que las imágenes son muy explícitas, y que emboban de tal manera que los niños acaban por no distinguir lo que hay en la pantalla de lo que es el mundo real. Trivializan la agresividad, fomentan el racismo y la violencia de género. Además, no es lo mismo una imagen violenta en televisión, donde el espectador es pasivo, que en un videojuego, donde el participante es activo, se implica en la trama y considera un triunfo personal el conseguir volarle la cabeza al enemigo. Ahí se confunden los términos. Pero una cosa es ver esta noticia que vemos escrita en un papel y otra cosa es ver las imágenes de un disparo que literalmente le revienta los sesos al contrario, y los desparrama por la habitación, con un realismo muy convincente, mientras la máquina bonifica al jugador y lo felicita. ¿Qué efecto provocan horas y horas de juego en la mente en formación de un niño? Y ésta es la publicidad que, se supone, hace de gancho: "¿Qué clase de poli eres? ¿Cómo tratarás a los delincuentes? ¿Le lees sus derechos y le pones las esposas, o antes le arreas dos guantazos para liberar las tensiones? La elección es tuya". Ahí va otra joya: "Utiliza el escenario como un arma más. Acerca a tu enemigo hacia la pared y empotra su cara contra el muro. ¡Es más efectivo que las patadas!". Y otra más: "Sólo sobrevivirán los más duros, los que no tengan reparos en reventar la cabeza de su rival contra la pared o recurrir a bates o navajas".
Y luego nos sorprendemos por las travesurillas con los móviles.
Además, de qué nos vamos a escandalizar, si nuestra sociedad vive inmersa en la violencia gratuita constantemente. Se convive con ella, se respira, se percibe como algo normalizado; la violencia oficial se disculpa y se justifica a favor de una causa mayor. Cada vez que vemos un telediario vemos violencia. Tenemos unas guerras estupendas repartidas por todo el mundo. Para ser exactos, son veintiuno los países que tienen un conflicto abierto. Eso significa muertos todos los días. Y violación de derechos humanos. Tenemos una prisión en Guantánamo que parece una pesadilla salida de un videojuego. Los que se presentan como adalides de la justicia y la democracia son los que primero rompen todas las normas, baste ver el listado de denuncias sobre los Cascos Azules, o las barbaridades de los soldados en Irak, cometidas en nombre de la democracia. Los "buenos" de la película tienen carta blanca para cualquier cosa, ése es el mensaje. Tenemos un presidente americano que se salta todas las normas internacionales cuando le viene en gana, y no pasa nada. Etcétera.
Si va a resultar al final que hay que felicitar a estos adolescentes que juegan con los móviles, porque en realidad están siendo perfectamente coherentes con lo que el sistema les está enseñando todos los días.
Que nos quejamos de vicio, vaya. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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