Y la realidad es que siempre estas recibiendo. Recibes el fruto del sacrificio, del esfuerzo, de la constancia, de la ilusión, de la investigación y de la lucha de muchas personas anónimas pero que hacen que tu vida sea más sencilla.

FEBRERO 2006

PIENSAS...
POR ELENA G. GOMEZ

Piensas que vives sola porque vives en un apartamento sin más compañía que la de tu gato.
Piensas que estás sola porque no tienes nadie especial con quien hablar, nadie a quien contar tus penas o tus alegrías.
Piensas que estás sola porque construiste un mundo lleno de grandes muros fortificados para que nadie entre en tu interior, conozca tus sentimientos y pueda hacerte daño.
Pero sobre todo piensas que tu soledad hace de escudo ante un mundo en el que no confías, un mundo al que sientes tu enemigo.
Pero nada de lo que piensas es así, porque eso a lo que tú llamas soledad no es real, nunca estás sola sino que formas parte de una sociedad, un mundo que se mueve, respira, vive, y que siempre te da.
Formas parte de una gran red que nos mantiene a todos comunicados, relacionados y dependientes física y mentalmente.
Esa soledad que tú experimentas es el fruto de no vivir consciente de todo lo que te rodea, de todo lo que recibes, y, sobre todo, es el fruto de tu insatisfacción, una insatisfacción que nace como consecuencia de no corresponder con la misma intensidad que recibes, aportando a la red tus cualidades para así equilibrar la balanza entre lo que recibes y lo que das.
Y la realidad es que siempre estas recibiendo.
Recibes el fruto del sacrificio, del esfuerzo, de la constancia, de la ilusión, de la investigación y de la lucha de muchas personas anónimas pero que hacen que tu vida sea más sencilla.
Piensa, por ejemplo, que mientras tú estás durmiendo plácidamente hay personas que están trabajando para ti. Piensa en el panadero que trabaja durante la noche para que tú puedas tomar ese croissant por la mañana. En el chico del supermercado que se levanta todos los días temprano y que estuvo reponiendo las estanterías para que tú encuentres todo lo que necesitas. En el barrendero o en el basurero que recoge todos los desechos que tú generaste y los lleva a un lugar lejos de tu sensible olfato.
Podría estar mucho tiempo hablándote de gente que está a tu servicio para que no te falte nada, para que si necesitas una medicina, por ejemplo, sólo tengas que hacer el supremo esfuerzo de ir a la farmacia.
Sí, puedes decirme que tú pagas por todo ello, pero eso no es suficiente, el dinero sólo equilibra la parte física de una situación. La gratitud, el reconocimiento del trabajo de los demás, es lo que hará que tu relación con el mundo que te rodea sea positiva.
Solamente necesitas comprender que formas parte de una red. Ese pensamiento tan sencillo te orientará cada día para hacer las cosas desde una visión global, te permitirá liberarte del asfixiante egocentrismo en el que vives, fruto de pensar que el centro de la vida eres tú, tú y tus problemas, tú y tus enfermedades, tú y tus miedos, tú y tus apetencias, tú y tus caprichos, tú y tus fracasos, tú y tus soledades, tú y sólo tú.
Y te aseguro que cuanto más te olvides de ti más comprenderás que tienes muchas cosas que hacer, que aprender, que compartir, que experimentar.
Entonces, estoy convencida, saldrás de tu burbuja y mirarás al mundo de otra manera, con unos ojos nuevos, sin esas gafas que distorsionaban la realidad. Verás que existen muchos mundos dentro de este mundo y que cada uno decide cada día dónde quiere vivir, pero todos, de una forma u otra, conducen al mismo objetivo.
Algún día comprenderás que la soledad no es estar sola. La soledad, la auténtica soledad, sólo la experimentan aquellas personas que después de un día intenso sin parar de darse a los demás, sin parar de luchar para que una idea se haga realidad, caen rendidos en su cama y son conscientes de que no pueden flaquear, que no tienen tiempo para sí, y sobre todo que no pueden detenerse porque si lo hacen otras personas sufrirían las consecuencias. ∆