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ENERO 2006
OPINION
AFRICA
Sida, infancia y educación
Imanol Iribar(*)
E n octubre, Human
Rights Watch (HRW) publicó un informe, del que pocos medios se hicieron
eco. Sobre este tema y en noviembre UNICEF, ya con más eco, hizo público
el suyo sobre el SIDA y la infancia en África. Más recientemente ONUSIDA
ha presentado su informe anual, difundido ampliamente, hace apenas una
semana.
No se trata de centrar la atención en las cifras, por cierto muy
llamativas por no decir escandalosas, de infectados o muertos por esta
enfermedad, ni tampoco del número de niños no escolarizados o que han
abandonado la escuela por causa del SIDA.
Lo verdaderamente impresionante es, una vez más, el efecto de esta
situación para el futuro del continente africano.
Estamos cerca, si no lo hemos hecho ya, de perder una generación entera
en África, en buena medida por el VIH, y llevamos camino de perder, al
menos, la siguiente.
Centrando la vista en la educación, como señala el informe de HRW, los
niños africanos han enfrentado obstáculos para acudir a la escuela desde
siempre, pero en la época del SIDA, estos obstáculos se hacen cada vez
mayores, sin que parezca que a los gobiernos de esos países ni a
nosotros nos importe demasiado.
Los gobiernos no han hecho gran cosa para evitar que muchos niños
abandonen la escuela para actuar de cuidadores de sus padres o para
ganar el único sustento de su familia. Lo mismo ha pasado cuando los
padres han muerto y los niños han perdido el único impulso para ir a la
escuela. Cuando los niños han pasado a depender de las familias extensas
o de familias de acogida, gran número de veces han sido objeto de
explotación laboral y/o sexual y, casi siempre, han sido discriminados
respecto a los niños propios de la familia sin que los gobiernos
hicieran nada. Estos niños han experimentado el ciclo de enfermedad y
muerte en más de una ocasión cuando padres, madres, abuelos, tíos... han
ido cayendo enfermos y muriendo, hasta que han quedado solos ante el
abandono de sus gobiernos y cayendo muy frecuentemente en la
explotación.
La
epidemia sigue extendiéndose a pesar de los millones de
dólares invertidos en tratamientos. Con mucho menos dinero,
invirtiendo en educación, se puede romper la dinámica de
enfermedad y muerte que está acabando con una generación en
África. |
ONUSIDA habla mucho de los tratamientos
antirretrovirales como una parte muy importante de la solución pero, en
África, se están enfrentando a algunos problemas a la hora de ponerlos
en marcha. En el primer caso el problema es la escasez de personal
sanitario y, donde lo hay, le falta formación para llevar adelante los
tratamientos. En el segundo caso, los problemas que están causando, es
que ONUSIDA y otros organismos están pagando salarios de entre tres y
diez veces mayores que al resto de personal sanitario con la
consiguiente aparición de corrupción y el abandono de otros programas al
menos tan importantes como el SIDA, nos referimos a la tuberculosis, la
malaria, los programas nutricionales, etc. ¿No sería preferible invertir
ese "sobresueldo del SIDA" en mejorar toda la sanidad o mejorar el
salario de todo el personal?
Así que como siempre se ha venido diciendo y ONUSIDA mantiene, la
solución tiene que venir de la prevención, y qué mejor prevención que la
educación, de hecho hay evidencias que demuestran que a mayor nivel
educativo, menor riesgo de infección por VIH. Se puede afirmar como hace
HRW en su informe que la educación es una especie de "vacuna social"
contra el SIDA. Porque es en la escuela el único lugar donde los niños
van a recibir información veraz y real sobre esta enfermedad, su
contagio y su prevención a través del uso del preservativo. Al mismo
tiempo, mayor nivel educativo da a los niños mayores capacidades para
oponerse a relaciones sexuales no deseadas y a matrimonios demasiado
tempranos.
Sin embargo, y pese a que en muchos países hay normativas
gubernamentales al respecto, muchos niños son rechazados porque no
pueden enfrentar el pago de los libros o los uniformes o por no poder
obtener los documentos que los acreditan como elegibles para la
gratuidad de la educación.
Por ello, buena parte de los fondos destinados a SIDA, deberían
dirigirse a favorecer la escolarización de los niños, a impedir que las
viudas puedan ser desposeídas de sus bienes por ser mujeres, a ofrecer
recompensas o rebajas fiscales a las familias de acogida de los
huérfanos y también a reforzar organizaciones sociales de base que se
hagan cargo de los niños del SIDA. Por otro lado, los Gobiernos
"desarrollados" pueden donar fondos para estos fines y también llevar
adelante programas de condonación de Deuda Externa por inversiones en
educación.
Todo lo demás tendrá su efecto, pero del estudio de las cifras ofrecidas
en los informes antes citados se extrae la conclusión de que es pequeño
si no mínimo; porque, de hecho, la epidemia sigue extendiéndose a pesar
de los millones de dólares invertidos en tratamientos. Con mucho menos
dinero, con inversiones en educación y en favorecer el acceso a la misma
de todos los niños, no sólo los del SIDA, se puede romper la dinámica de
enfermedad y muerte que está acabando con una generación en África. ∆
(*) Médicus Mundi. Agencia de Información Solidaria.
www.infosolidaria.org |
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