Para Bush los
civiles muertos, sobre todo si no son norteamericanos y
blancos, son números de una estadística que no cuenta para
nada. Pura anécdota.
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Hay
que ayudar a Irak a construir su democracia para ganar un aliado en
la guerra contra el terror". Con estas entrañables palabras el
psicópata Bush se dirigía a sus fieles para comunicarles, una vez
más, de que su particular cruzada por la libertad y la paz mundial
tiene un fondo legal e, incluso, humanitario.
En realidad no están en Irak por el petróleo ni por ocupar
posiciones estratégicas en Oriente Medio ni por colaborar en que los
amigotes de su padre se forren con la reconstrucción de Irak, no,
están para levantar una sólida democracia, que si es a imagen y
semejanza de la pantomima que se vive en los EE.UU., más les valdría
a los iraquíes que les hubieran invadido los marcianos.
Además quieren un aliado en la guerra contra el terror. Claro, se
supone que no se tiene en cuenta el terror que viven los iraquíes
cuando son bombardeados con fósforo blanco, cuando son violados por
los gloriosos marines o cuando son derribadas sus puertas a patadas
en plena noche porque se está buscando a supuestos terroristas.
En realidad, la lectura de la frasecita en cuestión sería "queremos
un gobierno títere en Bagdad para que nos ayude a extender, aplicar
e imponer el terrorismo Made in Usa en toda la zona, siendo el
ejército títere iraquí el que se encargaría de los trapos más sucios
asesorados por nuestros expertos en provocar terror y desmoralizar
así al "enemigo".
Sí, sé que es una interpretación muy diferente, que suena menos
dulce, menos "pacifista", menos "humanitaria", pero es más real.
Y si alguien no se lo cree no tiene más que revisar la forma en la
que Bush habló de los más de 30.000 civiles muertos en lo que va de
guerra. Parecía que estaba comentando sobre los espectadores que
habían seguido por la tele un partido de la NBA, o sobre la última
epidemia de gripe y los afectados.
Para Bush los civiles muertos, sobre todo si no son norteamericanos
y blancos, son números de una estadística que no cuenta para nada.
Pura anécdota.
Pero tal vez lo más irritante de todo, y ahí entra de lleno su
cinismo, es su declaración de que "reconoce que hubo errores en lo
de las razones para invadir Irak, pero estos fueron culpa del
servicio de inteligencia, algo en lo que ya se está trabajando y
corrigiendo".
Vamos, que se puede ser más tonto, pero no más cínico. Decir eso
cuando ya todo el mundo sabe que antes de la invasión el servicio de
inteligencia y espionaje le había comunicado que no había armas, es
reírse en la cara de todos sus compatriotas y del resto del mundo.
Es una oda al cinismo puro y duro. Es el colmo del desprecio a la
inteligencia de los ciudadanos, a su dignidad y a sus derechos
democráticos.
El pueblo americano, con todo ello, está demostrando que es una gran
y patética mentira. Que es una nación susceptible de ser manejada
como si de un rebaño de estúpidos se tratara, que se pueden burlar
de ellos en su propia cara y no importarles.
Están demostrando no tener dignidad alguna, porque si así fuera ya
hubieran echado a semejante mentiroso a la calle y hubieran
recuperado así parte del respeto que han perdido en los últimos
años, porque el respeto no está en función del poderío militar, sino
de la honestidad, de la verdad y de la dignidad con la que se viva.
Es una lástima que una nación tan creativa, con tanto potencial y
tan necesaria para el equilibrio mundial se esté dejando conducir al
abismo por un enfermo mental manejado por un grupo de buitres,
sicarios de su padre, que sólo buscan poder y dinero.
Es también una lástima que líderes mundiales le sigan el juego a
este paranoico, porque están colaborando con una espiral de locura
que puede desembocar en algo mucho peor que la tristemente no
olvidada Segunda Guerra Mundial.
Tiempo al tiempo./ MC