Durante casi cuatro años hemos disfrutado de las
aventuras y desventuras de La Quijana, personaje surgido de la imaginación
de José Manuel Vilabella, a quien ha puesto
imagen el humorista gráfico Néstor.
"Néstor ha sabido
seguir la ocurrencia.
El me contaba que en esta novela aprendió a dibujar obispos y cardenales.
Creo que también se lo pasó bien"
"El Folletón de la Quijana es una novela
muy entretenida y espero que los lectores se hayan divertido" |
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ENERO 2006
Después de cuarenta y
seis capítulos, el Folletón de La Quijana ha llegado a su fin. Una
aventura literaria y un reto para su autor, que se embarcó en un género
romántico hoy día en desuso: la novela por entregas.
... PUNTO Y FINAL.
El
Folletón, como género literario, tuvo su momento de gloria en el siglo XIX,
en plena explosión del romanticismo. Los lectores seguían con avidez los
capítulos que se publicaban periódicamente. Los autores, por su parte, se
las ingeniaban para cumplir con las entregas y mantener el interés de la
trama capítulo a capítulo... José Manuel Vilabella ha salido del lance con
éxito.
-El Folletón de la Quijana le ha supuesto un reto
literario.
-Fue un juego. Me lo pasé muy bien escribiéndolo. Es una novela muy
entretenida y espero que los lectores se hayan divertido. Creo que todo en
la escritura tiene que tener algo de juego y para mí El Folletón de la
Quijana lo tuvo. Trataré de publicarla en alguna editorial, aunque antes le
daré algunos toques, porque no sé si habrá algún personaje al que maté en
algún capítulo y que lo resucito a los cuatro siguientes, cosa muy frecuente
en los folletones porque hay que tener toda la historia en la cabeza.
-El folletón es un género en desuso ¿Qué le motivó a
utilizarlo?
-Durante muchos años se publicaron folletones que duraban a veces muchísimo
tiempo. Era un género popular similar a lo que actualmente son las series de
televisión o las novelas radiofónicas. Así se publicaron muchas obras de
arte, ya no digo maestras, pero sí que llegaron a ser novelas conocidas. Y
efectivamente, el folletón está ahora absolutamente en desuso. Lo que ocurre
es que yo tenía ganas de hacer uno para ver lo que se siente cuando vas
publicando y, digamos, no hay marcha atrás. Si creas un personaje, desde ese
momento tienes que darle vida, y después tienes que implicarlo con el resto
de personajes que hay ya en la novela. El folletón es una novela escrita con
riesgo, donde la reflexión o la maduración prácticamente no cabe. Muchas
veces yo iba dos o cuatro capítulos por delante, pero en ocasiones me quedé
completamente pillado, entonces le mandaba a Néstor un par de folios para
que hiciese la ilustración y el resto lo entregaba en el último momento.
-¿En qué se inspiró?
-Absolutamente en nada. La Quijana no tiene nada de verdad, es una novela en
donde todo es mentira. Todos los personajes son inventados y aunque se habla
de Felipe IV, no es la vida de Felipe IV, como tampoco lo es la de Quevedo,
la de Cervantes ni siquiera la del bufón. Ninguno de ellos existió, todos
son hijos míos, hijos muchas veces desgraciados, poco felices. Es una novela
de gente desdichada, aunque también ocurrieron cosas graciosas, por ejemplo,
me inventé a Benedicto XVI mucho antes de que hubiesen elegido a este Papa;
le gané por la mano al Espíritu Santo. Sucede que la novela esta colgada en
la red en la página web de Fusión, y el primer día que salió Benedicto XVI
elegido Papa, como no había ningún contenido en la red, si buscabas
Benedicto XVI lo primero que salía era el de La Quijana, que en mi novela es
un Papa gallego a quien matan los romanos porque se creen que es una papisa.
Me imagino que eso llegaría de alguna manera al Vaticano: si marcaron
Benedicto XVI se encontraron con el Papa de la Quijana y se llevaron una
sorpresa. Esta es una anécdota más del libro que se estuvo publicando
durante cuatro años.
-¿Qué hay de José Manuel Vilabella en cada uno de los
personajes de esta novela?
-Yo tiendo a la anarquía en mi recepción mental, incluso en mi vida. Tiendo
a la rebeldía y a lo mejor soy un poco moralizante incluso, aunque no lo
quisiera. En la Quijana se habla mucho de la historia de España, una
historia ficticia, pero que es real en cuanto a los abusos de poder, la
apariencia, la aventura, y lo triste que fue España. Esta es una novela de
aventuras tristes, donde los personajes son muy desdichados y donde ocurren
muchísimas desgracias. Testigos de todo ello son unos literatos y unos
artistas que también son miserables, pero a la vez magnánimos y generosos en
sus pensamientos: un Quevedo inventado que se enamora de una prostituta a la
que no llega a olvidar nunca; un Velázquez también inventado. Todo es tal
vez una desmesura, la aventura de un señor que se está muriendo y que está
mintiendo, sencillamente para que lo mate una monja. De eso el lector se da
cuenta cuando va por la mitad de la novela. Al final hay una coherencia
tremenda entre todas las desmesuras y arbitrariedades que se cuentan.
-¿Cada capítulo ha sido una improvisación?
-No, había una coherencia. Yo sabía lo que quería hacer, sabía cómo iba a
ser el final de la novela. Otra cosa era que surgieran personajes
secundarios que se iban apoderando de la novela y que cambiaron el curso de
la historia, pero desde el primer momento tenía idea a donde iba. Caminaba
con una brújula un poco enloquecida.
-Para las ilustraciones de esta novela ha tenido la
colaboración del humorista gráfico Néstor. ¿Cómo ha funcionado el tándem?
-Néstor y yo tenemos muchos libros publicados juntos, unos siete u ocho. Y a
pesar de que nos vemos con mucha frecuencia y somos muy amigos, actuamos muy
profesionalmente. Cuando os mandaba a vosotros por correo el capítulo
correspondiente para cada número también se lo enviaba a él. No hablábamos
nunca del tema, él hacía la ilustración y siempre me ha parecido bien. Ha
sabido seguir la ocurrencia. Néstor me contaba que en esta novela aprendió a
dibujar obispos y cardenales. Creo que él también se lo pasó bien.
-¿La literatura es algo más que contar cosas y hacerlo
con arte?
-En la literatura tienes que contar cosas. No es sólo forma, aunque casi
todo es formal en la literatura. En un escrito tiene que palpitar el
escritor, tiene que estar lo que él piensa y cómo lo dice. Siempre hay que
tratar de decir algo nuevo, aunque muchas veces no se consiga. Por otra
parte, el estilo también es importante, porque si no tiene estilo ya no es
literatura, es periodismo.
-¿Escribir es una manera de viajar sin salir de casa?
-Eso puede ser una forma de definirlo. Yo escribo de toda la vida, y desde
hace diez o doce años de una forma profesional y muy intensa. Publico en
seis o siete revistas y tengo todos los meses la obligación ya de ocho o
nueve artículos mensuales, más todos los que surjan. La literatura y la
escritura es un poco mi vida, mi vida profesional y algo más, es una
vocación a la que me dedico con entusiasmo./ L.G. |