Se confirma que el imperialismo norteamericano está
herido, y que Hispanoamérica va perdiendo el miedo a enfrentarse. Y lo hace
con energía, respaldada por el pueblo, sin ese exceso de diplomacia y
vaselina que gastamos en Europa. |
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ENERO 2006
OLE POR BOLIVIA
POR CAROLINA FERNANDEZ
En estos
días Bolivia está de fiesta porque por primera vez en la historia uno de los
suyos, de los que son llamados indígenas por los que vienen de fuera, llega
al poder. Ex-campesino y ex-pobre, para más señas. O sea, tenía el hombre
todos los ingredientes para haberse convertido en uno más entre la masa de
desheredados que malviven en su propio país. Pero en esta ocasión no ha sido
así. Llega a la presidencia y además lo hace por la puerta grande,
estrenando una flamante mayoría absoluta. La alegría es merecida, desde
luego, en un continente tan marcado por invasiones y las intromisiones de
los demás, por la corrupción, por el saqueo, por los presidentes marioneta
que sólo llegan para despedazar el país en trocitos y venderlo a los
extranjeros. Por fin, decía, Latinoamérica continúa el proceso de
desmarcarse poco a poco, recuperando su carácter, poniendo en primer lugar
sus intereses, y plantándole cara a esa desgracia de vecino que tienen al
norte, que en todo se tiene que entrometer.
Pero una vez que se acaban los fuegos artificiales, que debe ser enseguida,
hay que despejar la euforia para ponerse a trabajar. Lo que ha sucedido ha
sido un paso simbólico, que sólo servirá para algo si va seguido de otros
pasos, de decisiones, de política para el pueblo. Y ahí empieza lo
complicado.
En cuanto este señor ocupe su cargo va a empezar una guerra. Si se mantiene
firme en todo lo que ha vendido en su programa electoral, su vecino yankee
va a soltar todos sus perros contra él. Y ya sabemos que no juega limpio.
Manejarse entre todo el maremágnum de intereses que convergen en torno a un
país tan rico en recursos naturales, sin ceder, sin doblarse, esquivando
zancadillas, lidiando con los inversores extranjeros, manteniendo a raya al
vecino norteamericano, va a ser un rato complicado, sobre todo teniendo en
cuenta que una de las primeras decisiones que pretende tomar tiene que ver
con las multinacionales del gas y del petróleo asentadas en su país. En
seguida se sabrá si los tiros van por donde prometían o si alguien se ha
vendido por el camino.
Morales habla de cosas que a Bush no deben de gustarle nada: nacionalizar
los recursos, por ejemplo, o lo que es lo mismo, que lo que es de casa se
quede en casa. También habla de crear un estado en el que se reconozca la
diversidad cultural de un país que resulta que es culturalmente diverso, es
decir, crear un gobierno lógico, adaptado a los bolivianos. Tampoco le gusta
a Bush que hable de un mercado legal de la coca, enfocado hacia productos
industrializados que no tienen que ver con la cocaína. Estados Unidos,
prefiere los titulares grandilocuentes, del tipo "coca cero", erradicación
total de los cultivos. Morales dice: "Es absurdo. Hablar de coca cero es
hablar de cero quechuas, cero aymaras y cero guaraníes, porque para estas
culturas la hoja de coca es un producto sagrado". La lucha contra el
narcotráfico, igual que la lucha contra el terrorismo y otras luchas
inventadas a medida de los intereses norteamericanos, es una carta blanca
para introducirse en los países productores y hacer y deshacer a gusto.
Morales tendrá que ponerse firme.
En cualquier caso, hoy podemos estar un poco más tranquilos, porque sea como
sea, lo seguro es que algo distinto se mueve en Latinoamérica. Y si el
pueblo se siente estafado, está cogiendo la sana costumbre de lanzar a los
gobernantes fuera de su puesto con una patada en las posaderas.
Desde hace unos años estamos viendo que el movimiento indígena está
resultando ser mucho más fuerte de lo que Estados Unidos había calculado.
México, Ecuador, Brasil... los indígenas recuperan terreno en lo social y en
lo político. Será porque su lucha parte desde lo más bajo, desde la miseria
de muchos millones. Será porque es una lucha alimentada con el aliento de
generaciones anteriores. Será porque estamos ante un choque con culturas
antiguas, levantadas con el paso de los siglos sobre valores sólidos, sobre
el respeto a los demás, la generosidad, la convivencia con el medio natural,
todo eso que los países "civilizados" despreciaron e infravaloraron,
creyendo que no era fuerza, sino debilidad.
Pero la historia está girando poco a poco. La maquinaria neoliberal,
encabezada por Estados Unidos, empieza a frenarse delante de pueblos que se
unen. Será porque Estados Unidos es un pueblo sin identidad, con un
presidente forjado a golpe de talonario que no es un líder para su gente.
Será porque es un país hecho de retales, sin valores comunes, sin ideales,
sin sueños. Será porque es un pueblo que renegó de sus raíces y exterminó a
sus antepasados y por lo tanto su legado: las tribus indias, los auténticos
indígenas norteamericanos que fueron obligados a pudrirse en las reservas.
Podrían haber tenido una cultura propia, riquísima, que mantenía el vínculo
con la naturaleza, y sobre ella edificar todo lo que vendría después, la
mezcla, la fusión de razas. Sin embargo renegaron de sus orígenes y se
convirtieron en un Frankenstein compuesto de pegotes deslavazados.
Sea como sea, con esta victoria se confirma que el imperialismo
norteamericano está herido, y que Hispanoamérica va perdiendo el miedo a
enfrentarse. Y lo hace con energía, respaldada por el pueblo, sin ese exceso
de diplomacia y vaselina que gastamos en Europa, y que al final deja todo en
una crítica suave, cuatro frases ambiguas, otras tantas palmadas en la
espalda.
De momento, tenemos dos pistas sobre el futuro inmediato: Morales no le
gusta a Bush y la Bolsa se puso a temblar en cuanto se confirmó la victoria.
Eso sólo puede querer decir que vamos por el buen camino. ∆ |