-Cuál es el
motivo de que nos encontremos ante el grado de endeudamiento municipal más
alto de la historia española?
-Porque los ayuntamientos cada vez tienen más servicios públicos que
prestar. Además los ciudadanos cada vez somos más exigentes y muchas veces
esas peticiones se dirigen precisamente a las administraciones más cercanas,
que son los ayuntamientos. Por ejemplo la recogida de basuras y los
transportes son dos típicas competencias municipales que cada vez precisan
más dinero: no nos conformamos simplemente con que nos recojan la basura,
queremos también que lo haga un camión silencioso; y por su parte, los
autobuses deben tener acceso para las personas con minusvalías. Todo eso son
exigencias que cuestan dinero. Los ayuntamientos están haciendo frente a
todo eso y como no siempre sus propias fuentes de financiación pueden dar
respuesta a esas exigencias, se endeudan.
-¿Está asociada
una mayor deuda municipal a un partido político concreto?
-Cualquier partido político tiene los mismos problemas. La prueba está
en que los políticos cambian en los ayuntamientos, pero éste es un asunto de
fondo que no varía, de modo que ahí no hay posibilidad de hacer
distinciones. Fuera de la palabrería tonta que suelen utilizar los partidos,
a la hora de la verdad tienen que hacer frente a unas mismas
responsabilidades que deben cubrir con unos determinados ingresos. Si estos
no llegan tienen que endeudarse, y da igual que se cobijen bajo unas siglas
u otras.
-¿Hay algún
sistema de control que limite las deudas municipales, imposibilitando a los
políticos municipales a seguir gastando?
-Existe el sistema de control tradicional: el interventor y el tesorero
del Ayuntamiento, que son los que controlan la ejecución del presupuesto y
que los gastos municipales se acomoden a las previsiones presupuestarias. A
mi juicio, todo lo que se haga erosionando las competencias de estos dos
funcionarios va en una mala dirección. Y esto precisamente es lo que está
sucediendo de modo constante desde hace más de veinte años, a través de las
reformas de la Función Pública Local. En cambio, el modelo de Función
Pública Local tiene que partir del respeto a estos dos cargos, que no
dependan de los caprichos del político de turno. Eso es absolutamente clave
para una gestión limpia y transparente de los ayuntamientos.
-¿De qué manera
se abonan esas deudas?
-La tradición ha sido que los ayuntamientos de vez en cuando ponían la
mano y el Estado a través de una Ley Presupuestaria especial jugaba los
déficit presupuestarios municipales. Esa es una técnica incorrecta, porque
los ayuntamientos tienen que saber con qué cantidades de dinero cuentan y
qué tipo de servicios tienen que prestar. Y la financiación municipal no
puede venir más que de los tributos municipales: impuestos, tasas y
contribuciones especiales. A eso hay que añadir las subvenciones que se
reciban por parte del Estado, por parte de la Comunidad Autónoma o las que
todavía se están recibiendo de la UE. Si no se deja esto claro, ocurre que
los ayuntamientos recurren a fórmulas irregulares de financiación
-irregulares, no ilegales- y una de ellas es el urbanismo. Porque
simplemente trazando con un bolígrafo en un plano, convirtiendo suelo
rústico en urbano, se multiplica el precio del suelo. Eso es una tentación
muy grande para las corporaciones locales y hay que evitarlo creando una
estructura perfectamente nítida y clara de financiación municipal. No se
debe utilizar nunca la vía urbanística para financiar a los ayuntamientos;
la planificación y gestión urbanísticas sirven para lo que sirven: para
crear ciudad y para ordenar la ciudad, no para financiar el ayuntamiento.
Eso es un error tremendo, fuente de corrupción o de irregularidades.
-¿Cómo
repercuten en la economía estatal los endeudamientos millonarios de las
grandes ciudades?
-Yo no soy un experto en economía, pero evidentemente repercuten. Ahora
una de las fórmulas que se utilizan para disimular las grandes deudas
públicas es crear sociedades dependientes de las administraciones públicas
en general, porque todo eso tiene luego repercusión en el cómputo de la
deuda frente a las autoridades europeas. El déficit de cada país se computa
frente a la autoridad europea de manera global, es decir, la deuda del
Estado, la de las CCAA y de las corporaciones locales. Mediante esta fórmula
no se imputan determinados gastos a las administraciones públicas
propiamente dichas, sino a sociedades públicas de ellas dependientes. Esto
es una forma de travestismo económico, hacendístico. Es un artificio que las
autoridades europeas conocen y persiguen. Pero es una técnica muy común.
-¿Existe algún
sistema por el que se imputen responsabilidades civiles o penales a los
políticos que endeudan un ayuntamiento hasta límites insalvables, o hay
impunidad?
-Pueden incurrir en responsabilidades penales cuando se cometen delitos
como el caso de Marbella. Pero la responsabilidad fundamental es política, y
en nuestro sistema democrático sucede cada cuatro años. En mi opinión, eso
no es suficiente. El refuerzo de los ciudadanos en la vida política tiene
que comenzar precisamente en los municipios y ahí tenemos también un déficit
importante porque a los políticos les gusta decidir las cosas. Es muy claro
el caso de la elección de los alcaldes, que se produce a través de este
enjuague que son los pactos políticos que se realizan una vez celebradas las
elecciones. Eso es un disparate tan grande que los dos grandes partidos
nacionales han prometido en sus ofertas electorales acabar con ese sistema y
que seamos los ciudadanos los que a través de algún mecanismo -por ejemplo,
la segunda vuelta cuando no hay mayoría absoluta- demos la alcaldía a un
señor u otro. Pero de esto se han olvidado los partidos políticos una vez
que gobiernan, porque los pactos tras las elecciones son una fuente de poder
incontrolado. ∆