...al menos han conseguido la
fórmula para vivir en paz, algo que no puede decir el evolucionado Homo
Sapiens, que desperdicia sus envidiables 1350 centímetros cúbicos de cerebro
en cosas tan primitivas como la guerra. |
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AGOSTO 2006
Mejor el amor que la guerra
POR CAROLINA FERNANDEZ
El
reino animal está lleno de lecciones que nosotros, estos pobrecillos Sapiens
que con mucha petulancia nos creemos civilizados, deberíamos aprender. Hay
unos monos que han llevado a la práctica con todas las consecuencias aquello
del "haz el amor y no la guerra". Y les va de maravilla, por cierto. Los
bonobos viven en Africa central, al sur del río Congo, y son unos
adelantados en materia sexual. Como nosotros somos el centro del universo y
para poder tener una referencia del mundo en que vivimos todo lo tenemos que
comparar con nosotros mismos, diremos que sí, que salvando alguna excepción,
a la grandísima mayoría de los Sapiens estos monitos nos sobrepasan varios
pueblos en actividad sexual, al menos en cantidad. Lo de la calidad lo
dejamos al criterio de cada cual, para no meternos en camisas de once varas.
Los monos en cuestión se dedican al sexo con desenfreno y toda la pasión
imaginable. No lo hacen buscando el noble fin de la reproducción, sino por
puro placer la gran mayoría de las veces. Además de la combinación
tradicional, macho y hembra, tienen relaciones sexuales machos con machos y
hembras con hembras. Es habitual que las hembras tengan amigas con las que
establecen juegos sexuales frotándose los genitales. Ellas tienen fama de
insaciables y por supuesto no saben lo que es la monogamia ni de lejos.
Entre los bonobos hay sexo en pareja y también en grupo. Cualquier lugar es
bueno, y también cualquier momento, sin esperar por el reloj del celo.
Además, tienen un amplio abanico de posturas para hacer el amor. Desde
luego, no se aburren. Disfrutan de una libertad sexual envidiable.
Y las consecuencias son asombrosas. Con tanta promiscuidad no se sabe de qué
padre es cada cría, con lo cual no tiene sentido que los machos traten de
matar al vástago del contrincante, como sucede en otras especies. Como
tampoco tienen problemas para aparearse cómo y cuándo les dé la gana los
machos no tienen que competir como gallos de corral. Cuando surgen tensiones
entre distintos grupos, no se enzarzan entre ellos, sino que relajan los
conflictos haciendo el amor entre todos. Antes de pelear hasta matarse, como
harían por ejemplo los chimpancés, como haríamos nosotros, follan como
demonios hasta que desaparece la agresividad y las aguas vuelven a su cauce.
Mejor una orgía que una matanza. Además, el sexo en grupo reduce la
territorialidad. No se obsesionan tanto por establecer límites y fronteras,
porque lo que desean puede estar a su alcance sin problemas.
Las hembras son listas, ofrecen sexo a los machos de otros grupos y de esa
manera evitan posibles conflictos: como puede haber familia en el bando
contrario ¿qué sentido tiene la guerra? Ventajas del mestizaje. Son ellas,
las hembras, las que marcan la pauta en esta sociedad. Y no les va nada pero
que nada mal. Los machos no necesitan ser agresivos, llamar la atención,
competir. Son apacibles, amables y tienen un carácter estupendo. La panacea,
vamos.
En fin, que ellas son promiscuas, lascivas, incansables. Ellos, unas
máquinas de hacer el amor. ¿Diríamos que son unos monos obscenos? Al menos
han conseguido la fórmula para vivir en paz, algo que no puede decir el
evolucionado Homo Sapiens, que desperdicia sus envidiables 1350 centímetros
cúbicos de cerebro en cosas tan primitivas como la guerra.
Es más, yo diría que bastante más obscenas son otras actitudes que pasan por
respetables ante la comunidad internacional. Pienso en las imágenes del
sufrimiento inútil de la guerra, la que ahora mismo se cierne sobre Líbano o
cualquier otra. O una hambruna, o la pobreza extrema en la que vive la mayor
parte del planeta. Todas son situaciones evitables, creadas por nosotros
dentro de un sistema de valores masculinos en el que prima la obsesión por
invadir, por conquistar, por doblegar; por crear divisiones, trazar
fronteras, generar odios, alimentar la violencia; la fijación por hacer
enemigos para poder medir las propias fuerzas, por establecer políticas de
vencedores y vencidos.
Quiero pensar que la gente normal y corriente, la población civil, los
llamados "daños colaterales", siente las cosas de otra manera. Estoy segura
de que, al margen de sus líderes y sus paranoias, la mayoría preferiría
dedicarse a hacer el amor como los bonobos antes que tener que sacar a sus
hijos en trocitos de entre los escombros.
Al menos ya sabemos qué demonios les pasa a los grandes machos líderes
mundiales: que follan poco y mal.
Deberían recibir lecciones de los monos. Mejor nos iría a todos. ∆ |