Sueños blancos y fríos. Sueños llenos de copos de nieve,
vientos gélidos, extensiones infinitas y altas montañas. Sueños
tan inciertos como las tierras inexploradas en los que se
materializan. Con este material intangible construye sus
proyectos Ramón Larramendi, para demostrarse que lo que imagina
puede hacerse realidad. El último reto era realizar la Gran
Travesía Transantártica Española utilizando un nuevo medio de
transporte de su invención: el catamarán polar. Ya está de
vuelta, tras 63 días de expedición en los que su equipo ha
recorrido 4.500 kilómetros.
"Quedan muchos sitios por explorar,
lugares de los que no hay información. Pero eso es lo que
implica el espíritu de exploración: adentrarse donde es difícil
y hay pocas posibilidades de éxito"
"En la vida cotidiana no tienes tiempo
para pensar. En cambio allí tienes todo el tiempo del mundo para
reflexionar; luego ya es personal en qué dedicarlo" |
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Texto: J.M.López
Fotos: Tierras Polares
Larramendi
no es un loco en busca de adrenalina, sino una persona con los pies en el suelo
que no se conforma con los límites existentes. Cuando en octubre de 1999 el
director de Al filo de lo Imposible, Sebastián Álvaro, le preguntó si tenía un
proyecto de envergadura para la Antártida, Larramendi dio una respuesta
afirmativa. Creía posible recorrer la parte oriental del continente helado
gracias a un nuevo medio de transporte ideado por él durante las monótonas
caminatas de la Expedición al Polo Norte Geográfico. El invento era un catamarán
polar, que se impulsaría movido por los vientos antárticos. Era un sueño, pero
Al filo confió en él.
-Los seis años previos de preparación
de la aventura fueron de mucha dificultad...
-Exigieron un esfuerzo de investigación y un esfuerzo económico importante, ya
que tuvimos que hacer cuatro expediciones de prueba en Groenlandia y construir
hasta siete prototipos de trineo. Fue mucha dedicación, mucho esfuerzo y mucho
dinero, porque aunque muchas inversiones parten de Al Filo de lo Imposible, el
resto exigió un sacrificio personal grande. Y luego también tenía dificultad el
organizar el viaje a la Antártida, porque es una zona a la que no se va nunca y
tiene una logística y unas normativas internacionales que son de una
complicación increíble. Ha sido una auténtica epopeya el ir resolviendo todos
los obstáculos que ha habido, hasta llegar al primer día de expedición.
-Vuestra travesía recuerda al espíritu aventurero que movió a
exploradores de la Antártida como Amundsen, Scott o Shackelton. ¿Qué puntos en
común consideras que tuvisteis con aquellos exploradores de principios de siglo?
-Pues creo que la pasión por forzar un poco los límites de lo conocido, por
adentrarse en lugares nuevos y en la determinación, aunque es imposible
compararse hoy con las expediciones que se hacían antes. En aquellos momentos
todo era a vida o muerte, tú fallabas y te morías directamente, fuera lo
terrible que fuera, como le pasó a Scott. En cambio ahora estás relativamente
cubierto, aunque no totalmente.
-Mientras vosotros organizasteis esta singular aventura,
muchos se quejan de que ya no quedan lugares que explorar. ¿Cuáles son las
aventuras pendientes del ser humano, en las que se pongan a prueba sus
capacidades?
-Quedan muchísimos sitios por explorar. En los últimos cincuenta años se han
explorado los lugares más simbólicos de cada zona. Por ejemplo del Himalaya se
han subido los catorce ochomiles, que ya desde el punto de vista exploratorio
han perdido todo interés, pero alrededor de ellas hay miles de montañas de siete
mil metros y valles a los cuales no ha ido absolutamente nadie. Igual sucede en
la Antártida, donde hay macizos montañosos enteros que nunca han sido
explorados, o en Groenlandia donde hay miles de montañas vírgenes. De estos
lugares no hay información, pero eso es precisamente lo que implica el espíritu
de exploración: adentrarse donde es difícil y donde las posibilidades de éxito
son mucho menores. Meterte donde es fácil está bien, pero es otra cosa
diferente.
-Has comentado que "Conseguir realizar la travesía polar más
rápida hasta la fecha, ha sido sobre todo la realización de un sueño". ¿Qué os
ha exigido y qué os ha dado a cambio?
-Efectivamente ha sido la realización de un sueño que he creído que podía
funcionar, aún cuando no era tan claro que eso fuera así. Así que ver cómo se
materializa algo por lo que has apostado, aunque hubiera quien pensara que no
era una buena idea, pues evidentemente da una gran satisfacción y una mayor
confianza en uno mismo.
-Los que viajan a los polos afirman que lo que peor llevan es
el silencio y la soledad a las que tienen que enfrentarse a diario. ¿Qué
pensamientos acuden a la mente ante el desierto blanco que se extiende ante tus
ojos? ¿Con qué llenas esos momentos de soledad mental?
-En esta expedición hemos estado tan ocupados debido a las tareas inmediatas que
había que hacer, que no pensamos demasiado en otras cosas. En cambio, en las
expediciones al Polo Norte geográfico hay mucha más rutina, más monotonía. No
tienes ningún estímulo externo y de alguna manera tienes que generarte estímulos
internos, mantenerte un poco alerta, mantenerte de alguna manera despierto.
Entonces vienen todo tipo de recuerdos y piensas sobre todas las cosas en las
que aquí no tienes tiempo. Porque en la vida cotidiana normalmente no se tiene
tiempo para pensar, estás siempre haciendo cosas pero no tienes muy claro para
qué las haces. En cambio allí tienes todo el tiempo del mundo para reflexionar;
luego ya es una cosa personal en qué dedicarlo. El catamarán polar surgió en una
expedición en la que estaba buscando temas en los que pensar porque todo lo que
era fácil ya lo había pensado.
-Sesenta y tres días de durísima travesía en uno de los
lugares más inhóspitos del planeta os tuvieron que poner a prueba constantemente
como equipo...
-Éramos un equipo muy bueno. Los inconvenientes se exteriorizaron de un modo muy
positivo y muy de equipo, por lo que no hubo ninguna fricción ni problema de
convivencia. Ello se debió a un esfuerzo individual de cada uno de los miembros
de la expedición y fue fundamental e importante para el éxito de la misma.
-¿Qué te ha reportado más satisfacción: el batir un récord
mundial, haber llegado primeros a un lugar nunca pisado por el hombre o
demostrarte que se podía cumplir el reto que perseguías?
-Pues eso último claramente. El haber apostado por algo que visualizaba, y luego
convertirlo en una realidad total. Los récord los puedes batir, pero a los dos
días alguien los ha superado, con lo cual eso no tiene demasiado valor. Está
bien, tiene un poco de gancho, pero no es lo relevante.
-¿Qué encuentra Larramendi en los climas fríos, sus gentes y
modos de vida?
-A mí me gustan también los climas cálidos, que quede claro. Pero sucede que los
climas fríos guardan la última zona virgen del planeta, precisamente por la
hostilidad atmosférica. En las zonas polares queda la última frontera, lo que
está un poco más allá del mundo organizado. Me atrae el terreno salvaje,
inexplorado, más que el frío en sí mismo.
-¿El catamarán polar que has inventado podría convertirse en
el medio de transporte habitual para los habitantes de los climas fríos?
-Tiene limitaciones, con lo cual no puede ser un medio habitual de transporte
para climas fríos. Se recomienda para grandes extensiones de zonas de mar
helado, y sobre todo tiene mucho futuro en los casquetes polares porque es la
manera más sencilla, ecológica y económica de moverse. En la Antártida sería
imposible viajar de otro modo, ya que es de una complejidad total. Así que el
catamarán polar es muy útil para organizar en esa zona expediciones científicas,
para el transporte de mercancías y para expediciones de aventura y exploración.
-Desde que te conocemos siempre tienes un sueño, un reto al
que caminar. ¿Qué son los sueños para ti, qué combustible aportan a tu vida?
-Es una buena pregunta. Yo creo que es importante estar siempre mirando hacia
algo, tener algo que te entusiasme, que te apasione y que te saque de la
monotonía; algo por encima de las cosas concretas y prácticas que tienes que
hacer. Los sueños suponen algo poco tangible hacia lo que esforzarte, cosas que
te entusiasman de alguna manera y que al final te dan vida. ∆
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