
Resulta que la gente se está
hartando de las aglomeraciones y se mueve cada vez más hacia el Norte,
provocando exactamente eso: aglomeraciones. |
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SEPTIEMBRE 2005

MALDITO AGOSTO
POR ELENA F. VISPO
C on el brazo en alto,
cual Escarlata O'Hara, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a irme
de vacaciones en agosto. Cuando yo veía por la tele las retenciones en las
carreteras, las peleas para plantar la toalla en la arena, las colas en los
chiringuitos para conseguir un bocadillo de chorizo, pensaba: a mí me vais a
pillar en una de ésas. Amos, hombre, con lo tranquila que yo soy. Pues, las
cosas hay que decirlas como son, he pringado con todas las letras.
Yo siempre había pensado que en España hay básicamente dos clases de turismo
de verano: el del Mediterráneo, con su mogollón, y el del Norte, con su
lluvia melancólica, sus calitas solitarias, sus paseos tranquilos... a ése
me apunté yo, o eso creía. Pero resulta que la gente se está hartando de las
aglomeraciones y se mueve cada vez más hacia el Norte, provocando
exactamente eso: aglomeraciones.
Un ejemplo: me pasé dos días al lado de San Vicente de la Barquera, y no sé
ni qué tal es, porque no se podía pasar con el coche. No se podía. Así que
lo único que puedo contar de ese pueblo es lo que dice Bustamante: que es
precioso. Porque él lo dice, que yo no tengo opinión. Cantabria será muy
bonito, pero miles de personas hemos decidido lo mismo en el mismo mes:
vamos a ver lo bonito que es Cantabria. Y claro, así no hay manera porque
tienes que ir apartando a la gente.
Bueno, ya que estábamos allí, nos fuimos a Picos de Europa. La paz de las
montañas y todo eso, allí no habrá este follón ¿no? Pues tardamos casi dos
horas en poder subir al teleférico, que ríete tú de cualquier montaña rusa,
y más de lo mismo en bajar, así que se nos fue el día haciendo cola y ni un
paseo dimos.
Es lo que tiene no conocer los sitios, seguro que los hay estupendos y casi
nadie los conoce, pero para enterarte de eso tienes que hacer media hora de
cola en una oficina de turismo, para que nos manden a todos en la misma
dirección.
En fin, que me pasó de todo: una noche en un camping con discoteca, que hizo
que nos enterásemos todos hasta las tres de la mañana de las distintas fases
del concurso de Miss Camiseta Mojada. En un bar de carretera nos echaron a
gritos porque tardamos tres minutos en decidir lo que queríamos tomar. Una
multa de aparcamiento en la playa, toma ya, por tener matrícula de fuera,
que hay sitios en los que saben mimar al turista. Cinco euros por un café y
un croissant en una cafetería asturiana…
Que no es que lo pasáramos mal, todo lo contrario, y bastante es con poder
tomarse unas pequeñas vacaciones, que hay mucha gente que no conoce ni el
concepto. Pero también, para unos días que tienes, compartirlos con un
montón de gente a la que no conoces y que, por lo general, grita mucho, pues
es del género bobo. Eso sí, resulta perfecto para curar el síndrome
postvacacional, porque después de todo esto estás deseando llegar a tu
casita y al silencio de tu habitación.
Hay a quién le gusta el follón también, pero lo que es a mí, me han visto el
pelo. El año que viene, si puedo, me lo monto de una manera bien distinta.
Ideas ya tengo, pero no las cuento por si me copian el invento las hordas de
veraneantes que acechan en las esquinas. Maldito agosto, menos mal que se
acabó. ∆ |