Miras con esperanza al
futuro porque sabes que irremediablemente esa nueva mujer nacerá, y nacerá
en cada una y en la suma de todas las mujeres, en la unión entre ellas, en
el reconocimiento de todo lo que tienen por construir. |
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OCTUBRE 2005
EVA
POR ELENA G. GOMEZ
Naciste
mujer y durante mucho tiempo te creías incompleta, inferior y vulnerable,
como corresponde a una descendiente de Eva, la pecadora, la inductora de
todos los males que afligen a la humanidad.
Durante todo el tiempo que creías el cuento que te contaban las "sagradas
escrituras", y los que las utilizaban, también te considerabas inferior al
hombre y, por tanto, su esclava, y sólo aspirabas a ser una buena y
servicial mujer, con un marido al que honrar, amar y sobre todo, obedecer.
Por eso el día de tu boda estabas radiante, habías llegado a la meta fijada,
ahora ya sólo tendrías que preocuparte por seguir el guión que habían
diseñado para ti.
Pero un día descubriste que eras más inteligente que tu marido, que si
utilizabas tus "armas de mujer" podías hacer con él lo que quisieras, y,
aunque él tenía la fuerza bruta, que algunas veces utilizaba, tú tenías otra
fuerza, una fuerza más sutil, más fría y más calculadora.
Un día escuchaste a un médico hablar de los cromosomas, del cromosoma Y del
hombre y del X el de la mujer, hablaba de cosas que tú no entendías pero sí
comprendiste una, la más importante, la que hizo cambiar tu vida y es que el
cromosoma X, a diferencia del Y, está completo.
Entonces se hizo la luz en tu cabeza y te diste cuenta de que en realidad
habías crecido en una sociedad donde todo estaba marcado y manipulado por
los hombres. La religión era dirigida por hombres, ellos habían puesto la
divinidad como algo masculino, y a la mujer la habían relegado a un segundo
lugar, a un lugar de servicio pero nunca de poder. La educación estaba
marcada por leyes y enfoques de hombres, hombres que educaban al hombre para
creerse superior a la mujer, para dominar y creerse dueño de la mujer.
Así, observando cuanto veías y estudiando el pasado, comprendiste que todo
estaba dirigido a un solo objetivo; que la mujer nunca comprendiera que en
realidad tenía poder.
Pasaste por distintos estados, primero de rabia por todo lo que te habían
mentido, pero luego un nuevo sentimiento fue surgiendo de ti, un sentimiento
que estaba lejos de la revancha o del resentimiento, y era la necesidad de
convertirte en una auténtica mujer, en ser realmente ese cromosoma X, y
luchar contra todos los esquemas que te habían inculcado.
La lucha no fue sencilla porque lo primero que comprendiste es que antes de
hacer nada fuera tenías que luchar dentro de ti, tenías que quitar tu
comodidad -ésa que sentías al dejar que otros tomaran las decisiones por
ti-, y tomar las riendas de tu vida.
Así fue como empezaste una nueva etapa de tu vida, una etapa en la que te
sentías como una niña que nacía a la vida, a una nueva vida, y comprendiste
que tenías que reeducarte empezando por cuestionarte todas las cosas que
conocías, preguntándote cada paso que tenías que dar para no hacerlo como te
habían enseñado sino como realmente tú sentías que tenías que hacer, con
riesgo, siempre con el riesgo a equivocarte, pero a la vez con algo nuevo
que nacía en tu interior: confianza.
Ahora recuerdas con una sonrisa la dificultad que tuviste cuando comenzaste
a enfrentarte a las limitaciones y te lanzaste a vencer esa sensación de
vacío en el estómago cuando se presentaba ante ti algo nuevo, algo que antes
nunca habías realizado, y descubriste que te gustaba el vacío porque en él
había aventura, riesgo y superación, sobre todo tu propia superación.
Fue en aquellos primeros años cuando aprendiste que todo era mente, que sólo
cuando te proponías realmente algo y lo mantenías en tu mente, se hacía
realidad. Y empezaste a trabajar con técnicas mentales, unas técnicas muy
sencillas que básicamente consistían en ser positiva, en mirar las
dificultades que te ponía la vida como lecciones ante las que podías sacar
más fuerza, más conocimiento, y también más confianza.
Poco a poco fue naciendo la mujer dentro de ti, y sentiste que hacía siglos
que aquella mujer estaba enterrada bajo el peso de la mentira, una mujer que
había sido condenada y acallada pero que ahora podía y tenía mucho que
hacer, mucho que decir y sobre todo, mucho que aprender.
Y con valor te enfrentaste a las mentiras que había dentro de ti, y de ese
enfrentamiento nació una nueva mujer, una mujer que te hizo sentir lo que es
la verdadera mujer, una mujer digna, una mujer poderosa, una mujer sagrada.
Y tan pronto te sentías niña, como aventurera, como madre o como bruja,
porque todas estaban dentro de ti.
Miras hacia atrás y te queda lejana aquella mujer sometida e ignorante, tan
lejana que no crees que fueras tú aquella mujer que odiaba ser mujer.
Ahora eres una anciana pero te sigues considerando una niña porque sabes que
hasta el último momento de tu vida tienes la oportunidad de aprender, de
aprender a ser realmente mujer, una mujer que no pide fuera porque reconoce
que es completa en sí misma.
Estás satisfecha de tu vida porque tienes un legado que dejar, un legado que
sabes que ya está en el código genético de las nuevas generaciones, una
mujer nueva. Por eso miras con esperanza al futuro, porque sabes que
irremediablemente esa nueva mujer nacerá, y nacerá en cada una y en la suma
de todas las mujeres, en la unión entre ellas, en el reconocimiento de todo
lo que tienen por construir.
Esperas volver pronto para continuar con la aventura de ser mujer, porque la
muerte, al fin y al cabo, es sólo un paréntesis en tu existencia, la noche
que precede al nuevo día. ∆ |