-Tenéis delegados y voluntarios en el sur de Asia, por tanto
conocéis de primera mano la situación que allí se vive después del
tsunami. ¿Qué podéis contarnos?
-La realidad es muy compleja. Por un lado hay problemas de
viviendas, ya que todavía existe gente alojada en tiendas de campaña
y necesitan una vivienda intermedia mientras se construyen las
definitivas. El problema es especialmente grave en Indonesia porque
ahora está comenzando el monzón, la temporada de lluvias, y estamos
preocupados por las personas que todavía están en tiendas. Las
soluciones definitivas llevan tiempo y la gente se impacienta,
porque en un desastre así necesitamos unos dos años para asegurarnos
de que esas construcciones definitivas sean viables, sostenibles y
realmente funcionen y ayuden a los beneficiarios. Sería muy fácil
construir rápidamente casas en cualquier sitio y de cualquier
manera. La gente está en una situación "precaria" y vulnerable y hay
que seguir atendiéndola con programas de salud y alojamiento.
-¿El sistema económico se ha recuperado tras el
desastre?
-Efectivamente, uno de los proyectos más grandes que tenemos es
el de desarrollo económico porque esta gente no sólo ha perdido su
casa, su escuela o su carretera sino también su medio de vida. Quien
era pescador se ha quedado sin su barco o sin redes, quien tenía una
imprenta la ha perdido... En Sri Lanka estamos trabajando con
agricultores de canela que tenían cultivos junto a la costa y que al
entrar el mar, la sal marina mató todos los árboles. En Indonesia
estamos dando aperos de labranza, comprando búfalos de los que se
utilizan para cultivar los arrozales... Han perdido sus medios de
vida y estamos trabajando para que como mínimo recuperen lo que
tenían antes, para que puedan ser autosuficientes y no dependan de
la ayuda humanitaria eternamente, porque eso crea efectos dañinos en
la gente. Se pierde el ritmo de trabajo, el tono social, la
comunidad se desintegra cuando la gente deja de trabajar y está
hacinada en un campamento, olvidándose el sistema de vida anterior
al desastre. La gente ha estado todos estos meses viviendo de la
ayuda humanitaria y ahora ya están trabajando. En octubre comenzó
una de las dos temporadas de cosecha en Sumatra y ya hemos dotado a
varios miles de personas de los medios necesarios para poder
cultivar, de modo que en febrero ya habrán tenido su primera cosecha
y empezarán a ser independientes.
-Después de aquello la zona siguió recibiendo el
impacto de otros desastres naturales que causaron numerosas
víctimas. ¿Qué ha ocurrido desde entonces y por qué ha tenido tan
poca trascendencia en los medios de comunicación?
-Nosotros a veces tenemos debates internos sobre cómo unos
desastres consiguen llamar tanto la atención y otros tan poca. Ahora
tenemos el Sahel u otros sitios para los que haces el mismo
llamamiento a la población y la respuesta que obtienes es menor. O
el caso que comentas, ya que efectivamente el 28 de marzo hubo un
nuevo terremoto en Sumatra. Salió un par de días en los periódicos y
la gente ni se acuerda.
En el caso del tsunami -y esto es una teoría personal, no de Cruz
Roja-, pienso que quizás influyeron mucho las fechas, que eran
navidades y son más proclives a la solidaridad. También el hecho de
que murieran varios miles de occidentales y el que hubiera tantos
turistas con cámaras de vídeo que captaron imágenes tremendas de un
desastre que llegó a la población a través de la televisión. De
alguna manera, la gente se conmocionó por todos estos factores y eso
hizo que la respuesta fuera masiva. Otras veces muere mucha más
gente, como en el terremoto que hubo en India -donde perecieron unas
30.000 personas- y no tiene tanto impacto. Vuelven a salir otros
desastres, y la noticia actual se come a la anterior.
-El hecho de que el Katrina hubiese afectado a
una zona de EEUU y se retransmitiese en directo acaparó la atención
de medio mundo y consiguió que en poco tiempo llegase ayuda
humanitaria desde todos los rincones. Hechos como estos parecen
demostrar que no todas las tragedias son iguales ni tampoco todas
las víctimas... ¿Cómo vivís vosotros estas desigualdades?
-Pues mal. Nos parece injusto porque creemos que todas las
catástrofes deberían recibir la misma atención, tanto de los medios
de comunicación y de las ONG que trabajamos, como del público y los
gobiernos que facilitan los fondos para ayudar. Es un tema que no
nos gusta y de alguna manera tratamos, con nuestros limitados
medios, de canalizarlo un poco. Te pongo un ejemplo: desde que
recibimos tanto dinero para el tsunami, no hemos hechos esfuerzos
adicionales para captar fondos para ese desastre. No hemos rechazado
a nadie porque es verdad que hay necesidades y toda contribución es
bienvenida, pero no estamos poniendo anuncios en prensa ni yendo a
ayuntamientos y otras administraciones a pedir más fondos.
Preferimos dejar esos esfuerzos para captar dinero para otras
emergencias como el Sahel, Haití o Etiopía, que está entrando en una
época de hambruna.
-¿Qué trabajo estáis desarrollando en la zona en
estos momentos? ¿Cuáles son las necesidades más urgentes?
-Ahora mismo nuestro mayor reto es el tema del alojamiento de
transición. La solución intermedia entre el alojamiento de
emergencia que se facilitó después del maremoto y las viviendas
definitivas que necesitan al menos un año más para estar
construidas. Concretamente ahora estamos levantando cuatro
campamentos que permitirán que unas 3.500 personas dejen de vivir en
tiendas de campaña. Luego hay otros campamentos construidos por el
gobierno, en los que viven unas 6.000 personas y donde estamos
realizando acciones para mejorar las condiciones de vida como
dotarles de agua, de saneamiento, haciendo programas de salud y
demás. La complejidad es que estamos dando soluciones temporales a
los problemas más inmediatos, al mismo tiempo estamos tratando de
recuperar el sistema económico y a la vez dando solución a las
infraestructuras de salud. ∆