-En un par de años el CSIC será centenario. En su toma de posesión habló de una
transformación necesaria dentro de este órgano, ¿cómo es el Consejo que usted
imagina?
-Un organismo en el que haya menos burocracia, donde exista libertad para
trabajar y donde lo que prime sea la creatividad, la ciencia y la tecnología de
excelencia. Además tiene que ser un organismo donde seamos capaces de atraer a
los jóvenes más brillantes a la carrera científica.
-Siempre que puede, recuerda que los recursos públicos dedicados a la
investigación sirven de forma extraordinaria como catalizadores del desarrollo
tecnológico. En este sentido, ¿en qué han cambiado las cosas en nuestro país con
el nuevo gobierno?
-El presidente Zapatero representa un punto singular, porque es la primera
vez que alguien apuesta durante la campaña electoral por la ciencia, la
innovación y la investigación como motor de desarrollo. Zapatero se comprometió
a incrementar el 25% del presupuesto anual y a duplicar el porcentaje del PIB
dedicado al I+D. Eso representaría un éxito extraordinario porque el mecanismo
para garantizar que un país sea dueño de su futuro, dominado por la ciencia y
por la tecnología, es primero la financiación y segundo basarse en la
excelencia.
-Usted comenta que el siglo XXI será el de la revolución médica. ¿Cómo
visualiza la medicina del futuro?
-Con estas características: anticipativa, individualizada, predictiva y
regenerativa. Es una medicina basada en la identificación de las causas
moleculares de las enfermedades, en el diagnóstico precoz de éstas y en el
diseño de nuevas herramientas terapéuticas que actúen selectivamente sobre esas
alteraciones que son responsables de las enfermedades. Eso junto con la
utilización de las células madre y la medicina regenerativa, constatarán los dos
pilares fundamentales de la medicina del siglo XXI.
-La nueva medicina, al ser individualizada, será sin duda más cara.
¿Contribuirá eso a aumentar todavía más la diferencia entre ricos y pobres?
-Esa es una de las consecuencias de estos avances. El coste de los fármacos
que se desarrollan para esta medicina está entre 500 y 1.000 millones de
dólares, por lo tanto difícilmente los países en vías de desarrollo van a tener
acceso a ella. Y eso debería ser una preocupación social en nuestro entorno.
¿Qué vamos a hacer con el tercer mundo? Tenemos que garantizar que también a
ellos va a ser extensible esta tecnología y para eso hay que crear una
conciencia de responsabilidad y de solidaridad hacia el tercer mundo que en este
momento yo creo que desgraciadamente no existe.
-El siglo pasado se ganaron importantes batallas a las enfermedades
infecciosas, y este siglo serán el cáncer y las enfermedades cardiovasculares
los enemigos a batir. ¿Qué vendrá después?
-Hoy no lo sabemos. Sin embargo, yo creo que el siguiente paso va a ser
entender las interacciones entre los distintos tipos de patologías. O sea, lo
que hemos descubierto ahora es que no existe la enfermedad, que lo que existe es
el enfermo, y por eso la importancia y relevancia de esta medicina
individualizada. Lo que ahora englobamos como una patología única, es posible
que cuando tengamos elementos moleculares para definirla, descubramos que es en
realidad una heterogeneidad de patologías o esté ocasionada por distintas
alteraciones. Y ése va a ser, yo creo, el gran resultado del futuro: el desbroce
y la clasificación en términos moleculares de las enfermedades.
-Gracias a los avances médicos nuestra sociedad goza de una calidad de vida
cada vez mayor, sin embargo las enfermedades mentales aumentan progresivamente.
¿Debería dar un giro la investigación médica hacia este tipo de patologías
crecientes?
-Yo creo que este tipo de enfermedades son producto de la estructura social
en la que vivimos. Lo que tenemos que garantizar es una estructura social que
incorpore de una manera más acorde al individuo. Y ese proceso no se ha iniciado
todavía. Por ejemplo, hace un tiempo en el CSIC tuvimos un curso dedicado al
trabajo no remunerado. En él se expuso que todas las estructuras y análisis
económicos que se hacen actualmente, son en base a la economía de trabajo
remunerado, que resulta que es sólo la tercera parte del total del trabajo que
se realiza. Con lo cual toda nuestra economía, todo nuestro desarrollo social
está basado en un tercio de lo que es la realidad. La estructura social por lo
tanto, necesitaría ser totalmente diferente a la de ahora.
-Ha comentado usted en alguna ocasión que el sistema inmune es extrapolable a
las sociedades humanas. ¿Podría poner algún ejemplo?
-El sistema inmune es un sistema cuya función es garantizar la supervivencia
de los individuos y eso lo hace a través de la generación constante de nuevos
elementos que son capaces de reconocer todas las entidades moleculares, entre
ellas componentes propios. Dentro del propio sistema hay estrategias para avisar
de que aquellos componentes que podrían generar enfermedades, sean adecuadamente
tratados. Y eso que hemos aprendido del sistema inmune lo podemos extrapolar a
la sociedad. En la sociedad tenemos una diversidad que es la base de nuestra
riqueza. Dentro de esa diversidad hay individuos que luchan contra el sistema,
lo mismo que harían aquellos que en el sistema inmune lucharían contra los
componentes propios. En la sociedad ese control se establece en base a tres
criterios. El primero es la eliminación física de los elementos negativos (la
pena de muerte), una estrategia que en el sistema inmune no funciona. El segundo
elemento es el aislamiento social (la cárcel). En el sistema inmune hay
elementos similares al encarcelamiento, pero tampoco son la mejor opción. El
sistema inmune lo que ha probado es que la mejor respuesta es la educación: el
educar a aquellos elementos que actúan contra el sistema y en base a la
educación se transforman en elementos útiles para el sistema. Esa es la
aplicación que podríamos dar a nuestra sociedad. Incluso a aquellos elementos
que tratan de destruir la sociedad, lo que hay que hacer no es ni destruirlos
físicamente ni arrestarlos, sino educarlos para que actúen en beneficio de ella.
-¿Estamos programados para envejecer y morir, o en realidad el deterioro del
cuerpo se debe a un cúmulo de daños y errores?
-Evidentemente se van produciendo errores, pero al final morimos porque
fracasa el corazón, el hígado o el páncreas. El objetivo es sustituir esos
órganos, regenerarlos constantemente para así ir retrasando la mortalidad. Por
eso lo primero es entender las causas fisiológicas del envejecimiento. Y si
entendemos esas causas posiblemente seremos capaces de modificarlas y por tanto
retener, alterar o prevenir el envejecimiento. ∆