Mi móvil actual empieza a
tener achaques y, lo que es la modernidad, no encuentro uno nuevo que
sirva sólo para lo básico: para llamar.. |
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MARZO 2005
QUE MODERNOS SOMOS
POR ELENA F. VISPO
M e ha llegado uno de esos escritos
graciosillos y en general absurdos que circulan por internet, sobre la vida
moderna. Por ejemplo: sabes que vives en el siglo XXI cuando tecleas por
despiste la contraseña del móvil en el microondas, cuando pierdes el
contacto con los amigos y familiares que no tienen e-mail, o cuando te dan
palpitaciones al descubrir que te has dejado el móvil en casa, y tienes que
dar inmediatamente la vuelta para recogerlo. Y es cierto, los tiempos
cambian que es una barbaridad y una casi no se entera hasta que, como en la
canción, vuelve un momento la vista atrás y compara. Mírenme a mí, que era
de las que no quería móvil y ahora me encuentro comparando catálogos de
estos de última generación polifónicos, con bluetooth (que aún no sé qué
es), mp3 y cámara de vídeo integrada. Todo porque mi móvil actual empieza a
tener achaques y, lo que es la modernidad, no encuentro uno nuevo que sirva
sólo para lo básico: para llamar. Porque digo yo que si quiero sacar fotos,
me compro una cámara de ídem. Digital, claro, que el formato papel tiene los
días contados.
Aquí somos muy modernos y ni nos hemos enterado. Decimos, por ejemplo: tal
cosa cuesta cincuenta euros. Y ya no hace falta traducirlo a pesetas, porque
sabemos directamente que es carísimo. Sin conversor ni nada. Esto, que
parece tan sencillo nos ha costado nuestro trabajo, pero ya está. Ahora nos
movemos euro-peseta, peseta-euro, con una facilidad pasmosa. Todo gracias a
la cuenta de la vieja: un euro-veinte duros. Lo digo porque si antes un café
costaba noventa pesetas ahora cuesta noventa céntimos. Redondeando, un euro,
y si no me creen dense una vuelta por el todo a cien de su barrio. Y nos
quedamos tan panchos, dominado el cambio monetario, el Íbex, el Down Jones y
lo que se nos ponga por delante.
En lo del euro no somos originales, pero es que además en España somos
modernos porque tenemos una Constitución nueva que no sabemos muy bien para
qué vale, pero hay que ver el ejemplo de europeísmo que hemos dado a la
misma Europa. Ya se ve que una democracia del siglo XXI tiene en cuenta la
opinión de la ciudadanía que, como es moderna, sabe estar a la altura y
decir sí cuando tiene que decir sí y no cuando tiene que decir no. Con el
éxito de este referéndum, esperemos que cunda el ejemplo y celebren uno cada
trimestre, mes arriba o abajo. Con temas de candente actualidad: ¿Quiere
usted que se legalice el matrimonio gay? ¿Quiere que se reforme el sistema
educativo? ¿Quiere que Canal + emita en abierto? ¿Prefiere que gane la liga
el Barça o el Madrid? Ya me imagino las tremendas campañas electorales, con
sesudos argumentos adaptados a la capacidad cognoscitiva del votante medio,
tipo, ya lo hemos visto: "vota sí porque es bueno" o "vota no porque es
malo". Lo moderno en democracia, por lo visto, es que te pregunten tu
opinión sin dar tiempo ni material para que te crees una. Y total, da igual
lo que votes porque será un referéndum consultivo pero no vinculante.
Traducido: "tú di lo que te parezca que ya haré yo lo que me dé la gana".
En cualquier caso, ser europeo está de moda. Y la moda es muy importante en
todo esto. Las mujeres somos modernas cuando salimos a la calle con unas
botas de tacón de aguja y punta de punta -valga la redundancia-, unas medias
de red y unos pantalones de raso rosa -valga de nuevo la redundancia-, que
no cubren ni la pantorrilla, y enseñando la tirilla del tanga, aunque corra
una ola de frío que ni en Siberia la recuerdan igual. También ellos, desde
que han descubierto el desodorante -aunque aún queda un 17% de trogloditas
que no lo usan ni en verano, tiene tela el dato- y la colonia y las cremitas
de la cara, tardan más en arreglarse que una vedette. Son más que modernos:
son metrosexuales.
Por cierto, con esto de las olas de frío empieza a ser moderno quedarse
atrapado en el coche por el mal tiempo. Sobre todo cuando llevan una semana
avisando por la tele de que no se viaje si no es por vida o muerte. Pero es
que tiene su punto: tú te vas a Burgos de finde y, aunque no llegues, vas a
tener una historia fantástica que contar cuando llegues a casa: el fiestorro
que montasteis en el polideportivo donde os alojaron, lo guapo/a que era
el/la policía que te echó la bronca por no llevar cadenas y/o no saber
ponerlas...
Eso es lo que se lleva, tener los medios para evitarse problemas pero ir a
por ellos de cabeza. Conclusión: con tantos avances aún no hemos dejado
anticuado el sentido común. O eso espero, porque he visto un móvil wap de
última generación, que permite enviar e-mails a la vez que mantener una
videoconferencia, que me está confundiendo muy seriamente el juicio. Pa'
moderna, yo. ∆ |