
Cuando la enfermedad entra
en escena parece que desaparece todo el mundo que nos rodea. |
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MARZO 2005

LA SALUD
POR ELENA G. GOMEZ
H ace unos días y por circunstancias
que ahora no vienen a cuento, me topé de frente con la enfermedad. Ahora, y
con la perspectiva que me dio el paso de los días, puedo decir que aquello
que en un principio fue un golpe emocional fuerte me llevó a profundizar más
sobre la enfermedad, su origen y cómo enfrentarse a ella.
Partiendo del punto de vista de que no admito la enfermedad como tal, con
sus connotaciones negativas y su protagonismo, pues cuando la enfermedad
entra en escena parece que desaparece todo el mundo que nos rodea, preferí
enfocar la cuestión desde otro punto, un punto que tiene más que ver con la
ausencia de salud y por lo tanto, una situación que se puede superar
aplicando no los tratamientos para la enfermedad sino las características de
la salud.
Así, por ejemplo, si entendemos que la enfermedad es la ausencia de la
salud, y la salud es un estado de vitalidad, positividad y creatividad, lo
primero que hice fue quitarle todo el dramatismo que siempre se pone ante
estas circunstancias y sentirme positiva, alegre y dispuesta sobre todo a
una cosa, a la victoria.
Luego empecé a trabajar con el cuerpo visualizándolo como algo vivo,
sintiendo que hay vidas inteligentes dentro de mí, vidas que sabían qué
tenían que hacer y a las que yo tenía que apoyar mediante el reconocimiento
y la confianza en ellas.
Y, por si tú que estás leyendo esto te encuentras en una situación parecida,
te propongo un juego de visualización, tal vez a través de él llegues a
conectar con otro mundo que también está dentro de ti...
Imagínate que eres el dueño de una fábrica enorme con varias plantas y que
tiene grandes salas donde se desarrollan distintas actividades aunque todas
están unidas entre sí.
Imagina que hay un lugar donde se reciben las materias primas y que éstas
pasan a una planta donde se elaboran los productos, que luego pasan a otra
planta donde se clasifican y luego se distribuyen. Imagina que tienes
trabajadores de todas las categorías, desde el peón hasta el ingeniero,
además tienes personal específico destinado sólo al control, cuidado y
mantenimiento de las máquinas, otros a la investigación y creatividad, otros
a la administración, etc. Es decir, una fábrica con todo lo necesario.
Piensa que tú eres el empresario y, por tanto, quieres sacar el mayor
rendimiento de tu fábrica y para ello te preocupas, por una parte, de que
las materias primas que entran sean de primera calidad, y por otra, que los
trabajadores rindan al cien por cien. Y como tú quieres ser un buen
empresario sabes que para tener a los trabajadores contentos y que se
sientan responsables de su trabajo no sólo tienes que darles un buen sueldo
sino que también tienes que relacionarte directamente con ellos, conocerlos
personalmente, saber lo que hacen, valorar sus capacidades y reconocer su
trabajo.
Ahora imagínate que esa fábrica no está fuera sino dentro de ti. Imagínate
que tu cuerpo es una gran fábrica, una fábrica que tiene sus trabajadores
dentro, y que ellos dependen de ti de la misma forma que tú dependes de
ellos.
Ahora debes pensar cuáles son las responsabilidades que tienes tú como jefe
de tu empresa. Debes comprender que el buen o mal funcionamiento de ella
depende en una gran parte de ti, de que te conozcas y sepas qué debes darte.
Así, si piensas en las máquinas de tu fábrica-cuerpo, tienes que tener
presente que hay cuatro aspectos que no debes descuidar y estos son la
alimentación, el descanso, el ejercicio y la hidratación. Tienes muchos
lugares donde acudir para aprender cómo debes funcionar pero hay aspectos
elementales que no requieren grandes estudios y que puedes incorporar de una
forma sencilla a tu vida, tales como: comer no lo que te guste sino lo que
debe ser preparado de tal forma que te guste. Descansar lo necesario, ni
mucho ni poco, pero lo justo. Hidratarse, es decir, beber agua, porque es el
agua la que hace que las máquinas no se recalienten, y haz ejercicio de
forma equilibrada para sentir que el cuerpo no pierde fuerza ni elasticidad.
Y al igual que en una empresa hay que cuidar el material con el que
trabajamos, también hay que cuidar a las vidas que lo manejan, y estas vidas
son sensibles a otro tipo de energías, energías que no vienen del exterior
sino del interior de la propia fábrica-cuerpo.
Y aquí es donde tú, como jefe de tu fábrica-cuerpo, tienes aún más
responsabilidad, porque está demostrado que según sea tu estado de
conciencia, según sea el control sobre tus actos, se producirá una u otra
respuesta en tu cuerpo.
Está demostrado que si se tiene, por ejemplo, una actitud de vida bajo el
temor, el sistema inmunológico del organismo no responde correctamente,
mientras que si se vive de forma valiente, confiando en uno mismo, y
positivo ante las dificultades, el mismo sistema inmunológico responde,
produciendo tranquilizantes similares a los que tomaríamos a través de los
medicamentos.
Por eso la positividad, la confianza en uno mismo, las actitudes creativas o
decir lo que uno piensa, son mucho más que buenos consejos que nos
permitirán tener una vida más atractiva y enriquecedora, son auténticos
escudos ante posibles enfermedades. ∆ |