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curiosidad por la vida le llevó a estudiar Magisterio, Filosofía y Periodismo.
Estuvo de corresponsal en todos los lugares de conflicto en aquel momento:
guerra del Líbano, Siria, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Después trabajó
para la Agencia EFE en Cuba, Centroamérica e Italia. De ahí pasa a dar clase en
las universidades de Sevilla y Cádiz. Es director de dos revistas, tres foros
especializados en debate, etc. etc. etc. ¿Qué une esta trayectoria? Lo resume en
la primera frase de su libro: El mundo necesita con urgencia abrazar el debate
para curar sus heridas y construir un mundo mejor.
-¿Por qué decidió escribir este libro?
-Llevo mucho tiempo investigando sobre dos temas que me apasionan: la
libertad y la democracia. Dentro de este análisis descubrí no sólo que la
sociedad está enferma y cuáles son los defectos de nuestro sistema de libertad y
democracia, sino también quise buscar soluciones.
-Desde que se enfrentó a esa primera página en blanco hasta que escribió la
última línea, ¿cambió algo dentro de usted?
-Es muy interesante esta pregunta. Desde Séneca hasta Plinio cualquiera que
entra en un proceso creativo sufre las consecuencias de ese mismo proceso.
Pienso que uno siempre cambia. ¿Cuál ha sido mi cambio? A medida que iba
avanzando en el análisis me quedé impresionado de la barbaridad, locura y
aberración a la que han llegado los partidos políticos. Este ha sido mi primer
gran descubrimiento tras un proceso totalmente racional y de análisis. Los
partidos políticos se han infiltrado en la sociedad hasta lugares prohibidos por
la propia democracia: asociaciones de vecinos, consumidores, etc. Han
monopolizado por completo la política y eso no es bueno. Porque si no existe la
sociedad civil lo que hay es una especie de dictadura camuflada, que creo que es
lo que está ocurriendo en nuestra democracia. El segundo descubrimiento es que
los ciudadanos han desaparecido o son una especie en extinción porque han sido
expulsados de la política y además exterminados como si fuesen linces.
-¿Qué representa el ciudadano en una democracia?
-Un ciudadano en el sentido griego de la palabra, es una persona
responsable, participativa, con sentido del autogobierno, con capacidad para
pensar en el bien común, con capacidad de vivir en el diálogo permanente y la
búsqueda de soluciones. Hoy por hoy, el gran depredador del ciudadano es el
político profesional que es el que ha asumido el control y monopolio de la
política y la gestión pública, cometiendo el mayor error que se puede cometer:
expulsar a lo mejor que había sobre la tierra, al ciudadano responsable, que es
el que debería de estar presente en la gestión del planeta.
-Si el ciudadano ha sido expulsado de la política y el monopolio lo tienen
los partidos políticos, dígame cómo recuperar el control...
-Éste no es un libro de lamentos sino de soluciones. Y precisamente planteo
dos soluciones para este problema. Una es fabricar ciudadanos de nuevo, y la
segunda es utilizar el debate como arma, como esencia, como método de vida
política y ciudadana. Si tú planteas el debate dentro de una empresa, te aseguro
que funciona, yo lo he experimentado. He comprobado que cuando la gente debate
seriamente, con libertad, con orden y dentro de la búsqueda de soluciones, se
producen las sinergias, una fuerza increíble que llega a cohesionar. La gente se
vuelve más feliz, más productiva, se genera innovación. Pues lo mismo que
funciona en esto funciona en la sociedad.
-Entonces, ¿por qué se nos plantea el debate como algo que disocia, separa y
sobre todo, se teme?
-Te voy a decir algo bastante duro. Creo que hemos diseñado un mundo -será
el tema de mi próximo libro-, que tiene la mala leche de extraer de los humanos
lo peor que tienen. Mira por ejemplo el concepto de justicia. Está basada sólo
en la sospecha, represión y castigo del delito. Imagínate que en un momento
determinado de la historia en vez de alimentar esta línea se hubiese abierto el
camino de premiar la virtud, el bien. ¿Cómo sería nuestra sociedad? La justicia
sólo castiga a quien comete errores. Reprime el mal, no potencia la bondad, la
entrega o el bien. Otra cuestión equivocada es cuando se dice que la esencia de
la democracia es el voto, cuando cada vez que se vota surge una mayor separación
y doble derrota del que no consigue ganar. Una porque pierde y la otra porque
queda condenado al silencio. Insisto en que una democracia no debe de estar
basada en el voto sino en el discernimiento, la búsqueda del bien común, el
debate como en las Asambleas de Atenas en los tiempos de Pericles. Allí sólo se
votaba en momentos muy críticos, el resto de la vida política se solucionaba a
base de debates. Frente a esto puede decirse: ¡claro, allí podía hacerse porque
eran cientos de personas pero ahora somos millones...! Ese argumento tampoco
vale, ya que a través de Internet y las nuevas tecnologías podemos convertir el
mundo en una gran asamblea. Si a los partidos les interesase realmente conocer
lo que la gente piensa se pondría en marcha un sistema informático muy similar
al de la declaración de la renta, que sí funciona porque les interesa cobrar
impuestos. Pero la verdad es que no les atrae lo más mínimo porque si los
políticos profesionales dan pie a que los ciudadanos participen, ellos perderían
el poder, el control y por lo tanto los privilegios.
-¿Cómo podría la sociedad civil descubrir el auténtico poder que tiene en sus
manos?
-En el siglo XVIII tiene lugar la Revolución Francesa, nacen los ciudadanos,
la democracia y cambia el mundo. Se crea el Estado y también una serie de normas
y sistemas de control de los cuales hoy no queda en pie ninguno. Se estableció
la separación de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial para que mutuamente
se vigilasen y no interfirieran entre sí. Hoy los partidos políticos con la
mayor desfachatez del mundo y sin esconderse, nombran jueces y discuten sobre
esos nombramientos, o sobre quién va a presidir el Tribunal Supremo o el Consejo
General del Poder Judicial. "Yo tengo cinco, tú cuatro, yo tres..." ¡Pero si
esto está prohibido por la reglas del juego! Lo mismo ha pasado con la prensa.
La prensa libre ha sido creada para que vigilase al Estado y por tanto está
obligada a generar opinión, investigar y aportar al ciudadano información veraz.
¿Dónde está hoy la prensa libre? Tal grupo de comunicación pertenece al PSOE, el
otro al PP... ¿Dónde hemos llegado? Un periodista que toma partido, deja de ser
periodista. Te digo esto para que veas hasta qué punto los partidos en vez de
generar participación, lo que han hecho es expulsar al ciudadano de la política
y llamarle cada cuatro años para votar. Pero yo creo que los ciudadanos -por lo
menos una parte-, empiezan a querer salir de este "secuestro". Hay una fuerza
desconocida que le impulsa a hacerlo por encima de cobardías, dudas o fracasos.
Ahora bien, hasta que lo consiga va a tener que pasar por muchos peligros y
desiertos porque hay mucha alimaña dispuesta a defender sus privilegios y sus
poderes, a costa de lo que sea. El protagonismo debe de volver al ciudadano.
-¿Cómo articular ese poder?
-En una democracia sólo se hace camino al andar. La guerra que ya ha
comenzado, se está librando desde distintos frentes. Si echamos una ojeada
veremos muestras del espíritu libre, del altruismo, del ejercicio de la libertad
sin importar las consecuencias que ello pueda tener. Hay núcleos de debate
serio, hay movimientos internacionales de protesta que están luchando a nivel
internacional. Hay muchas formas de actuar. Yo escribiendo un libro, tú con lo
que estás haciendo en este momento, propagando ideas, generando debates, debemos
de volver a tomar el timón.
-¿Dónde está la utopía y la rebeldía en la sociedad actual?
-Muy vivas. En la historia de la humanidad la rebeldía sube o baja como un
termómetro. Cuando suben la rebeldía y la utopía la sociedad avanza y cuando
desciende, retrocede. Ésta es la madre de la historia. Alimentar ambas es el
camino. El otro día en una conferencia cuando comenté una idea me dijeron unos
muchachos: "¡Pero si eso es una utopía!". Y me sorprendió que me lo dijesen como
algo negativo cuando el avance de la humanidad ha estado de la mano de los
utópicos. ¡Dime que soy un utópico! ¡No hay nada más grande que eso! El
ciudadano debería de reaccionar ante cosas con las que no está de acuerdo y no
conformarse. Por ejemplo, no deberían de soportar y quedarse en casa tan
tranquilos, cuando uno pone la tele y aparecen valores que no deseamos. ¿Dónde
están esos valores que mueven a la sociedad? Yo estaría dispuesto a salir a la
calle a protestar, aunque la gente piense que es reaccionario. Creo que habría
que defender la utopía, los valores, la virtud... y esto no tiene por qué ser
retrógrado.
-¿Qué opinión tiene del periodismo que se está desarrollando en la red?
-Los medios de comunicación tradicionales se han mercantilizado. Se han
vendido al poder que es quien les pone publicidad, les proporciona influencias;
los partidos necesitan del apoyo de la prensa para hacer llegar sus mensajes y
además la prensa puede cambiar la orientación del voto. Sin duda ha tenido lugar
un gran pacto en el que el perdedor de nuevo es el ciudadano. Y la prensa, que
era una emanación de la ciudadanía democrática, desgraciadamente ha pactado con
los propios poderes a los que tenía que vigilar. Esto que te comento no es una
opinión, es algo demostrable. Hay que volver a tomar el timón de la situación y
volver a defender valores que no pueden ser abandonados como la independencia,
la objetividad y sobre todo, el servicio a la ciudadanía que es el entorno donde
nace el periodismo democrático moderno. Hoy las redacciones han perdido el poder
y se les ha trasladado a aquellos que contratan la publicidad, a la empresa, al
mercado. Internet en este sentido está virgen por el momento. Nadie lo ha
comprado ni vendido. Lo que aquí nace está fresco. Los partidos aún no han
metido sus zarpas. Cuando me preguntan sobre el tema les digo que no tengo mucha
esperanza en Internet, aunque hoy por hoy la veo brillante, bella, libre e
incluso estableciendo ciertas alianzas que se habían perdido con los ciudadanos.
El periodismo de los bloggers, el periodismo electrónico, las revistas, quienes
distribuyen la información en la red, todo ello parece conectar con el concepto
de democracia original. Pero como decía, tengo pocas esperanzas porque el día
que descubra el New York Times -que en cierta forma ya lo ha descubierto-, que
la frescura y la renovación están aquí, intentará comprarlo. Y el dinero puede
mucho. ∆