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Quizá no se podía evitar la marea mortal del tsunami pero, mientras el primer mundo va y viene a la luna, una vez más es la población menos favorecida quien paga el peaje de una sociedad desquiciada por obsesiones monetarias y carente de dimensiones cívicas

FEBRERO 2005

LA HORA
VIOLETA


UN MUNDO UTOPICO
POR ISABEL MENENDEZ

A principios del siglo XX, la escritora Charlotte Perkins Gilman publicaba en una revista, los capítulos de una novela por entregas, "Dellas", obra futurista que, en la raíz de su argumento, se estaba adelantando a filosofías hijas del fin de siglo. Perkins, cuyo relato "El papel de pared amarillo" sería su obra más conocida, fantasea en el libro con un estado habitado únicamente por mujeres. La novela, una utopía de amazonas pacíficas, sigue ofreciendo reflexiones interesantes y válidas aún hoy, a pesar de sus defectos, identificados ya por la crítica literaria; entre ellos, la ingenuidad o el etnocentrismo (inevitable en la época en que se había escrito).
Las mujeres de "Dellas" se reproducen mediante la partenogénesis, esto es, mediante el sistema que existe en algunas plantas y animales y que consiste en la división de células sexuales femeninas, sin la intervención de células masculinas. Por eso esta novela se incluye en la categoría de ciencia ficción y, con este argumento, habría encontrado la fórmula para prescindir de los varones quienes, al no ser necesarios para la reproducción, se habían extinguido. Sin embargo, no es un texto cercano al feminismo radical de los setenta, aquel que rechazaba al sexo masculino, sino que sus postulados tienen muchos más puntos en común con la corriente, más reciente, del ecofeminismo, filosofía creada formalmente en los años ochenta. Ello es así porque todas las mujeres son sabias, pacifistas y vegetarianas. No conciben algunas experiencias del mundo real que Charlotte Perkins pone en evidencia mediante el recurso de situar a unos viajeros, varones, en el centro de Dellas. A través de la convivencia con los extranjeros, las protagonistas cuestionan el uso y el abuso de los recursos naturales pues no entienden que existan colectivos a los que no llega el alimento; en su opinión, la tierra pertenece a toda la comunidad y todos sus miembros tienen legítimo derecho a beneficiarse de sus frutos. En Dellas existe un sentimiento colectivo que no sólo incluye los recursos y riquezas sino también las hijas (únicamente nacen niñas), que son criadas y educadas por la colectividad, en lo que parece una ideología política cercana a tesis socialistas o comunistas, tal vez de forma no prevista por Perkins. El libro también pone en cuestión la socialización diferencial entre ambos géneros, mediante el uso de la ironía, el humor y la descripción de las contradicciones que existen entre hombres y mujeres, representadas muchas veces en objetos cotidianos como el vestido o el adorno. La autora es muy sutil al introducir estas cuestiones entre el argumento, poniendo sobre la mesa lo artificial de tantas cosas que aparecen como naturales. Por otro lado, toda la sociedad se concentra en la educación y crianza de sus hijas, con un sistema de control de natalidad previsor de los problemas demográficos que aparecen con la sobrepoblación. Además, las protagonistas, utilizan la ingeniería genética y han eliminado aquellas especies de flora y fauna que no producen ningún rendimiento. En definitiva, y aunque su publicación data de 1915, ofrece muchos elementos que siguen sin resolver un siglo más tarde.
Algunas ideas del texto de Perkins coinciden con el pensamiento de Vandana Shiva, autora imprescindible del ecofeminismo. Shiva, ingeniera agrónoma, se ha destacado por la crítica al sistema capitalista que no tiene reparo en hipotecar el futuro del mundo con el agotamiento de los recursos. Esta posición ética encuentra elementos comunes entre la explotación y degradación del mundo natural y la opresión que sufren las mujeres en todos los lugares del planeta, por eso su nombre, ecofeminismo, y de ahí su empeño, la búsqueda de fórmulas sostenibles, que terminen con la devastación que sufre la Tierra en nombre del libre mercado o las estrategias militares. Vandana Shiva vive en la India, uno de los países que ha sufrido importantes pérdidas, las más dolorosas las humanas, con el tsunami que ha afectado al Océano Índico. Sería interesante conocer su opinión sobre la inexistencia de sistemas de alerta y evacuación en toda la zona, destino turístico de los países ricos quienes, curiosamente, sí gozan de esos sistemas (u otros similares para riesgos de otro tipo) en sus lugares de origen; países siempre a salvo de unos desastres naturales que la globalización capitalista considera inevitables, hipocresía ésta que permite mirar hacia otro lado. Quizá no se podía evitar la marea mortal del tsunami pero, mientras el primer mundo va y viene a la luna, una vez más es la población menos favorecida quien paga el peaje de una sociedad desquiciada por obsesiones monetarias y carente de dimensiones cívicas; en España (quizá también en otros lugares) las entidades bancarias no tienen reparo en cobrar comisiones por las aportaciones solidarias de las personas que quieren ayudar a paliar el sufrimiento del prójimo. Apetece instalarse en la utopía de Dellas. ∆

   

   
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