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CHEMA CABALLERO
Foto: Gervasio Sánchez

FEBRERO 2005

CHEMA CABALLERO

En 1998 encargaron a Chema Caballero, misionero javeriano, una labor: la rehabilitación de niños soldados en Sierra Leona. No tenía ningún modelo de donde copiar, ni la seguridad de que podría lograrlo. Pero su preparación, su entusiasmo y sus experiencias diarias dieron forma a un programa que ha salvado a más de 3.000 niños soldados, rehabilitándolos en la sociedad sierraleonesa. Texto: Marta Iglesias

 -El sueño autodidacta-

Todo se recoge en el libro de Gervasio Sánchez 'Salvar a los niños soldados. La historia del misionero Chema Caballero en Sierra Leona'. La vida apasionante de un licenciado en Derecho que para dar sentido a su existencia se hace misionero javeriano. Un master de sociología en Nueva York, y el estudio de varios idiomas y costumbres africanas le prepararon para diseñar un programa que ha salvado a más de 3.000 niños. Por su parte la vida le curtió con los inmigrantes madrileños y una estancia en el Bronx neoyorquino que todavía recuerda.

-¿Qué sensación recurrente tiene cuando viene a España y observa a su alrededor los problemas que nos afligen?
-Sin querer juzgar, son problemas que a mí me parecen muy banales. Hay una serie de problemas políticos que se ven reflejados en los periódicos y televisiones, donde parece que nadie quiere realmente enterarse de lo que está pasando en el mundo. Y sobre todo, lo más importante, no quiere saberse por qué están pasando tantas cosas en el mundo. Un ejemplo es el de los niños soldados, pero hay tantas y tantas otras cosas que nadie quiere conocer...

-¿Cuáles son las armas que utiliza para ayudar a los niños que acuden a su programa?
-Primero la disciplina, pero después empleo la paciencia y nunca condeno ni juzgo a los niños. Es importante apoyarlos siempre y saber estar cerca de ellos en los momentos difíciles, generar una relación de confianza que al final es lo que les ayuda a salir de todo esto.

-¿Cómo recompone sus mentes destruidas y cuándo considera que están recuperados?
-Ese es un proceso muy lento, y cada niño tiene su tiempo. Dos personas que han estado en la misma situación, después la viven de manera distinta. Lo importante es que los niños se sientan seguros, hasta que hay un punto en el que necesitan hablar. Es un momento clave en el programa y se produce cuando el niño cuenta su verdadera historia, que no es la que relatan cuando llegan al centro, de 'he matado, he violado, he cortado manos...' sino la historia del niño que dice 'he tenido frío, me pegaban, pasaba miedo, me acordaba de mi madre, quería volver a mi aldea, quería volver al colegio...' Esa es la verdadera historia, cuando los sentimientos van saliendo a flote y cuando se puede enganchar con esos niños y empezar a trabajar con ellos. Hay quienes tardan tres semanas, tres meses o niños que necesitan uno o dos años para llegar a este momento. Pero si un niño no es capaz de sacar los sentimientos a flote, no se podrá recuperar.

-Con las situaciones tan fuertes que han vivido estos chavales, ¿se recuperan de todo, vuelven a la pureza e inocencia que perdieron?
-No creo que se recupere el niño, se recupera el ser humano. Además ten en cuenta que en África -y sobre todo Sierra Leona, con una media de vida de 38 años-, hay una mortalidad infantil altísima, así que se sobrevive día a día. Muchas veces no se sabe si se va a llegar a mañana. Se vive el presente muy intensamente. Y es esa misma vitalidad la que permite que nadie se recree en sus propios traumas, se mire el ombligo, porque si te paras no tienes más fuerza para salir adelante, no sobrevives. Esa misma vitalidad que tienen los africanos, los sierraleoneses, hace que estos niños no olviden lo que han vivido pero que sí sean capaces de superar ese momento, de poner aparte toda esa violencia vivida y seguir adelante.

"Todo el mundo tiene derecho a su propia búsqueda de dios y a poder expresar su relación con dios a su propia manera"

-¿Con qué les cuesta más convivir: con los remordimientos del pasado o con la falta de esperanza en un futuro, en un país con tan pocas posibilidades de crecimiento?
-Yo creo que es algo intermedio entre ambas cosas: un vivir con los remordimientos, con los problemas del pasado y al mismo tiempo con el miedo al futuro. Es un miedo que está latente en todos los jóvenes de Sierra Leona, un país donde no hay trabajo, no hay futuro, por eso tanta gente intenta salir y venirse para aquí en las pateras que llegan a nuestras costas. Porque es un país donde no se ve que la gente pueda salir adelante, así que cuando un niño se recupera tiene que enfrentarse a los problemas de cualquier joven de Sierra Leona, lo cual también muchas veces es una barrera ante ellos.

-Para trabajar con estos niños, ¿qué esquemas y valores ha tenido que cambiar? ¿Su propia línea imaginaria entre el bien y el mal ha desaparecido?
-Posiblemente. Hay muchas cosas que han ido cambiando dentro de mí, pero al final lo más importante es que se va creando algo muy positivo que es el creer siempre en el ser humano, apostar siempre por el ser humano. Y por eso se sigue apostando por estos niños. Yo al principio de este programa era bastante pesimista, escéptico... pensaba que nunca se podría recuperar a un niño. Los había visto delante de mí, con sus armas, drogados... y pensé que nunca se podrían sacar de ahí. Sin embargo cuando entras en el programa y vas viendo cómo hacen el esfuerzo, cómo les cuesta, caen y vuelven a salir, y ves ese deseo de superarse dices que vale la pena apostar por el ser humano, que todavía hay esperanza.

-Usted es un católico comprometido, pero su vida se acerca más al movimiento de la Teología de la Liberación que a las pautas vaticanas...
-No sé en este momento donde estoy (risas). Me encuentro un poco perdido en medio de todo esto. Me he nutrido mucho de autores de la Teología de la Liberación, también de la Teología de la Liberación Africana. Pero sobre todo he descubierto que en el día a día hay que estar al lado de la persona que sufre, y el hecho de estar sobre el terreno te hace tomar opciones, te va cambiando las convicciones.

-Pero sin duda hay una gran diferencia entre la vida de religiosos comprometidos como usted y la gente del Vaticano...
-Posiblemente la hay. Ellos están viviendo en sus palacios, nosotros estamos viviendo en el día a día de Sierra Leona y por supuesto los planteamientos son distintos, la forma de ver las cosas a veces es muy distinta. Yo creo que en el fondo lo que importa en la Iglesia es que todo el mundo sea fiel al evangelio y se acepte la diversidad. Todo el mundo tiene derecho a su propia búsqueda de dios y a poder expresar su relación con dios a su propia manera.

-¿Alguna vez se desespera? ¿Ha sentido el fracaso cuando alguno de los niños ha vuelto a su vida anterior?
-Hombre, claro que sí. Muchas veces te desesperas cuando ves que las cosas no funcionan como tú quieres que funcionen, cuando ves tantos problemas a los que tienes que enfrentarte cada día, cuando me encuentro solo... Me desespero y muchas veces tomo como fracasos personales cuando un niño no sale adelante, cuando un niño vuelve a caer en la droga o en la violencia. Aunque en los últimos años he hecho un esfuerzo para no implicarme tanto, lo sigo viviendo como fracaso personal.

-¿Qué labor realiza en este momento, una vez cerrado el centro de Saint Michael?
-Coordino lo que queda del programa. Hago mucha campaña en contra del uso de niños soldados y al mismo tiempo estoy en una zona de selva profunda en Sierra Leona, donde hemos empezado un nuevo programa de educación como clave del desarrollo. Estamos haciendo escuelas, formando maestros y convenciendo a las familias de que manden a sus hijos y sobre todo a sus hijas al colegio. ∆

 Salvar a los niños soldados

Así titula Gervasio Sánchez su nuevo libro publicado por Debate. Una historia entretejida a lo largo de los muchos años que lleva el fotoperiodista conociendo la crueldad que viven estos niños arrancados de sus familias. Pero más que hablar de tragedia, aquí triunfa la esperanza. Y el artífice del milagro es Chema Caballero, según el autor "una persona entregada a su trabajo, que cree en lo que hace desde el principio. Las 24 horas del día estaba a disposición del proyecto. Y te puedo asegurar que dormía muy poco y nunca se negaba a recibir a un chaval que tuviese necesidad de hablar con él, fuera la hora que fuera del día o de la noche". Salvar a los niños soldados sirve también de incentivo y guía para todos aquellos que quieran llevar a cabo en África un proyecto similar, y de hecho son muchos los que llaman al misionero javeriano para que les dé ideas sobre las dificultades que se encuentran. Los problemas que él ha sorteado y las decisiones que ha tenido que tomar han sido duras y muy valientes, a veces granjeándose las críticas expresas de NU. Pero entre todas las armas desplegadas por el misionero, Gervasio destaca una fundamental: "La mejor virtud de Chema Caballero ha sido la mediación entre los niños soldados y la sociedad sierraleonesa. Se le ocurrió abrir pisos tutelados, pero éstos debían estar en zonas donde la guerrilla ha pasado en diferentes ocasiones arrasando, cortando brazos, quemando casas... Chema consigue convencerles de que hay que apoyar a estos niños y al final la gente acepta que los mismos que les han atacado convivan con ellos. Esto es una gran virtud africana y sierraleonesa que tiene que ver con el día a día y la supervivencia. Hacer algo en los Balcanes o en España tras la Guerra Civil hubiera sido totalmente imposible". Pero aquí el proyecto ha sido un éxito, salvando a más de tres mil niños, muchos de los cuales han vuelto con sus familias. "Además -completa Gervasio- es un programa que se ha hecho con pautas africanas y muy poco dinero, porque Chema jamás dejó que se escapara un euro o un dólar por las alcantarillas de la corrupción. Cualquier división de NU se hubiera gastado 10 ó 15 veces más y tenido un resultado mucho menor. Pero él lógicamente sabía que cada dólar que llegaba costaba mucho conseguirlo, algo que NU y la comunidad Europea olvidan todos los días. Cada dólar hay que defenderlo, y no se pueden defender las ayudas que llegan con políticas de salarios vergonzosos, con dejadez en el control de las cuentas, permitiendo la corrupción... Si yo fuera director general de NU contrataba a Chema como gerente general y te puedo asegurar que en cinco años NU cambiaba radicalmente". Y es que imaginación, valentía y fuerza de voluntad unidas renuevan cualquier proyecto. Todas las posee Chema Caballero en abundancia.  ∆

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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