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EL ALEPH

 

Debemos respetar las creencias de los demás, sin duda alguna, pero ello no presupone que las tengamos que adoptar como nuestras.

ENERO 2005

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DE LA MANO DE DIOS
POR JOSE ROMERO SEGUIN

España es "ipso jure"(por naturaleza de ley) un estado laico, pero lo cierto es que en la práctica la presencia de la Iglesia Católica se hace sentir en un doble sentido, aquel que emana de su acción Institucional y la que se deriva del ascendiente sobre sus feligreses, miembros activos y con capacidad de decisión en el entramado social que lo sostiene. Cuestión ésta que este gobierno parece dispuesto a liquidar; y con lo que la gran mayoría de los ciudadanos estamos totalmente de acuerdo, entendiendo que el estado no debe acatar otra voluntad que la de los ciudadanos que lo forman. Y que no se puede seguir confundiendo la esfera privada con la pública, puesto que respecto a la primera cada uno tiene derecho a tener su particular dios y su peculiar fe, mientras que en la segunda no debe haber otro dios que el hombre ni otra fe que la de la solidaridad, justicia y libertad.
No obstante, de todos es conocida la dificultad que se encuentra cualquier proyecto social a la hora de conciliar estos dos ámbitos; puesto que, la opinión nace de la singular voluntad de cada uno y al amparo de sus íntimas aspiraciones y creencias, siempre claro está condicionadas por su entendimiento y sus influencias religiosas, ideológicas, etc. Y como es así, y es de todos sabido, se debe educar al individuo en ese sencillo pero arduo entendimiento. El que nos dicta que es el hombre y no dios quien merece nuestra atención, y al que debemos dispensar todos cuantos cuidados estén en nuestra mano ofrecer.
De todos modos no podemos ignorar que la gran mayoría de los ciudadanos españoles profesan el cristianismo, y como tal, alto el grado de dificultad a la hora de conseguir que estos actúen bajo criterios estrictamente sociales. Por ello se han de tomar medidas en ese esencial sentido, pero con coherencia, y me refiero a que no se puede iniciar una campaña de concienciación respecto a la necesidad de desligar a la Iglesia católica, mayoritaria en España, del Estado, a la vez que se inicia una incomprensible aproximación al islamismo, y menos aún desde posturas de intromisión y apoyo similares a las que tratamos de erradicar, porque es entonces cuando no se entiende nada de nada. Es más, no cabe sino preguntarse, ¿las reformas del gobierno nacen del convencimiento o son simplemente fórmulas de castigo a sectores que no les votan? ¿Está basada su política en firmes creencias o en simples intereses electoralistas? Porque qué otra explicación tiene que se intente uno desligar de una religión que mal que bien se ha modernizado mínimamente, para abrazarnos a una que no es que tenga vocación intervencionista o de participación en los asuntos de estado, sino que aspira a ser Estado. Una religión, que por otra parte, no comparte los valores de nuestra sociedad, sino que los rechaza, cuando no los sitúa en la picota de su cruzada.
Debemos respetar las creencias de los demás, sin duda alguna, pero ello no presupone que las tengamos que adoptar como nuestras. Su opinión debe ser tenida en cuenta en el ámbito social, porque lo que no cabe duda es que ellos son hombres como nosotros, pero su dios, es algo que deben circunscribir como nosotros el nuestro, a su ámbito individual, y mantenido por lo tanto lejos de la esfera social.
Resulta bochornoso ver que siendo conscientes de las taras que arrastran tras de sí las religiones y sus dioses, nos dediquemos a promocionarlos entre ellos, es como si quisiésemos mantenerlos en la ignorancia, como si nos deleitáramos en la tarea de entregarlos a una realidad atemporal que les frena en sus legítimas aspiraciones sociales.
Panfletos explicando el Islam, construcción de mezquitas, clases de las enseñanzas coránicas, en una palabra, su dios como dios, y ellos, ahogándose al cruzar el estrecho, y ellos, pudriéndose en chabolas de plástico en los márgenes de los olivares, y ellos, explotados en sus puestos de trabajo, y ellos, gobernados por sátrapas y tiranos. No hay derecho a tanta hipocresía, no señor, no la hay, si de verdad queremos ayudarles ayudémosles a liberarse no a atarse, no queramos para ellos lo que no queremos para nosotros.
A la hora de justificar tal desatino, cabe pensar en posturas de tolerancia con actitudes intolerantes, percibir aviesas intenciones en cuanto a promocionar ataduras sociales, o razonar que tal vez se actúe de tan indolente actitud por miedo, o mejor dicho, terror, ante la posibilidad de que se cometan nuevos actos de terrorismo. Como se puede observar ninguna de las tres sostiene atractivo alguno para cualquier observador. Pues es estúpido mostrarse tolerante con lo que exige firmeza, es criminal promocionar cadenas y es legítimo como inútil tener miedo porque ésa es justamente la lógica del terror, la de establecer como premisa el miedo y como razón la suya.
Por todo ello entiendo que tanto ante el Islamismo radical y embarcado en una guerra santa, como ante el imperialismo americano, debemos alzar la voz y denunciarlos en todos los foros como lo que son, lacras que nos retrotraen a tiempos ya superados. Que rompen en definitiva la convivencia en paz y armonía de todos los habitantes del planeta. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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