sta es la
historia de un tipo corriente que vivía en un sitio aleatorio y que como la
mayoría de los españoles, trabajaba mucho y duro para hacer frente cada mes a la
descomunal hipoteca que tenía firmada. Su vida sólo giraba en torno al trabajo,
no tenía tiempo ni para su mayor hobby: estudiar el sistema reproductivo de las
hormigas de cabeza roja. Como decimos todo era insatisfacción y monotonía, hasta
que un día decide hacer un balance de su vida. Apuntó por un lado todos los
bienes que poseía y por otro, lo que debía. La terrible conclusión a la que
llegó es que -casi sin darse cuenta-, había hipotecado su vida. Había "vendido"
su tiempo al sistema -los 35 años que tardaría en pagar la hipoteca-, y en
cambio el sistema no le debía nada a él. "¡Ay, si fuera dueño de mi propio
tiempo!"... exclamó.
El economista Fernando Trías de Bes, coautor con Alex Rovira del libro "La Buena
Suerte", nos invita a reflexionar sobre el sistema, sus exigencias y los valores
realmente importantes en la vida.-Parece que nos hemos
acostumbrado a escuchar por la calle frases como "me gustaría tener tiempo para
pasear, hacer deporte, leer o charlar más con mis hijos"... ¿Cómo hemos llegado
hasta aquí?
-Sin darnos cuenta. Ha existido una cierta complejidad en cuanto a las
actividades que nos vamos auto imponiendo. Hemos conseguido prosperidad,
abundancia y recursos e invertimos todo esto en ocio. Para ello se nos oferta un
amplio mercado y la presión de esta oferta acaba ejerciendo una presión también
sobre el individuo. El tiempo libre se ha convertido en algo que ha de llenarse
con gasto, con dinero. Al final ese tiempo para leer, pasear, pensar o charlar
se ha ido sustituyendo por un ocio que cuesta dinero. Dentro de este diseño, el
individuo cada vez está más aislado de sus congéneres, cosa que antes era
impensable.
-A todo esto habría que añadir el dato del alarmante nivel de
endeudamiento de las familias españolas...
-La primera pregunta para hacerse es, ¿el individuo desea esto? La respuesta
es: no. Sí se quiere una vivienda, pero no el nivel de esfuerzo que se le está
requiriendo al ciudadano por ese bien de primera necesidad. Otra pregunta sería,
¿cómo hemos llegado a esta situación donde un bien básico está costando una
cantidad tan brutal, no de dinero, sino de tiempo para conseguir ese dinero?
Porque al final lo que en realidad se establece es un compromiso para trabajar
toda la vida para poder pagar ese bien. Y esto es algo que no se desea y sin
duda se tendrá que corregir. Cuando la demanda quiere algo, tarde o temprano la
demanda reacciona y lo corrige.
-¿Y para cuándo esa revolución del ciudadano? ¿Qué crees que
tendría que ocurrir para que esto tuviese lugar?
-Creo que ya ha empezado. Están teniendo lugar cambios sobre todo en la
gente joven que se incorpora al mercado de trabajo y exige una serie de
condiciones. Por eso hay ahora empresas que están introduciendo las medias
jornadas, sistemas más flexibles. O lo hacen o se les va la gente buena y
competente. Hombre, no es una revolución tan drástica como la de mi libro, pero
sí se está produciendo en muchos frentes. Ese tiempo de demanda de corrección ha
empezado, aunque es un proceso lento y queda mucho recorrido.
-¿Y qué hace el sistema con el tiempo que roba al ciudadano?
-Lo transforma en valor. El tiempo del individuo en horas de trabajo no deja
de ser un recurso productivo y el tiempo del individuo en forma de consumo, no
deja de ser un elemento de demanda. Así que lo que hace con el tiempo del
individuo es transformarlo en parte de la cadena de valor desde un punto de
vista económico.
-¿Se podría decir que poseer tiempo es poseer poder?
-Sí. Existe una definición de poder que me encanta y tomé de un libro de
David Anisi, catedrático de la Universidad de Salamanca, según la cual el poder
es el cociente entre el tiempo que obtienes de los demás y el tiempo propio que
debo emplear para obtenerlo. Esa para mí es una definición de poder, clarísima.
Tener poder es poseer el tiempo de los demás.
-Un individuo que llegase a controlar su tiempo, a disponer
libremente de él... ¿no supondría una amenaza para el sistema?
-En el sistema actual tal y como está concebido, sí. Pero se crearía otro
sistema. En el libro soy muy provocativo, pero en la realidad las cosas no se
hunden como pasa allí, sino que se corrigen. Sin duda asistiríamos a una nueva
forma de organización entre ciudadanos, seguro.
-¿Hacia dónde iría encaminada?.
-No lo sé. Es muy difícil adivinarlo. Dependería de cómo se articulase esa
propiedad sobre el tiempo. Quien es dueño de su tiempo no se conforma con no
hacer nada, sino que toma control del tiempo que quiere dedicar al trabajo y
selecciona aquellas cosas que de verdad le llenan en base a una jerarquía de
valores. No se cargaría con lastres que condicionasen su vida.
-Comentas en el libro que se necesitaba urgentemente una
utopía para reemplazar a las que se han ido perdiendo. Aseguras que existe una
crisis de utopías. ¿Cuáles propones?
-La principal utopía a la que nos enfrentamos ahora es de alguna forma
unificar mercado y valores sociales, no bursátiles, sino morales, éticos. Creo
que hay un alejamiento claro de la espiritualidad en Occidente y que ahí queda
un vacío donde el mercado está copando tiempo al individuo. La utopía sería
conseguir fórmulas o mecanismos que integrasen dentro de los mercados el sentido
que se quiere dar a la existencia, a la sociedad. El poder -a medida que
formamos parte de una sociedad de intercambio-, contribuirá a un mundo mejor de
una manera que lo implique al mismo tiempo. Es una utopía en la que ya hay gente
trabajando.
-Ese espacio espiritual del que hablas tampoco lo están
llenando las religiones...
-Es obvio que las religiones también están sufriendo sus crisis pero las
personas siguen buscando y se siguen haciendo preguntas existenciales, sobre
ética, sobre moral... y ese espacio que antes llenaba la religión ahora se busca
en otras áreas.
-¿Has conseguido tener tiempo para hacer lo que realmente
deseas?
-Bastante, pero no todo. Estoy en la misma tesitura que planteo en el libro.
Consigo dedicar un tiempo en la semana a escribir, que me encanta.
Afortunadamente los fines de semana consigo no trabajar. Llego a mi casa todos
los días no más tarde de las ocho, que está muy bien. Pero también dispongo de
horas de actividad que tengo que dedicar a cosas que no son las que a mí me
gustaría hacer.
-En tus libros haces reflexiones muy lógicas y profundas. Una
curiosidad, ¿cuánto tiempo dedicas a pensar al cabo del día?
-La mente la tengo bastante viva, me gusta mucho reflexionar, sobre todo
cuestionar, tantear... Siempre me digo que la realidad que tengo delante es así
porque alguien la ha ido diseñando o se ha ido configurando de esta manera
concreta, pero podría ser de otra forma. Todo puede cambiar. El pensar es algo
innato en mí que por cierto me llena bastante. No sé cuantas horas pero sí que
es bastante continuo.
-¿Qué harías con el famoso frasco de los cinco minutos de
libertad?
-Un ratito de lectura.
-¿Has pensado alguna vez qué representa la muerte dentro del
tiempo total de nuestra vida?
-He pensado muchísimo en la muerte. Vamos a ver, la muerte es el final de la
vida desde el punto de vista metafísico. En relación al tiempo para mí sólo hay
esto: es lo que detiene el cronómetro desde el punto de vista existencial. La
otra reflexión es si la muerte ayuda a dar un sentido a ese tiempo de vida, o
no. Personalmente creo que sí. Si piensas en tu vida como que nunca acabara,
seguro que empezaría a no tener sentido y acabaría siendo agobiante, y mira que
a mí me encanta la vida. La muerte, aunque sea duro aceptarlo, da un sentido
clarísimo al hecho de vivir.
-¿Y no podría ser la muerte algo así como un "corte de
mangas" al sistema?
-El sistema no es algo tan ajeno al individuo. ¿Sabes por qué utilizo el
símil de las hormigas de cabeza roja? Aparte de que tiene broma y es jocoso,
tiene un motivo muy claro. La hormiga la utilizo porque parece que poco puede
influir sobre el hormiguero. Falta una y parece que no afecta al conjunto. No
creo que la muerte sea un corte de mangas al sistema porque el sistema es un
poco el resultado de lo que todos hacemos. Aunque sea una utopía y uno solo
parece que no cambia el sistema, la verdad es que entre todos al final, sí se
consigue. Yo creo que el sistema es lo que nos merecemos por cómo nos
gestionamos.
-Tus planteamientos y reflexiones son sencillos y parecen dar
solución a cuestiones que a priori tienen apariencia de complicadas. ¿Crees que
eso forma parte del engaño donde lo aparentemente complicado resulta ser muy
sencillo de cambiar?
-Has dado en un punto clave y te felicito por la agudeza de tu observación.
Es cierto, al final tenemos problemas muy graves que tienen soluciones muy
sencillas, lo que ocurre es que las cosas obvias son obviadas. Lo sencillo a
veces es muy complicado.
-¿Has sabido sacar provecho a tu "buena suerte"?
-Sinceramente, no me planteo demasiado si tengo o no tengo suerte. Soy de
las personas que creo que lo que obtengo es por lo que hago, tanto para bien
como para mal cuando me equivoco. Lo que me sucede me lo tomo como punto de
partida para lo próximo donde quiero ir. Mirar hacia atrás es quedarse anclado y
parado. Ante una situación siempre me pregunto, ¿y ahora, qué es lo que quiero?
Intento vivir y aprovechar lo que me ofrece la vida. Lo vivo, procuro
canalizarlo de manera adecuada, intento ponerlo en su justa medida, lo disfruto
y continúo mi camino sin detenerme. Tengo una actitud optimista ante la vida. El
cambio, como la buena suerte, está en las manos de cada uno. ∆