a patria de la
escritura es un territorio compartido por muchos, en el que las palabras
nacen y mueren obedeciendo el dictado del corazón, la mente y algunas
veces, cuando los temas lo requieren, de las tripas. Cuando el Prestige
decidió asfaltar la costa gallega, Séchu Sende encontró la clave para la
solución de una novela que llevaba tres años escribiendo. Orixe, que más
tarde obtuvo el premio Blanco Amor, fue el resultado de unir una ficción
imaginaria con la realidad social de un compromiso que a día de hoy se
mantiene vivo a través del contacto con la gente joven, ya que da clases
de Lengua Gallega en un instituto, y la participación en movimientos
sociales como Burla Negra.
-Tras el desastre del Prestige fuiste uno de los más
activos en el movimiento social que se generó. Ya desde la distancia,
¿cómo valoras lo que supuso aquella movilización para Galicia?
-Cuando fui a Muxía y vi toda la costa impregnada de chapapote me di
cuenta de que había una distancia enorme entre la información oficial y
la realidad. La crisis que tuve fue descubrir la mentira mediática, la
distancia que hay entre lo que le sucede diariamente a los ciudadanos y
la representación social en los medios de comunicación. Viví de cerca la
creación de "NUNCA MAIS", una reacción espontánea que dio origen a un
movimiento social que está activo tres años después. La movilización
social fue un toque de atención del ciudadano que supuso muchas cosas.
Una de ellas fue una visita al pasado para conocer las causas por las
cuales nos estaba sucediendo esto una y otra vez: el Casón, el Mar Egeo,
el Prestige. Creo que lo más importante fue la creación de una
conciencia de fiscalización de los poderes políticos. De repente muchos
gallegos y gallegas se dieron cuenta de que estaba en sus manos hacer
algo en contra de toda la mentira que en aquel momento simbolizaba el
Partido Popular y su gestión de la catástrofe. Es el germen de una nueva
forma de entender Galicia donde la gente participa más en los asuntos
sociales.
"Viví de cerca la
creación de "NUNCA MAIS", una reacción espontánea que dio
origen a un movimiento social que está activo tres años
después" |
-¿Se puede hablar de un antes y un después tras el
Prestige?
-Aunque aparentemente en las elecciones municipales, que vinieron
inmediatamente después de lo del Prestige, el PP salió reforzado, somos
muchos los que pensamos que el movimiento social estaba empezando a
funcionar, no como algo que tenía como objetivo derrotar a un partido
político en el poder, sino como una forma de expresión y reivindicación.
Una nueva forma de hacer política en la que los ciudadanos y ciudadanas
participásemos directamente. En el primer momento, en base a lo
emocional, mucha gente salió a la calle y protestó, pero luego llegó una
fase donde realmente se vio la necesidad de crear unas nuevas
estructuras de participación. Entonces se dio otro paso, que fue el de
la autoorganización. Ahí entraron diferentes colectivos como Burla Negra
o Area Negra, colectivos sociales y asociaciones de vecinos que
empezaron a actuar de una forma más comunicativa. Cuando llegaron las
últimas elecciones había una red social creada, no con el objetivo
prioritario de influir en las elecciones, sino con el objetivo
permanente de influir en la realidad social gallega.
-Tal vez lo más importante fue la movilización
ciudadana, que la gente saliese a la calle y mostrase abiertamente cuál
era su postura respecto a lo que estaba sucediendo...
-Esa actitud supuso el descubrimiento de que los ciudadanos y
ciudadanas tenemos mucho más poder del que parece. Realmente podemos ser
más decisivos y hay otras formas de actuar aunque parezca que sólo somos
necesarios para votar cada cuatro años. Yo creo que es una forma de
vivir socialmente que está cogiendo cohesión en Galicia. Los gallegos
aprendimos a vernos a nosotros mismos, a detectar una serie de
necesidades y ponerles arreglo. Lo que más me interesó fue ver cómo se
construyó una red de comunicación alternativa que nos permitía acceder a
noticias e informaciones, censuradas directamente por los medios
públicos en manos del PP, y crear nuevas estructuras de comunicación
sobre todo a través de Internet. Por otro lado, a pesar de que el
Prestige fue un capítulo negro, aprendimos a valorarnos como pueblo en
el sentido de que fue una fuente de autoestima ver en la calle a cientos
de personas juntas. Fue algo que nos fortaleció, enseñándonos la lección
de que juntos se pueden cambiar las cosas. De momento ya echamos al
dinosaurio. Cayó por su propio peso y ahora la cuestión es seguir
creando.
-¿Fue una victoria del poder de la calle?
-En ese sentido el trabajo social y la participación de mucha gente
de diferentes colectivos, dio como resultado un cambio que fue
visiblemente político. Se echó del gobierno a un partido mentiroso y
corrupto, pero también supuso un cambio social. Nos enfrentamos con un
nuevo tiempo histórico donde quedó demostrado que el trabajo cooperativo
-no sólo para criticar o protestar- es necesario para construir otros
modelos de convivencia. El cambio es posible y nunca se puede uno
acomodar a ninguna situación de injusticia.
-Participaste muy activamente en la creación del
cortometraje "Hai que botalos". ¿Valió la pena el esfuerzo?
-Sí, valió la pena. Diez días después de lo del Prestige hubo una
convocatoria para la gente de la cultura en Santiago de Compostela y la
sorpresa fue llegar a la sala grande del Auditorio de Galicia, y ver que
estaba totalmente llena. En esa asamblea nació Burla Negra como
colectivo y como plataforma, no sólo de protesta, sino como una forma
nueva de expresión. Durante este tiempo ser artista en Galicia supuso un
compromiso con la libertad de expresión y también con los ciudadanos-as
que tenías al lado. Gracias a ese compactamiento de la gente de la
cultura, se pudieron acometer trabajos de grandes dimensiones como "Hai
que botalos". Un proyecto en el que participaron casi cuatrocientas
personas de forma voluntaria y que puso al servicio de la sociedad un
mensaje estético con compromiso social. Por mi parte en los
cortometrajes tuve un papel bastante secundario. No escribí el guión, no
colaboré directamente pero estaba en el grupo de organización. Fue un
proceso de muchos meses hasta llegar a la gente y poner sobre la mesa la
mentira del PP. Viví como un proceso personal muy satisfactorio ver que
la gente cedía su tiempo para el esfuerzo común. Valió la pena porque
Fraga, por ejemplo, nos puso en el punto de mira. A Burla Negra nos
llamó "activistas de segunda" y "morralla". Nos sentimos muy satisfechos
de que Fraga reconociese nuestro mérito en su pérdida electoral. Valió
la pena porque allí a donde llegaba la película había gente que abría
los ojos y veía que el PP no era más que un muñeco de cartón lleno de
gusanos. Todo este material es memoria que queda para que se sepa
realmente lo que sucedió, al margen de la información oficial.
"A
Burla Negra, Fraga nos llamó "activistas de segunda" y
"morralla". Nos sentimos muy satisfechos de que reconociese
nuestro mérito en su pérdida electoral" |
-Con los cambios progresivos que ha vivido Galicia y
el reciente cambio de gobierno en España se habla de una nueva forma de
democracia. ¿Crees que tenemos ahora más democracia que antes?
-Yo soy consciente del término "democracia" desde hace relativamente
poco tiempo. Supongo que, como muchos niños, lo aprendí en el colegio
pero no lo he asimilado hasta más tarde. Hay poca democracia con la
gente que es "diferente". Hay poca democracia para darle voz a la gente
oprimida o sin voz porque no se reconocen sus derechos laborales, de
vivienda, o culturales. Hay mucha gente que parece no existir. Siempre
digo que, además de las tres dimensiones en las que vivimos, hay una
cuarta que es la dimensión de la ciudadanía que sufre una serie de
avatares que no están representados por los medios de comunicación, pero
que existe. Todo lo que es falta de democracia en Galicia empieza por un
hecho de identidad que no se reconoce, como es la marginación de la
lengua. Es terrible ver que nuestra lengua perdió más del 50% de
hablantes en los últimos cincuenta años. Para mí la democracia que
tenemos es absolutamente insuficiente, y la solución que veo es
participar en su construcción reivindicando una serie de derechos de los
que mucha gente carece.
-Con motivo del referéndum por la Constitución
Europea se reclamaron otras formas de organización política más
representativas. ¿Cuánto cuenta el pueblo en las decisiones que después
marcan su futuro?
-Creo que cuenta poco. Podíamos ser mucho más decisivos de lo que
somos. A mí la estructura de representación política no me satisface. La
sociedad es mucho más diversa de lo que se nos da a entender y hay
cuestiones que se mueven en otra dimensión. Cuando fue lo de la
Constitución Europea me sentí una minoría muy minorizada por el hecho
cultural de que no se reconociese la lengua que yo hablo todos los días
como una lengua oficial en Europa al igual que española o la francesa.
-En la novela Orixe con la que obtuviste el premio
Blanco Amor, asaltan al lector palabras como libertad, rebeldía, lucha,
y se contempla el poder de cambiar las cosas de sitio. ¿Qué lugar ocupan
estos valores en la sociedad?
-Todo lo contrario a lo que significa pasividad, resignación o
sometimiento. Creo que lo más válido que puede descubrir una persona es
que puede intentar ser libre. Nos tenemos que resistir a seguir por
caminos que no nos conducen más que a la destrucción. Desde todos los
puntos de vista la rebeldía supone defender unos criterios de bien común
que, muchas veces, pueden ser destruidos por intereses básicamente
económicos. Yo me sumo al movimiento antiglobalización desde mi lucha
local y en ese sentido asumo el slogan de los independentistas gallegos:
"A loita e o único camiño". Me veo como bebedor de muchas culturas
políticas que confluyen en la insumisión, sobre todo en todo lo que se
refiere a la destrucción de los intereses económicos de las
multinacionales, de las mini nacionales o de caciquillos. En ese sentido
creo que todos deberíamos ser más jóvenes a nivel político, más
inocentes y más valientes, porque muchas veces tenemos miedo a perder
cosas que no son tan importantes.
-Escribir para los demás implica un compromiso con la
sociedad en la que vives. ¿Qué tipo de compromiso ha aceptado Séchu
Sende?
-Mi primer compromiso cuando empecé a escribir a los dieciséis años
fue con la lengua gallega. Yo hablé castellano hasta esa edad y viví en
una familia en donde la lengua gallega se escondía. El considerar que
había una lengua que era superior a la otra lo viví de forma reflexiva y
cuando me puse a escribir cuentos y poemas decidí que mi lengua era el
gallego. Desde entonces la defensa de la identidad lingüística y
cultural de Galicia es lo que me lleva a escribir. En Galicia tenemos
una serie de problemas sociales comunes a muchas sociedades
occidentales, pero tenemos otros problemas que son más propios, sobre
todo los que tienen que ver con la identidad. Llevamos muchos años
avergonzándonos de hablar en gallego y yo decidí que mi lengua era como
cualquier otra lengua del mundo y que tenía todos los derechos. Ese afán
de normalidad, de escribir una literatura que se quiere liberar de todo
tipo de prejuicios y sometimientos es lo que me lleva a escribir.
También tengo un compromiso conmigo mismo de conocer todo lo que está a
mi alrededor. Cada vez estoy más cómodo escuchando a la gente. La gente
que me rodea o que pasa rápidamente por mi vida, puede ser muy útil
porque puede aportarme muchas cosas. En ese sentido estoy comprometido
con toda la humanidad y con todo aquello que cada día es más importante
que las ideologías. Lo que vengo descubriendo desde hace algún tiempo es
que, lo más eficaz, es hablar a los ojos de la gente y escuchar
sinceramente. Ver que hay proyectos comunes por los que vale la pena
llegar a consensos sobre diferentes maneras de ver el mundo donde lo
importante sea nuestra forma de sentir, de construir y de compartir
cosas. ∆