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ABRIL 2005

El mito de la España Católica (II)

EL MITO DE LA ESPAÑA CATOLICA


Texto: Carolina Fernández / Fotos: Fusión

Un día sí y otro también el tema de la Iglesia está en primera página. Su progresiva y evidente pérdida de poder y de influencia en la calle pone nerviosa a la jerarquía y les impulsa a decir cosas fuera de contexto y que además revelan su talante autoritario y despótico, fruto de muchos años encumbrados en el poder, creyéndose los intermediarios divinos entre un Dios que nadie acaba de comprender del todo y unos hombres que bastante tienen con sobrevivir a los avatares de la vida cotidiana.
Y la realidad es que mucho se habla de la Iglesia y del catolicismo, pero fuera de los ritos religiosos, más tradición que auténtica fe, el católico practicante es una rara especie en vías de extinción. Así lo dicen las encuestas, así lo dice la calle, y así lo aseveran los templos casi vacíos, las vocaciones casi extintas y, sobre todo, la reacción popular contra unas ideas, unos valores, que chocan contra toda lógica humana y que cada día cuentan con más detractores.
El tema de la Iglesia, su historia, sus verdades y sus mentiras, da para mucho, y no hizo más que empezar. Al fin y al cabo estamos ante un derrumbe contemplado en las profecías, una caída que tiene mucho que ver con la evolución mental de los ciudadanos, con la búsqueda de nuevos caminos espirituales y con el derecho a disponer libremente de la libertad de cada uno, sin vivir permanentemente bajo la amenaza del pecado como si fuéramos delincuentes escapados del "paraíso".
El hombre es libre por diseño y por naturaleza, y no necesita intermediarios para conectar, sentir, interpretar o amar a su Creador. Todo ello es algo personal, muy personal y muy interno, nadie ni nada lo puede sustituir.
Pretendemos con este reportaje llamar a las cosas por su nombre y, sobre todo, poner en tela de juicio la legalidad de una institución que se autoproclama de origen divino, pero que tal origen ofrece muchas dudas.
Luego, que cada uno, libremente, saque sus propias conclusiones.

"En cuestiones como el matrimonio gay la Iglesia se queda sola, por no hablar de patrones en la moral sexual, que para la mayoría de la sociedad resultan totalmente incomprensibles"
Más del 80% de españoles se declara católico en las encuestas, pero a la hora de la verdad, una inmensa mayoría no sigue los dictados del Vaticano, no cumple con sus preceptos y sigue los rituales más por costumbre que por fe. Entonces ¿por qué seguimos pensando que España es un país católico?

Hace cincuenta años se declaraban católicos el 98% de los españoles. Hoy esa cifra se ha reducido al 82% (CIS, 2002). Sin embargo, es una cifra aparente. Sólo un 19% cumple con la principal seña de identidad de la comunidad católica: la misa semanal. Otros se desmarcan claramente de lo que establece la Iglesia en temas tan polémicos como el aborto, los anticonceptivos, las relaciones prematrimoniales o la homosexualidad, entre otros. "En cuestiones como el matrimonio gay la Iglesia se queda sola, por no hablar de patrones en la moral sexual, que para la mayoría de la sociedad resultan totalmente incomprensibles" afirma Antonio Gómez Movellán, miembro de la asociación Europa Laica.
Que la institución no atraviesa un buen momento, es evidente. La sociedad avanza deprisa, mientras que lo que viene de Roma mantiene posturas estáticas contra viento y marea. Eso pasa factura, para empezar, en el número de católicos fieles a las doctrinas tal cual se exportan del Vaticano. Se origina así un curioso fenómeno que describe el sociólogo Alberto Moncada en su libro "Religión a la carta", y es que las personas interesadas en practicar o creer en algo trascendente confeccionan su propio "menú", eligiendo retales de un lado y de otro, en función de su propia conveniencia y de su personal concepción de la vida: "Hay católicos que creen en el cielo pero no en el infierno. Hay católicas que van a misa y se casan por la Iglesia pero usan preservativos e interrumpen sus embarazos". Y eso en un marco de apertura y libertad, es decir, sin sentimiento de culpabilidad por estar 'errando el camino', algo que para el sociólogo Moncada es un signo de la madurez de una sociedad que no acepta la imposición. El pecado tiene un ámbito cada vez más reducido en las conciencias de los españoles, que no ven problema en declararse católicos, y luego, en la vida cotidiana, distanciarse de la moral que impone la Iglesia. "Hay temas en la vida social y política española, como los anticonceptivos, que ya no son ni siquiera un debate. Es algo que la Iglesia católica perdió. Ellos siguen insistiendo, pero saben que están predicando en el desierto más absoluto", comenta Antonio Guirado, presidente de Gais Positius.

"Muchos de nuestros contemporáneos contemplan a la Iglesia como una institución anquilosada y aferrada a su propio pasado. Esta sensibilidad no es ajena a miembros de la misma Iglesia"

Los jóvenes universitarios tienen una baja valoración de la Iglesia católica y no les ofrece confianza. Le dan una nota baja: 2,9 según una encuesta realizada por Metroscopia para la Fundación BBVA. La sensación en la calle es que la Iglesia se ha quedado atrás. No comprende los cambios que se producen en la sociedad y se encierra en unos planteamientos inmovilistas y anacrónicos que hacen que se distancie cada vez más de lo que se vive en la calle. "Básicamente el problema es que la sociedad española es una sociedad plenamente secularizada, laica, que ve como intolerables las intromisiones de la Iglesia en temas morales y se cuestiona si realmente hay que financiar una Iglesia o si debemos de tener una Iglesia de tipo cuasi oficial", comenta Movellán.
Muchos, dentro de la misma Iglesia, son conscientes de la distancia, cada vez más grande, que separa lo que se decide y se gestiona en los despachos de la institución, de la realidad cotidiana que viven las personas. "La Iglesia sabe que juega en contra de la sociedad -continúa-, que su peso no es el que tenía antes. Lo que busca, puesto que ya no puede tener una influencia social muy amplia, es extender unas redes de asistencia social o educación, que actualmente abarcan a 8 ó 9 millones de personas. La batalla de la influencia social ya la dan por perdida". Recientemente una pastoral de los obispos del País Vasco y Navarra admitía, en un ejercicio de autoanálisis, la debilitada posición de la Iglesia. "El presente es crudo; el futuro es sombrío", así resumen una situación a la que se ha llegado, en palabras de los mismos prelados, por la mediocridad de los cristianos, los escándalos de personas y grupos eclesiales, la visión corta de sus pastores y la falta de valentía para las renovaciones de calado. "Es duro comprobar la apatía religiosa de muchos creyentes, el rechazo de numerosos increyentes y los problemas que unos y otros tienen con la Iglesia". Se trata de una ruptura cultural sin precedentes. Salvo para una minoría de cristianos que permanecen fieles a su Iglesia, la inmensa mayoría se mantiene gracias a la pervivencia de algunos ritos, más fundamentados en la costumbre que en la fe. Bodas, bautizos, comuniones, funerales. Son rituales de paso que se celebran la mayor parte de las veces por la inercia de la tradición, no por convicciones profundas. "Si se te muere una persona ¿Qué vas a hacer? Pues un funeral. Cuando nace un niño, salvo algunas pocas parejas que dicen que ya decidirá cuando sea mayor, acaban bautizándolo. Y seguirá habiendo bodas mientras sea una ilusión de la mujer el ir de blanco y oler a incienso. Es un asunto de pura costumbre que no sucede sólo en España" afirma Alberto Moncada. "Muchos de nuestros contemporáneos contemplan a la Iglesia como una institución anquilosada y aferrada a su propio pasado. Esta sensibilidad no es ajena a miembros de la misma Iglesia", reconocen los cinco obispos que firman el documento.

"La tradición de confesionalidad está perdiéndose, ya sólo está en los sectores religiosos más duros. En un par de generaciones esto se lo ha llevado el viento". Alberto Moncada

La Iglesia, pues, pierde poder y presencia social. El obispado, antaño un importante centro de poder provincial, es hoy sobre todo un órgano gestor que procura mantener el difícil equilibrio entre el dictado de la jerarquía y la realidad que sus fieles viven cotidianamente. Tradicionalmente tuvo en nuestro país la exclusiva de la espiritualidad. Ya fuese por convicción personal o por imposición cultural, la realidad es que durante décadas España fue la "reserva espiritual de Occidente", definición de cuño franquista que resume una época de estrecha relación entre el Estado y la Iglesia que todavía hoy no se ha superado del todo. "No es que España fuera católica, sino que estaba obligada a ser católica, que es diferente -explica Antonio Guirado-. Y además bajo pena de ser excluido de la sociedad. Los homosexuales hemos padecido prisión hasta finales de los setenta. Y esto no era sólo porque el dictador fuera malo, sino porque además era católico. La Iglesia jamás dijo que aquello fuera injusto". Actualmente el abanico se ha abierto, y la Iglesia Católica tiene que competir en un mercado más amplio, con otros dioses tanto espirituales como materiales. Según la cifras de la Iglesia el 97% de los españoles están bautizados. La asociación Europa Laica no se cree este dato. En las últimas encuestas de CIS sobre religiosidad en España el número de españoles indiferentes rozaba el 39%. Si sumamos los indiferentes, los no practicantes y los ateos nos acercamos al 70 %. Y la cifra es aún mayor entre la población joven. Según una reciente encuesta realizada por la Fundación BBVA, los universitarios creen que la Iglesia está anticuada en temas sexuales. Los jóvenes aprueban la vida en pareja sin casarse, la reproducción asistida, el matrimonio homosexual, la adopción por parte de homosexuales, la eutanasia, el aborto, la maternidad o paternidad sin pareja estable. Aunque un 45% se declaran católicos, apenas un 11% pisa la Iglesia una vez al año.

En las últimas encuestas de CIS sobre religiosidad en España el número de españoles indiferentes rozaba el 39%. Si sumamos los indiferentes, los no practicantes y los ateos nos acercamos al 70 %.

Con estas cifras, el sacerdocio no parece una ocupación con futuro. El número de sacerdotes se ha reducido en más de un 30% en los últimos cincuenta años, y la edad media del clero español ronda los 65 años. La Conferencia Episcopal admite que actualmente cuentan con un número de seminaristas bastante menor que hace veinte años, una realidad que asumen con preocupación, pero "también con esperanza". El número de alumnos en seminarios mayores ha ido descendiendo progresivamente en las dos últimas décadas, "aunque lo importante -puntualiza un portavoz de la Conferencia Episcopal- no es el número, sino el tipo de jóvenes sanos y buenos que tenemos, y que este deseo de servir a la Iglesia sigue existiendo entre los niños y jóvenes de nuestras comunidades cristianas". Este deseo tiene cifras. En el curso actual ingresaron en los seminarios mayores un total de 281 nuevos alumnos en toda España, la cifra más alta en los últimos diez años. Con ellos se contabiliza un total de 1524 alumnos preparándose para un posible sacerdocio. En algún momento se dijo que había seminarios que empezaban el curso sin seminaristas, pero la Conferencia Episcopal no ratifica este punto. Tampoco ven problemas en el horizonte para poder atender convenientemente las parroquias, debido a la sequía de sacerdotes. "También los laicos tienen una función importante. Muchas veces el sacerdote tiene que hacer funciones que perfectamente podría hacer un laico o un seglar comprometido con la parroquia, de modo que de momento no se contempla ese problema".

En palabras del Ministro de Justicia López Aguilar, no existe otro país en el mundo donde haya una financiación tan generosa con cargo a los presupuestos del Estado.

La Iglesia española es muy conservadora, posiblemente una de las más reaccionarias de Europa. En España, durante los ocho años de gobierno del Partido Popular vivió un cómodo periodo de complicidad con las instituciones. La política del gobierno, afín a los valores que defiende la Conferencia Episcopal, favoreció en muchas ocasiones los intereses de la Iglesia. Coincidieron con facilidad tanto en objetivos como en métodos. "Cuando ganó el PSOE -comenta Antonio Gómez Movellán- la Iglesia, que fue tan dependiente del PP, estuvo durante todo un año jugando a la desestabilización del triunfo electoral. El medio más utilizado ha sido, como sabemos, la cadena COPE. Ahora parece que ya está remitiendo, porque la Iglesia, lógicamente, siempre tiende a pactar con el gobierno establecido. La reunión que recientemente se ha mantenido con la vicepresidencia va en este sentido: limar asperezas y mantener en definitiva el status quo".
Y es que las relaciones con el gobierno socialista tienen otro cariz. Uno de los primeros pasos del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue romper una de las leyes más mimadas por la anterior legislatura, La ley de Calidad de la Enseñanza, atendiendo el clamor de una gran parte de la sociedad, además de poner en marcha otras medidas que se refieren a otros tantos temas que hacen saltar los fusibles de la jerarquía, como el divorcio, el aborto, o la nueva ley de matrimonios, que proporciona igual estatus legal a las parejas del mismo sexo, y que ha sido muy bien recibida por amplios sectores de la sociedad. Además, el Gobierno ha reconocido que la Iglesia Católica recibe en España un trato preferente y promete que el tema será sometido próximamente a revisión, aunque no se han fijado fechas. Se hablará, por supuesto, de la financiación, uno de los puntos más delicados y que más furias desata. España es un estado declarado aconfesional en la Constitución, sin embargo el Estado aporta cada año millones de euros en diferentes conceptos. En palabras del Ministro de Justicia López Aguilar, no existe otro país en el mundo donde haya una financiación tan generosa con cargo a los presupuestos del Estado. El Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales Jesús Caldera, ha reconocido que el hecho de que el Estado aporte ayudas a esta confesión religiosa "se tendrá que acabar algún día", y que deben ser los fieles los que a través de diferentes mecanismos sostengan su Iglesia. Actualmente esto está muy lejos de suceder, porque la generosidad de los donativos no alcanza para cubrir los gastos de la institución.

El número de sacerdotes se ha reducido en más de un 30% en los últimos cincuenta años, y la edad media del clero español ronda los 65 años.

Este giro en la política del Gobierno ha desatado las iras de la jerarquía católica, que ha irrumpido en la vida política para enjuiciar las decisiones del ejecutivo. Hasta de Roma han llegado las críticas. El mismo Juan Pablo II, antes de sus sucesivas convalecencias, tuvo fuerzas suficientes para censurar al gobierno socialista y afirmar que no se pueden arrancar las raíces cristianas de España. El Gobierno pide respeto y la Iglesia se queja de su situación. El PP, por boca de su secretario general Angel Acebes, denuncia una campaña de provocación y agresión a los católicos. Tras la victoria electoral del Partido Socialista, la Iglesia ve que su privilegios históricos pueden correr peligro y decide asumir el papel de víctima de la situación. Las relaciones con el Gobierno se hacen especialmente crispadas y obligan a la vicepresidenta Fernández de la Vega a mantener conversaciones con la Conferencia Episcopal para tratar de rebajar la tensión entre las instituciones.
Pero esta feroz lucha de poderes se produce a unos niveles que no influyen en la vida cotidiana de millones de españoles católicos y no católicos. Para el sociólogo Salvador Cardús, éste "no es un tema que preocupe especialmente, y en lo cotidiano no se vive como algo problemático. Por ejemplo, las escuelas de carácter confesional, al menos en Cataluña, no son beligerantes en lo religioso. Los padres buscan un buen nivel en la enseñanza y las escuelas no aprietan más de lo que deben para no quedarse sin clientela. La gente ha resuelto el problema no desde arriba, sino desde abajo, buscando la no confrontación".
Caminamos pues hacia una sociedad laica. En palabras de Alberto Moncada: "La tradición de confesionalidad está perdiéndose, ya sólo está en los sectores religiosos más duros. En un par de generaciones esto se lo ha llevado el viento".

 

¿Por qué no les gusta el sexo?

 

 ¿Por qué no les gusta el sexo?

El rechazo al preservativo resulta incomprensible para la mayoría de la sociedad, que ve en él no sólo un eficaz método anticonceptivo, sino además, la mejor prevención posible contra el sida.

Ya no pueden prohibirnos leer, tampoco les queda el poder de la hoguera. Ahora sólo les queda el poder del control sexual". Antonio Guirado, portavoz de Gais Positius, es tajante. Que la Iglesia se distancia de la calle, es un hecho. Y es en los temas relacionados con la vida sexual de las personas donde la brecha se hace cada vez mayor. La rigidez de los planteamientos de la jerarquía, contrasta con una sociedad que avanza y que pide apertura, comprensión y respeto a todas las opciones. "La jerarquía católica hace bastante tiempo que ha perdido contacto con la realidad. Como sigan así, los feligreses se les van a ir poco a poco", advierte Paco Ramírez, portavoz de la Federación Colegas. La Iglesia no admite las relaciones prematrimoniales, no tolera las relaciones sexuales si no son con el fin de la procreación, por lo tanto abomina de la planificación familiar y de cualquier práctica que no tenga como fin último la reproducción. Y qué no ha dicho sobre la homosexualidad. La posibilidad del matrimonio homosexual, por ejemplo, causó una profunda división, y provocó declaraciones fuera de tono por parte de miembros de la jerarquía católica, que auguraron que la sociedad española iba "hacia un desorden moral y social sin precedentes". El rechazo al preservativo resulta incomprensible para la mayoría de la sociedad, que ve en él no sólo un eficaz método anticonceptivo, sino además, la mejor prevención posible contra el sida. "En la lucha contra el sida la Iglesia es responsable de millones de muertes y de mucho dolor en todo el mundo -acusa Antonio Guirado-. Quizás no tanto en nuestro país pero sí en los países en vías de desarrollo, donde el peso de la Iglesia Católica es muy importante. Decir no al preservativo hoy día es estar en contra de la vida. Creo que si Cristo viviera recomendaría el uso del preservativo porque es la mejor manera de amar al que tienes al lado".

El cambio en la cúpula de la jerarquía española no parece traer muchas esperanzas.

La Iglesia pregona otra fórmula: contra el sida, castidad, y discrepa de la comunidad científica cuando alega que no se ha demostrado tal efectividad a la hora de evitar el contagio del síndrome. "Consideramos muy, muy peligroso el tema de la prohibición del preservativo incluso para factores de riesgo. Con ello están contribuyendo a la desinformación, sobre todo en países del tercer mundo. Eso es un delito. En un futuro, como hace poco hicieron, van a tener que pedir perdón por esto y también por otras cosas, como por ejemplo el trato que están dando a los homosexuales en el mundo", señala Paco Ramírez. Este último punto está causando un profundo malestar entre este colectivo. "Nosotros consideramos que la Iglesia puede tener su ideología y estar en contra de la homosexualidad, y entendemos que debe de existir la libertad de expresión, pero de ahí a llegar a los insultos y a algunas afirmaciones que están haciendo desde la jerarquía católica, hay mucho trecho. Muchas de esas afirmaciones son de carácter delictivo". De hecho, la Federación Colegas ha denunciado a la jerarquía católica ante la Fiscalía General del Estado, en base a un delito de incitación a la fobia y a la discriminación. "Creemos que hacer este tipo de declaraciones es muy peligroso, porque a veces no se quedan sólo en lo dicho, sino que pueden provocar que determinadas personas lleguen a la violencia". También el partido de Los Verdes hizo una petición ante la Fiscalía , que no ha prosperado. "El único medio que nos han dado es la querella criminal, que parece que es la única manera de pararle los pies a la Iglesia. A ello tendremos que acudir si se siguen produciendo este tipo de declaraciones. Creemos que ya es hora que desde el Gobierno tome cartas en el tema, pero parece ser que no conviene llegar a los extremos de demandar a la Iglesia por parte del Gobierno".
El cambio en la cúpula de la jerarquía española no parece traer muchas esperanzas de que el trato cambie. "Deseamos que el "talante" también se haga notar ahí -comenta Paco Ramírez-, aunque creemos que la Iglesia católica va a seguir pensando lo mismo y los mensajes seguirán siendo tal cual: ofensivos y denigrantes para la comunidad homosexual". Por cierto que entre la comunidad homosexual también hay católicos, que viven sin problemas ambas realidades, a pesar de la posición de la Iglesia. "Muchos de ellos están en grupos de cristianos de base -continúa Ramírez-. Ellos tienen su fe, tienen sus creencias y lo viven intentando luchar contra la jerarquía día a día, intentando que la Iglesia cambie". "Ellos evidentemente tienen un trabajo ímprobo -continúa Antonio Guirado- que es el de normalizar la homosexualidad dentro de la Iglesia. Desafortunadamente muchos acaban desligándose de la jerarquía porque no pueden aceptar que el mensaje de Jesús que ellos entienden tenga nada que ver con esa estructura de poder que es la Iglesia católica".

 

Educación. El campo de batalla.

 

Educación
 El campo de batalla

Por motivos evidentes, la Iglesia católica siempre ha tenido un especial interés en tener la mayor presencia posible en las aulas.

Es en el terreno de la educación donde se ha desarrollado una de las confrontaciones más importantes. El punto álgido fue, durante la pasada legislatura, la polémica Ley de Calidad de la Enseñanza, promovida por la ministra Pilar del Castillo. "Era un proyecto que ponía el énfasis en el privilegio, y no en la oferta de posibilidades, un proyecto que no creía en un modelo igualitario" comenta el sociólogo Salvador Cardús.
Conviene recordar que la privatización y los conciertos educativos no son una práctica reciente. Fueron implantados por el PSOE en los años ochenta, con la intención, en aquel momento, de crear nuevas fórmulas para democratizar la enseñanza y hacerla más accesible. Pero fue el PP quien masificó el sistema de concertaciones hasta llegar al día de hoy, en que los colegios más elitistas, incluso los del OPUS, están concertados. "La Iglesia sigue teniendo un papel fundamental en cuanto a la capacidad de ofrecer servicios educativos. No hablamos de contenidos, sino solamente de plazas escolares sin las cuales el sistema público se hundiría", añade Cardús. Cierto. La escuela pública ha sido la gran perjudicada. La política de concertaciones, especialmente agresiva durante las dos legislaturas anteriores, ha puesto la zancadilla al desarrollo de la enseñanza pública. El Movimiento Social por la Escuela Pública teme además que el gobierno de Zapatero no vaya a introducir grandes cambios en este sentido: "A lo más que va a llegar es a dejar la LOGSE como estaba", afirma José Mª Rosell, portavoz de este movimiento. Y continúa: "El 85% de los conciertos educativos está en manos de las órdenes religiosas, dependiendo de las Comunidades. En Madrid, Cataluña, País Vasco y otras comunidades han pasado ya del 50% de enseñanzas no universitarias concertadas. Si tenemos en cuenta que más del 80% de las concertaciones no con para centros laicos, sino que está en manos de órdenes religiosas, vemos que la Iglesia tiene una capacidad de control ideológico sobre la juventud muy importante".

"Independientemente de lo que cada uno pueda pensar, creemos que la religión no debe estar en la escuela porque no es su lugar"

Las clases de religión son un punto importante de discrepancia. El gobierno del Partido Popular había logrado establecer como obligatoria la enseñanza de la asignatura religiosa, estableciendo una optativa para aquellos que no deseasen recibir instrucción católica. Eso causó un enfrentamiento social entre las organizaciones laicas, y algunas asociaciones de padres, que reclamaban el derecho de sus hijos a estudiar religión. Recientemente, el Consejo Escolar del Estado ha pedido al Gobierno que retire la religión de las aulas, y que quede fuera del currículum y del horario escolar. Este Consejo es un órgano representativo que recoge la opinión de padres y profesores de la escuela pública y privada, así como representantes de la administración educativa, sindicatos, universidad y otros estamentos. Según este organismo, que es meramente consultivo, la enseñanza confesional no debería ser evaluable "por formar parte de las convicciones personales y privadas de las personas". En la misma línea, tampoco acepta que se establezca una alternativa para aquellos alumnos que no deseen cursar la materia religiosa."La situación con la logse era un poco rocambolesca -explica José María Rosell- mientras unos alumnos tenían clase de religión, a otros había que inventarles una asignatura para que la cursaran. De entrada es discutible que eso se haga en la escuela, y más en las escuela pública, con dinero público, pero es que encima que haya que penalizar al resto de los alumnos inventándonos una materia, es un poco exagerado". El Consejo escolar pide, además, que se revisen los acuerdos con la Santa Sede suscritos entre 1976 y 1979. Ante esto, la Confederación Católica de Padres de Alumnos se moviliza, alentada por la Iglesia y respaldada por el Partido Popular, para recoger firmas a favor de la asignatura de religión. "Independientemente de lo que cada uno pueda pensar -comenta José María Rosell-, creemos que la religión no debe estar en la escuela porque no es su lugar. La escuela es un ámbito para transmitir conocimientos, y la transmisión de creencias y valores tiene que estar muy medida. Pero aún admitiendo que haya gente que piense que tiene que estar, tiene que haber dos mínimos. Uno: que quien lo quiera que lo pague, porque no es de recibo que la transmisión de esas ideas se haga con dinero público. Y dos, que no se puede penalizar al resto de los alumnos, es decir, que quien no quiera esas clases no se vea obligado a una alternativa".

 


 Juan José Tamayo  Teólogo

"Lo de que España es mayoritariamente católica es un mito"

Juan José Tamayo. Teólogo

Ha sido uno de los primeros en advertir sobre la división que vive la Iglesia católica actualmente y la fuerte ruptura entre los mensajes que emite la jerarquía y las prácticas de los cristianos "de a pie", que cada vez se distancian más de la doctrina oficial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Yo creo que se puede decir que lo de que España es mayoritariamente católica es un mito. Vivimos sobre un mito que no responde a la realidad y con el que hay que terminar, pero no porque haya que acabar con el catolicismo, sino porque la realidad va por otros caminos"
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


"La tendencia al control del pensamiento de los teólogos por parte del magisterio eclesiástico, de la congregación para la doctrina de la fe y de los obispos, hace de la función teológica una misión imposible"

-En España gran numero de católicos no siguen al pie de la letra los dictados de la Iglesia y viven un catolicismo adaptado a sus propios criterios. ¿Esto puede entenderse como madurez espiritual, o por el contrario es fruto de la crisis y de la confusión de valores?
-Yo creo que no refleja ni incoherencia ni inmadurez religiosa, sino todo lo contrario. Más bien lo que revela es una conciencia crítica y libre que actúa no bajo los dictámenes de la jerarquía, sino a partir de lo que la gente considera que es el cristianismo. Ahí es donde yo percibo precisamente esa ruptura tan fuerte entre las normas morales que exige la jerarquía católica y la práctica de los cristianos, que se rige por otra orientación. Esto se aprecia claramente en dos campos: la política y la sexualidad. En el campo político, los obispos acostumbran a elaborar documentos en fechas previas a las elecciones con mensajes que coinciden con los programas de los partidos más conservadores. No lo señalan con el dedo, pero sí dicen que hay que votar a un partido, como dicen los obispos italianos, que sea "demócrata y cristiano". Los católicos no tienen en cuenta esto, al menos no lo han tenido en las últimas elecciones, en las que un porcentaje muy alto de católicos votó a un partido que no era el preferido por la jerarquía.
Otro ejemplo de ruptura es el que se refiere a las normas morales sobre la sexualidad. Ahí la moral católica es una muy rígida, muy estricta, muy represiva, que no reconoce las relaciones sexuales más que orientadas hacia la procreación, que no acepta las relaciones prematrimoniales, que es contraria a los métodos anticonceptivos, y sin embargo la mayoría de los que se consideran católicos tienen unas prácticas bien diferentes, es decir, la gente mantiene relaciones prematrimoniales y no considera que eso sea pecado; las parejas hacen su planificación familiar y no se atienen a los criterios de la jerarquía católica; los homosexuales católicos siguen viviendo en pareja aún a sabiendas de que eso está condenado por la Iglesia católica. Y lo viven sin ningún complejo de culpabilidad.

-¿Podríamos decir que se está superando el concepto de pecado?
-Eso es lo más importante. Esa es la mayor liberación que se está produciendo hoy dentro del catolicismo, que es la liberación de la conciencia. Ahora mismo creo que se ha pasado de una conciencia cautiva a la conciencia liberada, y todo eso vivido con una conciencia liberada no implica sensación de pecado o de culpa, sino que es un ejercicio claramente liberador.

- Entonces, los españoles que se declaran católicos ¿en qué basan su condición de tales, si no es en los dictados del Vaticano?
-Me parece una pregunta muy pertinente. La gran mayoría de los españoles se declara mayoritariamente católicos, hasta un 75 o un 80%, pero, ¿qué entienden estas personas por católicas cuando en las encuestas responden que lo son? Yo creo que entienden dos cosas. Primero, que han nacido en un ambiente culturalmente católico, pero eso no implica responsabilidad o compromiso de su parte. Vivir en un entorno culturalmente católico no significa tener fe. En segundo lugar también interviene el hecho de haber sido bautizados, de haber hecho la primera comunión o haberse casado por la Iglesia. Identifican lo católico con dos o tres momentos en los cuáles han tenido que pasar por la vicaría, nada más. El segundo nivel es el de los que se llaman católicos practicantes, está en torno a un 15 o un 20%. Estas personas entienden lo católico como la práctica religiosa con cierta periodicidad: la misa los domingos o de vez en cuando y no mucho más. El tercer nivel de católicos es un porcentaje muy reducido: es el de aquellas personas que entienden lo católico como una adhesión a la fe cristiana y los compromisos consiguientes desde el punto de vista ético y social. Son un porcentaje bajísimo. En conclusión, yo creo que se puede decir que lo de que España es mayoritariamente católica es un mito. Vivimos sobre un mito que no responde a la realidad y con el que hay que terminar, pero no porque haya que acabar con el catolicismo, sino porque la realidad va por otros caminos.

-Se puede decir que toda la polémica que se genera, sobre todo en torno a temas relacionados con la sexualidad, no tienen tanta trascendencia en la calle como en los despachos de la jerarquía.
-Ese debate sólo está en la mente de los obispos, es decir, justamente en aquellos que se supone que no tienen el problema porque tienen el voto del celibato.

-¿Se trata de una lucha de poder entre instituciones?
-Bueno, pero es un poder institucional totalmente ficticio porque no vivimos en tiempos de la edad media dentro de universos cristianos, sino que vivimos en la edad moderna y posmoderna, dentro de universos laicos y seculares. El segundo mito que hay que desmontar es el supuesto poder que tienen los obispos: poder político, poder social o poder sobre las conciencias. Yo creo que no lo tienen, que es una ficción. A mí me parece que les preocupa más lo que piensan los obispos a los políticos que a los propios católicos. Me preocupa que en este país se sigue haciendo política mirando con el rabillo del ojo a lo que piensan los obispos, cuando los católicos están actuando en conciencia tanto en el terreno político como en el campo moral, respetando los puntos de vista de los obispos, pero sin seguirlos.

-¿Qué opina de la preocupación del Gobierno por establecer con la Conferencia Episcopal unas relaciones lo más cordiales posibles?
-A mí me parece muy bien que se agoten todos los cauces de diálogo y que gobierno y jerarquía lleguen a acuerdos sobre puntos básicos. Lo que me parece muy mal es que cualquier poder democrático, para no airar a la jerarquía católica, que es una parte mínima de la Iglesia católica, llegue a acuerdos que limiten la laicidad del Estado. Diálogo, todo lo necesario; negociación, toda la necesaria, pero siempre desde el respeto a la laicidad del Estado, desde la no ingerencia de la jerarquía católica en las instituciones del Estado y desde el cumplimiento de los programas que el partido gobernante haya presentado.

-La Conferencia Episcopal un día abre la puerta al uso del preservativo y al día siguiente se la cierra. ¿Qué lectura hay que hacer de esto? ¿Hay diferencias de planteamiento dentro de la jerarquía española?
-No. Ahora mismo la jerarquía católica española es un bloque monolítico, no tiene fisuras. Puede haber algunas diferencias mínimas, puede haber algún obispo que tenga unos planteamientos un poco más abiertos y otros un poco más cerrados, pero básicamente estamos en un momento de uniformidad, de pensamiento único. No se da el pluralismo político, teológico o eclesial que hubo en la década de los 70 e incluso hasta mediados de la década de los 80. Sobre el tema de los preservativos, tanto la aceptación primera como el desmentido posterior entran dentro de las diferencias mínimas que existen, porque realmente también la aceptación primera se hizo con una serie de matizaciones que tampoco era ninguna puerta abierta al uso del preservativo desde el respeto a la conciencia.

-Usted ha vivido la incomprensión de la jerarquía. ¿Cómo son actualmente las relaciones de la Iglesia con la teología?
-Las relaciones entre teología y jerarquía no han sido nunca muy cordiales, siempre salpicada de conflictos y tensiones, pero ahora mismo hay una ruptura mucho mayor. Los teólogos reclamamos libertad de expresión, libertad de investigación y un clima razonable para ejercer nuestro trabajo. A un intelectual, un pensador, un estudioso, una persona que se mueve en el mundo de las ideas, no se le puede estar limitando constantemente los ámbitos de investigación, de expresión, la libertad de cátedra o la libertad de publicación. Se está haciendo teología en régimen de cautividad, porque a ver qué intelectual puede aceptar un control del colegio profesional al que pertenece, de los órganos directivos de la Universidad, de las instancias políticas. El intelectual necesita la libertad como el pájaro las alas para volar. Yo pienso que ahora mismo habría que repetir, aplicado a la teología, aquello que decía Unamuno a principios del siglo XX: Pensar, en España, es llorar. Yo creo que a principios del siglo XXI se podría decir que hacer teología, en la Iglesia católica, también es llorar.
Hoy, la tendencia al control del pensamiento de los teólogos por parte del magisterio eclesiástico, de la congregación para la doctrina de la fe y de los obispos, hace de la función teológica una misión imposible. Los obispos siguen unas consignas de Roma que se mueven dentro de un paradigma teológico medieval. Nosotros intentamos llevar a cabo nuestro trabajo, pero sólo podemos hacerlo desde la libertad las personas que no tenemos una dependencia orgánica, institucional o económica de la institución eclesiástica. ∆

El mito de la España Católica (II)

Próximo número: El mito de la España católica (II parte)
Los acuerdos firmados entre España y el Vaticano ¿cómo nos condicionan? ¿Cuánto dinero da el Estado a la Iglesia? ¿Por qué la Iglesia margina a la mujer y mantiene una cruzada contra el sexo? La existencia de la Iglesia como institución ¿está basada en un hecho real o es un invento de los hombres?

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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