Al final la respuesta la tienen las tres
margaritas, ellas simplemente demostraron que la fuerza que cada uno posee
en su interior es siempre superior a las dificultades que se nos plantean. |
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ABRIL 2005
LAS TRES MARGARITAS
POR ELENA G. GOMEZ
L a noticia comenzaba así "tres jóvenes
suicidas intentan quitarse la vida porque estaban cansados y la vida les
aburría..." Leí la noticia e inmediatamente recordé que aquella mañana,
cuando me dirigía al trabajo, vi tres margaritas que habían roto el asfalto
y salido al exterior. Aquellas diminutas flores habían vencido a la poderosa
tumba negra con la que el hombre había, una vez más desde su ignorancia,
intentado doblegar a la naturaleza, la poderosa naturaleza, demostrando que
la fuerza de la vida no tiene límite y que los aparentemente débiles pueden
y son realmente los fuertes.
Tres jóvenes se intentan quitar la vida, tres margaritas nos demuestran el
poder de aquellos que quieren vivir...
Continué leyendo el periódico pero aquella noticia se había instalado en mi
mente y sonaba una y otra vez, "aburridos de vivir". Aburridos. Ésta es una
palabra que no tiene significado en la naturaleza. Que no existe en ninguna
forma de vida, excepto en la humana que es quien la inventó. No soy capaz de
imaginar a un pez aburrido o a un pájaro aburrido, tal vez porque ningún ser
vivo, excepto el humano, contempla la vida con el objetivo de ser feliz.
Pensé en los tres jóvenes, e intenté hacerlo saliéndome de los típicos
pensamientos superficiales, huyendo de echar la culpa de su comportamiento a
sus familias, o a las infinitas carencias de la sociedad, porque no existe
disculpa alguna que justifique el no luchar por la vida, y pensé que el
error en ellos comenzaba por un error de base, el estar pasivos en la vida,
el esperar a que las cosas vengan a uno, a que alguien o algo solucione lo
que uno y sólo uno tiene que hacer.
Y es que vivir implica acción, movimiento, compromiso, y no pasividad,
quietud y mucho menos conformismo.
Estos tres jóvenes intentaron quitarse la vida pero también es cierto que
muchas personas viven cada día como auténticos muertos. Viven de forma
monótona, rutinaria, pasiva, esperando, siempre esperando, sin comprender
que lo que hace que la vida sea realmente apasionante son las metas, los
objetivos que uno se pone por delante.
Vivir sólo el presente no es suficiente, hay que vivir el presente y soñar
el futuro. Soñar lo que uno quiere hacer, lo que quiere conseguir, lo que
quiere aprender.
Un día hace mucho tiempo leí algo que no puedo olvidar, decía que el hombre
es un "hijo de la necesidad, y que la necesidad es la que nos hace estar
despiertos, activos, investigando, observando y descubriendo".
No hay nada más maravilloso que conseguir los objetivos que uno se propone y
para ello aunque parezca muy simple, no hay nada más necesario que vivir
siempre con objetivos, y que estos objetivos no estén en función del
exterior ni tampoco de las personas con las que convivimos, sino de nosotros
mismos.
Comprender esto tan sencillo significa que cada uno asuma sus actos sin
echar las culpas fuera, a tu pareja, padres, profesores, jefes, etc.
Significa asumir la responsabilidad de los propios actos, asumir el riesgo y
el esfuerzo personal para vencer aquellas limitaciones que uno vive y que en
el fondo cada uno se crea.
Y sumergida en todas estas reflexiones llegué a la conclusión de que en
realidad lo que cada uno necesita es creer en sí mismo, creer en sus
posibilidades, en su capacidad, en su fuerza.
Creer y experimentar. Pensar y soñar. Vivir y demostrar.
Dejar de mirar fuera y mirar dentro. Silenciar los ruidos y las corrientes
externas y escuchar dentro, escuchar qué es lo que uno necesita hacer, lo
que quiere vivir, lo que está dispuesto a renovar.
Y es que la vida es movimiento, es cambio, es transformación, y pretender
vivir cada día igual es antinatural. Por eso la rutina nos asfixia, porque
estamos creados y diseñados para la renovación, para inventar, para
experimentar. Para crear nuevas formas, nuevos caminos, nuevas ideas.
Pero para vivir hay que volver a nuestro origen, hay que sentirse como
niños, niños con ilusión, niños con confianza, niños con inquietud.
Vivir es mucho más que comer, trabajar, reproducirse. Vivir es una aventura,
una aventura personal que requiere fuerza, decisión, esfuerzo y también
sencillez y alegría.
Vivir es dejar de esperar y actuar.
Vivir es aprovechar y valorar cada pequeño momento, porque la vida de cada
uno se escribe con las cosas pequeñas, cotidianas, aquellas que pasan casi
desapercibidas y que son las que nos pueden hacer realmente ricos.
Vivir es sentirse agua y fluir entre las personas, entre los
acontecimientos, y sumergirse en la profundidad de la vida, experimentar la
fuerza que hay en el interior.
Vivir es sentirse aire, volar, soñar, imaginar, saber que sólo hay que
seguir la corriente y moverse dentro de ella cada vez más alto, aspirando a
conocer más, a ver más.
Vivir es sentirse tierra y con ella sentir la generosidad.
Vivir es creer en uno mismo y saber que todo lo que necesitas lo tienes en
ti.
Vivir es saber que no existen problemas, sólo soluciones.
Al final la respuesta la tienen las tres margaritas, ellas simplemente
demostraron que la fuerza que cada uno posee en su interior es siempre
superior a las dificultades que se nos plantean. ∆ |