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SEPTIEMBRE 2004
SIDA,
camino a la catástrofe
Se estima que más de 40 millones de
personas van a morir en los próximos diez años. El número de infectados
no deja de dispararse. Las grandes farmacéuticas no dan tregua en la
guerra por los beneficios de las patentes. Estados Unidos defiende a las
multinacionales y el Vaticano recomienda castidad. En Asia está
anunciada una epidemia igual o peor que la que asola Africa… Y los
ciudadanos nos preguntamos ¿por qué no se pone freno al sida?
Texto:
Carolina Fernández / Fotos: Médicos Sin Fronteras
S e trata de una de las peores
pandemias a las que ha tenido que enfrentarse la humanidad. El último
informe de ONUSIDA revelaba que el años pasado tres millones de personas
contrajeron el virus, lo que eleva ya a 38 millones el número de
afectados. Desde que la enfermedad empezó a propagarse, allá por los
primeros años de los 80, ha evolucionado de maneras distintas según las
zonas del planeta. Mientras en los países ricos, las campañas de
prevención han logrado controlar la escalada de contagios y los
tratamientos mejoran la calidad de vida de los enfermos, en los países
menos desarrollados la enfermedad evoluciona hacia el desastre. De
hecho, la mayor parte de los contagios se producen en los países pobres,
donde faltan infraestructuras, servicios sanitarios, estrategias de
prevención y sobre todo, voluntad por parte de los gobiernos y los
organismos internacionales para poner freno a esta catástrofe.
MAS
SIDA, MAS BENEFICIOS
El dato: en los países en desarrollo, sólo un 7% de las personas que lo
necesitan tienen acceso al tratamiento. Es cuestión de dinero. Hace tres
años, el tratamiento anual de una persona rondaba los diez mil dólares
anuales con medicamentos patentados. Un dólar diario con genéricos.
Afortunadamente, la aparición en el mercado de los medicamentos
genéricos ha tirado de los precios hacia abajo y hoy la diferencia no es
tan abismal, aunque continúa siendo grande.
Pero ¿por qué los medicamentos genéricos, más baratos e igualmente
efectivos, no llegan a todos los que los necesitan? Pues por que detrás
existe una batalla económica de dimensiones globales, en la que no
cuentan las vidas humanas, sólo los beneficios. Las grandes compañías
mueven todos los hilos para blindar el monopolio de sus patentes durante
el mayor tiempo posible, y con ello asegurar los ingresos que les
proporcionan.
Los antirretrovirales genéricos son medicamentos tan válidos como los
que llevan el sello de una compañía farmacéutica. De ello se ocupa la
OMS, que realiza estudios clínicos para comprobar que tienen el mismo
efecto que los medicamentos originales. Según van pasando el control de
calidad, van añadiéndose a una lista sobre la que se ciernen muchas
presiones por parte de las multinacionales, que tratan de evitar que el
mercado de genéricos continúe expandiéndose. Algunos países comenzaron
la producción amparándose en agujeros legales. Por ejemplo en la India,
es legal copiar un fármaco siempre y cuando sea diferente el método de
producción. En Brasil, las patentes no cubren los genéricos si los
fabrica el Estado. Tailandia encontró igualmente una escapatoria legal y
comenzó la fabricación. Pero incluso los genéricos son demasiado caros
para algunos países, que no podrían acceder a ellos sin ayudas. Para
ello se ha creado un Fondo Global y la iniciativa global contra el sida,
de la administración Bush, que dona una cantidad importante de millones
de dólares, condicionados a que se inviertan en tratamientos. ¿Qué
tratamientos? Por supuesto no los más baratos, sino los de las grandes
compañías farmacéuticas americanas. Una fórmula eficaz para el gobierno
americano, mediante la cual el dinero público que Estados Unidos dona se
reinvierte en la industria privada. La consecuencia de este matrimonio
con el gobierno americano es que las farmacéuticas obtienen suculentos
beneficios y millones de personas mueren al no poder acceder al
tratamiento que necesitan.
Y el caso es que teóricamente el uso de genéricos tiene las puertas
abiertas a raíz de los llamados acuerdos de la Declaración de Doha, en
2001. Fue un rayo de esperanza, recién comenzado el siglo. Allí se dijo
claramente que la salud pública estaba por delante de los intereses
comerciales, y se decidió que los países en vías de desarrollo podían
elaborar copias de medicamentos para tratar enfermedades esenciales o
importarlos, independientemente de que estuviesen protegidos por
patente. Para ello debería decretar una situación de emergencia
sanitaria. Con una licencia obligatoria, los gobiernos podían suspender
los derechos de monopolio. Pero en la práctica no es tan sencillo.
Después de casi dos años, no se había cumplido ninguna de las promesas
hechas en Doha. La reunión en Cancún de los ministros de la OMC en
septiembre de 2003 representaba la última oportunidad para los países
ricos de cumplir lo prometido. Según Diego Postigo, coordinador de
Campañas de Ayuda en Acción, la reunión fue un fracaso porque no se
logró llegar a un acuerdo global, aunque en lo referente a los
medicamentos sí se alcanzó una especie de acuerdo "que no contentó a
nadie, porque lo que prevé es que los países que necesiten producir
medicamentos puedan hacerlo hasta el año 2006 y los que necesiten
importar tengan vía libre hasta el 2010. Pero había que hacerlo
siguiendo doce pasos con unas complicaciones burocráticas que todo el
mundo entendía que eran absolutamente innecesarias. De hecho, ningún
país que necesita genéricos se ha acogido a ellas. Fueron los países
ricos, sobre todo la UE y Estados Unidos los que frenaron Cancún para
que eso quedara escrito así".
El coordinador del Programa de Acceso a los Medicamentos de la OMS,
Germán Velasquez, ha denunciado que se quieren poner para los países
pobres unas reglas mucho más complicadas que para los países ricos, de
hecho, asegura que "hacer una licencia obligatoria en El Salvador o
Burundi sería dos o tres veces más complicado que hacerla en España o en
Estados Unidos".
Posteriormente
tuvo lugar la celebración del Consejo de los ADPIC (Acuerdo sobre los
Derechos de Propiedad Intelectual), en la sede de la OMC en Ginebra.
Estos acuerdos pretendían unificar las diferencias entre las diferentes
legislaciones sobre patentes para evitar "fugas" legales como las de
Brasil, India y Tailandia y unificarlas todas con las leyes de -cómo no-
Estados Unidos. Según los ADPIC, las compañías farmacéuticas
disfrutarían de 20 años de monopolio de sus marcas registradas,
bloqueando así la competencia de los genéricos. Sin embargo una vez más,
Estados Unidos recurrió al bloqueo, y la modificación de los ADPIC,
prevista para el 2004, se pospone para el 2005. Estados Unidos y sus
"socios", ganan tiempo una vez más, a costa de vidas humanas. "Lo que
Estados Unidos está haciendo ahora es, a través de tratados bilaterales,
tratar de imponer medidas encaminadas a sobreproteger a las compañías
multinacionales -explica Luis Villa, director médico adjunto de
MSF-, quieren blindarlas frente a los medicamentos genéricos. Por eso
se ejerce una gran presión a nivel de organismos internacionales o
gobiernos. Todo el dinero que el gobierno de Estados Unidos está dando
ahora para la lucha contra el sida está condicionado a la compra de
medicamentos originales", que estén aprobados por supuesto por las
autoridades norteamericanas. Son los llamados ADPIC plus: Estados Unidos
pasa por encima de todos los acuerdos y negocia directamente con los
gobiernos, ofreciendo compensaciones a quienes renuncien a comprar
genéricos.
Hay que decir que ningún gobierno tiene en teoría la obligación de
decantarse y proteger a las multinacionales frente a los genéricos, pero
en la práctica, la presión política y las amenazas comerciales son
suficientemente efectivas. El caso de Guatemala es clarísimo. Según
explica Luis Villa, este país estaba en la lista de los que incumplen
determinados requisitos de los Estados Unidos, es decir, era uno de los
llamados socios "menos favorables", a los que les retiran subvenciones,
reducen las importaciones, etc. Cediendo a presiones de los Estados
Unidos, Guatemala adoptó un decreto mediante el cual se protege durante
cinco años a los medicamentos que antes competían libremente en el
mercado con los genéricos. "En general importan más los grandes temas
agrícolas, ganaderos y textiles que los relacionados con las patentes y
la propiedad intelectual. La mayoría de países van a adoptar las medidas
sobreproteccionistas de los Estados Unidos y mucha gente se quedará sin
tratamiento", sentencia Villa.
Pero ¿por qué este descarado interés de la administración americana por
proteger los beneficios de las compañías farmacéuticas, es decir,
empresas privadas? Hay que remontarse a comienzos de 2001. El 20 de
enero de ese año George W Bush asumió el cargo de presidente de los
Estados Unidos. En su primera elección Bush contrajo una deuda con la
industria farmacéutica que todavía no ha acabado de pagar. De hecho, el
polémico sistema de financiación de las campañas electorales americanas
convierte a quienes donan fondos literalmente en inversores, que apoyan
a un candidato con un dinero que luego esperan recuperar con creces. La
organización Public Citizen estimó que las multinacionales de la
medicina habrían pagado alrededor de los 230 millones de dólares, tanto
durante la campaña electoral como en la ostentosa ceremonia de
inauguración. Según esta misma organización, los mayores esfuerzos se
destinaron a partir de entonces a satisfacer las presiones de la
industria en el Congreso, protegiendo los beneficios de las compañías.
Así pues, era previsible que las farmacéuticas cobrasen caro su "granito
de arena" en la campaña del actual presidente Bush. Quienes padecen
enfermedades, como el sida y otras, están resultando perjudicados. El
saldo se cifra en millones de muertos.
Además del coste humano, el impacto económico es brutal. Los países
pobres no resisten ni el coste de la enfermedad a las arcas públicas ni
lo que causa la pérdida constante de bajas humanas. "La gente que se
muere fundamentalmente tiene entre los quince y los cuarenta y cinco
años, un grupo de población sobre el que se basa en general el
crecimiento económico de los países. En Africa tienen problemas con los
funcionarios públicos, los maestros, el personal sanitario…porque se
mueren de sida", explica el portavoz de Médicos Sin Fronteras.
LA
CUMBRE DE BANGKOK
En este contexto, no ha sido extraño que la esperada Conferencia sobre
el Sida en Bangkok resultase un sonado fracaso. "Concluyó con la
palabra vergüenza por falta de avances. Se cerró con un dominio de la
política sobre la ciencia. Todos -científicos, sociólogos,
representantes de la sociedad civil- se vieron desbordados por
planteamientos ideológicos, no científicos", asegura José Carlos
García Fajardo, profesor de Pensamiento Político y Social en la
Universidad Complutense de Madrid. El director ejecutivo de ONUSIDA,
Peter Piot, habló claro: "La epidemia continúa yendo por delante de la
respuesta mundial". Los datos, sobre la mesa: 20 millones de muertos, 38
millones de seropositivos y millones de huérfanos por el SIDA.
La omnipresencia de Estados Unidos llevó la batuta una vez más, como era
previsible. Los intereses económicos de las mutinacionales farmacéuticas
fueron en todo momento estupendamente defendidos por el gobierno
americano, en perjuicio de los intereses de la salud pública. Estados
Unidos dejó claro que no pensaba renunciar a sus acuerdos bilaterales
sobre el sida con los países más afectados, y condicionó así su
aportación económica. Su contribución a la prevención fue abucheada por
casi la totalidad de los participantes: la estrategia conocida como ABC,
según sus siglas en inglés, abstinencia, fidelidad y condones. "Esas
consignas no son dignas de ser tenidas en cuenta- comenta Javier
Tamayo, coordinador general de ACTUA, Asociación de Personas con VIH/
SIDA-. Científicamente no es así, e ideológicamente hay un grado de
cinismo e hipocresía muy grande. No les interesa abordar el problema,
sino controlar a los gobiernos y potenciar sus multinacionales. Pero
Estados Unidos es una gran potencia y tiene mucha influencia sobre
muchos países, sobre todo en sectores conservadores o poco informados de
la población, por eso somos los ciudadanos los que no debemos permitir
que esas posturas sean líderes de opinión. Es la gente la que está
pagando con pobreza, con muerte, con dolor. Esa es una realidad, no un
manifiesto".
¿Y la vacuna? Vuelve a retrasarse. Habrá que esperar otros diez o quince
años, cuando en boca de todos está que ese plazo se reduciría
espectacularmente si todos los laboratorios trabajasen en conjunto y
pusiesen en común sus descubrimientos. Pero nadie quiere perder la
oportunidad de marcarse un tanto histórico y hacerse con los derechos de
la vacuna más esperada. "La vacuna contra el sida no se hace porque
no se quiere hacer, porque al igual que la de la malaria, no es rentable
-concluye el profesor Fajardo-. Es una enfermedad padecida por extractos
de población en todo el mundo cada vez con menos recursos económicos, y
eso no es lo que más interesa a las grandes transnacionales".
LA
IGLESIA
Otro dato: sólo una de cada cinco personas tiene acceso a los sistemas
de prevención de la enfermedad. Y en un terreno en el que todas las
ayudas son pocas, la jerarquía de la Iglesia Católica parece tirar del
carro en dirección contraria. Su posición es difícil de asimilar por el
común de los mortales. En algunos casos, su obsesión por cercenar
-inútilmente, claro- la vida sexual de los ciudadanos les ha llevado a
hacer declaraciones, insólitas. Recientemente han llegado a afirmar, en
países gravemente afectados por la enfermedad, que no se debe usar el
preservativo en las relaciones sexuales porque posee poros a través de
los cuales puede pasar tanto el VIH como los espermatozoides, que es lo
mismo que decir que el látex es permeable. Esto a pesar de que la
opinión generalizada de toda la comunidad científica es contraria, es
decir, reconocen el preservativo como único método eficaz actualmente
para evitar el contagio. Algunos obispos van más allá en su cruzada, y
han llegado a afirmar que el sida está aumentando tan rápido debido a la
disponibilidad creciente de preservativos, ya que, aseguran, invitan a
la promiscuidad. Son argumentos que no pasarían de lo puramente
anecdótico si no fuera porque en ello se juega la vida de millones de
personas, dada la gran influencia de los dictados católicos en muchas
partes del mundo.
"Es absurdo. Proponer la castidad como estrategia de prevención es
taparse los ojos ante la realidad, porque la gente no va a dejar de
tener relaciones sexuales. Evidentemente si ninguno cogiéramos el coche
no habría accidentes, pero ésa no es la solución. Lo que hay que hacer
es decirle a la gente cómo se debe proteger para no infectarse",
opina Luis Villa.
"Tanto el Vaticano como Estados Unidos siguen insistiendo en poner
sus criterios religiosos y morales por encima de los intereses de la
humanidad, basados seguramente en unas contradicciones propias e
históricas terribles. Es una irresponsabilidad gravísima". Antonio
Guirado es presidente de Gais Positius, una organización solidaria que
atiende las necesidades de la comunidad gai seropositiva. "Vale pues
que no nos preocupemos de la gente que practica la abstinencia total
-continúa Guirado-, pero vamos a preocuparnos de todos los que sí
mantienen relaciones sexuales y por tanto tienen factor de riesgo, es
decir, del 99,9% de la humanidad. Para esto lo único que hay que hacer
es usar preservativo". Para el presidente de esta organización, es
inaceptable que la Iglesia utilice argumentos científicos para apoyar
preceptos morales. Incluso La Unión Europea ha condenado el "fanatismo"
de la Iglesia católica con respecto al uso de condones. El comisionado
europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Poul Nielsen, declaró en
alguna ocasión que "están dañando y poniendo en peligro la vida de
millones de personas".
El profesor García Fajardo opina que "En el tema del sida el papel de
la Iglesia es catastrófico. A estas alturas de la película, en el mundo
globalizado, no se puede hablar de la abstinencia sexual como una
condición para recibir ayuda para un tratamiento que salve vidas; ni se
puede proscribir el uso del preservativo por motivos ideológicos. Me
parece una monstruosidad. Que sigan luchando contra el uso del
preservativo es un crimen. Es contrario a la razón, contrario al sentido
común y contrario a la opinión académica y científica. Algún día a lo
mejor podría ser incluso demandada en los tribunales".
"La Iglesia católica está desconectada de la realidad- opina Javier
Tamayo, coordinador general de ACTUA-. Sus propuestas parten de una
ignorancia total, no se ajustan a las necesidades de las personas. Son
propuestas desconsideradas, autoritarias y inhumanas. Incluso se les
puede acusar de atentado contra la salud pública. Hay que recomendar a
la población no considerar ideologías de ese tipo porque están muy
alejadas de estrategias eficaces y científicas".
"La Iglesia pedirá perdón por su responsabilidad en la expansión del
sida dentro de 500 años- comenta Antonio Guirado-. Ellos tienen derecho
a hablar de moral, pero no de salud pública. Pero vivimos en un país en
el que entre todos mantenemos a la Iglesia Católica. Están en todos los
colegios públicos y privados de España, les estamos pagando para que den
este mensaje, lo cual es una irresponsabilidad ya no de la Iglesia
Católica, sino de las instituciones públicas. Son ellas las que tienen
que salir al paso y decirles no sólo que no tienen razón sino que están
abocando a miles de personas al desastre total". Estos mensajes,
contrarios a la opinión generalizada de la ciencia y al sentido común de
la humanidad, están provocando además serias discrepancias dentro de sus
filas. "Una conocida abogada catalana, María José Varela, dijo una
vez que no había visto nunca un papa tan pornógrafo como éste, porque
sólo le preocupa el tema del sexo -continúa Guirado-. Le da igual la
pobreza, la miseria, el dolor. Lo único que le importa es si la gente
utiliza preservativos o no y cómo son sus relaciones sexuales. Tampoco
le da importancia a la corrupción de menores dentro de su propia
institución, por ejemplo. Están perdiendo credibilidad porque no se
puede lanzar mensajes de este tipo olvidándose de las cosas más
básicas".
Las consecuencias de estas actitudes, que mezclan moral con salud, son
gravísimas. Millones de personas en todo el mundo se esfuerzan por
seguir los dictados de la Iglesia Católica por sus convicciones
religiosas, en otros casos procuran cumplir por miedo o simplemente por
desinformación. La Iglesia Católica entorpece la lucha contra el avance
de la enfermedad, confunde a la población con mensajes que chocan con el
sentido común y engaña con argumentos pseudo científicos. Cabría pues
preguntarse de qué parte están. Sea como sea, la cuenta al final se
salda con más vidas humanas.
¿HACIA
DONDE VAMOS?
"Es posible la esperanza. No es una utopía controlar el sida". Es
la opinión de García Fajardo. Pero para ello habría que tomar
urgentemente medidas capaces de cambiar el curso de los acontecimientos.
"Los países de Africa que padecen el mayor ataque del sida son los que
más asfixiados están por la deuda externa. Hay que conocer que el pago
de los intereses de la deuda de Africa retira quince mil millones de
dólares del continente, es decir, cuatro veces lo que esos mismos países
gastan en salud y en educación que son los dos pilares de la respuesta
contra el sida. Habría que empezar por reconocer una y mil veces que la
deuda externa ya está pagada", apunta Fajardo.
Para Luis Villa, el mayor problema reside en que realmente no existe
voluntad política para poner freno a esta situación: "Todas las
iniciativas son muy aplaudidas y nacen con mucha fuerza, como por
ejemplo el Fondo Global, pero son más bien maniobras políticas, porque
realmente no hay ninguna voluntad detrás. Muy pocos países ponen el
dinero que realmente el fondo necesita y empieza ya a haber unas
manipulaciones brutales. Creo que hay un desinterés total, falta de
responsabilidad y de decisión política, corrupción. Eso hace que no haya
suficientes fondos y los que hay no lleguen a donde deberían".
"El tema del sida va más allá de lo puramente relacionado con la
enfermedad -reconoce Antonio Guirado- Pone en evidencia la
injusticia tan grande en la que vivimos, unos en el Versalles del siglo
XVIII, rodeados de lujo, y la inmensa mayoría en la miseria. Aún hay
niños que mueren de diarrea, por ejemplo, o de malaria. Además, no hace
falta irse a África. ¿Cuántos de nuestros ciudadanos viven en el umbral
de la pobreza?, ¿cómo estamos recibiendo a otros ciudadanos que no son
de pleno derecho como los inmigrantes?, ¿qué hacemos por ellos?
Nosotros, que somos una asociación de apoyo a personas seropositivas,
tenemos a compañeros que viven con 300 euros al mes. Si alguien me puede
explicar cómo se puede vivir en Barcelona con ese dinero, teniendo una
vivienda digna y comiendo todos los días, que me lo explique.
Sinceramente no esperaba que este tema nos hiciera convertirnos en más
solidarios". ∆ |
FUSION OPINA
En su día se dijo, y hoy
ya está demostrado y asumido, que el hambre era un arma más utilizada en
la guerra, una estrategia sencilla y barata para frenar el desarrollo de
un país. ¿Para qué matar, pudiendo dejar que mueran? ¿Qué mejor manera
de diezmar la población de un país que dejarla morir de hambre? Buena
manera de deshacerse de enemigos o competidores potenciales. Seamos un
poco maquiavélicos, y donde pone hambre escribamos sida, y tendremos una
receta similar. No hay país que pueda levantar una estructura social,
económica, cultural, sanitaria, si constantemente está sufriendo bajas.
Ahora se anuncia además que en los próximos años Asia va a sufrir la
epidemia con mayor dureza que Africa. Recordemos que el continente
asiático es una bomba económica en potencia que se prevé que reorganice
el mapa financiero global y se sitúe entre los gigantes. No es difícil
sacar conclusiones, sin embargo pocos se aventuran por estos caminos.
Parece demasiado retorcido. Estamos de acuerdo, pero tenemos claro que
aunque nos lo propongamos nunca nos asomaremos al grado de monstruosidad
de quienes dirigen el destino de este planeta. Y si no ¿por qué no
tenemos todavía una vacuna, si todos coinciden en que sumando esfuerzos
la tendríamos al alcance de la mano? ¿Por qué no se facilitan
tratamientos baratos para quienes lo necesiten? ¿Por qué se permite que
Estados Unidos siga decidiendo por todos, saltándose los acuerdos,
defendiendo descaradamente los intereses de las grandes compañías? ¿Es
que con la unidad del resto de los países no se conseguiría poner freno
a sus chantajes? Los ciudadanos de a pie no entendemos algunas cosas.
Será que tenemos unas mentes sencillas y sabemos sumar dos más dos. Será
que nos duele el dolor ajeno. Porque mientras unos y otros se dedican a
hablar y a repartir beneficios, los muertos siguen sumando.
Tarde o temprano llegará la factura. ∆ |
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