Lo que llaman "maltrato
psicológico" no es más que una pérdida de privilegios que ellos solitos
han cedido, con mil amores, en el inicio de una relación. |
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SEPTIEMBRE 2004
¿HOMBRES MALTRATADOS?
POR RAQUEL BUZNEGO (PSICOLOGA)
T engo un lío que me ocupa y preocupa:
los hombres me acusan de feminista y las mujeres de machista, o sea, llueve
de todas partes. No me habré explicado con claridad; tengo a bien
intentarlo:
Para mí existen "personas", indistintamente de su género. He hablado de
mujeres maltratadas porque es un hecho alarmante e imparable, parece. En lo
que va de año, que se sepa, han muerto casi un centenar en manos de su
pareja. Las muertes ahí están, otras muchas mueren, día a día, de miedo, de
vergüenza, de dolor.
Los hombres también hablan de maltratos, algunos han hecho públicas las
agresiones físicas a que fueron sometidos, otros se quejan de maltrato
psicológico.
No seré yo quien reste importancia a este fenómeno, por razones obvias, pero
sin justificar la conducta de nadie creo que, en no pocas ocasiones, lo que
llaman "maltrato psicológico" no es más que una pérdida de privilegios que
ellos solitos han cedido, con mil amores, en el inicio de una relación.
Y es que los "tíos" me sorprenden muchísimo. Van unos ejemplitos:
Hace unos años, tres o cuatro, hallándome en la terraza de un bar
disfrutando de una hermosa tarde de verano, un joven de los que estaba
dentro salió teléfono en mano; en su conversación explicaba que estaba en el
trabajo y que aún debía concluir unas tareas.
Me llamó la atención porque estaba jugando al billar con un par de amigos, o
compañeros de curro, o lo que fueren. Nada inconfesable, entiendo.
Al rato nuevamente el molesto timbre y nuevamente una mentira por respuesta.
En ese caso estaba saliendo del trabajo, tomando dirección, vamos.
No salía de mi asombro ¿por qué mentía? ¿acaso no tenía derecho a un ratito
de asueto tras la jornada laboral?
Con gusto le hubiera llamado tonto, me hervía la sangre; no podía comprender
cómo una persona no es capaz de defender sus propias necesidades y las
necesidades de una persona son, entre otras, conservar esos pequeños
espacios en los que nadie debe entrometerse. Si no es capaz de hacer
respetar eso es que no se respeta a sí mismo.
Otra conducta, sobradamente conocida, muy usual en no pocos señores: has
tenido un novio, un amor, un rollo... Lo encuentras y da gusto, oye, te
saluda, hablas de los viejos tiempos, compartes encantada un café porque, de
alguna manera, forma parte de tu biografía; es grato recordar anécdotas, o
situaciones, o, simplemente, comentar cómo han ido las cosas.
Un buen día te lo encuentras frente a ti, con su novia, o mujer, y se hace
el "longuis", te niega el saludo, mira en otra dirección, de golpe algo
sumamente interesante debió acontecer en la otra acera. ¡Qué chasco!
Si hay suerte habrá otro día y te explicará el rollo: "Mi novia es muy
celosa y evito los saludos para evitar discusiones". Entonces te mueres de
la risa, o de pena, o de rabia; sobre todo porque hay que reconocer que en
un momento de tu vida has estado fascinada por un imbécil. Y, claro, si una
ha sido fascinada por un imbécil es que el grado de imbecilidad propio no
debía ser escaso, mal que pese.
Pues, hombre, si tu pareja es celosa allá ella ¿no?. Que vaya al psicólogo,
que para eso estamos. En vez de comprar el traje Versacce o el bolso Loewe,
que se pague unas sesiones, seguro que con empeño, voluntad y buen guía
aprenderá a valorarse. Si lo consigue ganará en tranquilidad y, por tanto,
tú en libertad.
Y es que el maltrato psicológico a que se refieren los señores tiene mucho
que ver con hechos que comienzan a gestarse con las conductas a que me he
referido. Más adelante dirán que sus mujeres opinan por ellos, compran por
ellos, les impiden conservar sus amigos, les controlan hasta el último euro,
se enfadan si hablan con otras mujeres... en fin que los pobrecitos no
pueden ni respirar.
Pues eso, que aprendan, que defiendan sus derechos y su espacio individual
desde el principio, que conserven su dignidad y que defiendan lo que
consideren defendible con uñas y dientes si es necesario.
Y si no saben que se documenten, que aprendan, que investiguen.
A fin de cuentas lo maravilloso de la vida es que siempre nos ofrece la
oportunidad de aprender. ∆ |