Tras siglos de absurdas
normas sociales (y políticas, y económicas...) que vamos poco a poco
superando, vienen ahora una panda de modernas a decirnos lo que hay que
hacer. Lo que nos faltaba. |
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NOVIEMBRE 2004
LO QUE HAY QUE HACER
POR ELENA F. VISPO
Tenía yo
un día tonto y voy y me compro una de esas revistas "femeninas". Cosa
que no suelo hacer porque, salvando una única excepción que ahora se me
ocurre, son todas una patata. Y encima, bastante insultantes "para ti,
mujer". Y no, no voy a decir el nombre de la revista mala que me compré
(no sea que me demanden), y por lo tanto tampoco el de la buena. Allá se
las apañe cada cual con su quioskero.
El caso es que gracias a esta revista ya soy un hacha del maquillaje
creativo y he descubierto que la solución para mi piel grasa es
purificarla con microcaptores (ahora sólo me queda saber lo que es eso).
He hecho una especie de test para saber si soy buena en la cama (ejem) y
he decidido que tengo que someterme a una sesión de coaching (que
tampoco sé lo que es), siempre y cuando el psicólogo que me atienda
lleve una camisa de Massimo Dutti, unos Dockers, unas deportivas de
Snipe y se siente en un sofá de Becara.
Bueno, y un montón de cosas más: cómo dejar una relación adictiva, 300
looks perfectos para la ciudad, y por fin he descubierto que coj... es
el vintage (leído vintaaash). Ah, y que gracias a los avances de la
ciencia, en diez años las mujeres no tendremos defectos ni problemas.
Como ejemplo, la pildorita ésta que hace que sólo tengas cuatro reglas
al año. "¡Y quizá más adelante se puedan eliminar incluso esas cuatro!",
dicen. Con lo cual yo entiendo que para la redactora la regla es un
defecto, no un proceso natural del cuerpo. En fin.
Pero lo mejor, lo mejor, es la última página, que se llama muy
acertadamente la guinda: 17 errores que toda mujer debe cometer al menos
una vez. Por falta de espacio, que no de ganas, no voy a poner las 17,
pero sí unas cuantas escogidas, para que las lectoras de Fusión sepan lo
que hay que hacer para ser una mujer moderna:
Número uno: Despertarte junto a un hombre cuyo nombre te cuesta
adivinar. Es decir: Emborráchate y/o drógate lo suficiente para perder
el sentido y acuéstate -probablemente sin condón- con un tipo al que no
vas a volver a ver en la vida ni falta que te hace, porque o bien es un
aprovechado o bien estaba igual de inconsciente que tú.
Número tres: tener un lunes desastroso en la oficina cuando tu jefe sabe
perfectamente que has pasado la noche anterior de juerga total. Igual te
despiden, pero oye ¡lo que te vas a reír contándolo luego!
Número cinco: Sucumbir a una compra más con la tarjeta, aunque sepas que
eso te dejará por unos días en números rojos. La falda de tweed es
irresistible, ¿verdad? Traducción: Olvida toda noción de economía
doméstica y sacrifica la comida de esta semana para tener una falda de
marras. Si lo haces muy a menudo seguro que te cabe la talla 36.
Número nueve: Soportar una relación aburrida con un completo estúpido...
al que le quedan pecaminosamente bien los calzoncillos de Calvin Klein.
Ahí, ahí, potenciando la belleza interior.
Número doce: Pensar que puedes convertirte en una maestra de los
patines, del skateboard o de cualquiera de esos deportes que sólo hacen
las adolescentes. ¿Y quién te dice que no?
Número catorce: Pedir a tu amiga que te vigile y te ayude a seguir con
la dieta y luego odiarla. Esto debe de ser un complemento para que te
quepa la puñetera falda de tweed de antes. Ahora, eso sí, ni se te
ocurra ir a un médico para que te dé una dieta razonable. Más vale
perder una amiga que plantearte perder peso en serio.
Y ya no cuento más, pero juro que las otras no tienen desperdicio
(bueno, la última: tener un ataque de claustrofobia y salir corriendo de
una máquina de UVA. Hala). Total, que después de haber leído esta lista
de básicos no sé si meterle una demanda a la revista en cuestión por
estupidez con alevosía, o irme a una sesión de couching para que el
psicólogo me cure el complejo de inferioridad derivado de que no cumplo
los requisitos ni de lejos. Menos mal que la mayoría de nosotras no
somos -aunque los editores/as opinen lo contrario- tan gilipollas como
para seguir los diecisiete mandamientos éstos que se han sacado de la
manga, ni otros muchos diseminados por el resto de la revista. Tras
siglos de absurdas normas sociales (y políticas, y económicas...) que
vamos poco a poco superando, vienen ahora una panda de modernas a
decirnos lo que hay que hacer. Lo que nos faltaba.
En mi caso, está muy claro lo que he de hacer: cada vez que me encuentre
escasa de ideas para escribir este Ventano, me compro otra vez una
revista de ésas, que me echo unas risas, y de paso me surto de material
para varios meses. Y se acabó el problema. ∆ |