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"El mundo pagará muy caro el desarrollo, hasta los niveles occidentales, de la mayoría del pueblo chino"

NOVIEMBRE 2004

CHINA
YA ESTA DESPIERTA

El futuro ya ha llegado a China, y la frase profética tan manida que anunciaba con temor el despertar del gigante amarillo ya se ha cumplido. Hoy en día la gran potencia ocupa el sexto puesto mundial económico, y los expertos ya vaticinan que en 2041 estará a la cabeza de la lista de los más prósperos. Para ello la economía planetaria sufrirá cambios.

Texto: Marta Iglesias

En 1997 el periodista Vicente Verdú escribía para El País que "los chinos han vivido cinco veces más deprisa que el resto de la humanidad en los últimos veinte años. Han quemado un siglo en dos décadas. La revolución industrial, la económica, la demográfica, el éxodo del campo a la ciudad, el paso de la economía comunista a la de mercado, el cambio de valores de todo un país desde la más hermética tradición hasta el más voraz consumismo. Todo en menos de una generación". El capitalismo ya estaba arraigado en casi todo el planeta cuando en 1978 Deng Xiaoping cambió el modelo de desarrollo, abriendo los mercados chinos al resto del mundo y aprovechando para renovarse. No en vano en China vive la quinta parte de la población mundial. Mucha mano de obra barata, que procedía del comunismo acérrimo, y que estaba deseando sacudirse el "Nunca pienses en ti mismo; da todo al servicio de la sociedad", sentencia maoísta. El cambio fue espectacular y lo sigue siendo. Los chinos, acostumbrados de por sí a trabajar de sol a sol, ante el escaparate que les mostraban se motivaron todavía más. Y de hecho aún hoy siguen abriendo sus comercios 12 horas al día, los siete días de la semana. El gobierno creó "zonas económicas especiales", áreas con ventajas para los inversores extranjeros, y las empresas acudieron como abejas a un panal de miel. A las empresas no sólo les interesa el potencial mercado chino, sino que debido a las facilidades que reciben les resulta muy rentable situar allí su central y desde China exportar al lugar del mundo que deseen. Y por otro lado el mercado chino les ofrece un público de 1.300 habitantes vírgenes, muchos de los cuales no poseen coche, lavadora, frigorífico o un simple secador. Como comparación basta decir que si uno de cada cien chinos comprara un coche, el mercado se igualaría al europeo, lo cual es un caramelo demasiado apetitoso para dejarlo escapar. De momento queda muy lejos esa cifra porque son muy pocos los chinos con tanto poder adquisitivo, pero todo llegará. Para el periodista de la Agencia de Información Solidaria (AIS), Juan Carlos Galindo, "El crecimiento de China constituye un proceso imparable. Estados Unidos y Europa lo saben y han sido los primeros en utilizarlo en su favor. Es decir, al tiempo que avisan sobre la 'amenaza china' utilizan su mano de obra barata, llevan a territorio chino sus empresas deslocalizadas y explotan las potencialidades de un mercado de 1.300 millones de consumidores".
Por otro lado las empresas chinas crecen como la espuma y sus productos invaden los mercados de todo el mundo. De hecho, la economía china tiene una tasa de crecimiento anual de un 9% ¡desde hace veinte años! Y para mantener ese ritmo necesita importar gran cantidad de productos y de energía: es el segundo importador mundial de petróleo, importa el 55% de la producción mundial de cemento, el 40% del cartón y el 25% del acero. En un mercado económico mundial, más o menos estable, y fundamentalmente influido por las variaciones que experimentaba el petróleo, el empuje chino va a producir cambios seguros.

 Cerca de casa
Pero lejos de pensar que esta situación no nos afecta, debemos tener en cuenta que las repercusiones están a la vuelta de la esquina. No hay más que darse una vuelta por Elda y otros pueblos de Alicante para constatar que el calzado chino está hundiendo la industria local. Más allá de la calidad, los precios y la estética parecen ser los únicos que influyen en la decisión de un comprador a la hora de elegir uno u otro producto. Los españoles se quejan no sólo de que los chinos son más competitivos sino de que les copian los diseños, con lo cual sólo un experto puede distinguir entre el zapato de calidad y la imitación. Para llegar hasta aquí cuentan los bajos precios que se pagan por las materias primas y los sueldos ridículos que perciben los trabajadores chinos, amén de las agresiones que sufren: desde eternas horas de trabajo, a la violencia con que son tratados. La globalidad económica es de tal calibre que el sistema chino se cuela por nuestras rendijas y poco hay que hacer, aunque la OMC se encuentra lejos de defender en exclusiva los criterios de libre comercio y tiene previstos cientos de mecanismos para limitar la entrada de productos de países en desarrollo a los mercados occidentales. Pero al fin y al cabo los trabajadores alicantinos están sufriendo en sus carnes lo que los países del Tercer Mundo con respecto a nosotros: llevamos a sus mercados locales productos agrarios subvencionados tan baratos que estamos arruinando sus economías, empezando por los más pobres. Son las reglas de un mundo dominado por el dinero, y de hecho los expertos aseguran que lo peor está por venir. Todavía falta por ver cómo se van de nuestro país las industrias automovilísticas, tecnológicas y alimentarias a otros lugares que ofrecen ventajas fiscales similares a las chinas -los recientes países incorporados a la UE son la apuesta más segura-, dejando tras de sí miles de parados españoles. Para Galindo, "El traslado de empresas de países desarrollados a otros con un menor grado de riqueza no es un proceso nuevo. Es un proceso lógico del que se benefició la España de los años sesenta y setenta. Lo que ocurre es que el enorme desarrollo de China ha desplazado a otros países que, hasta el momento, eran enormemente competitivos. Es el caso de las industrias de México o Camboya. En lo que se refiere a España, el proceso de fuga de inversiones extranjeras se había iniciado con el desarrollo de los países de Europa del Este". Y es que con un país como China -donde los empleados cobran sueldos que son una undécima parte del salario medio europeo- resulta imposible competir, sobre todo teniendo en cuenta que con la falta de derechos laborales que hay en el país tardarán muchos años en conseguir mejoras salariales. ¿Qué futuro espera entonces a los países industrializados? "La diferencia ha de buscarse en una mano de obra cada vez más cualificada, que compita cualitativamente con la de países donde los sueldos son la vigésima parte de los españoles. El futuro de los países industrializados se encuentra en la especialización y en la elaboración de productos de calidad. Es ahí donde serán competitivos y donde se podrán crear o mantener puestos de trabajo. Un ejemplo en otro ámbito: si alguna vez se liberalizan los mercados agrícolas, España nunca podrá competir con los países del Tercer Mundo. No, al menos, en cuanto al precio del producto. Sin embargo, seguirá siendo líder en el mercado del jamón, de los vinos o del queso con denominación de origen", prevé Galindo.

"El crecimiento de China es un proceso imparable. Estados Unidos y Europa lo saben y han sido los primeros en utilizarlo en su favor: utilizan su mano de obra barata, y llevan a territorio chino sus empresas"
Foto: Valvanera


 Un futuro incierto
Con este panorama nos queda plantearnos hacia dónde vamos y a qué precio. La economía china crece, sí, pero sus artífices son miles y miles de chinos que ganan una miseria tanto si hacen carreteras, como si son agricultores, o trabajan en una fábrica. Los derechos humanos son para ellos una utopía. La libertad existe para trabajar y comprar cuanto deseen, pero hay un férreo control de la natalidad, la política y las creencias religiosas. Se han abierto unas puertas y las más elementales permanecen cerradas, con lo cual muchos se preguntan sobre ese futuro sin valores, donde tu vida es controlada y sólo manda el dinero. Sobre esta base de explotación humana se levantan rascacielos, se venden productos a bajo precio y se importa energía en grandes cantidades. Y ésa es otra de las contradicciones futuras. Cuando el sistema capitalista es ya considerado por una parte importante del planeta como insostenible para los pueblos y el medio ambiente, irrumpe China como un alumno atrasado que desea recuperar las clases perdidas. Pero el mundo del siglo XXI no es el mismo que el de los ochenta. La conciencia ciudadana mundial ha cambiado y es inadmisible un gigante económico que someta a 1.300 millones de personas en el planeta y consuma gran parte de las riquezas de la Tierra, con la contaminación proporcional que genera (China va camino de ser el primer país contaminador). "El mundo pagará muy caro el desarrollo, hasta los niveles occidentales, de la mayoría del pueblo chino -puntualiza Galindo-. En términos ecológicos, la situación será insostenible. Al menos si se sigue con los patrones actuales. Ahora bien, desde principios de 2004 China ha empezado a reducir su consumo de materias primas y combustibles fósiles. Lo ha hecho para evitar un recalentamiento de su economía, pero esta nueva política da una idea de cuáles son los límites de su crecimiento. Creo que lo que ocurrirá es que China se subirá al carro del desarrollo salvaje y las consecuencias las asumirán los más pobres, dentro y fuera de China. Lo único que hará el desarrollo chino, tal y como está concebido hasta el momento, es acentuar las desigualdades ecológicas y económicas a nivel global". Aunque no se puede predecir el futuro, está claro que las consecuencias de cualquier acción serán globales. El futuro de los ciudadanos del mundo está entrelazado, entretejido como una resistente red que nos lleva hacia un destino común. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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