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EL ARBOL DEL BUHO

 

  A pesar de que siempre supe que
la vida era algo temporal, ahora me doy cuenta de que no viví en consonancia a ello, no viví en tiempo real. Pienso en la cantidad de gente que vive prisionera del pasado y por ello no disfruta el presente.

 

NOVIEMBRE 2004

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EL ULTIMO DIA
POR ELENA G. GOMEZ

Qué lejos se queda el verano, pensé, a la vez que ponía la calefacción del coche. Llovía, y la carretera reflejaba las luces de los otros coches como si de un espejo se tratara. Me dirigía, como cada mañana, al trabajo. La radio tejía noticia tras noticia creando un auténtico rosario de desgracias y despropósitos.
Salí del túnel y de pronto perdí el control del coche, primero se fue a la derecha, intenté controlarlo y entonces se fue a la izquierda, hasta que vi que tenía delante de mí las luces de un coche, así que con otro volantazo giré a la derecha hasta que choqué contra un árbol.
De pronto todo empezó a suceder a cámara lenta. El capó del coche empezó a levantarse suavemente y venir hacia mí. No sentí miedo, ni tampoco dolor, sólo una extraña sensación de atemporalidad, ligereza y silencio, un profundo silencio. Luego, recuerdo, se hizo la oscuridad.
Cuando desperté me sentí mareada y confusa, muy confusa. Vi un cuerpo que estaba tendido junto a mi coche, gente que se paraba a mirar y una ambulancia que se acercaba a lo lejos. Me acerqué un poco más hasta aquel cuerpo y entonces la vi, aquella mujer que estaba tendida en el suelo era yo.
No entendí lo que estaba pasando, hablé con la gente pero nadie me escuchaba, traté de hacerles señas para que me entendiesen pero nadie me veía. Entonces contemplé, como si fuese una espectadora más, cómo cogían mi cuerpo, lo introducían en la ambulancia y se marchaban. La ambulancia, la gente, todos se marchaban excepto yo que me quedé allí, junto al coche, sola, confusa, perdida.
Luego se acercó a mí una mujer, me saludó sin palabras pero yo la entendí, me dijo que la acompañara y que no me preocupara por nada.
Tal vez era porque me sentía muy sola, pero su presencia, su serenidad, me reconfortó.
Así fue como empezamos a "volar" hacia algún lugar.
No sé el tiempo que tardamos porque éste dejó de existir. Sólo tengo el recuerdo de ver colores intensos, como si fuese pasando entre planos y formas de vida distintas a las que hasta entonces conocía. Luego, llegamos a un lugar en el que había mucha gente que caminaba junta y nos sumamos a esa especie de marea humana.
Entonces comprendí que me había muerto. Aunque yo no me sentía muerta, o por lo menos no como yo creía que era estar muerta. Podía ver, sentir, pensar. Me encontraba como si mi cuerpo y mi mente estuviesen sometidos a otra fuerza de gravedad y fuesen más ligeros y más rápidos.
Me encontraba caminando hacia algún lugar, sumida en mis propios pensamientos hasta que la mujer me preguntó: "¿Qué estás pensando?".
"Pensaba", -le contesté- "que ayer discutí con mi marido y a pesar de que podía haber dejado la situación arreglada no lo hice. Ahora estoy aquí y ya no podré decirle que tenía razón y mucho menos darle un beso y decirle lo mucho que le quiero. Pensaba en la cantidad de cosas que en mi vida me pasaron por delante y que dejé escapar porque las dejé para otro momento, un momento que ya no tendré, y a pesar de que siempre supe que la vida era algo temporal, ahora me doy cuenta de que no viví en consonancia a ello, no viví en tiempo real. Pienso en la cantidad de gente que vive prisionera del pasado y por ello no disfruta el presente".
"¿Y ahora cómo te sientes?", -me preguntó la mujer-.
"Bien", -le dije-, "serena, y sobre todo libre. Es como si me hubiesen quitado un peso de encima. De pronto he visto que había muchas cosas a las que antes les daba importancia y que en realidad no la tienen. Que hay dos mundos, uno el real donde están las cosas que son importantes, donde están las personas que nos rodean, nuestra relación con ellas, lo que día a día les damos y también lo que recibimos. Un mundo donde la vida es como una gran escuela, donde hay lecciones para aprender y exámenes que superar.
Luego está el otro mundo, un mundo que hemos creado nosotros, un mundo irreal, lleno de prisas, de esquemas que nos limitan, de miedos creados. Un mundo en el que nos perdemos y del que sólo sacamos vacío, un vacío que luego tratamos de llenar con más y más cadenas. Un mundo en el que lo que más vivo está es la muerte".
Llegamos al final del camino. La mujer me dio la mano y me sacó hacia otro camino. Vi cómo la gente se alejaba hacia un lado y yo entraba por otra puerta. Esperaba que tras ella estuviera el túnel y la luz de los que había oído hablar.
Y la mujer, como si hubiese oído mis pensamientos me dijo: "En esta ocasión no puedes atravesar el túnel, eso está reservado para los que tienen que continuar el viaje. Tú debes regresar, tienes otra oportunidad de vivir tal y como ahora entiendes que es la vida".
Cuando desperté estaba en la cama del hospital. Enganchada a cables y tubos, enganchada a otra vida, con una nueva oportunidad. Desde entonces, cada día lo vivo como si fuese el último de mi vida. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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