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MARZO 2004
Durante años nos
vendieron las bondades del "American Way of life", ejemplo de progreso,
democracia y libertad. Pero el sueño americano se agota. Su modelo
económico resulta insostenible, las libertades personales se reducen día
a día y los valores que exportan no convencen. El mundo no quiere
mirarse en el espejo americano.
Texto: Carolina
Fernández
La
tierra de las libertades, el paraíso de las oportunidades, el oasis de
la libertad de expresión, el país de vanguardia que ensalzaba el valor
potencial del individuo por encima de su clase social, su religión o su
sexo, el lugar donde triunfar por uno mismo era posible... todo forma
parte del mito sobre Norteamérica. Hoy, Estados Unidos es un ejemplo de
represión. Ha establecido la cultura del terror dentro y fuera de sus
fronteras. Después de haber convertido los atentados del 11-S contra sus
Torres Gemelas en un asunto de incumbencia internacional, ha puesto el
terrorismo en la primera fila de de los problemas que atenazan el
planeta, por mucho que en el ranking de muertes, las causadas por
atentado terrorista están muy por debajo del hambre, el sida, las
enfermedades cardiovasculares y hasta los accidentes de tráfico. Sin
embargo han establecido una cultura del miedo global contra un enemigo
demasiado impreciso: el terrorismo internacional, y han trazado una raya
para dividir al mundo en dos: o con nosotros o contra nosotros.
EL 11-S
El fin de las libertades
Puede señalarse como fecha simbólica. A partir de entonces el
gobierno norteamericano se siente legitimado para casi todo, desde
cercenar las libertades personales de sus propios ciudadanos, hasta
invadir un país sin el consentimiento de las Naciones Unidas. La
concepción maniquea del mundo que EE.UU. quiere imponer tiene graves
consecuencias, porque no es tan sencillo dividir el mundo en buenos y
malos pasando por encima de las características de los pueblos, su
cultura, historia, sus aspiraciones. Sin embargo, todos los países, en
mayor o menor medida, siguen el criterio que marca el gigante americano.
¿Qué más nos queda por ver?
A raíz de los atentados del 11-S la población norteamericana se vio
sometida a un bombardeo, esta vez desde instancias gubernamentales, para
convencer a la opinión pública de la necesidad de limitar los derechos
democráticos con el objetivo de ganar en seguridad. Los medios de
comunicación, que en su gran mayoría actuaron como agencias del
gobierno, apoyaron esta política y contribuyeron a crear el clima
mediático apropiado para que, llegado el momento, la población recibiese
con los brazos abiertos los recortes. El New York Times, en un artículo
publicado poco después de los atentados, predice la transformación de
los EE.UU. "en un nuevo tipo de país, donde la identificación
electrónica podría convertirse en lo normal, donde a los inmigrantes se
les investigaría regularmente y donde el espacio aéreo sobre las
ciudades quede fuera de los límites de la aviación civil."
Dos días después de los atentados, el senado estadounidense aprobó una
ley antiterrorista con el nombre de Combating Terrorism Act of 2001.
Algunos senadores la tuvieron en sus manos media hora antes de que
comenzara su debate, de modo que ni siquiera pudieron leerla. El
gobierno de Bush pedía una ampliación de poderes: intervenir en los
teléfonos de personas bajo sospecha, legalizar el espionaje policial en
Internet, controlar las transacciones financieras, y vigilar, detener y
expulsar a inmigrantes y extranjeros que visitan el país. Fue sólo el
comienzo. Actualmente cualquiera puede estar siendo investigado sin
saberlo. Entre otras cosas, el FBI adquirió la posibilidad de espiar los
hábitos de los ciudadanos: qué compran, qué leen, qué guardan en los
cajones. Pueden entrar en una casa, revisar efectos personales, sacar
fotografías, pinchar el teléfono e introducirse en el ordenador de una
persona sin que el "presunto" delincuente lo sepa. Además, podrán
interceptar los sitios web visitados por cualquier ciudadano, los
nombres y las direcciones de los usuarios con los que se comunica
mediante correo electrónico. En poco tiempo, para enviar una carta desde
Estados Unidos podría ser necesario presentar un documento de identidad
con foto. También puede ser una imprudencia llevarse a casa un libro por
ejemplo sobre el islam, porque el control sobre los registros de las
bibliotecas nos convertiría automáticamente en sospechosos. Recién
comenzado el 2004 entraron en vigencia nuevas normas de seguridad que
obligan a la mayoría de los visitantes extranjeros a registrar sus
huellas dactilares y sacarse fotos al llegar a los aeropuertos
estadounidenses. Las quejas no han tardado, pero sólo algunos han pasado
a la acción. Es el caso de Brasil, que ha respondido con medidas
similares hacia los ciudadanos norteamericanos que entran en su país a
través de los principales aeropuertos internacionales. En resumen, el
gobierno amplía su derecho a espiar a los ciudadanos, crece la
brutalidad policial, la pena de muerte se consolida en algunos
territorios, y aumenta el personal dedicado a la seguridad. No deja de
ser significativo que EE.UU. tenga más policías que todos los países
industriales juntos.
Algunas de estas medidas habían formado parte de la cartera del gobierno
de Clinton, pero no pudieron ser puestas en práctica porque se resolvió
que constituían una violación de los derechos civiles. La caída de las
torres fue la oportunidad perfecta para imponer ese estado policial por
el que los sectores más conservadores llevaban tiempo suspirando.
Se respira desde entonces un clima de sospecha permanente. Los
musulmanes son especialmente mal acogidos. Pronunciar la palabra bomba
en el aeropuerto o en el interior de un avión, puede ser motivo
suficiente para provocar una detención o la apertura de un proceso. Y
recientemente se estaba contemplando la posibilidad de que pudiese
viajar personal armado dentro de los aviones comerciales.
La caída de las torres fue la oportunidad perfecta
para imponer ese estado policial por el que los sectores más
conservadores llevaban tiempo suspirando.
El pueblo americano, en principio, acepta de buen grado estas
limitaciones porque entiende que son por un bien mayor. "Si renunciando
al derecho de que no lean mi correo electrónico pudiera haber evitado la
tragedia, diría: Mundo, lee mi correo electrónico", escribe un
internauta. Según una encuesta realizada los días 13 y 14 de septiembre
de 2001, el 72% de los estadounidenses son partidarios de las nuevas
leyes para prevenir nuevos ataques terroristas, a pesar de que atenten
contra las libertades individuales garantizadas por la primera enmienda
de la Constitución.
Pero ya son muchas las voces, tanto dentro como fuera de EE.UU., que
disienten de estas políticas y proclaman que el terrorismo no se combate
con el miedo, ni con medidas de dudosa legalidad que recortan las
libertades públicas y las garantías individuales, pilares de la
democracia.
Tanto algunas autoridades locales como intelectuales, actores y otros
personajes de la vida pública, se han rebelado contra estas imposiciones
y contra la pérdida de libertades de expresión y reunión. También
reclaman el derecho de igualdad ante la ley y el derecho a la
privacidad.
En este contexto, no hay que olvidar que el actual presidente llegó a la
Casa Blanca de forma claramente irregular, después de un proceso mal
esclarecido y un penoso recuento de votos en Florida. Se puede decir que
el gobierno de Bush es ya resultado de un deterioro democrático previo
en los EE.UU. Otro dato importante que hay que valorar es que no
acudieron a las urnas ni siquiera el 40% de los ciudadanos que tenían
derecho a hacerlo. Los acontecimientos posteriores, y la política de
Bush de embarcar a su país en una guerra y una posguerra de gravísimas
consecuencias sin ningún diálogo o debate público, es más de lo mismo.
EXPORTADORES DE inCULTURA
Estados Unidos es la primera potencia del mundo en capacidad
tecnológica. Y en un mundo donde la necesidad de estar al día en
sistemas de telecomunicaciones, en redes de información, en equipamiento
informático, quien exporta tecnología exporta cultura... si la tiene.
La diversidad cultural es un concepto en vías de extinción, gracias a la
presión unificadora que ejerce EE.UU. sobre todos los ámbitos de la vida
de un país. Las idiosincrasias, de continuar por este camino, tienen los
días contados. El pensamiento único no afecta a un terreno concreto y
delimitado, sino a todos los campos del vivir cotidiano que nos podamos
imaginar, y otros tantos en los cuales ni siquiera reparamos, pero que
nos afectan irremediablemente. El pensamiento único se respira, todos
los días, seamos o no conscientes de ello.
Cómo hablamos, qué comemos, cómo estructuramos nuestros tiempos de
ocio... Hay que tener un coche propio y acercarse a pasar todo el sábado
por la tarde al centro comercial, a ver en el cine la última película de
Schwartzenegger y a comerse una hamburguesa en Mc Donald´s. Vestir
Levi's y beber Coca Cola. Celebrar Halloween y recibir regalos de Papa
Noel, en vez de nuestros Tres Reyes Magos. Todo tiende hacia la
imitación del American way of life, en detrimento de las costumbres de
cada cultura, de cada pueblo. Y ni siquiera se puede decir que sea un
cambio para mejor, puesto que los valores que vende al mundo el gigante
norteamericano no resisten un análisis crítico. De hecho, están pagando
ya la factura de su propio sistema de vida.
EE.UU. tiene cuarenta millones de analfabetos, más
que ningún otro país. Veinticinco millones de personas no tienen acceso
a la seguridad social y unas tremendas bolsas de pobreza. El mayor
consumo de antidepresivos de pastillas está en Estados Unidos.
La inseguridad que se respira en EE.UU. no hay que achacarla sólo a
la amenaza terrorista. La crisis económica hace que la cotidianidad de
miles de personas se desarrolle en una permanente cuerda floja. En el
año 2000 la pobreza en EE.UU. llegó a su nivel más bajo en 25 años. Pero
a partir de 2001, esta tendencia cambió. Los economistas señalan al
desempleo como la causa principal. El plan económico de presidente
George W. Bush ha ocasionado el recorte de programas de educación,
vivienda y asistencia social. Es el país desarrollado con mayor índice
de desigualdad, y donde los programas sociales y el seguro social tienen
una cobertura cada vez menor. Los salarios medios no dejan de caer, a la
vez que crecen los de las clases empresariales. Aumentan
desorbitadamente los parados y las personas sin techo. La inmensa
mayoría pierde poder adquisitivo y se distancia cada vez más de una
minoría próspera.
Y esto sucede en un país con un gasto militar desorbitado. El proyecto
que el presidente de EE.UU. ha presentado a comienzos del 2004 ante el
Congreso, incluye un aumento presupuestario para la defensa del país,
que supone un incremento del 7% con respecto a los gastos militares del
pasado año. La propuesta llega en un clima de gran preocupación por la
cuantía del déficit fiscal, que ya sobrepasa los 500.000 millones de
dólares.
La política de la Casa Blanca se vuelca claramente hacia fuera de sus
fronteras, buscando consolidar la hegemonía de USA ante el resto de los
países del mundo, mientras en sus ciudades aumenta alarmantemente el
número de ciudadanos que viven bajo el umbral de la pobreza.
Miedosos y acomplejados
En el documental Bowling for Columbine, el cineasta Michael Moore
presenta la "otra" historia del pueblo americano, en una versión bien
distinta a la que nos venden los medios de comunicación. Desde su
perspectiva crítica, estamos ante un pueblo históricamente atemorizado
que proyecta sus propios miedos al exterior en forma de agresividad,
violencia, desconfianza, rechazo a quien es distinto, y vocación de
convertirse en el policía mundial. La imagen estereotipada del
superhéroe americano esconde en realidad un complejo de inferioridad que
tiene su origen, muy posiblemente, en la falta de raíces históricas.
Y es que el pueblo americano no tiene actualmente donde asentar sus
pilares. Se formó a partir de retales de otros países. El continente fue
poblado por quienes llegaban del antiguo mundo: ingleses, irlandeses,
italianos, holandeses, españoles. Podrían haber construido un país con
una fortísima base cultural propia, la que le habrían podido aportar los
pueblos indígenas que habitaban las tierras de América del norte, pero
sencillamente los exterminaron. Se renegó de su cultura y su
conocimiento, y todo vestigio de sus tradiciones fue borrado
concienzudamente por los conquistadores. Perdieron la posibilidad de
construir una sociedad rica en cultura, forjada en los valores antiguos
y fortalecida por el posterior mestizaje. A cambio, optaron por una
reaccionaria y violenta defensa del terruño particular de cada
conquistador. "Los norteamericanos son una sociedad formada por
pueblos de aluvión -comenta José Carlos García Fajardo, profesor de
Pensamiento Político y Social en la Complutense-. Los pioneros que
llegaron venían huidos, y con la mentalidad, profundamente religiosa, de
exterminar a quienes se encontrasen en la tierra prometida que un dios
determinado les dio a ellos. A partir de ahí siempre se han sentido el
eje del mundo. Siempre fueron personas tremendamente conservadoras,
religiosas y con un concepto de la vida que sobre todo se reducía al
ámbito familiar. Consideraron al resto del mundo como si fueran
bárbaros".
El decoro es un valor en alza. Los sectores
ultraconservadores no han perdido minutos para imponer nuevas normas de
censura después de ver por televisión el pecho desnudo de Janet Jackson.
Efectivamente, el mundo de Río Grande hacia abajo era el vacío
absoluto, el hogar de los salvajes. Y cometieron el error de
despreciarlo. "Nadie hay con más ignorancia que ellos mismos acerca
de las culturas indias norteamericanas, lo único que conocen es Buffalo
Bill y la conquista del Oeste, etc. Han perdido todas sus señas de
identidad", añade el profesor Fajardo. El viejo continente, que
envió durante décadas habitantes para nutrir las ciudades americanas,
quedaba reducido a la simplicidad más absoluta. "Europa era París y
poco más -continúa-. Afirmaron un modelo de vida idílico, ingenuo
y terriblemente ignorante de lo que sucedía en el mundo. Todo se fue
simplificando hasta el extremo de que el 58% de los congresistas y más
del 60% de los senadores de los Estados Unidos jamás han tenido un
pasaporte para viajar al extranjero". Desde el otro lado del
Atlántico, no deja de ser preocupante que más de la mitad de los
dirigentes del imperio más poderoso del mundo jamás hayan sentido la
necesidad de conocer otro país que no fuera el suyo, ni interesarse por
otras culturas con las que su país tiene relación, ni siquiera han
mostrado interés por conocer sus raíces europeas.
De modo que América se fue construyendo de pinceladas de uno y otro
lado, sin normas, sin directrices, sin origen. "Lo que era antes el
pueblo americano se fue diluyendo a través de los medios de comunicación
masiva. Hoy no conocemos país en el mundo que vista con mayor desaliño,
sus casas parecen de plástico, de quitar y poner, todo tiene colores
estridentes; para comer tienen hamburguesas y Coca-Cola, porque si
quieren algo más tienen que recurrir a la comida china, italiana... pero
no americana. Los índices de lectura están por los suelos. La televisión
está plagada de comedias enlatadas en las que se ríen para avisarles a
ellos de cuándo se tienen que reír. En las universidades hay jóvenes que
no podrían decir los nombres de los países de la UE y que no distinguen
Paraguay de Brasil. Esto es una ignorancia que aterra. Triunfa la
banalización, lo más vulgar", apunta García Fajardo.
Los
productos norteamericanos están distribuidos por todo el
mundo. Su manera de comer, su manera de informar, de
disponer del tiempo de ocio, sus modas, sus gustos, etc.,
dan la vuelta al globo en cuestión de horas. |
En un mundo globalizado, quien tiene capacidad de distribuir sus
imágenes es el que más vende. Los productos norteamericanos están
distribuidos por todo el mundo. Su manera de comer, su manera de
informar, de disponer del tiempo de ocio, sus modas, sus gustos, etc.,
dan la vuelta al globo en cuestión de horas. Las mismas teleseries que
triunfan en Norteamérica se pueden ver en todos los continentes. Su
modelo de cine triunfa, y las pantallas globales se llenan de su visión
del mundo, de sus guerras, de héroes americanos, de escenarios
suntuosos, de mujeres de melena larga... Un mundo inalcanzable para la
mayoría.
Pero la realidad de la vida cotidiana americana es bien distinta. Según
indica el profesor Fajardo, "EE.UU. tiene cuarenta millones de
analfabetos, más que ningún otro país. Veinticinco millones de personas
no tienen acceso a la seguridad social y unas tremendas bolsas de
pobreza. El mayor consumo de antidepresivos de pastillas está en Estados
Unidos. Es una sociedad decadente, que a pesar del crecimiento
económico, de los gritos de invasión y de la mayor fuerza militar, tiene
los pies de barro, como le pasó al imperio romano, porque el pueblo ya
no participa de los ideales de sus dirigentes".
¿Qué podría entonces exportar Estados Unidos al mundo? Responde Fajardo:
"Lo que sí podrían exportar es el pensamiento de los primeros padres,
de la Constitución americana. El prólogo que dice que los derechos
fundamentales del ser humano son el derecho a la vida, a la libertad y a
la búsqueda de la felicidad; el valor del trabajo y del esfuerzo por
encima de la sangre, el apellido, la religión, o el sexo; su sentido
profundo de la igualdad y la libertad. Eso lo tenían los americanos y
fueron un ejemplo para el mundo. Pero ya no se sienten conectados con el
gran pensamiento de Lincoln, de Adams, de los que fueron sus gestores."
...Y llegó George W. Bush, "un ex-alcohólico, un hombre sin
cultura, sin estudios, un hombre que cuando llegó a la presidencia nunca
había pisado Europa, a pesar de ser hijo de un Presidente de los Estados
Unidos".
Y además, PURITANOS
La última campanada ha sido el pecho descubierto de Janet Jackson, en
la actuación con la que ella y el cantante Justin Timberlake,
clausuraron la final de la Superbowl. Fue la excusa perfecta para cerrar
un poco más la escasa permisividad que existía en los medios de
comunicación americanos y que había avanzado muy tímidamente en los
últimos años. Los sectores ultraconservadores no han perdido minutos
para imponer nuevas normas de censura. El decoro es un valor en alza.
Las cadenas se han visto obligadas a introducir férreas normas de
censura que, entre otras cosas, acaban con las emisiones en directo. Las
imágenes llegarán a los espectadores con un retraso de unos pocos
minutos. Tiempo suficiente para que un censor, atento a la pantalla,
introduzca los cambios que juzgue oportunos para que el contenido que
llega a los hogares norteamericanos (y del resto del mundo) no incluya
ningún elemento peligroso para la moral. Estarán atentos a los
centímetros cuadrados de piel que enseñan las presentadoras, como ya
sucedió con la entrega de los premios Grammy, que inmediatamente
retiraron el nombre de la Jackson de la lista de presentadores. La mano
de la censura tuvo poco que hacer en una ceremonia a la que todos
acudieron aleccionados. Salvo Christina Aguilera cuyo espléndido escote
amenazó por un momento con convertirse en un peligro para la moral
americana. El realizador salvó estupendamente la situación enfocando
rápidamente un primer plano de la cantante, y América suspiró aliviada.
No se sabe qué más decisiones se pueden tomar en un país en el que la
cadena NBC censura un plano de la serie Urgencias que mostraba durante
un segundo el pecho desnudo de una anciana.
Además, este "falso directo" es la mejor manera de terminar con
cualquier discurso crítico con el "establisment", como sucedió en la
ceremonia de entrega de los Oscar con la intervención de Michael Moore,
entre otros cuyas críticas a la administración Bush tras la invasión a
Irak levantaron ampollas.
Consumir, consumir, consumir
El Worldwatch Institute ha dado la voz de
alarma. El ritmo de consumo a nivel global no tiene futuro,
sencillamente porque el mundo no va a poder resistirlo. Está recogido en
su "Informe sobre el estado del mundo 2004", donde se asegura que haría
falta un planeta tres veces mayor que éste para saciar el apetito
consumidor de sus habitantes, si el modelo occidental se extendiese a
todo el planeta. El desequilibrio que se está generando es tal que no
sólo está perjudicando a los más pobres, que ven cómo aumenta la
distancia con los más desarrollados, sino que también está creando
graves problemas a los países ricos, entre otras cosas disparando las
cifras de las conocidas como enfermedades del consumismo, entre ellas la
obesidad y las cardiovasculares, que causan un 60% de las muertes
anuales en todo el planeta. El excesivo consumo abarca muchos campos, y
acarrea también hábitos alimenticios, estilos de vida, modelos de ocio,
uso de los transportes, etc. América del norte, Europa y Japón están en
cabeza de este modo de vida. Entre los habitantes de Norteamérica y
Europa, que suponen el 20% de la población mundial, acaparan el 60% del
consumo total.
En total 1700 millones de consumidores amenazan con hundir el barco. En
la otra cara de la moneda, 2800 millones de personas sobreviven con
menos de dos dólares al día.
Tradicionalmente los niveles de consumo de un país reflejaban su grado
de desarrollo económico, puesto que los usuarios disponían de capacidad
para satisfacer sus necesidades. Pero los hábitos han cambiado, y ahora
se consume muy por encima de esos niveles, y no para satisfacerse,
porque las encuestas reflejan que la gente no se siente mejor por
consumir más, a pesar de que desde los medios de comunicación se
esfuercen en hacernos llegar un mensaje así de demoledor: si no
consumes, no existes. Sin embargo, la mayoría de las personas continúan
recurriendo al consumo esperando alguna compensación emocional.
El plan
económico del presidente George W. Bush ha ocasionado el recorte de
programas de educación, vivienda y asistencia social. Es el país
desarrollado con mayor índice de desigualdad, y donde los programas
sociales y el seguro social tienen una cobertura cada vez menor.
EE.UU. es el ejemplo por excelencia, un
país donde hay más coches que personas para conducirlos. Un
estadounidense medio consume cinco veces más que un latinoamericano, 10
veces más que un chino y 30 veces más que un hindú. Este país es el
mayor productor de basura del mundo. Todos los días, cada habitante
produce cerca de 1,8 kilos de desperdicios, una cifra que da una
referencia del índice de consumo.
El fenómeno de la globalización está haciendo posible que cada vez más
personas se incorporen a este ritmo en todo el mundo, de hecho, durante
el siglo pasado más de mil setecientos millones de personas se han
sumado a este tren.
Las consecuencias de esta dinámica son muy variadas. Por una parte,
estimula la economía, crea empleo y atrae a los inversores. Es el caso
de países como China, por ejemplo, donde los índices de consumo se han
disparado.
Se espera que al comenzar el 2004, China ya esté produciendo más de la
mitad de los lectores de DVD del mundo, más de la mitad de las cámaras
digitales, más de un tercio de los ordenadores de sobremesa y
portátiles, así como el 25% de las televisiones en color, radios de
coches y teléfonos móviles de todo el mundo. Evidentemente todos estos
procesos de fabricación y consumo requieren una cantidad considerable de
energía y materias primas.
La
diversidad cultural es un concepto en vías de extinción
gracias a la presión unificadora que ejerce EE.UU. sobre
todos los ámbitos de la vida de un país. |
Y eso para satisfacer las exigencias de
240 millones de chinos que se han sumado al ejército de consumidores,
una cantidad que pronto superará la de EE.UU., a pesar de que el país no
está preparado para mantener un ritmo de consumo similar al americano.
Por otra parte, propicia la destrucción de bosques, ecosistemas, tierras
de labranza. Pone en peligro selvas y territorios vírgenes, sacrificados
para ganar terreno para instalar fábricas, viviendas y centros
comerciales. Durante los últimos 50 años se han consumido más recursos
naturales que en cualquier otro momento de la historia. No hay
precedentes en ese sentido. El Worldwatch Institute destaca que el uso
de la madera se ha duplicado, el del papel se ha multiplicado por seis,
el de pescado por cinco; se ha triplicado el consumo de agua y
quintuplicado el de combustibles. También el agua y el aire han
multiplicado la contaminación que soportan. Cuanto más positivas son las
cifras del crecimiento económico, más negativas son las cifras
medioambientales. Un estadounidense consume ciento cincuenta veces más
energía que un nigeriano. Este Instituto hace una llamada a los líderes
de todos los países, pero señala especialmente hacia Estados Unidos,
país "devorador" de petróleo por excelencia, y recuerda su especial
responsabilidad a la hora de liderar un cambio hacia una nueva economía
ecológicamente sostenible. ∆ |
TODOS AMERICANOS
E spaña, como el resto de los
países, respira la influencia americana. Poco a poco se inclina hacia
ese modelo y cambia sus costumbres. Alberto Moncada, sociólogo y
escritor, ha publicado varios estudios analizando la influencia de
Estados Unidos en su entorno, especialmente en las comunidades hispanas.
-Cuáles son las líneas más destacables de la "americanización" que
estamos viviendo en nuestro país? ¿Hasta dónde alcanza su influencia?
-La tesis de mi libro "España americanizada", (Temas de Hoy,
1995) es que nosotros nos americanizamos excesivamente en los años
cincuenta debido en parte a que nuestras relaciones con Europa en el
franquismo eran débiles, por razones conocidas. Lo europeo, lo francés
era, para muchos franquistas, antiespañol. Pero el paso del tiempo nos
hace comprobar que la americanización es ya universal, mundial, fruto de
la situación imperial de USA y llega a extremos notables en la Europa
del Este. Hay una americanización macro, que consiste en la democracia
económica, con predominio de los poderes económicos y disminución de los
poderes propiamente democráticos, incluyendo la disminución del papel
vigilante y compasivo del Estado y hay una americanización costumbrista.
-¿Qué costumbres hemos ido cambiando los españoles en las dos últimas
décadas, inclinándonos hacia el modelo americano en lo social, cultural,
político, etc?
-Lo más importante, para mí, es que el Partido Popular ha
asumido la americanización macro. El Estado español de bienestar era
tradicionalmente débil y, en vez de fortalecerse su función vigilante y
compasiva, se han acentuado los rasgos más socialmente darwinistas,
especialmente en educación y condiciones de trabajo. Tenemos la cifra
mayor de accidentes laborales de Europa, casi todos nuestros índices de
bienestar son comparativamente de los más bajos de Europa y la
desigualdad económica se acentúa, como en Estados Unidos.
-¿Por qué vías se introduce el "estilo de vida americano"?
-La cultura de la clase media acepta que el ejecutivo mercantil
es el nuevo paradigma de la condición masculina, en vez de la antigua
élite funcionarial, militar. Al mismo tiempo la sociedad de consumos
irrelevantes prima éstos frente a las necesidades básicas como vivienda,
empleo y urbanismo. Es América en vez de Europa.
-¿Cree que la afinidad de nuestro presidente con el presidente
americano ha favorecido o acelerado de alguna manera este proceso?
-Aznar, por razones que no se me alcanzan, nos embarca en una
guerra que ni siquiera otros líderes europeos de derecha, como
Berlusconi, asumen y nos alinea con una de las presidencias más
infelices y desastrosas, además de ilegítima, de Estados Unidos que
cambia, esperemos que por poco tiempo, el modelo de comunidad europea e
internacional solidarios hacia el que caminan las tendencias más
generales.
-¿Qué va a suponer todo este proceso en cuanto a la pérdida de
nuestros propios valores culturales?
-Los valores tradicionales españoles han sido muy afectados por
la mercantilización del comportamiento, inevitable, sin embargo, como
etapa de transición, de nuestra anterior pobreza económica. Sin embargo,
hay una España plural y diversa, simbolizada en las comunidades
autónomas, que conserva su identidad cultural y costumbrista e incluso
la incrementa. ∆ |
DEMASIADO GORDOS
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) ya lleva tiempo advirtiéndolo: hay 300 millones de obesos en
el mundo, con la retahíla de enfermedades asociadas al exceso de peso.
EE.UU. es el país con mayor número de obesos, y la enfermedad constituye
ya un grave problema de salud pública. Aún así, el gobierno, presionado
por las grandes empresas productoras de alimentos oye con desgana las
recomendaciones de la OMS, y critica algunas de sus sugerencias, como
las que aluden a productos de alto contenido de azúcares porque -dicen-
no están basadas en evidencias científicas. Estos excesos sirven, por
otra parte, para alimentar una importante industria de servicios que
ofrece infinidad de productos para bajar peso y ponerse en forma.
Una cifra impactante, aportada por el Worldwatch Institute: los países
occidentales gastamos en comida para mascotas 17.000 millones de
dólares, frente a los 19.000 millones que se destinan a la lucha contra
el hambre. ∆ |
FUSION OPINA
Son obesos, incultos,
sin pasado, prepotentes, racistas y acomplejados. También es cierto que
tienen un especial espíritu autocrítico, que se refleja básicamente en
algunas de sus películas, pero "su sistema" puede con todo.
Se han montado la mentira más descabellada de la era moderna, y es el "American
Way of Life", o sea, el maravilloso modo de vida americano, exportado
hasta la saciedad a todo el mundo, copiado por todos, imitado por todos.
Una mierda.
Para tratar de ser auténticos necesitan Aznares, o sea, lacayos sin
personalidad que se deslumbren ante sus mentiras y sueñen con Hollywood.
No respetan a nada ni a nadie, tal vez porque los EE.UU fueron
construidos con retales del viejo continente, delincuentes condenados a
muerte a los que cambiaron el patíbulo por un viaje a las Américas.
La prueba más elocuente de su esencia es que cuando surge algún
presidente "normal" que pretenda darle dignidad y categoría moral al
país, como ocurrió con Kennedy, por ejemplo, se lo cargan. Es su estilo.
Cargarse todo lo que suene a limpio, a puro, a indígena. Es el estilo
del "Saloon", de los matones como Bush, que camina siempre atento a
desenfundar su Colt 45.
El mundo ha padecido y padece su invasión física y mental, pero algo se
mueve en su contra, algo se rompe, algo se acaba.
Representan aquello por lo que la raza blanca se tiene que sentir
avergonzada.
Y sólo ellos, el pueblo americano, se pueden redimir a sí mismos.
De entre ellos ya surgen voces, pero el Imperio tiene mucha fuerza y
muchos medios para acojonar.
Pero también tienen miedo, mucho miedo. Tal vez porque empiezan a darse
cuenta de que no se puede ejercer eternamente de matón mundial. Su
tiempo, su final, está cercano. ∆ |
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