La víctima se ha puesto
totalmente en manos de su verdugo, en quien confía plenamente aunque le
produzca un daño irreparable. |
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MARZO 2004
LUZ DE GAS
POR RAQUEL BUZNEGO (PSICOLOGA)
Hacer
"luz de gas" consiste en conseguir que alguien dude de sus sentidos, de su
razón y hasta de los hechos que presencia. Se trata de un eficacísimo método
de acoso basado en la manipulación de la situación a fin de anular la
voluntad de la víctima.
Este método suele acontecer, más frecuentemente, dentro de la familia ya que
es donde se dan las condiciones más adecuadas para seguir los pasos sin que
otras personas puedan interferir en el proceso. El acosador disfruta de una
relación privilegiada con la víctima y suele ser una persona con grandes
capacidades de convencimiento, manipulativas y, desde luego, malévolas. Este
tipo de acoso sigue generalmente las siguientes pautas:
-Manipulación de la realidad: para ello se introducen circunstancias
anómalas como puede ser hacer desaparecer objetos, producir ruidos que el
manipulador dice no escuchar, negar que se haya sostenido una conversación,
etc.
-Invalidar la percepción de la víctima: se trata de convencerla de que sus
sentidos la engañan, para ello se niega cualquier hecho que haya
observado, se le convence de que ha dicho lo que no ha dicho, se le hace
creer que sus amigos son sus enemigos y que actúan con mala fe, se le acusa
de errores no cometidos, etc.
-Limitar la vida social de la víctima: se trata de aislar lo más posible a
la persona acosada, cuanto más limitadas estén sus relaciones menos
posibilidades existen de que se interrumpa el proceso, es por ello que se la
hace desconfiar de todo y de todos garantizando así que no airee información
de lo que está ocurriendo. El círculo se va cerrando y llega un momento en
que la víctima queda limitada a un espacio cada vez más reducido que percibe
como seguro.
-Hacer dudar acerca de una forma racional de pensar: una vez que la víctima
está suficientemente debilitada, que duda de sus conductas, que cree en lo
que le dice la otra persona más que en sus percepciones es cuando el
acosador introduce la idea de que su cordura es cuestionable.
-En este punto que arranca de la consecución del anterior el acosador
aprovecha cualquier arrebato o crisis de la víctima para demostrarle lo
enferma que está, por tanto debe de dejar cualquier tipo de actividad
social, si es que aún conservaba alguna, para depender exclusivamente de las
decisiones del acosador.
A partir de este momento la víctima se ha puesto totalmente en manos de su
verdugo, en quien confía plenamente aunque le produzca un daño irreparable.
Existe el convencimiento de que se está atravesando un trastorno mental y
por ello debe delegar cualquier tipo de decisión en la otra persona, existe
una confianza ciega en el acosador y se establece una relación de
dependencia patológica difícil de romper sin que exista una intervención
externa.
Es en este momento cuando la patología, que no existía, comienza a
instaurarse en el organismo. La ansiedad, la depresión, las crisis de
nervios, los arrebatos emocionales y los trastornos obsesivos son los
síntomas más frecuentes que incapacitan a la persona para tomar cualquier
tipo de decisión.
La víctima en este estado ha perdido cualquier tipo de credibilidad, su
cordura está en entredicho y sus familiares, que desconocen las maniobras
del acosador, aceptan que existe algún tipo de trastorno mental y, por
tanto, queda anulada la autonomía de la víctima.
¿Qué se puede y debe hacer ante una situación similar? Sencillamente
proceder a una cuidadosa observación de los hechos, ocuparse de ese familiar
que ha llegado a ese estado de incapacidad. En ese momento el acosador está
seguro de los resultados de su actuación y, por tanto, ha levantado la
guardia, los hechos, piensa, hablan por sí solos. Es el momento justo en que
suelen cometer deslices o errores y estos no se deben señalar sino recoger
como facilitadores de observaciones posteriores que, a buen seguro,
permitirán entender qué ha pasado y qué está pasando. Una vez que se haya
conseguido esta información se debe socorrer a la persona afectada, sacarla
del círculo vicioso en que se desarrolla su vida y acudir con ella a un
profesional. Si esto no es suficiente se deben denunciar los hechos.
Quien prefiera obviar los hechos, por comodidad, está colaborando con un
verdugo, con la mezquindad de alguien que se cree con capacidad para
incapacitar a otra persona, con una situación de terror psicológico.
Es cuestión de conciencia. ∆ |