Algunos esperamos el día anunciado en que se
queden solos en sus iglesias, con su dios tenebroso, sus pecados, sus
miedos, sus imágenes agónicas y sangrantes, y sus sacerdotes, que por alguna
razón se visten como las cucarachas. |
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MARZO 2004
DE LOS CURAS LIBRANOS SEÑOR
POR CAROLINA FERNANDEZ
En
verdad os digo que para asustar a los niños ya no hay que hablarles del
hombre del saco de antaño, tan desfasado y tan inocentón el pobre, basta con
decirle "niño, cruza de acera que viene el párroco". Y el niño se quedará
temblando con las historias de curas que, en pleno ejercicio de lascivia
contenida a lo largo de muchos años de seminario, saltan sobre los chavales
en la oscuridad de la sacristía para meterles mano, o lo que se pueda.
No hay día que el periódico no venga salpicado de noticias terroríficas
sobre los prelados de la Iglesia católica. Cuando salieron a la luz las
historias de monjas violadas por sus compañeros de confesión, nos llevamos
las manos a la cabeza, y más aún al saber que eran conocidas y silenciadas
por las jerarquías de su iglesia. Como no era suficiente, enseguida
empezaron a destaparse los casos de pederastia. Violaciones, pornografía
infantil, clubes de pederastas organizados por Internet. Curas que,
agazapados detrás de la institución que los protege, hacen mal uso de la
posición de poder que les otorga la confianza ciega que, por alguna razón
incomprensible, todavía se deposita en todo aquel que lleva una cruz y un
alzacuellos.
Pero eso no es lo peor, que depravados haylos en todos los oficios, y el de
reproductor de misas no iba a estar exento de la estadística, sino que, una
vez comprobado el abuso, son amorosamente arropados por sus superiores,
altos cargos de esa fábrica de thrillers que es últimamente la Iglesia
Católica. Así que palmadita en el hombro, somos humanos, cometemos errores,
pelillos a la mar, y a otra cosa.
Hace pocos días un cura que abusó de seis chicos fue condenado a 21 años de
prisión. Sucedió en Galicia. Las declaraciones del obispo de su diócesis,
una vez conocida la sentencia, no tienen desperdicio: "El se considera
inocente, y a mí así me lo ha dicho. Nunca dijo que era culpable. De manera
que, en principio, hay que creerlo. No hay que juzgarlo. No juzguéis y no
seréis juzgados, nos dice el Evangelio. (...)
Insisto: la sentencia es la sentencia. No dudo de que va buscando la verdad,
pero nadie puede atribuirle infalibilidad. Puede haber equivocación".
Yo creo que esta confusión se debe a que las enseñanzas dicen que no hay que
tirarse a la mujer del vecino, que con la propia debe bastar, pero no
especifican nada acerca de los hijos pequeños de la susodicha, de modo que
hacia ahí apuntan las calenturas de estos señores, que a fuerza de
represiones, van más cargados que un marine al llegar a puerto después de
veinte años en alta mar. Y claro, se desahogan con los grumetes. De manera
que desde aquí animo a todos aquellos que llevan años deseando en silencio a
la mujer del vecino, que se dejen de mentecateces y que se lancen a la
conquista, que a lo mejor tienen más suerte que con la esposa propia. Y
viceversa. Que lo disfruten, qué caray. ¿Quién dice que no se puede? ¿Es eso
más pecado que sobar niños y esconderlos debajo de la sotana?
Estamos hartos de las incoherencias enfermizas de estos señores; de que nos
bombardeen con el rollo de que los homosexuales son enfermos depravados,
mientras los curas que violan niños merecen todo el respeto y la
comprensión. Hartos de que se predique la igualdad, mientras la Iglesia se
sigue alimentando de las arcas de este Estado, que -encima- es aconfesional
(no me puedo imaginar cómo sería esta España nuestra si tuviera confesión
religiosa oficial). Hartos de que se predique el terror sobre cualquier cosa
relacionada con el sexo, cuando sus pasillos son Sodoma y Gomorra. Hartos de
que apoyen a dictadores y que estrechen la mano de asesinos reconocidos,
mientras señalan con el dedo y condenan al pobre desgraciado que se pone un
condón para no condenar a la miseria una vida más. Y estamos asqueados
además de que lo prediquen blandiendo cruces y diciendo que es palabra de
Dios.
Cada vez más, es el tiempo de hacerse preguntas. La fe ciega no es excusa
para justificar la existencia de una institución anacrónica, plagada de
parásitos, que tanto mal y tanto dolor causa a la humanidad, mientras
predica contra un demonio etéreo y amenaza con un infierno indeterminado.
Algunos esperamos el día anunciado en que se queden solos en sus iglesias,
con su dios tenebroso, sus pecados, sus miedos, sus imágenes agónicas y
sangrantes, y sus sacerdotes, que por alguna razón se visten como las
cucarachas. (Por cierto, ahora que se acercan las fechas, ¿hay celebración
más truculenta que la Semana Santa, con sus encapuchados a lo Ku Klux Klan y
esos pasos plagados de cuerpos martirizados, torturados, mutilados? ¿No es
un ritual terrorífico? Alguien debería advertir a los niños...)
En fin. En el fondo es para alegrarse. Los acontecimientos de los últimos
tiempos lo que están haciendo es destapar la verdad de la Iglesia Católica,
su auténtica naturaleza.
Se acerca el final de muchos siglos de mentiras. Sólo hay que sentarse y
disfrutar del espectáculo. ∆ |