JUNIO 2004
PODER ASESINO
Una vez más, la humanidad camina hacia una catástrofe de
proporciones inimaginables provocada por el egoísmo de unos pocos.
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Vivimos
tiempos duros, a veces brutales, donde lo que se cuestiona no es
tanto las ideologías, como en el pasado, sino más bien los valores.
Las noticias no hablan tanto de confrontaciones políticas como de
masacres, de genocidios encubiertos, eso sí, todo ello en nombre de
"ideales" que de tanto ser malusados ya han perdido su significado
original.
El poder, representado por los gobiernos de los países más
ambiciosos, o más inhumanos, todo depende del punto de vista, está
demostrando que no necesita argumentos para mostrar su capacidad
destructiva, su sanguinaria obsesión por eliminar cualquier
obstáculo que se oponga a sus pretensiones, que siempre son las
mismas, dominar y poseer sin medida.
En esa espiral de locura en la que está inmersa ahora mismo la
humanidad, destacan los gobiernos de los EE.UU y de Israel, asesinos
sin escrúpulos que no ponen reparos a masacrar, torturar, quitar de
en medio a todo aquel a quien previamente, y para tener una
miserable coartada que justifique su sed de sangre, catalogaron como
terrorista.
Y es que, a falta de argumentos que justifiquen su sádico
comportamiento, acuñaron el término terrorista y lo elevaron a su
máxima expresión, con lo cual todo aquel que no se deje aplastar por
su bota es un terrorista.
Sería significativo que alguien hiciera un balance de las víctimas
del terrorismo mundial en el último año y lo comparase con las
víctimas producidas por los Estados "defensores" de la libertad, la
democracia y los derechos humanos.
La hipocresía ha llegado a tal extremo que ya se está perdiendo la
perspectiva de lo humanamente permisible, tolerable, y se confunde
con lo salvaje, inhumano, intolerable.
El hecho de que aún no haya habido ni un intento de procesar por
crímenes contra la humanidad a Bush y a Sharon, demuestra la
debilidad de un sistema internacional donde prevalecen las amenazas,
las sanciones económicas, los intereses, por encima de los derechos
humanos, de la cordura y de la razón.
No existe ahora mismo ningún organismo internacional que mantenga un
mínimo de dignidad ni de fiabilidad. Todos han sido manipulados,
extorsionados, rebajados a simples marionetas de los que manejan el
verdadero poder.
Ante tal situación mundial, la consecuencia creciente e inevitable
se refleja en la calle, en los ciudadanos del mundo. Nunca antes la
inseguridad ciudadana había alcanzado niveles semejantes.
Los telediarios, los periódicos, reflejan cada día la hipocresía y
las mentiras de los poderosos y su indiferencia ante el dolor, el
drama, la tragedia que provocan sus ansias insaciables de poder. Eso
provoca una reacción muy negativa en el ciudadano de todo el mundo
que se sabe desprotegido, ignorado y sometido al caprichoso vaivén
de los acontecimientos mundiales provocados por paranoicos, enfermos
que llegaron al poder con mil argucias y que el sistema no posee
recursos para echarles a la calle y juzgarles por sus excesos.
Todo es una burda mentira que cala muy dentro de la sociedad y
produce un desencanto generalizado.
Una vez más, y van muchas en la historia de este planeta, la
humanidad camina hacia una catástrofe de proporciones inimaginables,
catástrofe provocada por el egoísmo de unos pocos que cuentan con el
beneplácito, la desidia y la apatía de los muchos.
Los poderes dominantes del planeta están demostrando ser unos
asesinos fríos e implacables. O los pueblos se unen contra ellos, o
el pueblo universal se levanta ya, oponiéndose a tanta barbarie, o
asistiremos a la peor destrucción que haya soportado nunca esta
humanidad.
Los signos son evidentes. Ignorarlos es de cobardes. Luchar contra
ellos es salvar, al menos, la dignidad./
MC
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