No
nos importa que los demás se duerman escuchándonos, que también se puede
traducir como que en realidad no hablamos para los demás sino para nosotros
mismos. |
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JUNIO 2004
EN PRACTICAS
POR ELENA G. GOMEZ
E l
otro día comentaba con un amigo que uno de los recuerdos que guardo de mi
infancia es el de mi abuela diciéndome "toda la fuerza se te marcha por la
boca", y este amigo (porque sólo un amigo podría decirme algo así) me dijo
que mi abuela tenía razón, que menos mal que tenía mucha fuerza porque sí
que hablaba mucho. Y, tengo que reconocer que tiene razón.
En otra ocasión, este mismo amigo (repito que sólo un amigo de verdad te
dice estas cosas), me dijo que en realidad yo nunca hablaba de mí, nunca
decía lo que pensaba, lo que me producían las cosas, en fin, que nunca abría
realmente mi interior, ni expresaba lo que me sucedía.
Al principio no acepté lo que me decía porque estaba segura de que yo
expresaba todo lo que pensaba, pero luego, pensando fríamente en sus
palabras, tengo que afirmar que tiene razón. Y profundizando sobre ello me
encontré que, en realidad, yo estaba siendo en este terreno como en otros
muchos, la reproducción de mi madre, una mujer que, a pesar de su fuerza
-pues tuvo que sacar ella sola adelante a toda la familia-, de su autoridad
-con ella delante nadie se atrevía a decir o hacer nada que no fuera lo
correcto-, siempre se calló.
Y así me quedé desnuda, desnuda ante una realidad: por una parte hablo como
un loro y por otra no hablo realmente.
Y como no me gusta encontrarme ante una oportunidad como ésta y dejarla
escapar decidí ponerme un nuevo objetivo en mi vida: aprender a hablar.
Para ello, paradójicamente, lo primero que estoy haciendo es aprender a
callar, aprender a estar en silencio, aprender a escuchar. Y digo aprender
porque no se trata de callarse sin más, sino de saber cuándo uno tiene que
callar o cuándo tiene que hablar.
Y, éstas son algunas de mis reflexiones que quiero compartir por si alguna o
alguno se siente identificada o identificado, porque aunque seamos las
mujeres las que nos llevamos la palma en cuanto a habladoras, los hombres,
todo hay que decirlo, no se quedan atrás...
Desde el silencio...
Desde el silencio me doy cuenta de la cantidad de palabras que utilizamos
para decir una cosa, con ello se pone en evidencia que, por una parte, la
mayoría de las veces no tenemos las ideas claras de lo que queremos decir, o
sea, que lo de pensar antes de hablar no se hace ni de broma, y por otra,
que no nos importa que los demás se duerman escuchándonos, que también se
puede traducir como que en realidad no hablamos para los demás sino para
nosotros mismos.
Con relación a la cantidad de palabras malgastadas también me di cuenta de
que la mayoría de las veces pensamos que los demás no nos entienden, y eso
puede ser, según las personas o las situaciones, porque creemos que nos
explicamos muy mal o porque consideramos que los demás son tontos y no nos
entienden.
Desde el silencio también observé que cuando hablamos lo hacemos sin tener
en cuenta si es o no el momento, que cada uno habla cuando se le ocurre o
cuando tiene ganas sin pararse a ver la situación en la que están las demás
personas, y suele ocurrir que cuando se habla de algo fuera de tiempo, esas
palabras "se las lleva el viento", se pierden en el espacio y no quedan en
nada.
Desde el silencio me llama mucho la atención ver la pasión que ponemos en
las palabras, en defender o atacar una idea, en criticar una situación, en
hablar de algo que siempre es externo a nosotros mismos. Parece que nos va
la vida en ello, cuando en realidad en la mayoría de las ocasiones no tienen
ninguna trascendencia en nuestra vida. Algunas veces, la mayoría, esa misma
intensidad bloquea la razón, y como consecuencia hace que no seamos capaces
de entendernos con los demás.
Son muchas las cosas que estoy aprendiendo desde el Silencio sobre la
palabra...
Lo importante que es hablar lo necesario, ni poco ni mucho, sino lo justo.
Que hay que pensar antes de hablar y que hay que ser conscientes de que con
una palabra puedes hacer daño a las personas. Que hay que ser sincero y
hablar desde dentro, desde lo que se piensa, desde lo que se siente, pues
así tus palabras tienen vida y significado para quien las escuche.
Quizás alguien después de leer esto piense que es muy complicado, que si hay
que tener todo esto en cuenta que no hablaríamos nunca, etc. pero no, en
realidad de lo que se trata es sencillamente de reeducarnos, de cambiar
malos hábitos y reemplazarlos por otros nuevos que una vez adquiridos
resultan mucho más naturales.
De cualquier forma, ésta es una aventura sólo para aquellos que realmente
les importen más los demás que ellos mismos.
Yo, de momento, estoy en prácticas y la cosa promete. ∆ |