
El
hombre así tomado de uno en uno no es nada, pero en su conjunto, es un
ave fénix que renace una y otra vez de sus cenizas. |
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JUNIO 2004

LA REVOLUCION DE LOS CLAVELES
POR JOSE ROMERO SEGUIN
L as
revoluciones no son sino inmensas hogueras que los humildes encienden en los
montes y regios torreones de los injustificados adarves, en la esperanza de
que los arrogantes tiranos puedan ver el rostro de la cruel y brutal infamia
que por su voluntad les aflige y subyuga. No son, por tanto, y a pesar del
grado de violencia con que puedan producirse, sino generosos actos de
crédulos hombres, que llevan en su infinita ingenuidad hasta ese punto sin
retorno el afán de un reconocimiento voluntario y sincero por parte de
quienes los explotan y ofenden, sin querer entender que su suerte está
echada en las hogueras de sus actos ya sofocados en el debe y el haber de
los poderosos, al saberlos sin necesidad de augures, efímeros y de algún
modo vencidos por la propia intensidad de su voluntad multitudinaria, por la
heterogeneidad de su esencial cosmogonía reivindicativa, y por la
inexcusable necesidad de volver a retomar el día a día con sus silencios y
cotidianos ruidos que hacen florecer al fin el pan y la esperanza en sus
bocas.
De todos modos no son jamás actos fallidos o estériles, sino que sea cual
sea su desenlace cumplen siempre un cometido superior, el dar forma a los
que han de ser los nuevos tiempos, las nuevas formas y esperanzas con que se
ha de construir el futuro.
A todos nos gustaría que las revoluciones no fuesen una celebración
esporádica sino una constante en el día a día de los hombres y los pueblos.
Que unos y otros, revolucionados y puestos en pie de guerra consigo mismos,
afrontasen en cada segundo de su vida el compromiso de acabar con las
terribles lacras que nos asolan y que son causa de todos los males que
aquejan a la humanidad. No se trata de ser mejores para ningún dios, sino
para cualquier hombre, y por ello el objetivo es apostar por esta vida y no
por ninguna otra por apetecible y definitiva que pueda parecer.
El hombre así tomado de uno en uno no es nada, pero en su conjunto, es un
ave fénix que renace una y otra vez de sus cenizas, y esas cenizas de la
mágica y solidaria resurrección, no habitan en los panteones ni tumbas donde
descansan sus huesos, sino en las que emergen de las gloriosas hogueras que,
de tarde en tarde, encienden en los montes y torreones para despertar las
conciencias, las suyas y las de los tiranos, ahora sí, de uno en uno, porque
sólo así la revolución se hará algún día posible y auténtica.
La historia tiene el rostro marcado de cenicientas cicatrices que le
imprimen carácter, el mejor, y le brillan en los ojos las limpias luminarias
con que a golpes nos guiamos en el infatigable afán de hallar puntos de
justicia en el que encontrarnos y tratarnos con el respeto y a la atención
que todos, sin excepción, nos merecemos por ser hijos de esta tierra, de
este mar y este limpio cielo que sella nuestros sueños y anhelos más
preciados.
Ya sé que muchas de ellas, casi todas, se han cuajado de sangre y de
brutalidad en su génesis y posterior desarrollo, pero qué es la sangre sino
un don de vida derramado por las venas para un fin que no soporta otro
destino que el de hacer posibles los más humanos y fraternales sueños. Por
ello hemos de saber derramar nuestra sangre, porque sin ellos la sangre no
es sino el néctar con que se alimentan las moscas de todos los malditos
excrementos de la ambición, la esclavitud y la injusticia. Moscas de mala
muerte que no nos son ajenas sino que nacen de nuestros vientres y de
nuestra sangre y con las que convivimos a diario.
Sé también que una tras otra terminan por pudrirse, sumiéndonos en un
constante desaliento, pero quién lo duda, fuera de ellas no hay esperanza,
porque lo establecido no obedece al capricho de unos pocos, como puede
parecer, sino a la aceptación voluntaria que las mayorías adoptamos frente a
ese puñado de hombres sin escrúpulos.
Se cumplen ahora treinta años de aquel 25 de abril de 1974, en el que bajo
los sones de la emblemática canción de Zeca Alfonso, "Grândola Vila Morena"
y el tierno designio de un rojo clavel recién nacido de las bocachas sus
fusiles, el ejército portugués iniciaba una de las más hermosas y románticas
de las revoluciones, que había de dar al traste con una dictadura de más de
40 años y abrir a este pueblo las puertas de la democracia y la libertad.
"Grândola, vila morena/Terra da fraternidade/ O povo é quem máis ordena/_ /Em
cada esquina um amigo/em cada rosto igualdade/_/A sombra duma azinheira/Que
já nôa sabia a idade/jurei ter por campanheira/Grândola a tua vontade/Grândola
a tua vontade/"
Claves y versos para iluminar un sueño de libertad que digan lo que digan,
aún alienta hoy los fanales del futuro de este pueblo, que lleva inscrito en
el desatino de su historia una de las páginas más envidiadas de esta Europa
conservadora y exquisita en el arte de la indiferencia.
Las utopías no son sino horizontes inagotables que hemos de ir alcanzando a
la luz de las revoluciones perdidas. ∆ |