JULIO 2004

RAJOY Y LA LEAL OPOSICION

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Rajoy entiende que la práctica de la leal oposición debe ser un
permanente acoso y derribo, un no dar respiro, un no colaborar en
nada con el gobierno legítimo emanado de las urnas. |
¿Recuerdan aquel Rajoy simpático, afable,
cercano, bonachón, de aquellos tiempos en que era sólo uno más? Pues bien,
ya no existe. La progresiva cercanía a Aznar le fue transfigurando,
convirtiéndole en lo opuesto, o sea, que Aznar lo condujo al lado oscuro de
la fuerza.
Ahora existe un Rajoy crispado, irritable, sin sentido del humor, empeñado
en sacarle las tripas al contrario porque le convencieron que la política
era eso, es decir, si estás en el poder ridiculiza a la oposición, ignórala.
Si estás en la oposición ataca al poder con saña, sin tregua, hasta que les
venzas por agotamiento. Al enemigo ni agua.
Y eso es lo que hay. Por alguna extraña razón, o a lo mejor no tan extraña,
la leal oposición del PP, con Rajoy a la cabeza, está convirtiendo el
ejercicio político de esta legislatura en un combate de boxeo sin campana y
sin reglas, porque incluso las mismas reglas que se pactan antes de los
plenos, luego el PP las ignora, reclamando tiempos y derechos que
previamente no habían sido pactados.
Es de suponer que Rajoy entiende que la práctica de la leal oposición debe
ser así, o sea, un permanente acoso y derribo, un no dar respiro, un no
colaborar en nada con el gobierno legítimo emanado de las urnas, un
pretender demostrar al pueblo español que se equivocó, que votó mal, que los
que tenían que gobernar eran ellos porque son más listos, están más
preparados y tienen más "experiencia".
Claro que tal actitud deja al descubierto carencias fundamentales para el
correcto ejercicio democrático, carencias, además, que demuestran que el
talante despótico, autoritario y "superior" con que gobernaban antes de su
ocaso, no era ningún invento de los rojos.
El PP está dando una auténtica lección de lo que no debe ser una oposición,
tal vez porque no están dispuestos a asimilar que son oposición, o sea, que
el voto legal y democrático de los españoles les mandó a la trastienda
precisamente por lo mismo de lo que ahora hacen gala y ostentación.
Y Rajoy se transfiguró. Supongo que de tanto hacer de guiñol marioneta de
Aznar se le pegó lo peor de éste y perdió lo mejor de sí mismo. Es una pena.
Cuando el debate de investidura Zapatero le dijo que le veía con ganas de
debatir y que eso sería bueno para todos, es más, le dio una cordial
bienvenida al debate. Pero Rajoy no debate, porque el debate es enfrentar
posturas, ideas, valores, opiniones. Eso implica escuchar y estudiar las del
contrario y rebatirle con las tuyas. Rajoy está empecinado en descalificar.
Rajoy está convencido, no sé quién se lo habrá dicho, que él es mejor, y que
sería el ideal para gobernar este sufrido país. Y eso como estrategia, como
arma electoral, está bien, pero cuando sobrepasa esos límites y se convierte
en ego subido de tono, con total desprecio a las capacidades del contrario,
que algunas tendrá, entonces pasa a ser un terrible defecto.
Además, es un profundo contraste hablar constantemente de valores
democráticos, de patriotismo y demás lindezas, y ejercer un profundo y duro
freno a la política del gobierno, legítimo y emanado de la práctica de la
democracia, que es lo mismo que dar la espalda, y no sería la primera vez, a
la voluntad del pueblo español.
Tal vez la pregunta que resumiría toda esta historia y que yo le haría a
Rajoy, sería... ¿Es su intención servir a todos los españoles o servir a los
intereses de su partido y luego a los de sus votantes, por ese orden?
Porque si como dice reiteradamente, es servir a España, ¿por qué no colabora
con el gobierno legítimo de los españoles...?
Me temo que la respuesta está en una sombra alargada que revolotea sobre la
cabeza de Rajoy y que tiene bigote y cara de amargado. Saben de quién hablo.
¿No?/
MC |