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FEBRERO 2004


LAS MENTIRAS DEL EMPLEO 

José Antonio Pérez
Foto cedida por Ed. Debate

"Si a una persona le hacen diez contratos en un mes, el ministro se mostrará muy ufano, pero el trabajador seguirá en una situación de absoluto desempleo"


La lucha contra el desempleo es una de las banderas que el PP ha enarbolado desde que llegó al poder. Pero los datos son contradictorios. Por un lado mes a mes se nos dice que hay más contratos que nunca y por otro el paro aumenta por tercer año consecutivo. José Antonio Pérez, autor del libro Diccionario del paro y otras miserias de la globalización (Editorial Debate) nos habla de datos maquillados.


-¿Cómo se puede entender que el Ministro Zaplana asegure que se sigue creando empleo y aporte cifras en positivo, con que el paro siga aumentando por tercer año consecutivo?
-Si alguien me preguntase por la contaminación del Duero y yo le respondiera diciendo que el curso alto del Guadalaviar está impoluto, mi afirmación podría ser cierta pero no contestaría en absoluto a la cuestión propuesta. Es lo que acostumbra a hacer este hombre, que al ser nombrado portavoz del Gobierno prometió no mentir, y por lo que se ve no lo hace en forma directa, sino hurtando la verdad con el mayor descaro. Así, cuando aumenta el paro, busca en los registros hasta que encuentra un mes en el que el incremento fue todavía mayor: "Bueno, aunque este mes ha aumentado el desempleo tengan ustedes en cuenta que ha subido mucho menos que en mayo de 1968". Pero a la ciudadanía los problemas que nos afectan son los del presente, y los gobernantes se supone que están para resolver los problemas de hoy, no los del 68. Para hablar del pasado bien podrían dejar de ser ministros y meterse a historiadores, que es profesión muy respetable.

-El 92% de los contratos firmados este año son temporales. ¿Qué lectura tiene este dato?
-Lo malo no es tanto la temporalidad en sí misma como la escasa duración de la mayoría de los contratos. Un contrato temporal de dieciocho meses, sin ser la gran panacea, permite vislumbrar un pequeño horizonte de ingresos y cotizaciones a efectos de recibir prestaciones de la Seguridad Social. No obstante, como en el mentado ejemplo fluvial, mientras el desempleo sube en términos absolutos, el descaro gubernamental nos habla de "contratos", un concepto tan relativo como engañoso, pues se establecen contratos por días e incluso por horas. Si en el período de un mes, a una persona le hacen diez contratos de un día, el ministro se mostrará muy ufano, pero el trabajador en cuestión seguirá estando en una situación de absoluto desempleo. Por mucho que un gobierno ducho en el arte del maquillaje estadístico afirme que "la cifra de contrataciones registradas en el Inem durante el período de tal a tal fue de 7.943.188", el desempleo absoluto no desaparece. Una cifra tan precisa y apabullante, si guardara una mínima coherencia aritmética con la tasa real de desempleo, significaría que el paro se habría acabado no sólo en el Reino de España, sino también en el Alauita, tradicional proveedor de inmigrantes. Resumiendo, una correcta lectura de estos datos lo que confirma es el descaro con que el gobierno se ríe de la precariedad laboral existente en este país.

-Según palabras del ministro de Trabajo "el pleno empleo está al alcance de la mano". ¿Estás de acuerdo? ¿Qué tendría que ocurrir para que esto fuese real?
-Ya hemos visto lo que vale la palabra de Zaplana. En cualquier caso, para que una profecía así se cumpliera tendríamos que disponer de una máquina del tiempo que nos permitiera volver a los años de producción "fordista", es decir, de la producción masiva de bienes en cadenas de producción que empleaban mano de obra intensivamente. Con la globalización del trabajo, las fábricas ya no están aquí, sino en cualquier parte del planeta donde se pueda explotar la mano de obra a bajos precios y peores condiciones en las maquiladoras y "talleres de sudor". Además, la tecnología no favorece precisamente el empleo, sino que las máquinas y procedimientos reemplazan ventajosamente a las personas en los procesos productivos. Lamentablemente, las ventajas económicas no se reparten. Se socializan las pérdidas de empleo, pero los beneficios se quedan en pocas manos.
Un dato sobre productividad: en 1970 los 3.700 millones de habitantes de entonces producían por valor de 4,4 billones de dólares (1.180 dólares per cápita); mientras en 2000, más de 6.090 millones de personas produjeron 43,8 billones de dólares (7.200 dólares per cápita). En treinta años, una población que ha multiplicado su tamaño por 1,64 ha multiplicado por diez su producción. O sea, la hora de trabajo del obrero global de 2000 rinde como 6 horas de un trabajador de 1970, logrando que la productividad mundial aumente un 600% en 30 años.

-¿Cuáles son a tu entender los principales puntos negros de la política de empleo que está desarrollando en estos momentos el PP?
-Aparte de propaganda, en la acción del PP me sería difícil encontrar una sola medida digna de llamarse política de empleo. Lo único que ha hecho el gobierno de Aznar ha sido aumentar la desprotección social. En cualquier caso, con PP o sin él, mientras continúe la globalización al estilo neoliberal, bajo el imperio de la Organización Mundial de Comercio, cualquier política de empleo en una región concreta del mundo desarrollado está llamada a ser un fracaso. O como mucho, un dudoso "éxito temporal" protagonizado por esa precaria temporalidad de los contratos. Una alternativa viable sería la redistribución de la gran riqueza lograda con una tecnología que es un patrimonio de la humanidad, al igual que lo son los recursos energéticos aplicados a la obtención de trabajo mecanizado. Ha llegado la hora de exigir a los gobiernos que dejen de fastidiarnos con el cuento de la lechera de la creación de empleo y organicen medidas de reparto social de las ganancias reales, contantes y sonantes que hoy se obtienen. Creo que, ante las elecciones de marzo, tenemos el deber cívico de exigir a los partidos, en especial a los que se reclaman de la izquierda, a hablar con claridad de políticas no de empleo, sino de protección al desempleo, de vivienda, de servicios públicos, de solidaridad, en definitiva. ∆

   

   
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