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FEBRERO 2004

TEOLOGIA EN LA FRONTERA

JUAN JOSE TAMAYO
-Teólogo -

JUAN JOSE TAMAYO

La frontera es el límite entre dos espacios, un lugar ideal para buscar respuestas a ambos lados sin atarse a ninguno, el sitio donde el teólogo Juan José Tamayo se siente más a gusto resolviendo sus múltiples dudas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"El pensamiento crítico es desestabilizador y lo que busca nuestra cultura es la estabilidad."

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


"Ahora mismo el Opus Dei está en la cúpula del Vaticano, tiene el control sobre los centros de poder, y sobre todo una gran influencia en cuestiones doctrinales."

 

 

 

 

Texto: Marta Iglesias / Fotos: Nan

Este teólogo palentino nació en Amusco, un pueblecito a 20 km de la capital, en el que permaneció hasta los diez años, edad en la que habría de entrar en el Seminario de Palencia y posteriormente en el de Carrión de los Condes. Era ésta una salida que se elegía para los hijos en los que se observaban capacidades para el estudio e inquietudes intelectuales, y el lugar donde Tamayo estaría hasta los 24 años. Entre cuatro paredes, una disciplina estricta, una obediencia ciega y un duro sistema de estudio, el futuro teólogo abrió ventanas a la imaginación que le salvaron de perecer ahogado. "Palencia para mí es una experiencia muy interesante porque es donde pude demostrar la capacidad que tiene el ser humano para trascender entornos estrechos y reducidos y abrir paso a horizontes nuevos". La lectura era su refugio -sobre todo los prohibidos Ortega y Gasset y Unamuno- y transgredir las normas su modo de vida. Luego llegará el salto a Madrid, el paso de una sociedad rural a la ciudad secular que le deslumbró, tanto por los propios estudios teológicos como por su nuevo modo de vida. Entra en contacto con la Teología de la Liberación de América Latina, que por entonces empezaba, y con la teología política alemana. Para él se termina el vivir recluido, y sobre todo las normas de los superiores. "La llegada a Madrid me descubre el espacio de la libertad de pensamiento, de conciencia, de movimiento, del no tener límites. Y eso para mí era vital, era como salir al campo y trotar y respirar el aire fresco, empezar a considerarme dueño de mí mismo y guía de mi propio destino".
En estos momentos entra en contacto con la marginación y la exclusión social, y si ya antes dudaba que las enseñanzas de la Iglesia tuviesen traducción en la vida, ahora eso se confirma totalmente. "Ése es un descubrimiento que me va a permitir luego entrar en sintonía con la Teología de la Liberación y activar una nueva forma de hacer Teología, que va a ser teología desde la marginación en el Primer Mundo".

-¿En qué consiste el trabajo de un teólogo?
-Un teólogo primero vive y luego reflexiona sobre ello. Y si no lo hace así, la teología que hace puede ser cínica y el discurso que elabora puede ser muy formalizado y quedarse en las nubes. Históricamente, la teología ha sido una serie de elucubraciones mentales de mentes desocupadas que se han dedicado a pensar en lo divino y en lo extraterrestre, con lo cual me parece bastante acertada la crítica que hace Federico Nietzsche del cristianismo como una religión ajena a la realidad. Pero el teólogo hoy reflexiona sobre los acontecimientos a pie de página, porque los vive previamente.

-Cuando tenía 30 años retiraron un libro suyo y a principios de 2003 le censuraron en el Vaticano. ¿Se considera un rebelde?
-Sí, siempre he sido un rebelde. Siempre he sido una persona con espíritu crítico, siempre me he sentido una persona muy libre y heterodoxa. Desde muy pequeño ya rompí esquemas, rompí moldes, y creo que fue porque antes me hicieron ver y me di cuenta de que no se podía aceptar la realidad tal y como aparece, sino que la realidad es una construcción ideológica que hay que superar construyendo alternativas a la propia realidad. Siempre quise sacar de la realidad toda esa riqueza, todos esos secretos ocultos que la realidad tiene y que no se manifiestan más que cuando se intentan descubrir. Siempre he tenido problemas con los poderes establecidos: los tuve con los superiores en el seminario, con las autoridades políticas y militares en mi época de juventud, e incluso con mis propios padres por una manera de ver las cosas de distinta forma, aunque dentro de un profundo respeto y con un grandísimo cariño. Pero siempre rompí moldes, siempre estuve en el límite, en la frontera. Yo he sido un ciudadano, un teólogo, un pensador de frontera, que es un lugar donde yo mismo me he colocado porque me parece que es donde te puedes sentir libre para ir de un sitio a otro y no quedar enjaulado en un solo lado.

-Una de sus características es que siempre se está planteando preguntas, revisando conceptos teológicos. ¿Qué beneficios aporta dudar de todo?
-El primer beneficio es el desarrollo de la propia inteligencia y la búsqueda de la verdad. La duda es el principio metódico de la filosofía moderna, el principio con el que comienza Descartes toda su construcción racional, que se resiste a aceptar lo que le ha venido dado, las opiniones de los anteriores y comienza a pensar por sí mismo. Nos instalamos cómodamente en la realidad y nos hacemos perezosos para pensar, pero la duda es el motor del pensamiento.

-¿Hay una cruzada contra el pensamiento crítico en la Iglesia Católica?
-Claro, pero la cruzada contra el pensamiento crítico no se da sólo en la Iglesia Católica sino en todos los campos del saber y del quehacer humano: en la política, en la economía... En todo se buscan seguridades, se busca estar anclado en tierra firme, en la certeza, la seguridad, los espacios donde estés bien asentado y arraigado. El pensamiento crítico es desestabilizador y lo que busca nuestra cultura es la estabilidad.

-Cuando tomó contacto con el mundo marginal se dio cuenta de que los conceptos de la Iglesia no se adaptaban a los tiempos que corrían. ¿Qué conceptos desfasados sigue defendiendo la Iglesia?
-Yo siempre fui muy crítico de la institución eclesiástica y desde muy joven me di cuenta de que respondía a las preguntas del presente con respuestas del pasado, y que la institución vivía anclada en el anacronismo. La edad actual de la Iglesia Católica es la Edad Media, no la edad contemporánea en la que cronológicamente vivimos. ¿Y en qué noto ese desfase? Primero en la doctrina moral, sobre todo en relación con la sexualidad; en segundo lugar en que no responde de manera adecuada a la necesidad de formación de los cristianos y especialmente me preocupa mucho el concepto tan desfasado que la Iglesia tiene de la mujer como reproductora de la especie, como ocasión de pecado, como tentadora, como inferior, la mujer al servicio del varón. La sociedad española ha accedido a un grado de madurez y ya actúa por su cuenta, sin necesidad de tutores o guías que le digan por dónde tiene que caminar. Eso especialmente se ha producido en dos sectores: en la juventud y en las mujeres, en dos sectores en los que la revolución de valores es quizá la más fuerte y elogiable. Entonces ahí ya se produce la disociación, la irreconciliación, de forma que yo siempre digo que en el siglo XIX la Iglesia Católica perdió a la clase trabajadora, en el siglo XX perdió a los intelectuales y los jóvenes, y en el siglo XXI, como siga por este camino tan patriarcal, androcéntrico y machista, va a perder a las mujeres.

-¿En qué diferenciaría la Iglesia del Ejército, dos instituciones machistas, con jerarquías, inamovibles, autoritarias y que quieren mantener el control?
-Las similitudes son enormes porque posiblemente el modelo del Ejército haya sido la Iglesia y el modelo de la Iglesia sea hoy el Ejército, incluso el propio lenguaje de unos y otros tiene componentes machistas y patriarcales. Yo creo que la única diferencia que existe ahora mismo es que unos van armados y otros no. Pero la capacidad que tienen de reprimir la libertad o limitarla, la capacidad que tienen de hacer uso de la violencia -en el caso de la Iglesia más bien violencia psicológica- es bastante similar.

-La única forma de democracia que existe actualmente en la Iglesia sería el Concilio. ¿Por qué los Papas le temen tanto?
-Yo creo que es porque saben que generalmente en los concilios se oye la voz, no del pueblo, pero sí de personas que proceden de distintas tradiciones culturales y tienen ideologías diferentes que le ofrecen más posibilidades, porque la tendencia del Papa y los obispos es a utilizar el báculo para golpear a las ovejas, no a utilizarlo como cayado para acompañarlas en el camino de la Liberación. Los Papas temen los concilios porque éstos siempre descubren elementos nuevos y llegan a unas conclusiones y propuestas que deberían vincular al propio Papa.

-Ante la inminente muerte de Juan Pablo II, ¿cómo visualiza lo que seguirá?
-Se está cargando demasiado el acento en el Papa y eso es peligroso. Este Papa polaco durante 25 años ha ejercido el poder, no solamente de manera autoritaria, sino con un personalismo tan fuera de lo normal que ha oscurecido cualquier otra mediación eclesial. Esa personalidad del Papa lo ha llenado todo y ha dejado muy poco espacio para la participación y para los cauces de democracia dentro de la Iglesia Católica, lo cual es en realidad muy negativo porque el Concilio Vaticano II (1962-1965) ya puso las bases para la democratización y la participación en la Iglesia, pero Juan Pablo II, creo, ha eliminado esas bases y ha fundamentado toda la estructura de la Iglesia en él mismo. Como ha contado además con masas que le han seguido, con una curia romana que le ha sido dócil y con una jerarquía que ha ido nombrando él que no le ha planteado ninguna dificultad, ha limitado muchísimo la crítica dentro de la Iglesia y los movimientos contestatarios, y 25 años a este ritmo son agotadores.

-¿Dentro de esta curia estaría el Opus Dei, con su influencia en el Vaticano?
-Ahora mismo el Opus Dei está en la cúpula del Vaticano, tiene el control sobre los centros de poder, y sobre todo tiene una gran influencia en cuestiones doctrinales, un peso específico en las causas de beatificación y canonización, también una gran capacidad de maniobra en la interpretación de los textos legislativos, y una presencia muy activa en los lugares claves donde se toman las decisiones sobre las grandes cuestiones como son la política internacional, la política relacionada con la sexualidad, la doctrina, la economía, los documentos, las declaraciones... Además sucede que están hechos el uno para el otro: Juan Pablo II para el Opus Dei y el Opus Dei para Juan Pablo II. Se vienen uno a otro como anillo al dedo, ya que comparten en un porcentaje muy alto la misma ideología y la misma concepción de la Iglesia.

-Con lo cual es fácil deducir que la Obra tendrá un gran peso en la sucesión del Papa.
-Claro, ahora mismo el Opus Dei ya tiene piezas claves que están muy presentes en la preparación de la sucesión. Todo esto se desconoce, porque no lo van a publicar a los cuatro vientos, pero yo creo que cuanto más se demore la decisión del Papa o su fallecimiento más se facilita la preparación de un sustituto en plena sintonía con él. Aquí sí se puede decir que después de Juan Pablo II todo queda atado y bien atado. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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