ste teólogo palentino nació en Amusco, un
pueblecito a 20 km de la capital, en el que permaneció hasta los diez años, edad
en la que habría de entrar en el Seminario de Palencia y posteriormente en el de
Carrión de los Condes. Era ésta una salida que se elegía para los hijos en los
que se observaban capacidades para el estudio e inquietudes intelectuales, y el
lugar donde Tamayo estaría hasta los 24 años. Entre cuatro paredes, una
disciplina estricta, una obediencia ciega y un duro sistema de estudio, el
futuro teólogo abrió ventanas a la imaginación que le salvaron de perecer
ahogado. "Palencia para mí es una experiencia muy interesante porque es donde
pude demostrar la capacidad que tiene el ser humano para trascender entornos
estrechos y reducidos y abrir paso a horizontes nuevos". La lectura era su
refugio -sobre todo los prohibidos Ortega y Gasset y Unamuno- y transgredir las
normas su modo de vida. Luego llegará el salto a Madrid, el paso de una sociedad
rural a la ciudad secular que le deslumbró, tanto por los propios estudios
teológicos como por su nuevo modo de vida. Entra en contacto con la Teología de
la Liberación de América Latina, que por entonces empezaba, y con la teología
política alemana. Para él se termina el vivir recluido, y sobre todo las normas
de los superiores. "La llegada a Madrid me descubre el espacio de la libertad de
pensamiento, de conciencia, de movimiento, del no tener límites. Y eso para mí
era vital, era como salir al campo y trotar y respirar el aire fresco, empezar a
considerarme dueño de mí mismo y guía de mi propio destino".
En estos momentos entra en contacto con la marginación y la exclusión social, y
si ya antes dudaba que las enseñanzas de la Iglesia tuviesen traducción en la
vida, ahora eso se confirma totalmente. "Ése es un descubrimiento que me va a
permitir luego entrar en sintonía con la Teología de la Liberación y activar una
nueva forma de hacer Teología, que va a ser teología desde la marginación en el
Primer Mundo".
-¿En qué consiste el trabajo de un teólogo?
-Un teólogo primero vive y luego reflexiona sobre ello. Y si no lo hace así,
la teología que hace puede ser cínica y el discurso que elabora puede ser muy
formalizado y quedarse en las nubes. Históricamente, la teología ha sido una
serie de elucubraciones mentales de mentes desocupadas que se han dedicado a
pensar en lo divino y en lo extraterrestre, con lo cual me parece bastante
acertada la crítica que hace Federico Nietzsche del cristianismo como una
religión ajena a la realidad. Pero el teólogo hoy reflexiona sobre los
acontecimientos a pie de página, porque los vive previamente.
-Cuando tenía 30 años retiraron un libro suyo y a principios de 2003 le
censuraron en el Vaticano. ¿Se considera un rebelde?
-Sí, siempre he sido un rebelde. Siempre he sido una persona con espíritu
crítico, siempre me he sentido una persona muy libre y heterodoxa. Desde muy
pequeño ya rompí esquemas, rompí moldes, y creo que fue porque antes me hicieron
ver y me di cuenta de que no se podía aceptar la realidad tal y como aparece,
sino que la realidad es una construcción ideológica que hay que superar
construyendo alternativas a la propia realidad. Siempre quise sacar de la
realidad toda esa riqueza, todos esos secretos ocultos que la realidad tiene y
que no se manifiestan más que cuando se intentan descubrir. Siempre he tenido
problemas con los poderes establecidos: los tuve con los superiores en el
seminario, con las autoridades políticas y militares en mi época de juventud, e
incluso con mis propios padres por una manera de ver las cosas de distinta
forma, aunque dentro de un profundo respeto y con un grandísimo cariño. Pero
siempre rompí moldes, siempre estuve en el límite, en la frontera. Yo he sido un
ciudadano, un teólogo, un pensador de frontera, que es un lugar donde yo mismo
me he colocado porque me parece que es donde te puedes sentir libre para ir de
un sitio a otro y no quedar enjaulado en un solo lado.
-Una de sus características es que siempre se está planteando preguntas,
revisando conceptos teológicos. ¿Qué beneficios aporta dudar de todo?
-El primer beneficio es el desarrollo de la propia inteligencia y la
búsqueda de la verdad. La duda es el principio metódico de la filosofía moderna,
el principio con el que comienza Descartes toda su construcción racional, que se
resiste a aceptar lo que le ha venido dado, las opiniones de los anteriores y
comienza a pensar por sí mismo. Nos instalamos cómodamente en la realidad y nos
hacemos perezosos para pensar, pero la duda es el motor del pensamiento.
-¿Hay una cruzada contra el pensamiento crítico en la Iglesia Católica?
-Claro, pero la cruzada contra el pensamiento crítico no se da sólo en la
Iglesia Católica sino en todos los campos del saber y del quehacer humano: en la
política, en la economía... En todo se buscan seguridades, se busca estar
anclado en tierra firme, en la certeza, la seguridad, los espacios donde estés
bien asentado y arraigado. El pensamiento crítico es desestabilizador y lo que
busca nuestra cultura es la estabilidad.
-Cuando tomó contacto con el mundo marginal se dio cuenta de que los
conceptos de la Iglesia no se adaptaban a los tiempos que corrían. ¿Qué
conceptos desfasados sigue defendiendo la Iglesia?
-Yo siempre fui muy crítico de la institución eclesiástica y desde muy joven
me di cuenta de que respondía a las preguntas del presente con respuestas del
pasado, y que la institución vivía anclada en el anacronismo. La edad actual de
la Iglesia Católica es la Edad Media, no la edad contemporánea en la que
cronológicamente vivimos. ¿Y en qué noto ese desfase? Primero en la doctrina
moral, sobre todo en relación con la sexualidad; en segundo lugar en que no
responde de manera adecuada a la necesidad de formación de los cristianos y
especialmente me preocupa mucho el concepto tan desfasado que la Iglesia tiene
de la mujer como reproductora de la especie, como ocasión de pecado, como
tentadora, como inferior, la mujer al servicio del varón. La sociedad española
ha accedido a un grado de madurez y ya actúa por su cuenta, sin necesidad de
tutores o guías que le digan por dónde tiene que caminar. Eso especialmente se
ha producido en dos sectores: en la juventud y en las mujeres, en dos sectores
en los que la revolución de valores es quizá la más fuerte y elogiable. Entonces
ahí ya se produce la disociación, la irreconciliación, de forma que yo siempre
digo que en el siglo XIX la Iglesia Católica perdió a la clase trabajadora, en
el siglo XX perdió a los intelectuales y los jóvenes, y en el siglo XXI, como
siga por este camino tan patriarcal, androcéntrico y machista, va a perder a las
mujeres.
-¿En qué diferenciaría la Iglesia del Ejército, dos instituciones machistas,
con jerarquías, inamovibles, autoritarias y que quieren mantener el control?
-Las similitudes son enormes porque posiblemente el modelo del Ejército haya
sido la Iglesia y el modelo de la Iglesia sea hoy el Ejército, incluso el propio
lenguaje de unos y otros tiene componentes machistas y patriarcales. Yo creo que
la única diferencia que existe ahora mismo es que unos van armados y otros no.
Pero la capacidad que tienen de reprimir la libertad o limitarla, la capacidad
que tienen de hacer uso de la violencia -en el caso de la Iglesia más bien
violencia psicológica- es bastante similar.
-La única forma de democracia que existe actualmente en la Iglesia sería el
Concilio. ¿Por qué los Papas le temen tanto?
-Yo creo que es porque saben que generalmente en los concilios se oye la voz, no
del pueblo, pero sí de personas que proceden de distintas tradiciones culturales
y tienen ideologías diferentes que le ofrecen más posibilidades, porque la
tendencia del Papa y los obispos es a utilizar el báculo para golpear a las
ovejas, no a utilizarlo como cayado para acompañarlas en el camino de la
Liberación. Los Papas temen los concilios porque éstos siempre descubren
elementos nuevos y llegan a unas conclusiones y propuestas que deberían vincular
al propio Papa.
-Ante la inminente muerte de Juan Pablo II, ¿cómo visualiza lo que seguirá?
-Se está cargando demasiado el acento en el Papa y eso es peligroso. Este
Papa polaco durante 25 años ha ejercido el poder, no solamente de manera
autoritaria, sino con un personalismo tan fuera de lo normal que ha oscurecido
cualquier otra mediación eclesial. Esa personalidad del Papa lo ha llenado todo
y ha dejado muy poco espacio para la participación y para los cauces de
democracia dentro de la Iglesia Católica, lo cual es en realidad muy negativo
porque el Concilio Vaticano II (1962-1965) ya puso las bases para la
democratización y la participación en la Iglesia, pero Juan Pablo II, creo, ha
eliminado esas bases y ha fundamentado toda la estructura de la Iglesia en él
mismo. Como ha contado además con masas que le han seguido, con una curia romana
que le ha sido dócil y con una jerarquía que ha ido nombrando él que no le ha
planteado ninguna dificultad, ha limitado muchísimo la crítica dentro de la
Iglesia y los movimientos contestatarios, y 25 años a este ritmo son agotadores.
-¿Dentro de esta curia estaría el Opus Dei, con su influencia en el Vaticano?
-Ahora mismo el Opus Dei está en la cúpula del Vaticano, tiene el control
sobre los centros de poder, y sobre todo tiene una gran influencia en cuestiones
doctrinales, un peso específico en las causas de beatificación y canonización,
también una gran capacidad de maniobra en la interpretación de los textos
legislativos, y una presencia muy activa en los lugares claves donde se toman
las decisiones sobre las grandes cuestiones como son la política internacional,
la política relacionada con la sexualidad, la doctrina, la economía, los
documentos, las declaraciones... Además sucede que están hechos el uno para el
otro: Juan Pablo II para el Opus Dei y el Opus Dei para Juan Pablo II. Se vienen
uno a otro como anillo al dedo, ya que comparten en un porcentaje muy alto la
misma ideología y la misma concepción de la Iglesia.
-Con lo cual es fácil deducir que la Obra tendrá un gran peso en la sucesión
del Papa.
-Claro, ahora mismo el Opus Dei ya tiene piezas claves que están muy
presentes en la preparación de la sucesión. Todo esto se desconoce, porque no lo
van a publicar a los cuatro vientos, pero yo creo que cuanto más se demore la
decisión del Papa o su fallecimiento más se facilita la preparación de un
sustituto en plena sintonía con él. Aquí sí se puede decir que después de Juan
Pablo II todo queda atado y bien atado. ∆