o dejo de
preguntarme durante toda la entrevista por qué ha dejado Suecia para instalarse
en España. La respuesta llega y me sorprende: Inger busca cambiar el mundo y en
nuestro país hay mucho por hacer. "El Banco Mundial de las Mujeres (Women's
World Banking) es una organización mundial que se creó en el 77 para facilitar
el acceso a créditos a mujeres. Está en 43 países y el objetivo es ayudar a que
las mujeres puedan montar empresas y generar su propio empleo a través de
préstamos bancarios".-¿Cómo llegó la institución a España?
-En el año 88 lo fundé yo en este país con los mismos objetivos de ayudar a
las mujeres a crear sus propias empresas. Empezamos en el año 89 con los
primeros convenios firmados solamente para tramitar préstamos a mujeres y a
través de ellos todavía podemos tramitar préstamos a un interés más bajo -un 3,5
a 3,3%-, dos años de carencia durante los que se pagan solamente los intereses y
no el capital. El préstamo puede ser hasta ocho años y nosotras hacemos el plan
de viabilidad para este proyecto y la solicitud al banco. A través de estos
convenios hemos creado 2.600 empresas desde el año 89 pero ha habido siempre un
problema con estos convenios y ha sido el tema del aval. Así que en el año 96
empezamos una iniciativa que llamamos créditos solidarios, para mujeres
en Castilla y León que no tenían avales y contaban con un proyecto empresarial.
Luego empezamos con el Fondo de Garantía para mujeres inmigrantes con la Caixa y
más tarde firmamos con Caixa Cataluña un convenio de colaboración para firmar
microcréditos sin aval a mujeres excluidas de tener un préstamo bancario. Hace
un año firmamos también los microcréditos del ICO, desde donde también podemos
financiar microcréditos para mujeres. En España queremos bajar los intereses
para las mujeres y que también tengan derecho a conseguir los intereses de
preferencia, que son los que se dan por ejemplo a empresas grandes.
-Si las mujeres tuviesen en su mano el poder del dinero, ¿cambiaría el mundo?
-Sí, seguro. Porque además las mujeres invertimos en la familia, los hijos,
la educación y eso no todos los hombres lo hacen. Sobre todo para las mujeres de
los países subdesarrollados esto es muy importante, aunque no quiero decir con
ello que no lo sea para los hombres.
-¿El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tienen objetivos
enfrentados al Banco Mundial de las Mujeres?
-Pues no sé. Yo veo que ahora el BM apoya todas las iniciativas de
microcréditos, pero no sé si van a ser capaces de sacar a las mujeres de la
pobreza porque en algunos sitios piden unos intereses altísimos, hasta un 30-36%
porque dicen que son colectivos con mucho riesgo, que no tienen avales. Por eso
yo me estoy preguntando si no generarán una dependencia total, y necesitarán
pedir otro crédito a continuación. En realidad es lo que está pasando en el
Grameen Bank, que tienen unos 200.000 clientes que piden un préstamo tras otro.
En España damos un microcrédito y se supone que con ese dinero tienen que montar
una empresa y cuando hayan pagado el microcrédito ya está.
-En la política mundial hay pocas mujeres en puestos relevantes y muchas de
ellas tienen un marcado carácter masculino. ¿Cómo crees que sería el concepto de
poder desde la mujer?
-Las mujeres han tenido que luchar tanto para llegar a puestos importantes,
que para mantenerse allí tienen que adaptarse a la manera de trabajar de los
hombres. Entonces esto durará hasta que tengamos muchas mujeres ministras, por
ejemplo, y hasta que ellas mismas sean conscientes de que no hace falta trabajar
de la misma manera que los hombres. Esto en Suecia ha empezado a cambiar en los
últimos años. En el gobierno sueco hay más ministras que ministros, más mujeres
en el Parlamento que hombres, hay muchísimas mujeres con cargos de dirección en
las empresas.
-¿Cuál es la cuenta pendiente de la mujer en el mundo?
-La independencia. Y la independencia no la puedes tener si no tienes la
independencia económica y la independencia económica normalmente no la puedes
conseguir si no tienes un trabajo remunerado. Así que es el empleo lo que
necesitamos.
-¿El siglo XXI será femenino?
-(Risas) Queda muchísimo camino. En una ocasión leí que si seguimos al mismo
ritmo que tenemos ahora, para llegar a la igualdad en España nos quedaban unos
60 años. Y si vamos a África o los países árabes, imagina lo que falta.
-A las mujeres nórdicas les dicen en sus países de origen que han perdido su
feminidad en la lucha por mejorar sus condiciones. ¿Para lograr la igualdad
habéis tenido que renunciar a muchas cosas?
-Depende de lo que se considere femenino (risas). Yo me acuerdo que en la
lucha feminista en Suecia por ejemplo en los años 60 estaba mal visto
maquillarse, peinarse, vestirse bien. Eso es verdad, pero esto no sé si es
femenino o no, porque ahora los hombres empiezan también a maquillarse, a estar
muy pendientes de su pelo...
-¿Cómo es ahora la situación en Suecia?
-En Suecia los hombres son más compañeros. Es decir, aquí por ejemplo hay un
señor que te abre la puerta, que te saca la silla, que te pone el abrigo. Eso en
Suecia es imposible, yo creo que no he conocido ningún sueco que lo haya hecho
(risas). En España en muchísimas familias la compra la hace la mujer y se
encarga de los niños, la limpieza, planchar; en Suecia eso normalmente no es así
sino que todo está totalmente repartido entre los dos. Somos más compañeros.
-Y supongo que tampoco las mujeres buscan un hombre que las cuide y que les
evite enfrentarse a muchas situaciones.
-Sí, en el Banco Mundial de las Mujeres vemos muchas veces que la mujer no
viene sola sino que viene con su marido o su novio y es él quien habla. A muchas
mujeres les gusta el hombre fuerte que te cuida, que te recoge cuando sales de
trabajar... En Suecia somos mucho más fuertes. Nosotras organizábamos durante
diez años una feria de la mujer emprendedora y participaban 50 ó 60 mujeres
suecas. Ellas mismas montaban sus stands, eran carpinteras, hacían de todo.
-En la actualidad la mujer sueca, ¿en qué campo de la mujer centra su lucha?
-El pleno empleo para la mujer existe, aunque hay todavía empleos y trabajos
para la mujer mal pagados. Hay una lucha para subir los salarios de estas
mujeres. Y también se lucha contra la prostitución, para lo cual tenemos una
avanzada legislación que condena al cliente y no a la prostituta. A ellas se les
ofrece formación, preparación, estudios y trabajo. Y de hecho la prostitución en
la calle en todas las ciudades de Suecia prácticamente ha desaparecido.
-En España miramos a los países nórdicos como ejemplo de democracia, de
educación, de calidad de vida. ¿Qué es lo más oscuro o negativo de esos países?
-Yo he vivido toda la lucha del movimiento obrero en Suecia y la gente se
ponía metas y objetivos. Cada año nos iba mejor, había más reformas, más
medidas, todo el mundo tenía dos coches, tenía dos casas, de todo. Y desde hace
como unos quince años se han conseguido todos los logros propuestos y la gente
está un poco perdida, no sabe en qué luchar y qué objetivos ponerse ahora. Y eso
es triste.
-¿Ese espíritu combativo que tú viviste en Suecia se ha perdido?
-Sí, se ha perdido. Ahora están un poco perdidos, no saben en qué dirección
ir.
-¿Y a ti se te ocurre la dirección?
-No, por eso estoy aquí (risas). Aquí todavía hay mucho que hacer.
-Uno de los países que se asemeja mucho a los nórdicos en modo de vida es
Suiza, donde empieza a escalar puestos peligrosos la ultraderecha. ¿A qué crees
que se debe ese giro en las preferencias políticas de los ciudadanos?
-A lo mejor es que hay un temor por todo el tema de los inmigrantes. En
Suiza, como en los países nórdicos, la gente ha vivido muy bien y al haber una
avalancha de inmigrantes ven en peligro su estado de bienestar. En los países
nórdicos no creo que se dé esta situación porque hay una solidaridad muy grande
y esos grupos contrarios son pequeños y no están en los parlamentos. Además hay
una política de atención al inmigrante donde se les dan pisos, una ayuda
económica, formación, los niños van al colegio, y al año aproximadamente se les
busca empleo. Está totalmente controlado, no como aquí, que hay muchísimos
ilegales que ni siquiera sabemos. ∆