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FEBRERO 2004
RENACER
P ara la mayoría de los hombres la
vida es ese período de tiempo que transcurre entre el nacimiento y la
muerte. Para algunos, la muerte no es el final de nada, sino el paso a otro
estado de la existencia donde se continúa aprendiendo. Para las masas que se
creen, sin pensar, sin analizar, lo que sus religiones les dictan, después
de la muerte está el cielo, el paraíso, un estado de eterna contemplación de
Dios o de disfrute sin medida de los mayores placeres, y el infierno, todo
lo contrario, eterno sufrimiento donde purgar tus pecados. En estos casos el
concepto "eternidad" resulta incomprensible e inexplicable asociado a la
idea de Dios.
Pero, independientemente de todo esto, existe una realidad que ha sido, y
continúa siendo, muy poco analizada y mucho menos contemplada, y es la idea
del "Renacer", o lo que es lo mismo, experimentar en vida un segundo
nacimiento.
Por supuesto no se trata de un nacimiento físico, o sea, volver a ser bebé,
niño, adolescente, etc, etc. Se trata más bien de un nacimiento espiritual,
algo así como si cada uno, utilizando sus dos polaridades, masculino y
femenino, realizara dentro de sí una nueva fecundación, de sí mismo, en si
mismo, para gestar una nueva criatura, un nuevo ser que recogiera lo
positivo del viejo y lo sumara a lo que los nuevos niveles de existencia le
iban a aportar.
Lógicamente la palabra "Renacer" implica muerte, pero en este caso no se
trata de una muerte física, sino de morir a todo aquello que ya no es útil,
que fue bueno y útil en el pasado pero que ahora actúa de freno para la
propia evolución.
Jesús dijo que "sólo aquel que vuelva a nacer podrá entrar en el Reino del
Padre". Y se refería a esa transformación que debe efectuar todo aquel que
sienta la necesidad de internarse en los senderos ocultos que conducen a la
visión y comprensión de la Verdad. Y "la verdad os hará libres".
Pero para enfrentar la aventura del "Renacer" hace falta valor, mucho valor.
Y lo más difícil de superar tiene que ver con el desapego, porque los lazos
que la vida teje sobre las posesiones, sobre las personas, sobre "lo
mío",
valores, conceptos, ideas, creencias, son tan fuertes que para desprenderse
de ellos se necesita fuerza y decisión, y sólo la comprensión de que el
nuevo ser que habita en nosotros, esperando ser liberado, no necesita nada
de todo eso, nos puede ayudar a superar el apego al pasado y entrar sin nada
por la puerta que nos conduce al futuro.
Porque "Renacer" es también "Resurgir", es "Transformación", es el auténtico
milagro de la vida, tal y como ocurre con la oruga y la mariposa.
Cada ser humano es una oruga que alberga en su interior una preciosa
mariposa. La oruga se arrastra, la mariposa vuela. Ambas definen espacios
diferentes, donde existen diferentes niveles de existencia.
La oruga no puede evitar su transformación cuando el tiempo llega. El
hombre, sin embargo, tiene que ser él mismo el que produzca su
transformación, porque sólo así será digno viajero por el nuevo espacio al
que se incorporará, por el que volará con su mente y podrá ver y participar
de los secretos de la creación.
Pero si para la concepción del bebé físico es el polo positivo, el
espermatozoide, el que tiene que desplazarse por el espacio para fecundar el
óvulo, para la fecundación del nuevo ser, para el "Renacer en vida", es el
polo negativo, el femenino, el que tiene que moverse y actuar sobre el
masculino, impregnándolo de sus cualidades, dotándolo de sus
características, porque el Nuevo Ser será esencialmente femenino, que es la
base de la Creación y la energía que "llena" el espacio donde ese Nuevo Ser
se moverá.
Y ello independientemente de que el "Renacer en vida" se produzca en un
hombre o en una mujer. Es un proceso interno, dentro. En todo esto, claro
está, el gran enemigo es el macho, el machismo, el hombre como ser superior,
esa concepción tan falsa y desviada de la auténtica realidad de la creación.
Por ello, también el gran enemigo es la Iglesia, las religiones, verdaderos
centros de culto al macho, aberraciones tan alejadas del verdadero Dios que
no dudaron en "vender su alma al diablo" con tal de manejar el poder que su
cargo les da, efímero poder que se derrumba día a día ante la realidad, ante
la verdad que se impone en las mentes de los hombres y mujeres que son
iluminados por la luz del tiempo futuro.
Ya se cumple aquello de "quien tenga ojos que vea, quien tenga oídos que
oiga".
Y el tiempo es ya. ∆ |
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