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"No puede ser que las víctimas de las mafias sean las mismas personas que también son víctimas del gobierno, es decir, los inmigrantes". Encarna Márquez. Algeciras Acoge
Foto: Javier Bauluz

ENERO 2004

INMIGRANTES
El sueño roto


Tanto en verano como en invierno, las costas del sur peninsular y de Canarias son testigos de la tragedia de cientos de personas que buscan un descuido en la vigilancia costera para colarse en el sueño europeo, que desde la distancia parece brillante y prometedor.
Aquí los recibimos con una Ley de Extranjería reformada para reducir, si cabe, un poco más, el estrecho agujero legal que permite a los inmigrantes compartir derechos con los españoles.

Texto: Carolina Fernández

Todas las historias que guarda la retina de cada una de estas personas son espeluznantes. Son historias de riesgo, de supervivencia, de desesperación, de valor. Historias que en otro contexto serían relatos épicos de grandes hazañas, recorridos increíbles, pruebas para el ingenio y para la resistencia física y mental. Hoy, contadas al abrigo de una manta de la Cruz Roja, si para algo sirven es para avergonzar al Primer Mundo, y para demostrar una vez más lo absurdo y lo cruel de unas políticas económicas que no dejan de alimentar la desigualdad. Durante 2002, un total de 16.504 inmigrantes fueron detenidos a su llegada en patera a las costas españolas. Las cifras de 2003 anuncian que éste será el peor año de la inmigración clandestina, ya que a finales de noviembre la Guardia Civil ya adelantaba que 17.327 inmigrantes irregulares habían sido detenidos en las costas de Andalucía y Canarias.
Pero antes de poner pie a tierra han tenido que pagar una buena cantidad de dinero para poder jugar a la ruleta rusa, es decir, tener una plaza en una patera, pasar horas navegando en un bote inestable, generalmente saturado y medio hundido por el sobrepeso, en la oscuridad y sabiéndose en manos de un patrón que no duda, como ya ha sido el caso, en hacer una llamada por móvil y abandonar la embarcación en el mar, cargada de personas, si la cosa se pone fea. Dicen que él es el único que lleva chaleco salvavidas. El resto, se agarra como puede a la lancha y se cuida bien de mantener el equilibrio. Pero es complicado, sobre todo cuando se avista una lancha y el miedo se apodera de los ocupantes de la patera. El personal encargado de la vigilancia de la costa no descansa. A cualquier hora del día o de la noche se puede recibir un aviso. Se movilizan la Guardia Civil, Protección civil y Cruz Roja, para ofrecer ayuda sanitaria de urgencia. Si todo va bien, llegan a tierra, la mayoría, en unas condiciones penosas. Hambrientos, agotados, con síntomas de hipotermia, con quemaduras producidas por el contacto del fuel de los motores y el agua salada, sobre todo con el desánimo impreso en el rostro, al ver que al final de su viaje se topan con una gruesa coraza: los sistemas de vigilancia que impone la política migratoria tanto de España como de la Unión Europea. Eso si la patera llega a tierra sin mayores problemas. En otros casos las aguas del Estrecho se cobran un alto precio. A finales de octubre del presente año tenía lugar uno de los episodios más dramáticos de la historia de la inmigración en nuestro país. El naufragio de una patera en aguas cercanas a Rota se saldaba con la muerte de 36 personas. El Defensor del Pueblo, Enrique Múgica, se comprometió a investigar la veracidad de las denuncias por "falta de coordinación" de los servicios de Salvamento Marítimo y la Guardia Civil, que a su vez denunció la "penuria absoluta de medios" con que trabajan en las costas de Cádiz. "Es verdad que aquí estamos instalados en la falta de medios y en la descoordinación. No es que haya habido mala voluntad, pero ciertamente esto ha dejado al aire todo el problema de los medios tanto de servicios marítimos, como de la Guardia Civil", confirma José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz.

La llegada
La mayoría de los inmigrantes que llegan en patera a través del Estrecho son marroquíes. Suelen pasar muy poco tiempo en territorio español, porque Marruecos es uno de los países con los que hay un convenio de expulsión que hace posible el inmediato viaje de vuelta. Los subsaharianos y asiáticos, por ejemplo, se quedan, al menos de momento. El primer escalón son los llamados Centros de Acogida, que prevén una primera asistencia a la persona que llega. Teóricamente deberían servir para integrar a la persona en algún circuito, de manera que pudiera acabar regularizando su situación e integrándose en la sociedad, pero la realidad es que el recorrido se queda en una primera ayuda básica, muchas veces con grandes dificultades y pocos recursos. Las personas indocumentadas son dirigidas a los Centros de Internamiento, bien cuando llegan a nuestro territorio por primera vez, o bien en cualquier control policial de aplicación de la Ley de Extranjería. Pueden estar hasta cuarenta días. En las primeras 72 horas el juez tiene que dictaminar la expulsión, si es que es posible. Si transcurre un periodo de cuarenta días sin que hayan sido identificados por su embajada ni haya sido gestionado su billete, salen a la calle. "No hay ninguna alternativa ni posibilidades de que la gente venga de manera regular -comenta Encarna Márquez, vicepresidenta y responsable de prensa de Algeciras Acoge-. Toda la política del gobierno incide en el control y en la persecución de las mafias, pero lo que no puede ser es que las víctimas de las mafias sean las mismas personas que también son víctimas del gobierno, es decir, los inmigrantes".

"Al gobierno le interesan más unos inmigrantes que otros. No le interesa el magrebí, porque es más peleón, tiene otra religión y otra cultura. Le interesa el hispano, porque habla castellano, es más sumiso y además es católico, apostólico y romano". Carlos Ugarte. Coordinador General de Proyectos Cuarto Mundo de MSF.

Centros de Internamiento
Existe en torno a los Centros de Internamiento una fuerte polémica. Son muchas las organizaciones que denuncian la permanente violación de los derechos humanos, al retener a unas personas que no han cometido ningún delito. SOS Racismo, en su Informe anual 2003 sobre el racismo en el Estado español, recoge las quejas sobre estos centros, denunciados durante el 2002 por el Defensor del Pueblo y por organizaciones como Human Right Watch. "Saturación, pésimas condiciones de higiene y alimentación, falta de ventilación, asistencia médica y jurídica deficiente, vulneración de la prohibición de internar a menores, prohibición de visitas a familiares y de utilización del teléfono, y falta de intérpretes, son las denuncias más graves de unos centros cuya misma existencia es denunciable puesto que privan de libertad por un máximo de 40 días a personas que no han cometido delito alguno". De hecho, la indocumentación está considerada como una falta administrativa. "Jurídicamente es como si yo no estuviera censada o no tuviera el DNI -comenta Begoña Sánchez, portavoz estatal de SOS Racismo-. Además de eso, no pueden entrar ni los medios de comunicación, ni las ONG de manera periódica para detectar las irregularidades". La portavoz de esta organización explica que la reforma de la Ley de Extranjería todavía abre la puerta a más arbitrariedades, puesto que lo que antes estaba establecido por ley y bajo responsabilidad de la administración, ahora dependerá del criterio del director del centro. "Los Centros de Internamiento tienen incluso menos transparencia que cualquier Centro Penitenciario del Estado español -denuncia SOS Racismo-. El caso de la Terminal de Fuerteventura ha sido el más conocido: falta de atención sanitaria, brotes de enfermedades entre los recluidos e incluso se detectó la presencia de algún menor ingresado en el centro. Se denunció que la atención jurídica se hacía de manera colectiva, cuando debería ser individualizada. La Delegación del Gobierno Central negó rotundamente todas estas irregularidades.
Es muy difícil saber lo que pasa en estos centros. Por otra parte, mucha de la gente que sale tiene miedo a denunciar o a decir lo que han vivido, porque son personas sin papeles y lógicamente bastante vulnerables".

La arbitrariedad es también lo que determina el tiempo de estancia en estos centros. A veces, quedan en libertad sencillamente porque "no toca organizar un viaje con todos los expulsados", reconocen desde SOS Racismo.
 

"Las autoridades se dedican a luchar contra las mafias, pero no se dedican a luchar contra la corrupción "legal" que existe con la explotación de estas personas". Julio Martínez. CC.OO.
Foto: Javier Bauluz

Negocio para -casi- todos
Alrededor del tráfico humano en el Estrecho florece un suculento negocio que alimenta muchas bocas; de hecho el viaje en patera es bastante más caro que el viaje en barco o en avión. Quienes lo tienen cerca no dudan en afirmar que es realmente rentable, porque en los lugares pequeños se sabe de vecinos que han cambiado de negocio: del tráfico de drogas al tráfico de inmigrantes. "La patera le da de comer al que la manda construir, al que la construye y al que la vende -denuncia Julio Martínez, responsable de inmigración de la comarca del Campo de Gibraltar (CC.OO.)- Y por el camino hay un montón de gente que gana dinero. Los motores fueraborda no se fabrican en Marruecos, que son de importación, la mayoría comprados en Ceuta. Ya se ha dado casos paradójicos: los motores de pateras incautadas por las autoridades, se venden en subasta y posteriormente son cogidos de nuevo en otra barca. Todo es muy hipócrita. Las mafias organizadas son la punta de la pirámide, pero antes de llegar hasta ahí todo el mundo gana dinero".
"Las mafias existen porque hay unas leyes que no facilitan que la gente venga de manera regular -insiste Encarna, de Algeciras Acoge-. La inmigración no es consecuencia de la mafia, sino que la mafia es consecuencia de una normativa terriblemente restrictiva". Hay un entramado que cubre todas las posibles necesidades del recién llegado. Algunas personas se dedican al negocio de fabricar las embarcaciones; otros los esperan al llegar a tierra, otros los trasladan. Cada paso es dinero. La burocracia también se paga, y a precios desorbitados. Hay abogados que prometen permisos de trabajo. Cobran grandes cantidades y prometen "papeles" en poco tiempo. Asesorías, falsificadores de documentos, venta de certificados de empadronamiento... La burocracia es negocio. Hay quien va más lejos y secuestra a los recién llegados; posteriormente se ponen en contacto con su familia para pedir dinero a cambio. También es común la extorsión: dinero a cambio de no denunciar a los indocumentados a la policía. "Ofertas de trabajo falsas, contratos falsos... Por cursar una solicitud les cobran 200 ó 300 euros. Nosotros hemos visto pedir 420 euros por rellenar un impreso y presentarlo en un lugar, a sabiendas de que no le iba a llegar a la administración. El entramado es amplio y da dinero a muchísima gente". Es la experiencia de Algeciras Acoge.
Julio Martínez (CC.OO.) denuncia la pasividad de las autoridades y la hipocresía a la hora de condenar a unos y disculpar a otros. "Lo que pasa aquí lo sabe todo el mundo. El problema es que las autoridades se dedican a luchar contra las mafias, pero no se dedican a luchar contra la corrupción "legal" que existe con la explotación de estas personas. ¿Por qué no van a 'meterle mano' al empresario que cogen pagando salarios miserables, en jornadas de doce horas, con la gente viviendo en chabolas llenas de ratas? Sin embargo a ése no le dicen nada, cuando es tan traficante y tan sinvergüenza como el que los trae aquí cobrándoles, por cierto, un dineral. Ese tráfico es ilegal, pero lo que hacen aquí los otros ¿no es ilegal?".

Amor y odio
Así es la relación de nuestro país con la inmigración. Tanto España como Europa tienen una urgente necesidad de incorporar personal a la vida laboral activa. Hace tiempo que se ha previsto un posible desplome del sistema de pensiones ante el progresivo envejecimiento de la población. Sin embargo, las políticas migratorias no están pensadas para regular la entrada normalizada de personas en el continente, sino que se centran en el control y la represión.
El control de las fronteras fue uno de los principales temas abordados durante la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE celebrada en junio de 2002, bajo presidencia española, donde los Quince sentaron las bases para poner en marcha una política común en materia de inmigración, a saber: un programa de repatriaciones para la expulsión masiva de los inmigrantes ilegales. Desde enero de 2003, buques de España, Francia, Reino Unido, Portugal e Italia vigilan el Mediterráneo para controlar la llegada ilegal de pateras. En junio de 2003, los 15 aprobaron un nuevo paquete de medidas para reforzar el control de las fronteras. ¿Dónde están las políticas de integración? "Es una enorme contradicción -explica Begoña, SOS Racismo-. Tanto en España como en Europa se necesita a esa gente para trabajar, y sin embargo no se les otorgan derechos como ciudadanos".
Mientras tanto, la entrada de inmigrantes nos está salvando de un crecimiento demográfico negativo que sería muy perjudicial para nuestro país. Gracias a los más de 20.000 bebés nacidos de padres extranjeros, la balanza demográfica se mantiene y las muertes no superan a los nacimientos, según cifras del INE. Este dato quizá debería bastar para facilitar su regularización y su incorporación al país de acogida con los mismos derechos que el resto de la población. Sin embargo, ya sabemos, no es así.

En otros casos las aguas del Estrecho se cobran un alto precio. A finales de octubre del presente año tenía lugar uno de los episodios más dramáticos de la historia de la inmigración en nuestro país. El naufragio de una patera en aguas cercanas a Rota se saldaba con la muerte de 36 personas.

Se busca empleo digno
Las últimas cifras facilitadas por el Ministerio del Interior revelan que España ha ganado más de dos millones de habitantes desde 2000, gracias a la inmigración. En nuestro país viven más de dos millones y medio de extranjeros, y suponen más del 6% de la población. Sólo la mitad tienen tarjeta o permiso de residencia. El resto, espera por los ansiados "papeles". Las entradas en patera son las que crean más alarma social, pero no son ni mucho menos las más numerosas. "El año pasado por el aeropuerto de Barajas entraron cuatrocientos ochenta mil ciudadanos de países de Hispanoamérica, con sus visados de turista -apunta Carlos Ugarte, coordinador general de Proyectos Cuarto Mundo de Médicos Sin Fronteras-. Todo el mundo sabe que es la forma de entrar, y que se quedan una vez que esos visados vencen, mientras que por el Estrecho llegaron sólo diecisiete mil el año pasado, de los cuales únicamente se quedó el 20%". ¿Por qué estas diferencias? "El gobierno nunca lo va a reconocer -continúa Ugarte-, pero le interesan mucho más unos inmigrantes que otros. No le interesa el magrebí, porque es más peleón tiene otra religión y otra cultura. Le interesa mucho más el hispanoamericano, porque habla castellano, es más bien sumiso, cumple su función y se calla. Además es católico apostólico y romano. Y por Barajas están entrando a miles".
Al llegar, no se quedan de brazos cruzados. "Obviamente son personas que están trabajando, porque no podríamos tener un colectivo tan grande dedicado a no hacer nada", observa Begoña Sánchez, portavoz estatal de SOS Racismo. Lo que prevalece es el empleo precario y la explotación laboral, en la economía sumergida, sobre todo en las grandes ciudades. "Además de eso, todas las personas con orden de expulsión no ejecutada dependen mucho de los servicios sociales, porque no se les permite trabajar de forma normalizada. Son uno de los colectivos más vulnerables que existen en las ciudades. El resultado de esta política es la exclusión social".
También en el campo hace falta gente con ganas de trabajar. El inmigrante aprovecha el vacío que dejan los trabajadores españoles, que prefieren otras ocupaciones antes que la dureza de la agricultura. "El campo tira de esta mano de obra barata, para la que no se necesita una gran cualificación profesional -explica Julio Martínez-. Además, en la mayoría de los casos la gente no está dada de alta, no se cotiza por ellos, no se les paga lo que se les tiene que pagar. No cotizan pero tampoco reciben, y en un futuro, cuando llegue el momento de la jubilación o de irse del país, se van como vinieron, sin ninguna prestación, sin ninguna pensión. Con lo cual tanto el empresario como el propio Estado hacen el agosto. De esta situación todo el mundo se beneficia menos el pobre que tiene que estar trabajando en estas condiciones".
 

En torno al comercio humano en el Estrecho florece un suculento negocio que alimenta muchas bocas. De hecho, algunos han cambiado el tráfico de drogas por el tráfico de inmigrantes.
Foto: Andrés Carrasco

Drama a diario
Día a día los habitantes del litoral andaluz conviven con la realidad de una manera mucho más cruda que las personas que viven en otras zonas de España, para quienes el fenómeno de la inmigración se traduce en las crudas imágenes que recogen las noticias. Pero la perspectiva cambia cuando la tragedia se desarrolla a la puerta de casa. "Tienes que estar emocionalmente preparado para cualquier cosa, desde bajar a la playa y tropezarte el cadáver de un inmigrante en la arena o entre las rocas, hasta ir con el coche y que te salga a la carretera un grupillo que te pide que pares y que les ayudes", comenta Antonia, vecina de Tarifa. "A nivel general la gente está muy sensibilizada con el que llega -apunta Encarna, de Algeciras Acoge-. Por toda la zona campera hay gente que junta ropa, mochilas y comida. Lo tienen allí por si pasa alguien que necesita ayuda. Sí existe la solidaridad inmediata con la gente que está de paso. Otra cosa es la gente asentada. Hay un rechazo más o menos sutil, que se traduce por ejemplo en la negativa a alquilar viviendas a marroquíes". Hace pocos años se castigaba la ayuda espontánea de los ciudadanos. La gente recuerda algunos casos. El más espectacular, una multa de 500.000 pesetas, un fin de semana en el calabozo, etc. "La gente tenía miedo, no quería problemas", recuerda Encarna. Se organizó una campaña con el eslogan "Contra el castigo a la solidaridad", y actualmente las penalizaciones por prestar ayuda son prácticamente inexistentes. También es cierto que en los últimos años las cosas se han puesto más difíciles para los inmigrantes, y son menos los que consiguen esquivar los primeros controles y continuar su camino.

¿Más racistas que antes?
Las últimas noticias de brutales agresiones a inmigrantes han dejado una pregunta en el aire. ¿Son brotes aislados en zonas que soportan una gran presión? ¿O son por el contrario la prueba de que el racismo en España está aumentando alarmantemente? Los ataques registrados en El Ejido desde finales de agosto son especialmente truculentos: los agresores golpearon a las víctimas por la espalda y desde un coche en marcha, con una barra de hierro, un bloque de hormigón o similar. Sin embargo, las fuentes consultadas coinciden en afirmar que, afortunadamente, los episodios más brutales son actos aislados, concentrados en las provincias más conflictivas, como Huelva y Almería. En otros lugares, el sentimiento racista se traduce en comentarios, actitudes, negativas, insultos. La portavoz de Algeciras Acoge recuerda que en alguna ocasión sus oficinas sufrieron rotura de cristales, llamadas de teléfono y anónimos, con intención de intimidar.
"Hay que entender que tampoco se ponen facilidades para que la convivencia sea fluida. El inmigrante está en una situación muy difícil. Ha dejado a su familia, su país, su cultura, sus amigos, su paisaje, y está aquí solo y sin contacto con su gente, más que alguna llamada de teléfono. Es lógico que eso también les cree una tensión interna. La persecución al extraño, si no se facilita un acercamiento, lo que crea es conflicto", señala Encarna.
SOS Racismo se encarga de recoger todo tipo de denuncias por discriminación, actitudes o actos racistas. No hace diferencias a la hora de encargarse de casos de personas con o sin papeles. Reciben denuncias de agresiones individuales, problemas con el derecho de admisión en lugares públicos y de ocio, problemas con los cuerpos de seguridad, que en algunos casos van más allá de la aplicación de la Ley de Extranjería y comenten irregularidades, como los malos tratos tanto físicos como verbales. Pero su preocupación se centra más allá de los actos puntuales: "Ha aumentado el clima xenófobo, y además está creciendo el racismo social, sobre todo debido a un racismo institucional o de Estado, que viene marcado por las leyes. Esto está también vinculado a un discurso por parte de muchos representantes políticos, incluido el gobierno, que vincula inmigración con delincuencia. Pocas veces vemos a los políticos manifestarse ante un acto racista, ni condenando con firmeza este tipo de actitudes. Esto hace que el ciudadano de a pie no le dé mucha importancia a este tema y da impunidad a ciertos sectores que en otros momentos se lo pensaban antes de agredir a una persona de otro origen o antes de hacer cierto tipo de comentarios. Poco a poco cala en la sociedad y hace que la inmigración se vea, como mínimo, como un problema. Mucha gente empieza la frase diciendo: 'yo no soy racista, pero...'. Ya no está mal visto ser racista". La situación en España no puede analizarse de forma aislada, sino dentro de un contexto europeo en el que estamos viendo cómo ganan votos los partidos de extrema derecha, a la vez que aumentan las agresiones, retroceden los derechos humanos, y se generaliza el discurso antiterrorista, aplicado en ocasiones a conceptos que no tienen nada que ver, como la inmigración. Todo ello contribuye a crear un clima de confusión y miedo en torno a la figura del inmigrante.

 Ceuta. La ratonera
Hace unas semanas, la organización humanitaria Médicos sin Fronteras hacía saltar a los medios de comunicación la situación de los inmigrantes que llegan a Ceuta.
Tanto Ceuta como Melilla son lugares con características distintas a las del resto del territorio español, precisamente por su situación geográfica. Es un territorio con una especie de doble frontera, por un lado con Marruecos y por otro con España. Lógicamente la presión migratoria es mayor, puesto que toda la población subsahariana y magrebí tiene contacto por tierra, sin necesidad de jugársela en el paso del Estrecho.
Portavoces de MSF denuncian que el nuevo delegado de Gobierno de esta ciudad ha decidido recortar drásticamente el flujo de personas hacia la península, y en el último año y medio ha endurecido las medidas y ha restringido drásticamente el paso. Por esa razón, Ceuta se ha convertido en una ratonera. Aquellos que no pueden ser expulsados a sus países de origen y cuya solicitud de asilo es rechazada, quedan literalmente atrapados en territorio ceutí.
Desde octubre del 2002 el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) está saturado, y Médicos sin Fronteras denuncia que todas las nuevas llegadas están viviendo en la calle. "El delegado de gobierno de Ceuta tiene una política clara, que en su momento manifestó públicamente: no facilitar en modo alguno la vida de los inmigrantes que lleguen a Ceuta, con ánimo de desalentar a los posibles candidatos que están al otro lado -denuncia Carlos Ugarte, Coordinador General de Proyectos Cuarto Mundo de MSF- Con eso se está llevando por delante los Derechos Humanos más elementales. Si vas a Ceuta en este preciso instante te vas a encontrar con quinientas sesenta personas viviendo en la calle, a la intemperie, bajo la lluvia, sin comida y sin asistencia médica. Se da la contradicción de que son quinientas sesenta personas que están desde el primer día de llegada registradas en la Brigada de Extranjería de la Policía Nacional y solicitantes de asilo, retenidas en Ceuta hasta que se resuelva su expediente".
Según explica el representante de MSF, esta aplicación de las normas provoca crueles paradojas, "por ejemplo, si un inmigrante al entrar en Ceuta, en lugar de seguir todos los trámites administrativos que le marca la propia ley española, le da un palo en la cabeza a alguien y le roba la cartera, a ése le dan de comer, tiene cobijo y asistencia médica. Al otro no".

Muchas organizaciones cuestionan la existencia de los Centros de Internamiento, porque privan de libertad por un máximo de 40 días a personas que no han cometido delito alguno.
Foto: Andrés Carrasco


Médicos Sin Fronteras, durante la primera fase del año 2003, ha intervenido puntualmente en Ceuta, distribuyendo material y denunciando la situación. Visto el poco eco que tenían estas denuncias ante las autoridades, y ante la realidad de un problema creciente sin soluciones en un horizonte, a finales de junio de 2003 decidieron intervenir directamente con un proyecto de asistencia a la población exactamente igual al que Médicos sin Fronteras pueda poner en marcha en cualquier parte del mundo. Es decir, un campo de refugiados en territorio español. "Enviamos un equipo con médico, enfermera, logista, traductor, en fin, la estructura típica de un proyecto de MSF. Se montó un campo de refugiados en las inmediaciones del CETI, donde antes había un campamento de chabolas en el que la gente vivía entre plásticos, basuras, cartones viejos, sin comida, sin asistencia médica y en unas condiciones higiénicas lamentables". La organización comenzó a dar asistencia médica y a distribuir complementos alimenticios, kits higiénicos, etc, tratando de llamar la atención de las administraciones públicas para que asumieran su responsabilidad. "A las autoridades no les gustó nada ese campo, porque ponía de manifiesto algo que no funcionaba bien en la administración. Empezamos a recibir presiones hasta que un buen día me llamó el secretario general de la delegación de gobierno de Ceuta, diciéndome que lo desmontara. Yo le hice una pregunta muy sencilla: ¿qué va a hacer usted con las trescientas personas que en este momento tenemos acogidas? El tira y afloja duró tres semanas, y al final nos mandaron ciento y pico antidisturbios y desmontaron el campo".
A partir de ese momento MSF continúa trabajando en Ceuta, aunque en condiciones bastante más penosas. "Ahora estamos haciendo exactamente lo mismo que antes, sólo que en lugar de pasar consulta en el campo la pasamos con una furgoneta, los desayunos los distribuimos por la mañana en una playa cercana, etc." Resulta sorprendente que en territorio español las condiciones de trabajo sean bastante más difíciles que en cualquier otra parte del mundo donde MSF tiene proyectos de ayuda humanitaria. El caso de Ceuta es único en todo el territorio español, tanto que ya está despertando reacciones a nivel internacional, desde el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) hasta el Vaticano. "Sólo pretendemos que el gobierno asuma sus responsabilidades en materia de acogida, porque evidentemente pasar consulta a trescientas personas en la calle, lloviendo y en medio de charcos no es manera. Cuando el Gobierno asuma su responsabilidad, nosotros nos marchamos". ∆

 

 Ley de Extranjería

Si la Ley de Extranjería ya provocaba las críticas de las organizaciones solidarias, por su carácter represor, basado sobre todo en el control policial del flujo migratorio, la reforma que ahora se plantea y que acaba de entrar en vigor, ha despertado críticas desde su publicación en el BOE. Para la federación de Asociaciones Andalucía Acoge, esta reforma supondrá nuevas agresiones a los derechos de los inmigrantes. Concretamente, el acceso de la Policía Nacional a los datos de inmigrantes del padrón municipal implica una total transgresión del derecho a la intimidad y una discriminación con respecto a la población nacional, cuyos datos estarán protegidos en el caso de que se comentan faltas administrativas, como por ejemplo no tener documentos. La nueva ley incorpora también la posibilidad de repatriar sin derecho a ser escuchado ni defendido a una persona que tenga una orden de expulsión en cualquier país de la Unión Europea. Otro aspecto inconstitucional es que los inmigrantes indocumentados no podrán presentar solicitudes administrativas, derecho constitucional reconocido a cualquier persona. El asesor jurídico de Andalucía Acoge, José Luis Rodríguez Candela, acusa al Gobierno de creer que "escondiendo el problema, éste desaparece", y de pretender que los inmigrantes indocumentados, sencillamente, se esfumen. ∆

 

José Chamizo
Defensor del Pueblo andaluz


Este gaditano, ordenado sacerdote a finales de los 70, ocupa el cargo de Defensor del Pueblo Andaluz desde hace seis años y tiene además a sus espaldas una larga carrera en el campo de la lucha social.

-¿Puede hacernos una valoración sobre la reforma de la Ley de Extranjería que va a entrar en vigor próximamente?
-En primer lugar tengo que decir que hasta ahora las leyes de Extranjería que ha habido desde el 85 hasta el presente no han servido para mucho. Podemos decir que si ha servido para algo es para amargarle la vida a los inmigrantes, porque realmente no da respuesta a la gente que no tiene documentación. En muchos casos son personas que ya están trabajando y que sin embargo no tienen la posibilidad de regularizar su situación.

-Les impedimos el paso y a la vez los necesitamos. Parece un planteamiento absurdo.
-Efectivamente. Estamos en una época de contradicciones que yo espero que de una vez por todas se terminen. Todos los gobiernos de la Unión Europea, no sólo el español están instalados en la expulsión, mientras por otra parte el mercado laboral demanda más mano de obra. Esta contradicción habrá que superarla en algún momento. Yo a veces digo de broma que al final esto lo van a arreglar más las confederaciones de empresarios que nosotros.

-Desde Madrid ¿se ven las cosas distintas a lo que realmente se vive en el sur?
-Yo creo que sí. Ahora Madrid se está acercando más a Marruecos, que es un país que se ha convertido en un lugar al que está llegando toda la inmigración que quiere pasar a la península: personas del Africa Subsahariana, hace pocos días había una persona procedente de Calcuta, otras de América Latina, China, etc. Esto está dando muchos quebraderos de cabeza al gobierno marroquí. Habría que empezar por los acuerdos con Marruecos. Esa sería la aportación de la reforma de la Ley, dependiendo siempre de lo que articule el reglamento, porque el reglamento mismo pone tantas condiciones que es imposible alcanzar ese tipo de visado.

-Hay accidentes recientes que han puesto de manifiesto una escasez de medios y la falta de coordinación a la hora de poner en marcha el rescate de una patera.
-Ciertamente lo sucedido con la patera de Rota, ha sido una tragedia que no tiene comparación con ninguna de las precedentes en la historia de la inmigración. Eso, y la muerte de siete inmigrantes en los calabozos de la comisaría de Málaga, son los hechos más trágicos que han sucedido.
Si resulta ser verdad en el caso de la patera de Rota, que tuvieron que esperar a la policía, no es legal, es decir, el inmigrante es inmigrante cuando llega a la orilla, mientras tanto no hay que esperar a la policía para que intervenga, sino que sencillamente tienen que salvarlos. Tiene que establecerse la coordinación entre la Guardia Civil, Servicios Marítimos y la base de Rota, que en este caso sigue callada, cuando se le había pedido ayuda también, que es muy importante. Ellos dicen "tomamos nota". Se pasan la vida tomando notas.

"Las leyes de Extranjería que ha habido desde el 85 hasta el presente no han servido más que para amargarle la vida a los inmigrantes"

-¿Y qué se está poniendo en marcha para solucionar este problema?
-Yo creo que lo que ha pasado ha servido para que el gobierno tome medidas. Es verdad que las primeras medidas no son muy afortunadas, porque han mandado lanchas de la Guardia Civil algunas de más de diez años y bastante deterioradas. La conclusión que sacamos es que la vida de los inmigrantes parece que vale menos que la vida de otras personas.

-¿Qué nos puede comentar acerca de los Centros de Internamiento?
-En primer lugar hay que cuestionarse por qué existen los Centros de Internamiento, que es un lugar del que no pueden salir, cuando en realidad no se ha cometido ningún delito. Yo también cuestiono si es necesaria la existencia de estos Centros para después proceder a la expulsión. Si eres subsahariano te dejan por aquí, si eres marroquí te devuelven al rato. Con una orden de internamiento te meten esperando a ver si hay un viaje para un determinado país. Ellos dicen que hasta que no tengan un grupo no pueden organizar un viaje, pero esas son cuestiones de intendencia. Aquí lo que debe prevalecer es el sentido profundo de la libertad de movimiento, de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

-Siguiendo las noticias en la prensa, en principio diríamos que se está produciendo un aumento de los brotes racistas.
-Son muy puntuales. He hablado con SOS Racismo recientemente y estaban muy preocupados, pero los datos que yo tengo hasta el momento, de lo sucedido concretamente en territorio del poniente almeriense, apuntan a que fue un hecho puntual por parte de un grupo de tres o cuatro personas que no eran del Ejido precisamente, y que se ha detenido a tiempo. Hay que intervenir en cuanto aparece un brote, no se puede esperar, porque si no empiezan a generalizarse.
De todas formas, hay ocasiones en las que se detecta una excesiva presencia de inmigrantes, y es lógico que en algún momento pueda haber algún tipo de conflicto. Ahora mismo en Almería por ejemplo suponen el 10% de la población. Pero en definitiva yo no creo que se pueda hablar más que de problemas puntuales de racismo, no se puede hacer extensivo. ∆

 

 FUSION OPINA

Alguien dijo hace años que si el norte no se preocupaba por ayudar al sur, llegaría un día en que el sur invadiría el norte, y eso ya está sucediendo.
Las condiciones de vida del tercer mundo son tan deprimentes que para muchos jugarse la vida para alcanzar el "paraíso" es sólo una circunstancia, un riesgo a correr que merece la pena.
Claro que no cuentan con que el "paraíso" no existe, con que los habitantes del "paraíso" no quieren ser molestados y que su sueño, al final, es una pesadilla.
Pero lo que empezó siendo una advertencia y que hoy es una realidad, se va a llegar a convertir en una verdadera catástrofe humana a menos que el primer mundo se tome muy en serio el ayudar económicamente para que estos países que "exportan" seres humanos puedan desarrollar las condiciones de trabajo necesarias para que sus ciudadanos no tengan que escapar para no morir de hambre.
Al final, además del egoísmo, el racismo y el pasotismo que los países desarrollados demuestran, también existe una falta notable de inteligencia, porque el problema no está siendo correctamente enfocado con lo cual el futuro será aún más negro.
Y España está en el punto centro de dicho problema, por su ubicación geográfica y porque el gobierno se empeña en vender una imagen idílica que, además de no ser real, sirve para atraer más y más buscadores de la felicidad.
El drama de la inmigración será uno de los más graves problemas que la humanidad tendrá que resolver en el siglo XXI.
De momento, no se ve la solución ni tampoco la intención, sólo se ve la hipocresía y muchas más miserias humanas. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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