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CONTRAPUNTO

 

Existe algo más demoledor que una mujer con un objetivo grabado en la frente? El hombre más poderoso del planeta se convierte en un ser indefenso en sus manos, si ella se lo propone.

ENERO 2004

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MANIPULADORAS
POR CAROLINA FERNANDEZ

Andaba yo reflexiva y meditabunda esta última temporada, empezando a convencerme de que la estupidez humana, y por consiguiente, los problemas del mundo, no tenían solución, más que la posibilidad de que un meteorito arrase la tierra y todo lo que hay sobre ella, a excepción de unas cuantas parejillas deseosas de dedicarse a tiempo completo a la repoblación del planeta. Y así, volveríamos a empezar desde las cavernas, a ver si a la segunda nos salía un poquito mejor.
En estas reflexiones hallábame yo cuando, sin esperarlo, vi una luz en el horizonte y di con la solución, bien sencilla por cierto. Ahí va: teniendo en cuenta que la gran mayoría de las decisiones que nos afectan están en manos de los hombres, puesto que son ellos los que ocupan prácticamente la totalidad de los puestos de poder, la solución está en encontrar el punto flaco que les haga moverse de sus posiciones. Y ese punto flaco se encuentra a media altura situado en el cuerpo masculino. Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo ¿no? Pues preparaos, queridos, que a ello vamos.
Hace dos años en la localidad turca de Sirt faltaba el agua. Las mujeres tenían que caminar diariamente unos cuantos kilómetros de distancia para llegar a unos pozos, y cargar los litros que necesitasen. Así hasta que se plantaron. "No entraréis a nuestras alcobas hasta que salga agua del grifo". Las mujeres de Sirt iniciaron una huelga sexual y la mantuvieron hasta que el gobierno turco cedió, y facilitó los materiales para conectarse al suministro. Radical y efectivo. Mano de santo, que diría mi abuela.
El pasado octubre tuvo lugar otra huelga similar. Nada menos que seis mil mujeres de la aldea de Aghem, en la región de Wum (Camerún), que estaban hasta las mismísimas de que el ganado destruyese sus cultivos, abandonaron indefinidamente el lecho conyugal hasta que no se tomasen en serio sus reclamaciones. Para más presión, tomaron como rehenes a siete gobernantes locales. Después de dos meses de abstinencia, y habiendo alcanzado un acuerdo para la creación de una comisión para buscar soluciones al tema, se levantó finalmente la huelga. Los hombres de la aldea reclamaron con urgencia a sus respectivas cónyuges el cumplimiento de sus obligaciones matrimoniales.
Se dice, y que me caiga ahora mismo un rayo encima si no es cierto, que muchas, si no todas las grandes decisiones históricas se tomaron en las alcobas y bajo las sábanas. Esa ha sido siempre la diplomacia más sutil y también más descarada. Ellos son los que lucen los galones, sonríen a la cámara, posan en los cuadros que cuelgan de las grandes galerías. Al lado, o detrás, o al margen de la foto, están ellas. Ellos son los hombres de estado. Dirigentes, presidentes, generales, cardenales. Maridos y amantes. Hombres, todos. Ellas son mujeres, y les basta. Ellos, hombres en manos de una mujer.
Por que ¿existe algo más demoledor que una mujer con un objetivo grabado en la frente? El hombre más poderoso del planeta se convierte en un ser indefenso en sus manos, si ella se lo propone. Llevamos jugando a este juego desde que el mundo es mundo. Manipuladoras y manipulados. Somos implacables ejerciendo en el espacio privado el poder que siempre nos ha sido negado en lo público. Todos conocemos y todos consentimos. A lo mejor, digo yo, viendo que el mundo que conocemos se nos va al carajo, era ya la hora de unir fuerzas. Imaginemos por un momento que todas las batallas que se libran en las alcobas a favor de causas personales y egoístas, para adular el egocentrismo femenino, y calmar la sed de poder, se conviertan en una sola causa que nos beneficie a todos. Hablando claro: que las esposas cierren las piernas. Que las primeras damas echen el pestillo. Que las mujeres de políticos, diplomáticos y grandes empresarios se den la vuelta en la cama para dormir. Que a las novias de los soldados les de una jaqueca global. Y que, puesto que somos maestras en el arte del chantaje, unamos fuerzas y lo aprovechemos, por ejemplo, para exigir soluciones para el desequilibrio entre el norte y el sur. Y que se aplique de una vez un modelo económico, que lo hay, que no condene a la miseria a las tres cuartas partes del mundo. Y que se fuerce el entendimiento en los grandes foros internacionales por encima de los intereses de unos y de otros. Y que se renueve el sentido de las Naciones Unidas. Y que se reduzcan los índices de contaminación de una vez para que nuestros hijos puedan respirar. Y que se acabe tanta violencia caprichosa y gratuita. Y que se retiren las tropas de Irak para que todos los maridos, novios, padres y hermanos vuelvan a casa. Que se vean obligados al diálogo y a la búsqueda de puntos en común.
Y si no, señores, que no quede más remedio para aliviarse que usar la mano derecha los diestros y la siniestra los zurdos. Allá cada cual.
Es un poco penoso, ya, lo sé, pero es una realidad que muchos hombres -vale, ya sé, no todos- piensan exclusivamente con el segundo cerebro. La mujer lleva ventaja: si quiere, sabe maniobrar con los dos. ¿Realmente sería tan perverso utilizar a cara descubierta y por un bien común, la mejor estrategia de la historia, de eficacia sobradamente conocida y demostrada? Total, sólo sería reconocer a la luz del día lo que ya se está haciendo todos los días en la oscuridad del dormitorio.
La duda es ¿seríamos capaces de semejante ejercicio de honestidad? ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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