Revista Fusión

 Subscripción RSS

FUSION también eres tú,  por eso nos interesan tus opiniones,  tus reflexiones y tu colaboración  para construir un  mundo mejor

Recibe nuestras noticias en tu correo

 


 

 

EL ALEPH

 

Ya sé que los soldados de fortuna son tan viejos como las desafortunadas razones que los reclaman, y que en algunas ocasiones han alcanzado gloria y renombre bajo la bandera de algunos estados, con el nombre de Legión Extranjera. Y también que más recientemente se les conoce como mercenarios.

DICIEMBRE 2004

aleph.jpg (11914 bytes)
SOLDADOS INTOLERABLES
POR JOSE ROMERO SEGUIN

El problema del mundo no radica ni en la escasez de recursos naturales, ni tampoco en los humanos, ambos, en la racionalidad, inagotables, sino en la propiedad de esos recursos, hoy todos ellos, en manos de las multinacionales. Son ellas las dueñas y señoras de todos los recursos que hay sobre la faz de la tierra y también de los que habitan en el núcleo de la mismísima voluntad de los hombres.
Nosotros, votamos para la elección de nuestros legítimos representantes, proclamamos dictadores, los derribamos, elaboramos ideologías y diseñamos programas políticos, pero nada de eso vale para nada frente a las todopoderosas multinacionales. De ellas son las urnas y las voluntades, los pensamientos y hasta los sentimientos.
Frente a ella no somos nada, números, sólo eso, números rojos en sus negras y malditas cuentas de resultados.
Para ellas las fronteras son costuras, remaches, soldaduras, y su patria los salarios más bajos posibles, lo demás no importa, ni significa nada. Su bandera es el dólar, su lengua la jerga de la mercadotecnia. Los costes son su fe, y su dios el dinero, por eso allí donde los costes son más bajos más porción de dios obtienen y allí se van.
Pero su hábitat perfecto no siempre nace natural, sino que se necesita ser propiciado. El procedimiento es sencillo, fomentar la desigualdad, ella es el motor de la desconfianza entre hombres y pueblos, y una vez producida ésta, sobreviene el miedo, y el miedo como sabemos es siempre un abismo que se alimenta solo, que no produce gastos. Su sola presencia es más que suficiente para disuadir a cualquier sociedad que se precie de poner trabas a sus oscuros manejos y atroces desmanes. Y si alguna se atreve, la respuesta es siempre la amenaza de una inmediata retirada, lo que desbarata cualquier intento de ponerle freno. Eso en los países donde se ha despertado cierta conciencia de clase y cierta cultura ecologista, porque en aquellos donde no gobierna otra ley que la injusticia y el hambre, la contestación se apaga engordando la cuenta del dictador de turno.
En una primera observación sobre el terreno, especialmente si éste es el del supermercado, unas y otras parecen huérfanas y débiles, escondidas tras sus respectivas marcas, enzarzadas en una constante lucha de precios y calidades. Pero es mentira, por encima de ella rigen poderosas cabezas, los bancos, y éstos se unen y agrupan para cobrar fuerza, para que caigan las marcas pero no el consumo, para que la rueda siga girando hasta la locura. Y frente a ese espíritu hombres y pueblos se embarcan buscando proteger la diferencia en nacionalismos o regionalismos estúpidos, que no les hacen sino dependientes.
Hasta ahora estos monstruos se habían ido conformando con comprar gobiernos y corromper dictadores, para allanar el terreno a sus objetivos. Y esa fórmula le es válida aún en los países subdesarrollados, pero comienza a fallarles en los más desarrollados, donde los aparatos coercitivos actúan bajo las órdenes de gobiernos elegidos por una sociedad exquisita en las formas, más que en las ideas. Una sociedad por lo tanto incapaz de soportar las brutales exigencias de un sometimiento por las armas de ningún colectivo o pueblo. Lo que de algún modo les inhabilita frente a las grandes compañías, que ven cómo los dirigentes democráticos se acobardan ante el temor de perder la poltrona y renuncian a correr en su ayuda.
Y es aquí donde se plantea la espinosa cuestión que trato de esbozar, la presencia aún embrionaria de ejércitos particulares, pagados y adiestrados por ellas mismas para salvaguardar sus intereses.
Ya sé que los soldados de fortuna son tan viejos como las desafortunadas razones que los reclaman, y que en algunas ocasiones han alcanzado gloria y renombre bajo la bandera de algunos Estados, con el nombre de Legión Extranjera. Y también que más recientemente se les conoce como mercenarios.
Sin embargo, hoy, más dados a la ambigüedad, al circunloquio, al enérgico eufemismo, les llamamos: guardias de seguridad, escoltas, guardaespaldas. Y lo hacemos porque han empezado siendo reclutados por compañías privadas para prestar unos servicios públicos, so pretexto de que la administración se ve incapaz de hacerse cargo de ellos, e invocando la rentabilidad y eficacia, han ido ganando terreno en el ámbito de la seguridad.
Hasta aquí todo podría parecer normal, pero a la hora de conflictos como los de Iraq, hemos visto cómo las compañías que han conseguido contratos para la reconstrucción del país, se han ido rodeando de grupos de hombres perfectamente adiestrados y armados hasta los dientes. De esta manera nos encontramos a un paso de que sean estas compañías las que se hagan cargo de los aparatos represivos del Estado. Y entonces me pregunto yo ¿cuál será la conciencia que pese sobre sus actuaciones, quién pondrá freno a sus desmanes?, y es que por encima de ellos no habrá otra referencia que la del dinero, y por debajo, sólo Estados divididos y entregados a su voluntad. ∆

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
SERVICIOS:   Suscríbete, Suscripción RSS
ESCRÍBENOS:   Publicidad, Contacta con nosotros
CONOCE FUSION:   Qué es FUSION, Han pasado por FUSION, Quince años de andadura

 
Revista Fusión.
I  Aviso Legal  I  Política de privacidad 
Última revisión: abril 07, 2011. 
FA