Ya sé que los soldados de fortuna
son tan viejos como las desafortunadas razones que los reclaman, y que
en algunas ocasiones han alcanzado gloria y renombre bajo la bandera de
algunos estados, con el nombre de Legión Extranjera. Y también que más
recientemente se les conoce como mercenarios. |
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DICIEMBRE 2004
SOLDADOS INTOLERABLES
POR JOSE ROMERO SEGUIN
E l problema del mundo no radica ni en
la escasez de recursos naturales, ni tampoco en los humanos, ambos, en la
racionalidad, inagotables, sino en la propiedad de esos recursos, hoy todos
ellos, en manos de las multinacionales. Son ellas las dueñas y señoras de
todos los recursos que hay sobre la faz de la tierra y también de los que
habitan en el núcleo de la mismísima voluntad de los hombres.
Nosotros, votamos para la elección de nuestros legítimos representantes,
proclamamos dictadores, los derribamos, elaboramos ideologías y diseñamos
programas políticos, pero nada de eso vale para nada frente a las
todopoderosas multinacionales. De ellas son las urnas y las voluntades, los
pensamientos y hasta los sentimientos.
Frente a ella no somos nada, números, sólo eso, números rojos en sus negras
y malditas cuentas de resultados.
Para ellas las fronteras son costuras, remaches, soldaduras, y su patria los
salarios más bajos posibles, lo demás no importa, ni significa nada. Su
bandera es el dólar, su lengua la jerga de la mercadotecnia. Los costes son
su fe, y su dios el dinero, por eso allí donde los costes son más bajos más
porción de dios obtienen y allí se van.
Pero su hábitat perfecto no siempre nace natural, sino que se necesita ser
propiciado. El procedimiento es sencillo, fomentar la desigualdad, ella es
el motor de la desconfianza entre hombres y pueblos, y una vez producida
ésta, sobreviene el miedo, y el miedo como sabemos es siempre un abismo que
se alimenta solo, que no produce gastos. Su sola presencia es más que
suficiente para disuadir a cualquier sociedad que se precie de poner trabas
a sus oscuros manejos y atroces desmanes. Y si alguna se atreve, la
respuesta es siempre la amenaza de una inmediata retirada, lo que desbarata
cualquier intento de ponerle freno. Eso en los países donde se ha despertado
cierta conciencia de clase y cierta cultura ecologista, porque en aquellos
donde no gobierna otra ley que la injusticia y el hambre, la contestación se
apaga engordando la cuenta del dictador de turno.
En una primera observación sobre el terreno, especialmente si éste es el del
supermercado, unas y otras parecen huérfanas y débiles, escondidas tras sus
respectivas marcas, enzarzadas en una constante lucha de precios y
calidades. Pero es mentira, por encima de ella rigen poderosas cabezas, los
bancos, y éstos se unen y agrupan para cobrar fuerza, para que caigan las
marcas pero no el consumo, para que la rueda siga girando hasta la locura. Y
frente a ese espíritu hombres y pueblos se embarcan buscando proteger la
diferencia en nacionalismos o regionalismos estúpidos, que no les hacen sino
dependientes.
Hasta ahora estos monstruos se habían ido conformando con comprar gobiernos
y corromper dictadores, para allanar el terreno a sus objetivos. Y esa
fórmula le es válida aún en los países subdesarrollados, pero comienza a
fallarles en los más desarrollados, donde los aparatos coercitivos actúan
bajo las órdenes de gobiernos elegidos por una sociedad exquisita en las
formas, más que en las ideas. Una sociedad por lo tanto incapaz de soportar
las brutales exigencias de un sometimiento por las armas de ningún colectivo
o pueblo. Lo que de algún modo les inhabilita frente a las grandes
compañías, que ven cómo los dirigentes democráticos se acobardan ante el
temor de perder la poltrona y renuncian a correr en su ayuda.
Y es aquí donde se plantea la espinosa cuestión que trato de esbozar, la
presencia aún embrionaria de ejércitos particulares, pagados y adiestrados
por ellas mismas para salvaguardar sus intereses.
Ya sé que los soldados de fortuna son tan viejos como las desafortunadas
razones que los reclaman, y que en algunas ocasiones han alcanzado gloria y
renombre bajo la bandera de algunos Estados, con el nombre de Legión
Extranjera. Y también que más recientemente se les conoce como mercenarios.
Sin embargo, hoy, más dados a la ambigüedad, al circunloquio, al enérgico
eufemismo, les llamamos: guardias de seguridad, escoltas, guardaespaldas. Y
lo hacemos porque han empezado siendo reclutados por compañías privadas para
prestar unos servicios públicos, so pretexto de que la administración se ve
incapaz de hacerse cargo de ellos, e invocando la rentabilidad y eficacia,
han ido ganando terreno en el ámbito de la seguridad.
Hasta aquí todo podría parecer normal, pero a la hora de conflictos como los
de Iraq, hemos visto cómo las compañías que han conseguido contratos para la
reconstrucción del país, se han ido rodeando de grupos de hombres
perfectamente adiestrados y armados hasta los dientes. De esta manera nos
encontramos a un paso de que sean estas compañías las que se hagan cargo de
los aparatos represivos del Estado. Y entonces me pregunto yo ¿cuál será la
conciencia que pese sobre sus actuaciones, quién pondrá freno a sus
desmanes?, y es que por encima de ellos no habrá otra referencia que la del
dinero, y por debajo, sólo Estados divididos y entregados a su voluntad. ∆ |