Universidades o
cárceles
Mikel Agirregabiria Agirre(*)
Dónde
está la juventud actual? En todas partes, pero existen dos extremos
donde muchos jóvenes aprenden cómo construir su futuro, que es nuestro
único porvenir: Los centros de enseñanza y los centros de reclusión.
¿Qué necesitamos, más estudiantes o más presidiarios?
En Estados Unidos, la población reclusa asciende a más de 2,1 millones
de presos, mientras que cada año finalizan graduados 2,4 millones de
universitarios. El coste por alumno, en las universidades más caras es
de 23.000 dólares por curso, mientras que el presupuesto promedio por
presidiario asciende a 30.000 dólares anuales. En España egresan
titulados menos de 300.000 graduados al año. La población reclusa en las
cárceles españolas asciende a 54.910, en agosto de 2003 y ha aumentado
en un 21,2% desde 2000. Seguramente deberán ser adoptadas muy diversas
medidas en materia penitenciaria para que la prisión redima, no
pervierta y que decrezcan los condenados. Las mejores medidas son las
preventivas y las educativas, que rescatan tempranamente incluso a
quienes están predestinados por pertenecer a las minorías
desfavorecidas.
Para
arruinar el futuro de cualquier país basta dejar sin educación
apropiada a los niños y los jóvenes. |
Existe una forma de
terrorismo que ambiciona la destrucción de cualquier sociedad: la
incultura y la ignorancia, de la que sacan provecho algunos. Para
arruinar el futuro de cualquier país basta dejar sin educación apropiada
a los niños y los jóvenes, haciéndolos vulnerables al desempleo, a las
drogas y al crimen. Sólo la movilización de toda la sociedad evitará
este peligro real que nos acecha. Las escuelas que construyamos serán
las cárceles que no edificaremos. La inversión educativa es la
salvaguarda de la paz, de la convivencia y de la equitativa prosperidad.
Algunos políticos parecen preferir luchar contra el terrorismo sólo con
presupuestos militares, con la represión que genera odio y
confrontación. La mayoría preferimos métodos pacíficos y educativos. Los
profesores y los padres debemos dejar de ser los sempiternos náufragos
del mundo y convertirnos en los navegantes que guíen el rumbo de la
sociedad. ∆
Heredarás la
tierra
Sira Rego (*)
El
pasado 14 de septiembre se clausuraba en Cancún la cumbre de la
Organización Mundial del Comercio (OMC). Con la excusa de paliar el
hambre en el mundo y de impulsar el desarrollo de los países pobres,
"los otros", los países ricos, trataron de anotarse un tanto intentando
colar los "temas de Singapur". Entre ellos figura la transparencia en
los concursos públicos, las facilidades para el comercio, la protección
a las inversiones y las garantías para la libre competencia. El
resultado concluyó con la ruptura de las negociaciones y la
consolidación de un nuevo bloque negociador, el G-22, que agrupa a
países pobres y países en vías de desarrollo.
Lejos de ser amarga, esta victoria es dulce; la cohesión del G-22 y la
ambición de los países ricos, hace que se perfile un nuevo horizonte.
Las necesidades contrapuestas entre Norte-Sur, e incluso entre
Norte-Norte son evidentes. Por un lado, encontramos las propuestas
liberalizadoras de los ricos, que tratan no sólo de asegurar sus
inversiones en nuevos mercados, sino también de mantener sus muros
frente a los países más desfavorecidos. Por otro, los países pobres que
tratan de hacer frente a la carestía de medios, a la falta de recursos y
al hambre, exigiendo un papel protagonista, intentando acabar con las
ayudas de "los otros" a la exportación y solicitando el fin de los
aranceles escalonados.
Sin embargo, detrás del lenguaje de la economía, detrás de las
negociaciones y detrás de las guerras de despachos, surge incólume la
realidad: según la Organización para la Agricultura y la Alimentación
(FAO), 850 millones de personas son víctimas del hambre, 11 millones en
los países industrializados, 30 millones en los países en desarrollo y
799 en los países pobres. 25.000 mueren cada día, 2.000 millones sufren
falta de micronutrientes como la vitamina A, que genera problemas
visuales (afecta a 2 millones de niños de los que se estima que entre
250.000 y 500.000 quedarán ciegos), también afecta al sistema
inmunitario, aumentando así el riesgo de morir por enfermedades como la
diarrea (de escasa o nula incidencia en países industrializados).
Las necesidades alimentarias básicas de los seres humanos están
perfectamente definidas por organismos como la Organización Mundial de
la Salud (OMS), por parámetros como las cantidades diarias recomendadas.
Según estas recomendaciones, el aporte de vitamina A necesario para que
un niño crezca con normalidad es de 400 a 1.000 microgramos al día según
la edad y quedaría cubierto consumiendo una zanahoria de tamaño mediano,
o bien tomando dos vasos de leche, lo que supone una paradoja dentro de
un mundo donde los excedentes de alimentos son un hecho. Es más, estos
excedentes hacen que se abaraten los precios del mercado internacional,
haciendo menos competitivos los productos de países en desarrollo o
países pobres que no cuentan con las mismas infraestructuras y capacidad
de producción.
El
resultado de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio
concluyó con la ruptura de las negociaciones y la consolidación de
un nuevo bloque negociador, el G-22, que agrupa a países pobres y
países en vías de desarrollo. |
Frente a esta práctica
desleal surge el concepto de "soberanía alimentaria" según el cual cada
nación y cada identidad cultural tienen derecho a desarrollar y
coordinar la producción de sus alimentos básicos de acuerdo con su
diversidad y su cultura. Si tenemos en cuenta que el 70% de la población
pobre de los países en desarrollo vive en zonas rurales y obtiene su
sustento directa o indirectamente de la agricultura, es necesario que el
control de la tierra esté en manos de los campesinos, sobre todo, si se
valora que sólo el 44% de la tierra potencialmente cultivable es
realmente cultivada. Se trata no sólo de un problema de distribución de
riqueza, sino también de una apuesta por sanear la infraestructura de
los países más desfavorecidos.
En esta última cumbre, la Unión Europea, Estados Unidos y Japón han
intentado imponer su criterio de rentabilidad económica parapetados tras
una máscara de compasión hacia los pobres. En ningún caso han planteado
el problema de la distribución de alimentos y de medios de producción
como eje de las discusiones. Tampoco han ocultado su intención de
reforzar la economía de las transnacionales, cuatro de las cuales
controlan el 80% del mercado mundial agroalimentario y por supuesto no
han tenido en consideración el delicado equilibrio existente entre
agricultura, alimentación y pobreza.
Nos enfrentamos a una nueva ronda negociadora en la que la abstracción
de la macroeconomía no es posible. Es necesario abordar el dilema moral
que supone el hecho de que existan millones de seres humanos subnutridos,
sobre todo cuando hay recursos suficientes para evitarlo. Es necesario
que la alimentación y por ende la agricultura, sean patrimonio de la
humanidad. ∆
(*) Nutricionista. Agencia de Información Solidaria. |