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NOVIEMBRE 2003
INMIGRACION ILEGAL:
A QUIEN CONVIENE
Miles de inmigrantes llegan por tierra, mar y aire cada año a nuestro
país. Buscan
nuevas oportunidades en un mundo lleno de lujos, pero luego se
encuentran con trabajos sin las condiciones mínimas por los que cobran
pequeños sueldos. Aparentemente, empresarios y gobierno rechazan la
inmigración clandestina, pero en la realidad no pueden negar que engrosa
los beneficios de ambos.
Texto: Marta Iglesias / Fotos: Fusión
La ONU lleva años alertando que
Europa necesita admitir 159 millones de inmigrantes hasta el 2050, si
quiere mantener su crecimiento económico. Poco importa que Suecia y
Francia hayan recuperado de forma notable sus índices de natalidad
gracias a eficaces políticas gubernamentales, o que España haya superado
este año el decrecimiento de población gracias exclusivamente a los
inmigrantes. El viejo continente se hace cada vez más anciano y ni
siquiera por razones egoístas piensa abrir las puertas. Desde enero
cañoneras y buques de guerra patrullan por el Mediterráneo para evitar
que las frágiles pateras alcancen la rica tierra firme europea. En
España se vigilan los aeropuertos con más ahínco que nunca, puesto que
cada año llegan más de medio millón de latinoamericanos de los que sólo
vuelven 86.000 a su tierra. Paralelamente, la frontera con Francia se
controla mediante la firma de acuerdos con países como Rumanía, para que
les facilite una lista de los habitantes que vienen en autobús. De este
modo, aunque parece evidente que necesitamos la emigración para
subsistir -y en este punto muchos apoyan que incluso para hacer
progresar la cultura existente- Europa se resiste a ello. Para el
periodista del Centro de Colaboraciones Solidarias, Xavier Caño, la
razón está en que "Europa, que es de una forma u otra la patria de los
derechos humanos y de la democracia, también es la patria de los
fascismos en sentido genérico. Y uno de los componentes de los fascismos
es la contraposición, el odio al otro entendido como chivo expiatorio,
cabeza de turco... Yo creo que de ahí surge un determinado caldo de
cultivo que es una tentación para ciertos sectores de las clases
dirigentes o de sus aliados de culpabilizar al otro por razones
étnico-culturales-nacionales". Pero si se analiza el discurso político
con más detenimiento y se observa si realmente se ponen en
funcionamiento las medidas prometidas, se advierte que en ocasiones se
trata de gestos previstos para no perder votos, no verdaderas
intenciones de acabar con la inmigración. Incluso el ciudadano más
solidario sería capaz de diseñar una estrategia que impidiese la
inmigración con más ahínco que el actual gobierno si pensase en ello
diez minutos. Por tanto, se perfila una respuesta clara a esta
incongruencia gubernamental: realmente el gobierno ya sabe por propia
experiencia que lo que dice el PNUD es cierto; sólo sumando el dos y dos
de la economía sumergida se puede apreciar que tres millones de
inmigrantes sin papeles están incrementando un PIB que no se declara a
través de Hacienda y la Seguridad Social. Pero los euros son los euros,
y tener el dinero en las arcas y los votos en las urnas bien se merece
un esfuerzo.
Marx y el ejército
industrial de reserva
Esos tres millones de inmigrantes que no poseen permiso de residencia ni
de trabajo se mantienen aquí por una razón: están trabajando. Todo el
mundo conoce a alguien que tiene un amigo que contrata a inmigrantes sin
papeles en la construcción, la recolección, la limpieza, el servicio
doméstico o la hostelería. Para Xavier Caño todas estas personas forman
el ejército industrial de reserva del que hablaba Marx, y que se traduce
en que hay muchas más personas que solicitan empleo que puestos de
trabajo hay, por lo que siempre hay posibles sustitutos para ocuparlos.
De esta manera la clase empresarial no tiene por qué esmerarse en
mejorar las condiciones económicas y laborales de los empleos que
genera. "En ese sentido, con todos los matices que quieras -argumenta
Caño-, la inmigración cubre montones de puestos de trabajo. Se trata de
un porcentaje elevadísimo en España, que alcanza un 23% que no figura en
ningún sitio. No cotizan a la Seguridad Social, no se paga a Hacienda
por los beneficios obtenidos... no existen legalmente. Consciente o
involuntariamente, la inmigración cumple este papel, donde los
inmigrantes son las víctimas". De esta manera, los inmigrantes se
mantienen en un callejón sin salida, puesto que si piden mejoras
salariales o laborales son expulsados de sus trabajos, pero esta
situación repercute también en los trabajadores asalariados con
contrato. Ya que hay muchas personas esperando a que desocupe su puesto
de trabajo y a no exigir más condiciones, las peticiones de mejora se
detienen y la calidad baja. Se terminaron las reivindicaciones
salariales y laborales: si no quieres lo que te doy, ahí tienes la
puerta. La economía sumergida aumenta, para regocijo de muchos
empresarios sin escrúpulos, y el gobierno lo sabe. "El gobierno es
consciente -afirma Caño-. Si el gobierno de verdad tuviera voluntad de
acabar con la economía sumergida, que es la que ampara todas estas
injusticias, haría como ha hecho cuando ha querido avanzar en la lucha
contra los etarras: pone dinero encima de la mesa. Gobernar significa
tener un programa, tener ideas, pero gobernar cuando vas destilando
hasta la última gota exactamente qué es, es asignar partidas
presupuestarias, es poner dinero encima de la mesa. Cuando el gobierno
ha querido acabar con la rebeldía de la protesta gallega por lo del
chapapote del Prestige ha dedicado dinero. Cuando ha querido avanzar en
la lucha antiterrorista igual. Si de verdad se quiere acabar con la
economía sumergida ponga usted 5000 controladores, págueles bien, ponga
inspectores a los inspectores y en un año se reduce increíblemente,
porque eso es algo que no puede ser clandestino. La economía sumergida
existe porque al gobierno le da la gana de que exista, ya que eso rebaja
los costos laborales. Está dispuesto a perder la parte impositiva, y de
paso disminuye el paro -aunque de una forma terriblemente indecente-,
con lo cual decrece la posible tensión social. Hay un incremento, aunque
no esté contabilizado, de producto interior bruto y no se buscan
problemas".
Nos encontramos ante un callejón de salida, con una solución evidente:
necesitamos los inmigrantes y ellos a nosotros; si no se regulan sus
condiciones de trabajo, las nuestras se verán repercutidas en sentido
negativo; su silencio mantiene el círculo y el nuestro igual. Por mucho
que nos paremos a pensar la mejor solución, el flujo de inmigrantes
sigue aumentando. Gracias a nuestras televisiones, que funcionan como
reclamo, buscan mejores condiciones que en sus países y no van a pararse
ante un registro en un aeropuerto o una cañonera en el Mediterráneo.
Vendrán con o sin nuestro permiso. Si todas las evidencias apuntan a que
es un hecho positivo, en nuestras manos queda hacer de ello un proceso
doloroso o empezar a crear condiciones de igualdad y justicia social que
garantice una transición enriquecedora para ambas partes. Ellos ya han
tomado una decisión, sólo queda la nuestra. Las puertas no seguirán
cerradas mucho más tiempo. ∆ |
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