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NOVIEMBRE  2003

Mirada irónica

ANTONIO PEREZ HENARES
-Escritor y periodista-

ANTONIO PEREZ HENARES

Este rojo de pueblo, reciclado luego en provinciano -como él dice-, convertido más tarde en escéptico y por el momento sin derecho a paro, analiza de forma divertida, ácida y con mucha ternura, la figura del progre y de la izquierda política española. Acaba de publicar "Las 7 vidas del progre" (La esfera de los libros).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Existe una especie de monopolio que castiga con la expulsión a todo aquel que critique, discrepe o simplemente se aparte de la idea del conjunto."

 

 

 

 

 

 

 

ANTONIO PEREZ HENARES

 

 

 

 

 

 

 

 

 


"No nos podemos resignar a admitir que nos encontramos inmersos en un capitalismo donde el emperador se llama Bush y punto. Yo por lo menos, no me resigno."

 

 

 

Texto: Mariló Hidalgo
Fotos © Connie G. Santos


Progre viene de progresista, palabra talismán que se ha convertido en algo así como la fórmula de lo políticamente correcto en nuestro país". Cualquier cosa que lleve ese cartel -explica Pérez Henares- quiere decir que va con los tiempos. Que es moderno, vamos.
De aquel progre de los 60 con trenka, melena y pantalón ancho que luchaba por la libertad, poco queda. Aquella estética -aunque algunos se empeñen en perpetuarla- ha desaparecido. Pero, ¿dónde han quedado las ideas? ¿en qué momento se encuentra la izquierda española?

-Fuiste redactor jefe de Mundo Obrero y también portavoz de prensa del grupo parlamentario comunista en el Parlamento. ¿Cómo se te ocurrió la idea de escribir un libro irónico precisamente sobre la figura del progre?
-Es el primer ensayo que hago después de dos novelas en las que me entregué mucho (Nublares y El Hijo de la Garza). Me sirve por tanto de descanso. Además me lo pasé realmente bien escribiéndolo. Yo con el progre he convivido mucho. Siempre pacíficamente aunque no siempre cariñosamente, porque he de reconocer que los progres a veces pueden ser muy irritantes sobre todo porque piensan que su razón es la única. No obstante, esa mirada crítica la realizo con cierta ternura, sin excesiva acritud, con una buena dosis de mala leche, a veces muy necesaria. El problema es que el progre se ha quedado muchas veces en el embalaje, en el envoltorio. Ha llegado a ser un producto de marketing de lo que pueden ser algunas ideas de izquierdas y ha perdido por el camino el contenido de esas ideas. Ha primado la estética sobre la ideología. Ha llegado a importar más la forma que los hechos. Somos un país -por supuesto, también la izquierda- de clichés y carnets, donde se piensa que por pertenecer a tal partido obligatoriamente se es progresista cuando a veces el comportamiento no avala para nada esas afirmaciones.

-¿Qué ha cambiado desde aquel progre de los sesenta con melenas y el dos caballos, hasta el progre de hoy?
-Ese progre de los sesenta ha evolucionado. Después de pasar por el poder pareció caer en un ostracismo y ahora se encuentra en un momento donde ve que puede volver a resucitar porque las cosas se las han puesto como a Felipe II, de paquete (Prestige, Guerra, Decretazo). El próximo año vuelven las elecciones y ahí puede estar el nuevo tiempo para el progre. Aunque, como digo al final del libro: "Antes de que empiece un nuevo amanecer progre, resulta que tendremos que votar. Y varias veces. Aunque claro, los que no son progres también votan". Es decir, ¡ojo! con confiarse y menos creer que su razón es la única y que lo que sale por su boca es verdad absoluta.

-¿Dónde han quedado las reivindicaciones, la lucha por la libertad y la democracia, ese espíritu que dicen movió a toda una generación?
-Los progres no son esos cientos de miles de personas que dicen que corrían delante de los Grises y que se reunían en la clandestinidad. No, mire usted, en primer lugar, el mejor momento por el que pasó la organización universitaria del Partido Comunista en Madrid apenas contó con 400 militantes. En segundo lugar, aquellas cosas que se cuentan como "batallitas" han sido situaciones en las que -los que las vivimos- pasamos un miedo terrible y no las contamos con frivolidad. El militante de verdad recuerda aquel tiempo con mucha alegría de vivir la juventud que teníamos entre manos, pero también hay una serie de sombras, de miedos, y de compañeros que lo pasaron muy mal. En definitiva, el progre tiene una inventiva importante. Hay que inventarse de alguna forma un pasado heroico, es por ello que he utilizado la ironía para hacer algo de justicia histórica porque creo que hay una desmemoria muy interesada por parte de algunos. Hablo de algo que conozco muy de cerca.

-¿Qué le falla a la izquierda actual? ¿Por qué no acaba de despegar?
-Les hacen falta ideas, pero no sólo a la izquierda española sino a la europea en su conjunto. Mira, en estos momentos existe un caldo de cultivo perfecto para facilitar ese cambio. Los jóvenes están descontentos con todo lo que está ocurriendo en el mundo y son precisamente los jóvenes del Primer mundo rico los que están saliendo a las calles para manifestarse y denunciar las injusticias del planeta. Esta situación hace que nos encontremos ante un momento histórico. Pero al mismo tiempo veo que se carece de una filosofía que de alguna manera globalice esto. Haría falta un nuevo Marx, un joven Marx que con otros, diese un cuerpo teórico a todo esto, ofreciese alternativas. No nos podemos resignar a admitir que nos encontramos inmersos en un capitalismo donde el emperador se llama Bush y punto. Yo por lo menos, no me resigno.

-Hablando de falta de ideas, en las últimas elecciones tuvimos la ocasión de comprobar la gran similitud entre los programas electorales de la izquierda y derecha. ¿Es que ya nada es como antes?
-Los líderes de la derecha en cualquier país europeo han cambiado mucho, porque la sociedad ha ido consiguiendo muchos avances sociales: sanidad general, educación universal, cosas que antes a la derecha ni se le ocurría pronunciar. Hoy oyes hablar a Zaplana, por ejemplo, de pleno empleo, preocupaciones sociales... y parece un discurso de un rojo de antaño. En otro sentido lo mismo le ha pasado a la izquierda. Pero puestos a ser críticos, si te fijas tanto derecha como izquierda funcionan prácticamente de la misma forma, tienen los mismos gestos, sólo se diferencian en que cuando se juntan discrepan y luego lo explican en ruedas de prensa. Les separan las siglas y el personaje en cuestión. La política con mayúsculas ha sido sustituida por la mediocridad y en ello ha tenido lugar un rapto de la izquierda, como explico en el libro.

-¿Raptada por quién?
-Yo lo tengo claro, el hábito hace al monje. Primero te pones los hábitos, luego las siglas, el collar y luego el carnet que lo da el gran dominador. La izquierda son unas determinadas siglas y quien no pertenezca a ellas, no es de izquierdas. Existe una especie de monopolio que castiga con la expulsión a todo aquel que critique, discrepe o simplemente se aparte de la idea del conjunto. Y por otro lado existe una perfecta maquinaria que protege, apoya, publica libros que son éxito antes de salir a la calle, a todos aquellos que se encuentran bajo las siglas. Y esto en España tiene un nombre.

-¿Quién tiene ese monopolio?
-El grupo Prisa -El País, Alfaguara, Cadena Ser- es quien tiene la fábrica de moneda y timbre que expende los créditos de los progresistas. Si no estás reconocido por ellos, estás condenado a las tinieblas del abandono. Y esto no quita mi profunda admiración por la labor periodística que este grupo ha hecho en todos estos años y los magníficos profesionales que allí trabajan. Yo incluso, he trabajado con ellos.

-Lo que está claro es que tanto progres como no progres, ambos buscan el poder y una vez que lo consiguen ¿En qué se diferencian?
-Es lo que te comentaba antes. Desde que el PSOE se hizo con el poder en el año 82, se consiguieron muchas cosas en nuestro país: universalización de la enseñanza, mejora de la sanidad, que las pensiones fuesen un derecho. Pero también al PP hay que reconocerle muchos éxitos, especialmente a nivel económico. ¿Qué perdió el PSOE por el camino? Pues que con la soberbia cayeron en lo que ya han caído otros. Creyeron que el poder era suyo, cuando sólo es prestado y además tiene una fecha de caducidad que son las urnas. Eso no lo entendieron y luego vinieron las travesías en el desierto.

-Una curiosidad, ¿por qué los representantes de la izquierda tienen una cara tan seria?
-La izquierda siempre ha tenido un sentimiento trágico de la vida y de su propia existencia. La izquierda es capaz de reírse de los demás y mucho, pero no de sí misma. El humor no es malo, la risa no es contrarrevolucionaria. Aunque debo decirte que nuestros dirigentes por desgracia, y salvo rarísimas excepciones son de un triste que matan. Y peor cuando intentan hacer algún chiste, porque Aznar serio, pasa. Pero como intente ser gracioso, es terrible. En el Parlamento hay muy poca brillantez porque hay poca ironía. En la política sobra mucha pose y mucho mirarse al espejo antes de salir a la tribuna, y falta naturalidad. Quizá sea esa una de las virtudes que tiene Zapatero, un hombre que comunica bien porque es cercano, inspira confianza. Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba también transmite proximidad. No así otra gente de Izquierda Unida, como por ejemplo Madrazo. Pero no quiero ponerme serio, prefiero hablar en clave de humor, como en el libro. Mira, por ejemplo, el viejo Nicolás Redondo tiene un gran sentido del humor y de él he aprendido mucho. Recuerdo aquella frase que me decía: "Ah, el cambio.... El cambio ya lo hemos hecho y es el de las tres C: de casa, de coche y de compañera". ∆

   

   
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