Este rojo de pueblo, reciclado luego en provinciano
-como él dice-, convertido más tarde en escéptico y por el momento sin
derecho a paro, analiza de forma divertida, ácida y con mucha ternura, la
figura del progre y de la izquierda política española. Acaba de publicar
"Las 7 vidas del progre" (La esfera de los libros).
"Existe una especie de
monopolio que castiga con la expulsión a todo aquel que critique, discrepe
o simplemente se aparte de la idea del conjunto."
"No nos podemos resignar a admitir que nos encontramos inmersos en un
capitalismo donde el emperador se llama Bush y punto. Yo por lo menos, no
me resigno."
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Texto: Mariló Hidalgo
Fotos © Connie G. Santos
Progre
viene de progresista, palabra talismán que se ha convertido en algo así como la
fórmula de lo políticamente correcto en nuestro país". Cualquier cosa que
lleve ese cartel -explica Pérez Henares- quiere decir que va con los tiempos.
Que es moderno, vamos.
De aquel progre de los 60 con trenka, melena y pantalón ancho que luchaba por la
libertad, poco queda. Aquella estética -aunque algunos se empeñen en
perpetuarla- ha desaparecido. Pero, ¿dónde han quedado las ideas? ¿en qué
momento se encuentra la izquierda española?
-Fuiste redactor jefe de Mundo Obrero y también portavoz de prensa del grupo
parlamentario comunista en el Parlamento. ¿Cómo se te ocurrió la idea de
escribir un libro irónico precisamente sobre la figura del progre?
-Es el primer ensayo que hago después de dos novelas en las que me entregué
mucho (Nublares y El Hijo de la Garza). Me sirve por tanto de descanso. Además
me lo pasé realmente bien escribiéndolo. Yo con el progre he convivido mucho.
Siempre pacíficamente aunque no siempre cariñosamente, porque he de reconocer
que los progres a veces pueden ser muy irritantes sobre todo porque piensan que
su razón es la única. No obstante, esa mirada crítica la realizo con cierta
ternura, sin excesiva acritud, con una buena dosis de mala leche, a veces muy
necesaria. El problema es que el progre se ha quedado muchas veces en el
embalaje, en el envoltorio. Ha llegado a ser un producto de marketing de lo que
pueden ser algunas ideas de izquierdas y ha perdido por el camino el contenido
de esas ideas. Ha primado la estética sobre la ideología. Ha llegado a importar
más la forma que los hechos. Somos un país -por supuesto, también la izquierda-
de clichés y carnets, donde se piensa que por pertenecer a tal partido
obligatoriamente se es progresista cuando a veces el comportamiento no avala
para nada esas afirmaciones.
-¿Qué ha cambiado desde aquel progre de los sesenta con melenas y el dos
caballos, hasta el progre de hoy?
-Ese progre de los sesenta ha evolucionado. Después de pasar por el poder
pareció caer en un ostracismo y ahora se encuentra en un momento donde ve que
puede volver a resucitar porque las cosas se las han puesto como a Felipe II, de
paquete (Prestige, Guerra, Decretazo). El próximo año vuelven las elecciones y
ahí puede estar el nuevo tiempo para el progre. Aunque, como digo al final del
libro: "Antes de que empiece un nuevo amanecer progre, resulta que tendremos que
votar. Y varias veces. Aunque claro, los que no son progres también votan". Es
decir, ¡ojo! con confiarse y menos creer que su razón es la única y que lo que
sale por su boca es verdad absoluta.
-¿Dónde han quedado las reivindicaciones, la lucha por la libertad y la
democracia, ese espíritu que dicen movió a toda una generación?
-Los progres no son esos cientos de miles de personas que dicen que corrían
delante de los Grises y que se reunían en la clandestinidad. No, mire
usted, en primer lugar, el mejor momento por el que pasó la organización
universitaria del Partido Comunista en Madrid apenas contó con 400 militantes.
En segundo lugar, aquellas cosas que se cuentan como "batallitas" han sido
situaciones en las que -los que las vivimos- pasamos un miedo terrible y no las
contamos con frivolidad. El militante de verdad recuerda aquel tiempo con mucha
alegría de vivir la juventud que teníamos entre manos, pero también hay una
serie de sombras, de miedos, y de compañeros que lo pasaron muy mal. En
definitiva, el progre tiene una inventiva importante. Hay que inventarse de
alguna forma un pasado heroico, es por ello que he utilizado la ironía para
hacer algo de justicia histórica porque creo que hay una desmemoria muy
interesada por parte de algunos. Hablo de algo que conozco muy de cerca.
-¿Qué le falla a la izquierda actual? ¿Por qué no acaba de despegar?
-Les hacen falta ideas, pero no sólo a la izquierda española sino a la
europea en su conjunto. Mira, en estos momentos existe un caldo de cultivo
perfecto para facilitar ese cambio. Los jóvenes están descontentos con todo lo
que está ocurriendo en el mundo y son precisamente los jóvenes del Primer mundo
rico los que están saliendo a las calles para manifestarse y denunciar las
injusticias del planeta. Esta situación hace que nos encontremos ante un momento
histórico. Pero al mismo tiempo veo que se carece de una filosofía que de alguna
manera globalice esto. Haría falta un nuevo Marx, un joven Marx que con otros,
diese un cuerpo teórico a todo esto, ofreciese alternativas. No nos podemos
resignar a admitir que nos encontramos inmersos en un capitalismo donde el
emperador se llama Bush y punto. Yo por lo menos, no me resigno.
-Hablando de falta de ideas, en las últimas elecciones tuvimos la ocasión de
comprobar la gran similitud entre los programas electorales de la izquierda y
derecha. ¿Es que ya nada es como antes?
-Los líderes de la derecha en cualquier país europeo han cambiado mucho,
porque la sociedad ha ido consiguiendo muchos avances sociales: sanidad general,
educación universal, cosas que antes a la derecha ni se le ocurría pronunciar.
Hoy oyes hablar a Zaplana, por ejemplo, de pleno empleo, preocupaciones
sociales... y parece un discurso de un rojo de antaño. En otro sentido lo mismo
le ha pasado a la izquierda. Pero puestos a ser críticos, si te fijas tanto
derecha como izquierda funcionan prácticamente de la misma forma, tienen los
mismos gestos, sólo se diferencian en que cuando se juntan discrepan y luego lo
explican en ruedas de prensa. Les separan las siglas y el personaje en cuestión.
La política con mayúsculas ha sido sustituida por la mediocridad y en ello ha
tenido lugar un rapto de la izquierda, como explico en el libro.
-¿Raptada por quién?
-Yo lo tengo claro, el hábito hace al monje. Primero te pones los hábitos,
luego las siglas, el collar y luego el carnet que lo da el gran dominador. La
izquierda son unas determinadas siglas y quien no pertenezca a ellas, no es de
izquierdas. Existe una especie de monopolio que castiga con la expulsión a todo
aquel que critique, discrepe o simplemente se aparte de la idea del conjunto. Y
por otro lado existe una perfecta maquinaria que protege, apoya, publica libros
que son éxito antes de salir a la calle, a todos aquellos que se encuentran bajo
las siglas. Y esto en España tiene un nombre.
-¿Quién tiene ese monopolio?
-El grupo Prisa -El País, Alfaguara, Cadena Ser- es quien tiene la fábrica
de moneda y timbre que expende los créditos de los progresistas. Si no estás
reconocido por ellos, estás condenado a las tinieblas del abandono. Y esto no
quita mi profunda admiración por la labor periodística que este grupo ha hecho
en todos estos años y los magníficos profesionales que allí trabajan. Yo
incluso, he trabajado con ellos.
-Lo que está claro es que tanto progres como no progres, ambos buscan el
poder y una vez que lo consiguen ¿En qué se diferencian?
-Es lo que te comentaba antes. Desde que el PSOE se hizo con el poder en el año
82, se consiguieron muchas cosas en nuestro país: universalización de la
enseñanza, mejora de la sanidad, que las pensiones fuesen un derecho. Pero
también al PP hay que reconocerle muchos éxitos, especialmente a nivel
económico. ¿Qué perdió el PSOE por el camino? Pues que con la soberbia cayeron
en lo que ya han caído otros. Creyeron que el poder era suyo, cuando sólo es
prestado y además tiene una fecha de caducidad que son las urnas. Eso no lo
entendieron y luego vinieron las travesías en el desierto.
-Una curiosidad, ¿por qué los representantes de la izquierda tienen una cara
tan seria?
-La izquierda siempre ha tenido un sentimiento trágico de la vida y de su
propia existencia. La izquierda es capaz de reírse de los demás y mucho, pero no
de sí misma. El humor no es malo, la risa no es contrarrevolucionaria. Aunque
debo decirte que nuestros dirigentes por desgracia, y salvo rarísimas
excepciones son de un triste que matan. Y peor cuando intentan hacer algún
chiste, porque Aznar serio, pasa. Pero como intente ser gracioso, es terrible.
En el Parlamento hay muy poca brillantez porque hay poca ironía. En la política
sobra mucha pose y mucho mirarse al espejo antes de salir a la tribuna, y falta
naturalidad. Quizá sea esa una de las virtudes que tiene Zapatero, un hombre que
comunica bien porque es cercano, inspira confianza. Rosa Aguilar, alcaldesa de
Córdoba también transmite proximidad. No así otra gente de Izquierda Unida, como
por ejemplo Madrazo. Pero no quiero ponerme serio, prefiero hablar en clave de
humor, como en el libro. Mira, por ejemplo, el viejo Nicolás Redondo tiene un
gran sentido del humor y de él he aprendido mucho. Recuerdo aquella frase que me
decía: "Ah, el cambio.... El cambio ya lo hemos hecho y es el de las tres C: de
casa, de coche y de compañera". ∆ |