La Iglesia prefiere quizá el verbo joder, que es
lo que le han hecho a la humanidad desde que hemos tenido la desgracia de
toparnos con ellos. |
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NOVIEMBRE 2003
TERRORISTAS
POR CAROLINA FERNANDEZ
Cuando
llegue el momento del juicio final y venga dios a pedir responsabilidades a
unos y a otros, espero, de verdad lo digo, con la mano en el corazón, que
quienes se autoproclaman sus representantes en la tierra se lleven el susto
más grande de toda la historia, es decir, desearía con todas mis ansias y
hasta con las tripas, que semejante gentuza ardiese por los siglos de los
siglos en ese infierno que tanto proclaman, caso de que existiese, y que no
se les permitiese salir hasta que hubieran padecido en las propias carnes
todo el dolor en el que han participado a lo largo de los siglos, bien por
exceso o bien por defecto. Y que ese dios vengativo al que tanto adoran,
caso de que existiese, repito, les hiciese pagar sus culpas con la misma
inquina con que un banco se cobra la hipoteca de un pobre desgraciado, es
decir, sin compasión, sin pestañear, con esa frialdad terrorífica que sólo
demuestran aquellos que han llegado a las altas cumbres del poder terrenal.
En el continente africano hay 30 millones de personas que padecen el SIDA o
viven con el VIH. Diariamente se contagian 1500 personas y otras 6.000
mueren por la enfermedad, es decir, genera más muertos que cualquier guerra,
hambruna o inundación. Deja millones de niños huérfanos, muchos de los
cuales son seropositivos. Se ha dicho ya que es la mayor catástrofe que haya
castigado a este continente, después de la esclavitud. En el sur de Africa,
se ha calculado que podría acabar con la cuarta parte de la población, y los
niños no tienen una esperanza de vida mayor de 30 años. Encima, muchos
sufren la enfermedad en silencio porque es un tema tabú. La mayoría nunca va
a tener acceso a los medicamentos para combatir los síntomas de la
enfermedad.
Y entre una persona y el virus, en ocasiones lo único que se interpone es un
humilde condón, que ha tenido la desgracia de caerle mal a los purpurados,
que no pierden ocasión de restarle valía y de prometer que todas las iras
divinas caerán sobre el pobre infeliz que atreva a ponerse una goma en el
pito. Además, niegan su eficacia para la protección del VIH, en contra de
las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de toda la
comunidad científica del planeta. El látex, dicen, es permeable al virus:
"El uso de condones está ayudando a extender la enfermedad". Volvemos al
tiempo de las brujerías y del miedo gratuito, a la superstición y las
maldiciones. Y se permiten afirmaciones semejantes sabiendo que muchos en
todo el planeta siguen las recomendaciones de la Iglesia y sus secuaces
porque tienen miedo al mas allá, miedo al infierno con el que amenazan al
que no entre por sus carriles, miedo a su dios, malvado y vengativo. Y saben
que muchos dejarán de usar condones a la hora de hacer eso que hacemos todos
desde que el mundo es mundo, con lo cual habrá muchos más contagiados,
muchas más muertes y mucho más dolor. ¿Este es el mensaje de su dios? ¿Qué
dios es ése que mira hacia otro lado cuando sus sacerdotes violan monjas y
niños, y pide comprensión para esos "pequeños" excesos? ¿Por qué castiga a
los que hacen el amor a la luz del día y se va con los que levantan las
faldas de las niñas en la oscuridad de la sacristía? ¿Qué dios es ése que
habla de paz pero apoya la guerra, al no enfrentarse a los que las crean?
¿Qué dios es ése que mira con complacencia cómo sus hijos mueren a millares
por no ponerse un puñetero condón? Por mí que se lo queden, conservadito en
formol y cerrado bajo llave en el sagrario, no vaya a ser que se escape.
Cada vez que la Iglesia abre la boca no lo hace para traer esperanza, ni
todas esa cosas tan tranquilizadoras que proclama, sino más dolor y
sufrimiento, porque quizás el que ya había les parecía poco. Ya sabíamos que
no les gustaba que la gente hiciese el amor por gusto, y no para traer hijos
al servicio de dios. Por eso lo llaman fornicar, porque suena más
apocalíptico, más traumático y desde luego nada apetecible, que es lo que
básicamente les interesa. Prefieren quizá el verbo joder, que es lo que le
han hecho a la humanidad desde que hemos tenido la desgracia de toparnos con
ellos.
Yo, desde mi humilde sentido común, no entiendo que unos individuos que
vuelan un autobús, un edificio o dos torres gemelas sean unos terroristas
sanguinarios que merecen una guerra para ellos solitos, mientras que otros,
que teóricamente son los adalides del Bien con mayúsculas, conducen a
aquellos que se ponen en sus manos directamente al matadero y son vitoreados
por las multitudes.
Si Cristo levantara la cabeza posiblemente les dedicaría unas palabras: en
verdad os digo que os pudriréis en el infierno. Pedazo de cabrones. ∆
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