MAYO 2003
PROGRAMA HAARP
El Parlamento Europeo, la Duma rusa y científicos,
médicos y defensores del medio ambiente de todo el mundo están unidos en
la misma preocupación: el Programa HAARP. Este proyecto estadounidense
oficialmente investiga la ionosfera, pero sus responsables directos son
la US Navy y las US Air Force, lo cual hace suponer que los objetivos
son militares. Sus posibles utilizaciones van desde alterar el clima a
interrumpir todas las comunicaciones.
Texto: Marta Iglesias
El clima como arma
de guerra
Las investigaciones relacionadas con este proyecto existen desde los
años 60, pero es ahora cuando se han retomado, reunido y dotado de
fondos. Desde España el científico y Portavoz de Ecologistas en Acción
para temas nucleares, Paco Castro, afirma que "el Programa HAARP, junto
con otros programas de armamento, constituyen un proyecto coordinado que
aparece con la Administración Bush. Están encaminados a mejorar y
modernizar la industria de armamento estadounidense e introducen
elementos desconocidos hasta el momento, como el disparo de radiación
electromagnética". Desde EEUU, la Dra. Rosalie Bertell va más allá al
declarar que "la capacidad de la combinación HAARP/Spacelab/cohete
espacial de producir cantidades muy grandes de energía -comparable a una
bomba atómica-, en cualquier parte de la tierra por medio de haces de
láser y partículas, es aterradora. El proyecto será probablemente
'vendido' al público como un escudo espacial contra la entrada de armas
al territorio nacional o, para los más ingenuos, como un sistema para
reparar la capa de ozono". Lo que se refleja claramente en los artículos
publicados sobre el tema es que todos los proyectos del Ministerio de
Defensa estadounidense están agrupándose en uno.
¿El clima a sus pies?
En Alaska, rodeada de bosques y altivas montañas nevadas, se ubica la
base de trabajo del Programa de Investigación Aurora Activa de Alta
Frecuencia, o Programa HAARP según sus siglas en inglés. Un conjunto de
antenas emisoras de ondas y un transmisor de potencia se encargan de
enviar ondas de alta y baja frecuencia a la ionosfera. Esta capa de la
atmósfera actúa como un espejo, devolviéndolas a la superficie terrestre
convertidas en las ondas más bajas del espectro electromagnético. Con
este sistema se pueden emitir comunicaciones más allá del horizonte sin
necesidad de recurrir a los satélites, mejorar las comunicaciones con
los submarinos -ya que las ondas de baja frecuencia se transmiten
fácilmente en el agua-, hacer prospecciones petrolíferas o de
yacimientos minerales, o detectar aviones o misiles que vuelen bajo.
Todo es cierto y corresponde a la versión oficial estadounidense, que
afirma que no hay nada más detrás, pero las mentes científicas y
políticas apuntan otros posibles usos tras este programa. Sin ir más
lejos, todas estas capacidades utilizadas como arma defensiva podrían
aniquilar todas las comunicaciones, enemigas y propias. Ofensivamente
inclinarían la balanza a la hora de invadir un país, tras conocer que
tiene pozos petrolíferos o minerales aún sin explotar. Pero, sin duda,
la conclusión más alarmante de los científicos es que este sistema puede
alterar el clima, y si ello consigue hacerse controladamente, utilizarlo
como un arma. De esta manera, pueden producirse tormentas, sequías o
huracanes para arruinar un país. Paco Castro explica el funcionamiento
de los calentadores ionosféricos que utiliza el Programa HAARP
comparándolos con un gran horno microondas: "al disparar a zonas bajas
producirías un calentamiento de la baja atmósfera, sería un
calentamiento local y haría que el agua contenida en todos los seres
vivos que estuviesen expuestos, se calentara y les produjera la muerte.
Un calentamiento en la alta atmósfera es impredecible, porque estaría
provocando desde una alteración local del clima hasta alterar las
propiedades de 'filtro' que tiene la atmósfera. Con ello, los rayos
cósmicos que vienen del espacio dejarían de filtrarse en la ionosfera, y
harían llegar su radiación a la superficie de la tierra". Para muchos
científicos, las pruebas del HAARP serían responsables del cambio
climático de El Niño, los aerolitos o incluso la ola de calor que hizo
subir en Melilla la temperatura de 20 a 40 grados en cinco minutos.
Aunque no hay pruebas, sí es evidente que alterar el equilibrio de la
atmósfera, actuando directamente sobre ella, traerá consecuencias
impredecibles.
Alteraciones
mentales
Si resulta escalofriante y casi de ciencia ficción imaginar que el
Gobierno de Bush se prepara para dominar el clima a su antojo, más
estremecedor es constatar un dato evidente: el efecto que una emisión de
ondas de baja frecuencia tiene en el cerebro de todas las especies del
planeta. Un documento de la Cruz Roja Internacional advierte de los
efectos negativos de la energía radiada e indica las bandas de
frecuencia que los produciría. Éstas se corresponden con las que puede
transmitir el HAARP. Casualmente EEUU afirma que uno de los usos del
Programa es localizar yacimientos minerales bajo tierra y para eso la
frecuencia necesaria es la misma que produce trastornos en la mente
humana, que van desde la desorientación, al despertar de capacidades
paranormales. Para hacernos una idea de la influencia de las ondas en la
mente humana debemos remontarnos a los estudios que el profesor Schumann
hizo en los años 50, que constataban que hay un efecto de resonancia
entre la tierra, el aire y la ionosfera, cuyas ondas vibran en la misma
frecuencia que las ondas cerebrales humanas y de todos los mamíferos.
Estas llamadas Ondas Schumann son fundamentales para la vida y cuando
faltan producen graves problemas de salud, como les sucedía a los
astronautas antes de que instalaran generadores artificiales de estas
ondas en las naves. Sin estas ondas se producen dolores de cabeza,
migrañas, desvaríos, se desajustan los ritmos cardiacos... La alteración
de las mismas producen efectos más graves. En los animales uno de los
efectos inmediatos sería que alteraría las rutas de migración de aves y
peces, al influir sobre los campos de energía sobre los que se guían.
La preocupación que está generando este programa militar está calando
más allá de los ámbitos científico y medioambiental.
El HAARP
tiene la capacidad de "dañar la mente de poblaciones enteras,
utilizando ondas de muy baja frecuencia", según la Duma rusa.
La eurodiputada sueca Maj Britt Theorin ha liderado en la UE un sector
que consiguió que en 1998 la Comunidad estudiase el programa. El
resultado se publicó al año siguiente y afirmaba que "pese a los
convenios existentes, la investigación militar sigue basándose en la
manipulación medioambiental como arma". Se había pedido reiterativamente
que EEUU mandase a alguien a explicar el programa y nunca acudió nadie.
Tres años después, la Duma rusa señalaba que resulta sorprendente que
tras estas conclusiones la UE no volviera a ahondar en el tema y que las
informaciones no se filtraran a la prensa. Paco Castro opina que esto
"tiene que ver con el hecho de que se buscan noticias espectaculares, y
con que somos presos de lo que es de actualidad. No quiero pensar que
existe autocensura u otra censura peor".
De ser ciertas todas estas informaciones nos espera un futuro negro, que
ya auguraba la serie -para muchos fantasiosa- Expediente X: una única
potencia que domina los sistemas de comunicación, el clima y las mentes
humanas; capaz de generar una guerra para hacerse con recursos mineros
ocultos y sin miramientos a la hora de engañar a los ciudadanos del
mundo sobre sus verdaderas intenciones. ¿Hasta dónde pretende extender
su dominio el ser humano? "Yo creo que no tiene límite, mientras haya
personas sin escrúpulos dispuestas a avanzar en este sentido -sentencia
Paco Castro-. Podemos pensar que el ser humano avanza, que cada vez
progresamos más y que vivimos cada vez en un mundo mejor, pero la verdad
es que es muy discutible. Esto es evidente si observamos el siglo XX que
hemos vivido, donde ha habido dos bombas nucleares, la catástrofe de
Chernobil, y un montón de avances que se han usado para destruir y
matar. Está claro que el avance científico no garantiza, ni mucho menos,
el progreso humano, y lo digo con dolor porque soy científico. Hace
falta algo más para que este tipo de programas no existan o que los
conocimientos se usen para el bien común, y ese algo más está fuera de
la ciencia. Está en la sociedad, en la política, en los principios
éticos de la gente".∆ |